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  • El motociclismo dominaba mi vida

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  • El motociclismo dominaba mi vida
  • ¡Despertad! 1986
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  • Llegando a la meca del motociclismo
  • Triunfo en la Liga Británica
  • Ocurre un desastre
  • ¿Era el motociclismo todo en la vida?
  • Tuve que escoger
  • El gozo de servir a un solo amo
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¡Despertad! 1986
g86 8/6 págs. 14-17

El motociclismo dominaba mi vida

FUI elegido para competir contra Iván Mauger, campeón mundial de motociclismo, en las competiciones de prueba realizadas en Ipswich, Queensland, Australia. El graderío estaba repleto de gente aquella noche. Se podía sentir la excitación por todo el estadio. Aquella fue una noche importante para muchas personas... ¡yo, el héroe de la localidad, estaba por competir contra el motociclista más popular del mundo!

A medida que Iván y yo nos colocábamos frente al punto de partida y hacíamos rugir el motor de nuestras respectivas motocicletas, la expectación llevaba a los fanáticos hasta el borde de sus asientos. ¡Dieron la salida y arrancamos velozmente! Corríamos lado a lado y salpicábamos a la muchedumbre con tierra cada vez que pasábamos por las curvas de la pista. Íbamos solo a unos centímetros de distancia uno del otro mientras hacíamos correr nuestras motocicletas hasta su potencia máxima.

Después de dos carreras, estábamos empatados. La excitación llegó a su punto máximo en la tercera y última carrera. Al dirigirnos a la recta final, el sonido estridente de las motocicletas y la tierra que estas lanzaban puso de pie a los espectadores, quienes ahogaron el rugir de los motores con sus vítores. La muchedumbre se puso frenética cuando llegamos a la última curva [...]

Pero ¿cómo logré llegar a la cumbre del motociclismo? Era algo que había deseado mucho desde la infancia. Era de esperarse, pues mi padre se había interesado intensamente en este deporte durante la mayor parte de su vida. Entre mis primeros recuerdos se hallan aquellas ocasiones en que toda mi familia se reunía semanalmente en la pista de carreras del Exhibition Grounds de Brisbane, Australia.

Así, desde niño, cultivé un profundo amor por las motocicletas y comencé a conducir una tan pronto como pude. A los 15 años de edad conducía la vieja motocicleta de mi padre en cualquier campo abierto que no fuera una carretera, pues era demasiado joven para tener permiso de conductor. Mientras más las manejaba, más profundo se hacía mi amor por las motocicletas.

Llegando a la meca del motociclismo

Tan pronto terminé mi educación escolar, decidí seguir los pasos de mi padre en el campo de la mecánica. Estaba casi por concluir mi aprendizaje cuando un amigo íntimo y yo nos unimos para probar nuestras habilidades en la pista de carreras. Desde entonces concentré toda mi vida en las motocicletas.

¡Qué orgulloso me sentí cuando pude comprar mi primera motocicleta de carreras! Ahora, con la ayuda de mi padre, me dediqué a prepararla para que estuviera en condiciones de competir. En 1965 comencé mi profesión como motociclista de carreras en el Exhibition Grounds de Brisbane. Por supuesto, tuve que empezar desde abajo, pero logré méritos rápidamente y en poco tiempo ya competía con los mejores motociclistas, y ganaba muchas carreras.

Me fue bien en mi primera temporada, habiendo sido lo más sobresaliente de esta el haber ganado el Trofeo Festival Warana. Para cuando terminó la temporada, ya había sido invitado al extranjero para competir en la Pista de Carreras de Halifax, en Yorkshire, Inglaterra. Acepté la oferta con gusto, pues Inglaterra era la meca del motociclismo. Los mejores motociclistas del mundo competían en Inglaterra y en la Europa continental.

Triunfo en la Liga Británica

A fines de 1966 partí para Inglaterra acompañado de otros motociclistas australianos para competir en la temporada inglesa de 1967. Ya en esta fase de mi vida había logrado alcanzar dos de las metas que más anhelaba: ser motociclista profesional y competir contra los mejores campeones de Europa y del mundo.

