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  • Mejore su lectura... ¡puede lograrlo!
  • ¡Despertad! 1985
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¡Despertad! 1985
g85 8/9 págs. 6-8

Mejore su lectura... ¡puede lograrlo!

CLARO que no hay ninguna fórmula mágica para mejorar su lectura. No obstante, si usted sabe leer, entonces ¡puede leer mejor! No podemos esperar leer mejor si no leemos con regularidad. A diario se debería dedicar por lo menos media hora a la lectura... o más si es posible.

Es necesario ser selectivo

Sea selectivo en cuanto a lo que usted lea. Escoja una lectura que contenga palabras que usted conozca y que trate asuntos que no sean de naturaleza técnica. Entonces, progresivamente, seleccione lectura que le ayude a desarrollar su vocabulario.

Sea selectivo en otro sentido, también, pues no toda literatura es edificante ni refrescante para la mente. Un sabio dijo en cierta ocasión: “El hacer muchos libros no tiene fin, y el aplicarse mucho a ellos le es fatigoso a la carne” (Eclesiastés 12:12). Hoy abundan las publicaciones y muchas proporcionan una lectura sana. Seleccione las que le sean de mayor beneficio en sentido moral y espiritual. El Pr 13 versículo 20 del capítulo 13 del libro bíblico de Proverbios declara: “El que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal”. Este principio aplica tanto a la selección de la lectura como a la selección de los compañeros.

Cambie sus hábitos de lectura

Obviamente, no sabemos leer al nacer. La lectura, como muchas otras cosas en la vida, es una habilidad que se desarrolla. ¿Puede alguien llegar a ser buen pianista sin practicar el piano? O ¿puede alguien llegar a ser buen jugador de tenis sin jugar mucho al tenis? Si la persona desarrolla malos hábitos a principios de su carrera como pianista o jugador de tenis, tiene que corregirlos, o quedar perjudicado por ellos.

Esto también es cierto con relación a la lectura. Si a una edad temprana el estudiante desarrolla malos hábitos de lectura, él se perjudica. Como resultado de esto tiene que luchar toda la vida con la página impresa debido a que tiene una capacidad muy limitada para la lectura. A medida que va poniéndose mayor, se le hace más difícil deshacerse de los malos hábitos de lectura. Pero puede lograrlo... ¡si la persona está dispuesta a hacer el esfuerzo! Consideremos algunos de dichos hábitos.

El principal aspecto físico de la lectura tiene que ver con el movimiento de los ojos. Cada vez que leemos una línea de imprenta, los ojos hacen una serie de fijaciones. Estas fijaciones son importantes porque es solo cuando ellas ocurren que el ojo realmente ve lo que está escrito. Durante dichos intervalos, la impresión visual se transmite al cerebro para ser “descifrada”. El cerebro, no el ojo, es el que lee. Los ojos son una extensión del cerebro.

El que lee lentamente se detiene ante casi cada palabra. Esto resulta en que los mensajes que se envían al cerebro sean incoherentes, y la lectura se convierte en una tarea porque los ojos trabajan demasiado y la persona recuerda poco de lo que lee. En contraste con esto, los ojos del lector eficiente se mueven de modo continuo y rítmico a medida que recorren la página impresa. Aprenden a disminuir la cantidad de pausas visuales o fijaciones que se hacen en cada línea. Por medio de leer frases o grupos de palabras, dichos lectores logran recorrer una página impresa más rápidamente y aumentan su grado de comprensión.

Esto hace surgir el asunto de la regresión. Este término se refiere a la práctica de regresar y volver a leer material que ya se ha leído. En la mayor parte de los casos, la regresión es un hábito. Claro, hay veces que cierto pensamiento quizás no esté claro. En tal caso quizás sea esencial regresar y leer de nuevo el material. Pero en la mayor parte de los casos la regresión no es realmente necesaria y meramente hace que el lector lea más lentamente. Siempre que sea posible, evite regresar.

Otro hábito que, de acuerdo con muchas autoridades, perjudica el buen desarrollo en la lectura es la vocalización. Este término se refiere al hábito de mover los labios al leer, de modo que el lector de hecho dice cada palabra para sí mismo. De igual manera, hay quienes dicen las palabras para sí mismos en silencio, de modo que las “oyen” en la mente. Esto se llama subvocalización. El vocalizar o subvocalizar limita la cantidad de palabras que podemos leer por minuto porque, de hecho, estamos en realidad leyendo casi solo a la misma velocidad del habla. La persona de término medio quizás hable aproximadamente 125 palabras por minuto, mientras que los registros muestran que la velocidad de lectura de término medio es de 230-250 palabras por minuto.

Puesto que son muchas las cosas que queremos leer más rápidamente de lo que pudiéramos si vocalizáramos, sería bueno no hacer del vocalizar una práctica. Esfuércese por leer más rápidamente de lo que le sería posible si vocalizara o subvocalizara. Procure leer grupos de palabras. Además, recuerde que por lo general el vocalizar o subvocalizar no contribuye a la comprensión.

