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¡Despertad! 1986
g86 8/3 págs. 19-22

¿Es el vandalismo en el fútbol una enfermedad, o un síntoma?

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en las Islas Británicas

“NOS espera una interesante Copa de Europa, una digna de su nombre”, informó el Times de Londres, del 29 de mayo de 1985, aunque añadió: “Bruselas se está preparando para la llegada de los hinchas del Liverpool [...] Se ha montado un gran aparato de seguridad”.

A pesar de todas las medidas que se tomaron, 38 murieron y más de 150 fueron heridos cuando los fanáticos seguidores del equipo británico y del italiano se alborotaron en el Estadio Heysel de Bruselas. El periódico Daily Mail, de Londres, informó:

“La tragedia se produjo una hora antes que el partido diera comienzo, cuando los seguidores del Liverpool, posiblemente provocados, cargaron contra la sección del estadio donde se encontraban los seguidores del Juventus. Había solo una débil barrera entre los dos grupos de hinchas y los seguidores del Liverpool pasaron por encima de ella y la derribaron. Cundió el pánico entre los italianos quienes, al intentar huir, derribaron barreras y la pared [...]

”Algunos hombres, con medio cuerpo aplastado por la pared, daban gritos de agonía con los brazos extendidos hacia adelante pidiendo ayuda.

”Pero a su alrededor y por encima de ellos, los hinchas aún luchaban, se daban patadas y puñetazos y se arrojaban objetos contundentes [...] Los disturbios se vieron en 80 países que iban a retransmitir el partido por televisión [...] Más de una hora y media después de la tragedia, mientras los capitanes de los dos equipos pedían calma, los seguidores de ambos bandos aún desafiaban a la policía belga y le arrojaban botellas, latas, piedras y fuegos artificiales encendidos”.

Este vandalismo no es nada nuevo. Los hinchas de diferentes equipos han sembrado el pánico y la muerte durante y después de muchos partidos de fútbol. El mismo mes en que se produjo el desastre de Bruselas, 8 personas murieron y 51 fueron heridas en los disturbios del Estadio Olímpico de la ciudad de México. A continuación se presenta una lista de otros incidentes:

En octubre de 1982, un total de 20 personas murieron después de un partido de fútbol en el Estadio Lenin, de Moscú. En febrero de 1981, otras 19 fueron muertas en El Pireo, Grecia. En agosto de 1980, 16 perdieron la vida en Calcuta, India. En febrero de 1974, en el Cairo, Egipto, 48 personas fallecieron bajo los pies de la muchedumbre. En junio de 1968, varias peleas entre seguidores de diferentes equipos en Buenos Aires, Argentina, resultaron en 72 víctimas mortales. Y en mayo de 1964, como mínimo 318 personas murieron y 500 resultaron heridas en Lima, Perú, cuando estalló la violencia tras anular el árbitro un gol peruano.

Sin embargo, el vandalismo en el fútbol es particularmente evidente entre los hinchas británicos. El Times de Londres publicó una lista de tristes sucesos del fútbol británico en los pasados 23 años. Los seguidores de los clubes británicos han causado estragos en diferentes ciudades europeas como Rotterdam, París, Saint-Étienne, Turín, Madrid, Basilea, Oslo, Amsterdam, Bruselas, Valencia, Copenhague, Luxemburgo y Lisboa. No es de extrañar que los europeos le llamen al vandalismo en el fútbol “la enfermedad británica”.

Comentando sobre la tragedia de Bruselas, el periodista David Miller del Times de Londres expresó el sentimiento general con estas palabras: “Cuando afuera un desfile de ambulancias y unidades de primeros auxilios atienden a los heridos y recogen los cadáveres en una escena que recuerda un campo de batalla, y cuando luego la lucha sigue de modo horrendo en las calles, es el momento de tomar medidas drásticas”.

El vandalismo en el fútbol es en realidad una plaga de la sociedad. ¿Puede ser esta violencia tan solo un síntoma? En tal caso, ¿de qué enfermedad?

