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¡Despertad! 1985
g85 22/9 págs. 14-15

La incubación refleja sabiduría

“UNO de los rasgos del registro fósil de la historia de los vertebrados que causa frustración es lo poco que este revela acerca de la evolución de los reptiles durante sus primeros días, cuando el huevo con cascarón se desarrollaba.” Eso es lo que dice en tono de lamento en la página 37 el libro The Reptiles (Los reptiles), que forma parte de la biblioteca Life Nature. Pero el poner el huevo es solo el comienzo. El incubarlo causa la misma frustración... los fósiles fallan a los evolucionistas en eso también.

LA MAYORÍA DE LAS AVES SON incubadoras. Empollan sus huevos con el calor de sus propios cuerpos. Pero las plumas pueden causar un problema. Son excelentes aisladores, y a través de ellas pasa muy poco calor corporal, el cual es necesario para incubar los huevos. El Creador de las aves, Jehová Dios, no la evolución inútil, les resolvió el problema de varias maneras. En el caso de muchas aves la solución está en sus propios cuerpos: manchas de incubación. Varios días antes de poner el primer huevo, ellas mudan los plumones del vientre, tras lo cual la cantidad y el tamaño de los vasos sanguíneos de esta zona aumentan, y la piel se hace más gruesa y se hincha. Cuando el ave se sienta en el nido a empollar los huevos, ahueca las plumas del vientre y se mueve de un lado al otro hasta que la mancha de incubación, donde la piel está expuesta y sumamente caliente, tenga contacto directo con los huevos; o hay aves que tienen tres de estas manchas de incubación. Tan pronto como estas almohadillas calientes tocan los huevos, comienza la incubación.

PERO NO A TODAS LAS AVES les aparecen automáticamente las manchas de incubación. En el caso de algunas, el Creador las ha diseñado para que hagan las suyas propias. Por ejemplo los patos y los ánsares o gansos se quitan los plumones de la parte inferior de la pechuga para que la piel tenga contacto con los huevos. Otras aves usan las patas como incubadoras. El alcatraz de patas azules (Sula nebouxi) cubre con las patas de color vivo el único huevo que pone, y las anchas membranas interdigitales, a través de las cuales circula rápidamente sangre caliente, son tan eficaces como las manchas de incubación de otras aves.

OÍMOS MUCHO acerca del amor de madre, pero cuando dirigimos nuestra atención al pingüino emperador, es tiempo de que entre en escena el amor de padre. En lo más crudo del invierno antártico, la hembra pone un huevo e inmediatamente regresa al mar para alimentarse. El papá, sin embargo, se queda sosteniendo el huevo sobre sus patas palmeadas... patas provistas de muchos vasos sanguíneos y, por lo tanto, bastante calientes. Luego cubre el huevo con una franja de piel que sirve de bolsa de incubación. En ella el huevo queda tan bien acomodado que este permanece metido en su “nido” caliente de incubación aun cuando papá se pone a andar. La temperatura baja a -60° Celsio (-76 °F), las tempestades heladas rugen por días, pero papá incuba fielmente el huevo entre sus patas. ¡Tres meses, y sin haber probado bocado! Sin embargo, mamá no se ha olvidado. Después que el polluelo sale del cascarón, ella regresa para alimentar a su familia con pescado predigerido en su estómago; entonces cuida al polluelo mientras que papá se dirige al mar para alimentarse.

ALGUNAS AVES UTILIZAN lugares calientes para la incubación. La faisana martillo de la isla indonesia de Célebes pone sus huevos en las laderas de los volcanes, donde el suelo permanece caliente por medio del vapor volcánico. Otros faisanes de la isla utilizan la arena volcánica negra que hay en la orilla de las playas. Estos entierran sus huevos en la arena, que, por ser negra, absorbe calor para la incubación.