Sin embargo, al igual que en el caso de la regresión, la vocalización puede ser apropiada en ciertas ocasiones. Si uno quiere meditar profundamente en cierto material, o aprender algo de memoria, entonces podría ser útil no solo repetir palabras vez tras vez, sino también vocalizarlas hasta cierto grado. Por lo general, esto se hace “en tono bajo”, o en voz alta.

Es interesante que a Josué, un líder de la antigua nación de Israel, se le mandó: “Este libro de la ley no debe apartarse de tu boca, y día y noche tienes que leer en él en tono bajo, a fin de que cuides de hacer conforme a todo lo que está escrito en él; porque entonces tendrás éxito en tu camino y entonces actuarás sabiamente” (Josué 1:8). El leer el “libro de la ley” en tono bajo (vocalizando) sería útil tanto para aprender de memoria el contenido como para meditar cuidadosamente en todas las ideas que este expresa. Así, la ley estaría ante Josué constantemente para recordarle cómo debía comportarse como siervo de Dios. De igual manera, los cristianos fieles de hoy reconocen que es sensato “recordar” la Palabra de Dios y meditar en ella, y por eso la leen con regularidad. (Salmo 103:17, 18; compárese con Proverbios 4:5.)

Cómo desarrollar mejor comprensión

Glenn Myers Blair, en su libro Diagnostic and Remedial Teaching, declaró: “La meta principal de todo programa para el mejoramiento de la lectura es desarrollar la capacidad de comprensión del alumno. Otros asuntos son de importancia secundaria”. Básicamente, el comprender lo que usted lee significa que usted capta el sentido, lo entiende. Esto es lo que hace que la lectura sea valiosa y que valga la pena.

Robert Krych, educador y conferenciante del City College de Nueva York, recomendó: “Para contribuir a la comprensión, siempre procure leer con un propósito. Decida por adelantado qué es lo que usted quiere derivar del material que seleccione para leer. En cierta ocasión quizás desee obtener ciertos hechos específicos de su lectura. En otras ocasiones, puede que usted lea simplemente por placer y entretenimiento. Sea cual sea el caso, adapte el paso de su lectura al propósito que usted se haya fijado y de acuerdo con lo difícil que sea el material. Adopte una actitud crítica al leer. Pregúntese: ¿Por qué dijo esto el escritor? ¿Cuál era su objetivo? Destaque el punto o pensamiento principal del párrafo. Pregúntese: ¿De qué modo influye en mí como lector?”. Sí, desarrolle el hábito de leer con propósito y hallará placer en la lectura.

El leer bien resulta en muchos beneficios

Es esencial tener buenos hábitos de lectura, sea uno estudiante, profesional, ama de casa, oficinista u obrero de fábrica. Son muchas las puertas que están abiertas para los que saben leer bien.

El estudiante que sabe leer bien llega a ser más competente en su trabajo y sin duda aprende más en la escuela. Puede minimizar el tiempo que dedique a leer y releer las asignaciones.

De igual manera, el hombre de negocios o la persona profesional que sabe leer bien puede encararse con éxito a informes largos y otra lectura por el estilo. En cambio, esto permite que tenga más tiempo para contacto personal con sus pacientes o clientes. El saber leer mejor le permite leer más extensamente y esto le ayuda a familiarizarse más con el trabajo, los estudios y los experimentos que otros lleven a cabo.

Los cabezas de familia, gracias al mayor conocimiento que adquieren debido a saber leer mejor, pueden frecuentemente mejorar sus capacidades de trabajo y cumplir mejor con sus responsabilidades. En muchas partes del mundo, el saber leer instrucciones, reglamentos y otras directivas escritas les ayuda a atender mejor los asuntos del hogar. El saber leer también es útil en lo que tiene que ver con el buen manejo de las finanzas de la familia.

Las amas de casa que adquieren mayor conocimiento mediante la lectura pueden atender mejor a su familia en lo que tiene que ver con la nutrición apropiada, la higiene, la prevención de enfermedades o el cuidado de los enfermos. Las madres que saben leer bien pueden tener éxito en enseñar a sus hijos a leer antes que estos ingresen en la escuela. (Véase ¡Despertad! del 22 de agosto de 1968, páginas 20-22.)

Más importante aún, el que lee bien puede adquirir conocimiento que lleve a vida aun más allá del presente sistema de cosas. Las profecías bíblicas referentes a la conclusión del actual sistema de cosas se están cumpliendo ahora. Es vital que todos los que quieran tener la esperanza de disfrutar de vida eterna en un paraíso terrestre adquieran conocimiento de nuestro Creador y sus propósitos. En Juan 17:3, Jesús declaró: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”.

Por eso, no cabe duda de que hay abierta una puerta que lleva a un mundo de conocimiento y emoción para toda persona que quiera entrar por ella. La clave es la lectura. ¡Sí, lea bien y esta puerta estará siempre abierta para usted!

[Ilustración en la página 7]

Sea selectivo en cuanto a lo que lee

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