¿Una sociedad enferma?

El periódico The Sunday Times, de Londres, describió el fútbol como un “espejo de la sociedad, y nuestra sociedad actual es una sociedad peligrosa, avarienta y violenta”. El periódico añadió: “El fútbol no es en sí mismo la causa de la violencia, pero es un escenario perfecto para ella [...] Atrae y canaliza la violencia, que de otro modo yacería latente o explotaría esporádicamente”.

La violencia que se manifiesta en la rivalidad entre clubes de fútbol toma modelo de otras situaciones toleradas por los ciudadanos observantes de la ley. David Robins, después de siete años de estudiar el vandalismo en el fútbol, explica en su libro We Hate Humans (Odiamos a los humanos): “La tendencia de los estados nacionales a zanjar las disputas territoriales por medios violentos, con muy poca referencia a ideales o principios morales, puede ser vista por los iliteratos en sentido político como una versión ampliada de las luchas futbolísticas”.

La revista The Economist advirtió: “Cuando un británico avergonzado pondera la tragedia de Bruselas, haría bien en examinar el sistema de valores culturales que la hizo posible”.

Considerando el vandalismo como un síntoma de una sociedad enferma, el presidente de la Asociación de Jefes de Policía, Charles McLachlan, lamentó la falta de disciplina en la vida moderna y pidió una mejor guía para los jóvenes. El jefe de policía de Essex, Robert Bunyard, describió los disturbios futbolísticos como “la concentración de la conducta que la gente sigue en cualquier otra parte”.

¿Es maligna esta enfermedad que afecta a la sociedad humana? ¿Tiene curación? ¿Qué tratamiento puede curarla?

Tratamiento de los síntomas

Se han propuesto carnés de identidad y cacheos para impedir la entrada de los elementos vandálicos en los estadios. El señor Popplewell, juez del Tribunal Supremo, estudió el tema de la seguridad en el fútbol y llegó a la conclusión de que los carnés de identidad para los seguidores contribuirían a reducir el vandalismo. Si se llega a poner en práctica esta propuesta, se impediría que visitantes desconocidos entraran en los estadios. “Ese es, según mi punto de vista —dice Popplewell—, el precio que el público y el club tienen que pagar para intentar reducir la violencia en el fútbol.”

Entre otras recomendaciones, Popplewell aconsejó a la policía que usara televisión de circuito cerrado para vigilar la violencia de las muchedumbres. En algunos lugares ya se ha tomado esta medida, y la policía está usando vehículos preparados para este propósito. Desde estos pueden vigilar los graderíos con cámaras de video a color. Si estalla la violencia, la policía puede identificar y fotografiar a los individuos que la provocan.

También se planea prohibir la venta de alcohol dentro o cerca de los estadios de fútbol, e incluso en camino a ellos, como medida preventiva de la violencia. Un editorial del periódico The London Times dijo: “Puede que llegue el día en que el fútbol británico tenga que jugarse en anfiteatros fortificados con jaulas de hierro donde solían estar las gradas, y un alcoholímetro en cada entrada [...] Los partidos de fútbol en el futuro puede que no tengan ni el interés ni la fantasía del juego nacional de nuestro pasado. Pero por lo menos puede que vuelva a ser un juego, un juego que valga la pena y pueda exportarse sin graves riegos”.

Tales medidas, aunque bienintencionadas, tratan los síntomas pero no atacan la verdadera enfermedad. Como lo expresó la revista The Guardian Weekly: “No valen la pena las fortificaciones que solamente atajan los síntomas pero no la enfermedad”. Entonces, ¿cómo puede tratarse con éxito la enfermedad? ¿Cómo puede erradicarse el vandalismo, no solo de los deportes sino también de la sociedad humana?

