¡Sammy murió del SIDA!
LOS padres de Sammy Kushnick, Jerrold y Helen, no tenían la menor idea de que su hijito estaba muriéndose del SIDA. ¿Cómo era posible que un niño de tres años de edad, que esta familia judía amaba y cuidaba tanto, contrajera esta terrible enfermedad?
Cierto especialista dijo a los padres: “Lo contrajo mediante una transfusión de sangre”.
Los Kushnick dijeron: “No sabíamos que le habían hecho transfusiones”. Sin que ellos lo supieran, su bebé había recibido 20 transfusiones de 13 diferentes donantes antes que el hospital lo diera de alta. Jerry Kushnick dijo más tarde al corresponsal de ¡Despertad! que las transfusiones oscilaron “entre 5cc y 17cc... desde menos de una cucharadita hasta aproximadamente una cucharada”. A los donantes se les dice que las transfusiones son un don de la vida, pero por lo menos una de estas resultó ser, en realidad, el don de la muerte.
Sam y su hermana gemela Sara nacieron siete semanas antes de tiempo, el 19 de agosto de 1980. Ambos tuvieron problemas respiratorios y otros problemas comunes en infantes prematuros, pero salieron bien de estos. Los padres sintieron alivio cuando se llevaron a Sara a la casa después de seis semanas de nacida, y a Sam después de siete semanas. El padre comentó: “Creímos que estábamos llevando a casa a dos niños saludables; estábamos muy contentos de tenerlos. Ambos eran hermosos”.
La madre dijo: “Sam no creció tan rápidamente como Sara, pero nos dijeron que el desarrollo de los varoncitos no es tan rápido como el de las niñitas”.
Entonces comenzaron a surgir otros problemas. A fines de 1982, Sam contrajo un catarro que no se le quitaba. En febrero desarrolló una infección en un oído, y comenzaron a darle antibióticos. Le dio diarrea, pero el médico pensó que era debido a los antibióticos.
Los señores Kushnick insistieron en que se le hiciera una serie de exámenes, pero los médicos hallaron que solo tenía un poco de anemia y un alto nivel de gammaglobulina. El pediatra dijo que esto significaba que Sam tenía muy fuertes defensas del cuerpo. Más tarde se dieron cuenta de que esto era en realidad una señal de que algo grave había ocurrido con el sistema inmunológico de su cuerpo.
Después Sam desarrolló afta oral —candida—, una mancha blanca en la boca. Entonces contrajo otra infección y luego una fiebre que nunca se le quitó. Su madre comentó: “Él simplemente le perdió interés a todo, se sentía literalmente agotado”. Luego un domingo, el color de los labios comenzó a cambiar a azul. Su madre dijo al respecto: “Lo llevé al hospital. La sangre que le sacaron era de color morado debido a falta de oxígeno”.
“Tiene SIDA”
El informe que se recibió del laboratorio fue muy desagradable. Sam había contraído un extraño tipo de neumonía conocida como Pneumocystis carinii. Jerry dijo que el médico le explicó lo siguiente: “Cuando decimos Pneumocystis carinii, queremos decir SIDA”. ¡Imagínese el golpe que recibieron al oír esto! Helen recuerda que el médico había dicho que “el niño no tenía probabilidad de sobrevivir, que ahora solo era cuestión de cuánto tiempo viviría, pero que de tal enfermedad no había recobro”. Sammy Kushnick murió en menos de tres semanas.
Su padre comentó: “Hubo muchos, muchos médicos atentos”. Uno de ellos fue el Dr. Arthur Ammann, uno de los principales expertos en transfusiones de sangre y el SIDA, a quien los señores Kushnick trajeron desde San Francisco el día antes de Sam morir. El Dr. Ammann había informado en 1982 acerca del caso de un niño de 20 meses de nacido que fue víctima del SIDA después de habérsele transfundido sangrea. Helen recuerda que él dijo acerca de Sam: “Tiene SIDA, y lo contrajo mediante una transfusión de sangre. Después de revisar su registro médico, yo diría que probablemente lo adquirió de uno de estos cinco donantes, es a estos a quienes se les debería investigar primero”.
El padre de Sam dijo al corresponsal de ¡Despertad! que los médicos “no querían que el certificado de defunción indicara que el niño había muerto de SIDA”, pero finalmente cambiaron de parecer. Helen añadió: “El hospital y el personal del banco de sangre querían detenernos de tomar acción, pues nos seguían diciendo que era imposible que Sam hubiera contraído el SIDA mediante una transfusión de sangre. Luego nos enteramos de que Sam era el cuarto niño que había muerto en Los Ángeles, E.U.A., durante un período de ocho meses, de lo que los pediatras llamaban síndrome de inmunodeficiencia adquirida... SIDA pediátrico”.
Los señores Kushnick están convencidos de que hay muchos otros casos de SIDA pediátrico debido a transfusiones de sangre que los que las estadísticas muestran.
¿Transmitida por contacto casual?
Helen dijo: “Quisiera que todo el mundo se tranquilizara para que puedan comprender que esta enfermedad es un virus que se transmite mediante relaciones sexuales y mediante transfusiones de sangre; si se transmitiera por contacto casual, como por la saliva o de alguna otra forma, todos estaríamos muertos”. Originalmente los Kushnick no sabían que Sam era víctima del SIDA, por eso no habían tomado precauciones especiales.
Sin embargo, ¿qué indicaron las pruebas posteriores? Helen contesta: “Las pruebas que nos hicieron resultaron negativas en todo aspecto. Nosotros no tenemos anticuerpos, lo cual significa que ni siquiera hemos sido expuestos al virus. Las pruebas que le hicieron a Sara también resultaron negativas en todo aspecto”.
