¿Vale la pena el riesgo?

LA REVISTA Newsweek del 10 de agosto de 1987 presentó en portada el tema: “La cara del SIDA... el resultado de un año de epidemia”. Tenía doce páginas con fotos de más de trescientas víctimas del SIDA en Estados Unidos. Representaban solo una pequeña parte de las más de treinta mil personas que hasta ahora han muerto en ese país como consecuencia del SIDA. De las víctimas fotografiadas, por lo menos diecisiete contrajeron esta enfermedad por medio de transfusiones de sangre o a través de productos relacionados con la sangre, al igual que otros miles de personas.

Algunas de las causas fueron: “Se empleó sangre con el virus del SIDA durante la operación”. “Contagio por una transfusión realizada en 1983.” “Contagio mediante una transfusión, luego ella contagió a su marido y a su hijo.” “Contrajo el SIDA por una transfusión de sangre.” “Contrajo el SIDA debido a una transfusión de sangre durante una operación realizada en 1981.” “Hemofílico; su hijo murió del SIDA y su esposa presenta un cuadro sintomático relacionado con el SIDA.” “Contrajo el SIDA por una transfusión de sangre, y durante tres años padeció dolores, parálisis y ceguera progresiva.”

Un bebé de trece meses “murió, al igual que su madre, como consecuencia de una transfusión de sangre contaminada”. Una niña de dos años “recibió una transfusión de sangre poco después de nacer” y murió a consecuencia del SIDA.

En vista de estos riesgos evidentes, ¿por qué insisten todavía algunas autoridades en obligar a los testigos de Jehová adultos y a sus hijos a ponerse transfusiones de sangre? En la mayoría de los casos, existen tratamientos alternativos, y los testigos de Jehová están muy dispuestos a aceptar terapias que no infrinjan la prohibición de Dios contra el uso impropio de la sangre. (Levítico 17:11, 12; Hechos 15:28, 29.)

[Fotografía en la página 31]

También han muerto del SIDA bebés a consecuencia del contagio por transfusiones de sangre