La eliminación del vandalismo

Hubo un marcado contraste entre los horrendos sucesos del 29 de mayo y lo que aconteció dos meses más tarde en los pabellones del parque de Heysel, a unos 500 metros (1.640 pies) del estadio de fútbol. Recordaba la diferencia entre el mar de un crudo invierno y el de un verano tranquilo. Del 25 al 28 de julio de 1985 una gran muchedumbre plurilingüe se reunió allí de nuevo. Pero el ambiente era muy diferente.

Esta muchedumbre se reunió para la asamblea de distrito de cuatro días de los testigos de Jehová. Estaban allí para aprender acerca de la integridad cristiana y oyeron consideraciones que inducían a la reflexión sobre temas como “Integridad a la verdad en un mundo descreído” y “Los tiempos y las sazones de Dios, ¿a qué señalan?”. Aunque hubo una asistencia de 27.402 personas, no se conocieron ni el robo, ni las peleas ni los daños que caracterizaron la concentración previa. Más bien, la asamblea se distinguió por la paz y el orden.

El viernes por la mañana una amenaza de bomba interrumpió el programa. Qué diferente fue la reacción de esta muchedumbre ante la presión: Se hizo un anuncio y todo el mundo desalojó los pabellones ordenadamente. Un representante de la prensa cronometró la evacuación: tomó solo ocho minutos. ¡Uno de los pabellones se vació en tan solo cuatro minutos! Esto asombró a una de las asistentes. Había salido del atestado pabellón para ir a los lavabos, donde no había ningún altavoz. Cuando volvió, tan solo cinco minutos más tarde, el pabellón estaba totalmente vacío. ¡No se veía a nadie! No podía creerlo, hasta que, por fin, se enteró de lo que había sucedido.

Los pabellones permanecieron vacíos durante una hora mientras la policía y 500 voluntarios revisaban los edificios. No se encontró ninguna bomba y el programa de la asamblea prosiguió.

De modo similar, en Gran Bretaña unas 142.859 personas estuvieron cuatro días en diez diferentes estadios con motivo de las asambleas “Mantenedores de Integridad” de los Testigos de Jehová, en las que no se produjo ni un solo acto de vandalismo. Por el contrario, un directivo de un club de fútbol dijo: “Jamás hay una confrontación [...] El ambiente pacífico [...] es cautivador”.

Contrastando la muchedumbre de asambleístas con los que acuden a los partidos de fútbol, la policía de Manchester dijo: “Los espectadores del fútbol nos ven como enemigos y no nos hacen ningún caso. Pero ustedes son tan amigables”. “Si todo el mundo fuera tan organizado [...] como ustedes, me quedaría sin empleo.”

¿Qué hacía a esas muchedumbres tan diferentes de las que acuden a los partidos de fútbol? No eran los cacheos ni la vigilancia por televisión de circuito cerrado. No, sino el compromiso personal de todos los presentes a un modo de vivir pacífico. Muchos de ellos anteriormente eran violentos. Sin embargo, cambiaron al estudiar regularmente la Biblia, aplicar las enseñanzas de esta en su vida y luego asociarse con otros que también siguen el consejo bíblico de ‘buscar la paz y seguir tras ella’. (1 Pedro 3:11.)

Por supuesto, estas cosas por sí mismas no eliminarán de la Tierra toda la violencia, como el vandalismo del fútbol. Sólo el Reino de Dios erradicará toda injusticia y violencia cuando intervenga en los asuntos de la Tierra. Entonces la paz prevalecerá bajo el reinado del “Príncipe de Paz”. (Isaías 9:6.)

Los testigos de Jehová le invitan afectuosamente a visitar sus Salones del Reino y asambleas. Vea por usted mismo cómo muchas personas están transformando permanentemente su vida por medio de aplicar los principios bosquejados en la Biblia.

[Comentario en la página 20]

“Una noche de locura desenfrenada manchó el fútbol de sangre, y no podremos olvidarlo.”—Revista francesa Onze.

[Fotografía en la página 21]

¿Por qué tanta tranquilidad aquí?

[Reconocimiento en la página 19]

ROSSEL y CIE, S.A., Bruselas

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