Desde que el caso de los señores Kushnick llegó a conocerse ampliamente, ellos se han enterado de otras familias que tampoco sabían que sus niños eran víctimas del SIDA y que, al igual que ellos, no habían tomado precauciones extraordinarias. Las pruebas que les han hecho a los miembros de estas familias también han resultado negativas. Helen comentó: “Ahora los médicos saben que el virus no vive por mucho tiempo fuera del cuerpo y todas las indicaciones muestran que no se transmite por contacto casual”.
Ella mostró un ejemplar del 30 de agosto de 1985 de la publicación MMWR, que dice: “Aparte de los compañeros sexuales de [...] los pacientes infectados [con el virus del SIDA] y de los niños nacidos a madres infectadas, ninguno de los miembros de las familias de las más de 12.000 víctimas del SIDA que se han registrado en el CDC [Centros para el Control de Enfermedades] ha resultado ser víctima del SIDA”.
Jerry dice que la verdadera preocupación de los miembros de las familias de las víctimas del SIDA es la de transmitirles su última enfermedad, la que no puede ser combatida por el débil sistema inmunológico de su cuerpo. Por eso el que usa la bañera “tiene que desinfectarla antes que el que padece del SIDA pueda bañarse en ella”. Si uno tiene tos o un resfriado, se preocupa y se pregunta: “¿Seré yo quien literalmente le ocasione la muerte al transmitirle esta enfermedad?”.
La hermanita de Sammy
Algunas de las personas en la escuela de párvulos a la cual Sara asistía se aterrorizaron cuando se enteraron de que Sam padecía del SIDA. Jerry hizo este comentario: “Ellos rehusaron admitirla en la escuela aun después que los médicos y un representante del Departamento de Salud de la ciudad de Los Ángeles les informaron que Sara había sido examinada, tenía buena salud y no había ninguna posibilidad de que fuera portadora del virus”.
Los señores Kushnick transfirieron a Sara a una escuela de párvulos en su propia sinagoga, donde, según ellos, se les dijo a algunos padres que objetaron a ello: “Sara se queda. Si usted saca a su hijo, matricularemos al próximo niño que está en la lista de espera. Sara tiene buena salud. No la vamos a despedir”.
Los Kushnick piensan que pronto habrá miles de casos, semejantes a este, de niños que tienen parientes que son víctimas del SIDA. Helen preguntó: “¿Qué vamos a hacer? ¿Suministrarles clases individuales?”.
Cunde el peligro
Los síntomas del SIDA pueden tomar hasta más de cinco años en manifestarse, así que nadie sabe cuántas personas andan por las calles con esta enfermedad. Jerry teme que las prostitutas adictas a las drogas transmitan esta enfermedad a los hombres que, en cambio, contagien a su esposa, quien mediante un embarazo puede finalmente pasarla a su hijo. Él opina que se debe informar al público sobre los peligros que encierra el tener relaciones sexuales con más de una persona.
Jerry Kushnick es abogado teatral. Su esposa es administradora teatral. Entre sus clientes están importantes productores, escritores y comediantes de la televisión estadounidense. Él comentó al corresponsal de ¡Despertad!: “Desde que nuestro hijo murió hemos sentido un gran vacío en nuestra vida, uno que siempre estará ahí. Mi sentido de valores en la vida ha cambiado drásticamente. Ya no me interesan las cosas materiales. Desde que nuestro hijo murió, siento poco deseo de comprar cosas nuevas. ¡Ciertamente daría todo lo que tenemos por tener a Sam de nuevo con nosotros!”.
Los Kushnick dijeron que pensaron mucho en cuanto a si deberían dar a conocer al público su experiencia o no, pues no todos los padres que están en una posición como la de ellos han querido que se sepa que sus hijos fueron víctimas del SIDA; la experiencia de la pequeña Sara ayuda a explicar por qué. Helen dijo: “Consideramos el asunto y decidimos que si no lo hacíamos, seríamos cómplices de asesinato. Pensamos en que teníamos que hacerle saber a otros padres acerca de los problemas que pueden causar las transfusiones de sangre”.
Ellos opinan que el almacenar sangre ha llegado a ser un negocio grande, cuyas normas son establecidas principalmente por la misma industria de los bancos de sangre. Helen también pasó a explicar: “Queríamos hacerle saber a la gente que el temor no es un remedio para esta enfermedad. Lo que se debe hacer es suministrar un fondo de investigación para hallar el remedio apropiado”.
Los señores Kushnick han sido entrevistados por televisión en los Estados Unidos, Australia e Inglaterra. Su experiencia ha sido publicada en periódicos y revistas por todo el mundo, incluso en los periódicos Los Angeles Times, The Washington Post, The Wall Street Journal y en la revista People. Ellos opinan que han salvado la vida de muchas personas al darles aviso en cuanto al papel que desempeña la sangre en la transmisión del SIDA.
[Nota a pie de página]
a Los Centros para el Control de Enfermedades, de los Estados Unidos, publicó este caso en su semanario MMWR (Morbidity and Mortality Weekly Report), del 10 de diciembre de 1982. El informe del Dr. Ammann respecto a este caso, que salió en la publicación médica The Lancet, de Gran Bretaña, del 30 de abril de 1983, decía: “Una observación perturbadora en este informe es que el donante estaba saludable [cuando donó la sangre] y no se enfermó del SIDA sino hasta 7 meses después de la donación [...] El paciente murió de neumonía Pneumocystis carinii a la edad de 2 años”.