PERO LAS AVES NO SON las únicas que utilizan la arena para la incubación. Las tortugas marinas salen de noche a las playas para hacer hoyos en los cuales poner sus huevos, a veces tantos como 400 y hasta 500 de ellos durante la época de la reproducción. El cocodrilo del Nilo excava en la arena y pone hasta 40 huevos. Unos tres meses más tarde, cuando las crías salen del cascarón, emiten suaves gruñidos y mamá abre el hoyo y lleva al agua a su familia.

COMO REFLEJO DE AUN MAYOR SABIDURÍA que lo susodicho, el cocodrilo poroso y el caimán del Misisipí construyen incubadoras muy trabajadas. Amontonan cerca de un río o pantano muchas ramas, paja, hojas y materia vegetal putrescente o en estado de putrefacción. En medio de estos montículos de más o menos un metro (3 ó 4 pies) de alto ponen los huevos, y de vez en cuando usan la cola para salpicar agua sobre ellos. Esto acelera la fermentación del montículo de plantas putrescentes, lo que contribuye a que haya la alta temperatura que se necesita para incubar los huevos.

PERO POR MUY TRABAJADAS QUE SEAN estas incubadoras reptiles, no se comparan con las que son construidas por las aves del género leipoa. También se las llama ave de termómetro. Viven en la parte central de Australia, una zona árida donde a diario, así como entre estaciones, ocurren cambios drásticos de temperatura. La construcción comienza al tiempo de las primeras lluvias del otoño, puesto que la vegetación que se utiliza debe estar mojada para que se inicie la putrefacción. Tanto el macho como la hembra trabajan, pero el macho hace la mayor parte del trabajo duro. Sin embargo, frecuentemente la hembra actúa más bien como una supervisora exigente.

EXCAVAN UN HOYO de aproximadamente un metro de profundidad, lo llenan de ramitas y hojas, amontonan más materia vegetal sobre esto y lo tapan con una gran cantidad de arena. El compuesto de abajo comienza a descomponerse, pero toma cuatro meses para alcanzar la temperatura requerida de 34° Celsio (93,2 °F). Solo entonces puede comenzarse la puesta de huevos. El gallo excava una cámara de incubación en el estiércol vegetal, examina la temperatura con el pico abierto, luego retrocede para que la gallina ponga un huevo. Pero todavía no; ella tiene que examinar la temperatura por sí misma. Si no está satisfecha, el gallo tiene que hallar un lugar más apropiado en el compuesto vegetal. Después que ella está satisfecha y pone un huevo, el gallo vuelve a escarbar hasta cerrar el hoyo. Este procedimiento se lleva a cabo cada tres o cuatro días, hasta que se hayan puesto unos 30 huevos.

DURANTE TODO ESTE TIEMPO las aves adultas atienden el montículo, escarban hacia adentro, donde están los huevos, examinan la temperatura, entonces vuelven a rellenar el montículo. Según la hora del día y las condiciones del tiempo, tal vez agreguen arena o quiten un poco de ella, o excaven huecos de ventilación en el montículo, los cuales ellas cierran al tiempo apropiado. Esto requiere muchas horas y duro trabajo, pero limita la variación de la temperatura a no más de 1 grado. A cada huevo le toma 50 días incubarse; cada polluelo sale del montículo por sí solo y se va corriendo sin que sus padres le presten atención. La puesta, el empollar y el atender al montículo... todo esto continúa simultáneamente por 6 ó 7 meses. Junto con el período de 4 meses que se requiere al principio para que el montículo se caliente, significa casi 11 meses de labor continua. ¡Y todo para producir polluelos a los cuales ellos no hacen ningún caso!

¡QUÉ SABIDURÍA SE REFLEJA en todos estos diferentes métodos de incubación! Sin embargo, los animales sobre los cuales se trató no son en sí mismos sabios. La sabiduría que demuestran la programó en ellos su Creador, Jehová Dios. Como indica Proverbios 30:24: ‘Son instintivamente sabios’.

[Ilustraciones en las páginas 14, 15]

Ánsar común

Pingüino emperador

Faisán martillo

Tortuga marina

Caimán

Leipoa

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