Ahora competía en la Liga Británica y tuve la oportunidad de competir para la Copa Apollo contra un grupo mixto de motociclistas de categoría mundial. Durante mi primera carrera de prueba, mi motocicleta estuvo plagada de problemas mecánicos, lo cual causó que esta se descompusiera por completo mientras la usaba. De modo que tomé prestada la motocicleta de un compañero australiano. En mi desesperación, y en un esfuerzo por acostumbrarme a esta máquina ajena, me salí de la pista y llegué hasta el centro del campo en una sola rueda, ¡con la rueda delantera alzada al aire! Esto agradó a la muchedumbre, pero no gané ningún punto por ello. No obstante, aunque no estaba acostumbrado a esta motocicleta prestada, logré volver rápidamente a la pista y finalmente obtuve una buena puntuación.

De vuelta en Australia, mientras hacía preparativos con otros motociclistas al comienzo de la temporada de 1968, conocí a Suzette, la joven que, de muchas maneras, llegaría a cambiar grandemente mi vida. Ella era diferente al tipo de muchachas que frecuentaban los talleres de motocicletas... diferente en su modo de hablar y vestir. No tardé mucho en saber por qué: sus padres eran testigos de Jehová, aunque ella misma aún no había adoptado la fe de ellos. Esta fue la primera vez que conocí a alguien que supiera algo acerca de los Testigos.

Hasta aquel entonces, no me había interesado ninguna religión. Pensaba que todas estaban interesadas solo en el dinero, y a cualquiera que afirmara ser religioso le decía enseguida que eso era “tontería”. Aunque mis padres eran personas buenas, no eran religiosos, así que nunca asistí a ninguna iglesia. Cuando cumplí 21 años de edad mi madre quiso comprarme una Biblia como regalo, pero le dije que no, pues estaba demasiado ocupado con mi profesión de motociclista y no podía ponerme a pensar en asuntos de religión.

Continué mi entrenamiento intensivo, el cual pronto me trajo buenos resultados al ganar muchas competiciones importantes. Estaba en posición excelente para los programas venideros. Luego vino la importante competición descrita en la introducción de este relato. ¿Quién ganó? ¡El héroe de la localidad le ganó al campeón mundial! Por eso la muchedumbre estaba llena de excitación.

Después de eso, fui elegido para representar a Queensland en una competición de prueba contra los Leones Británicos. Ellos habían ganado otras competiciones de prueba por toda Australia. Gané cada una de las carreras que corrí. Los ingleses ya no tenían el primer lugar en las competiciones. Fue entonces cuando sentí por primera vez el poder que ejercía el nacionalismo. Luego fui elegido para representar a Australia en una competición entre Inglaterra y Australia.

Ocurre un desastre

Fue más o menos para este tiempo cuando me casé con Suzette. Ella estaba allí para la gran prueba contra Inglaterra. Cuando llegamos al estadio, podíamos percibir la tensión que reinaba. El ambiente estaba impregnado de un fuerte sentido de nacionalismo. Eran los “Aussies” contra los “Pommies”. Todos tomamos el asunto muy en serio y estábamos resueltos a ganar. Me pusieron en pareja con un amigo muy allegado para competir contra dos motociclistas ingleses.

Mi compañero, Kev, fue el primero en salir, mientras uno de los competidores ingleses y yo le seguíamos muy de cerca. Luego el inglés le cerró el paso a mi compañero. Intenté pasarle al inglés; pero cuando me vio, trató de impedírmelo cerrándome el paso bruscamente; de modo que nos estrellamos. Yo me había estrellado anteriormente, pero nunca de manera tan grave como esta. Este accidente por poco me cuesta la vida. Me llevaron de prisa al hospital con el cráneo y la columna vertebral fracturados, y los riñones lesionados.

A Suzette se le dijo que se quedara en el hospital, puesto que no esperaban que yo viviera hasta el día siguiente. No recobré el conocimiento sino hasta varios días después. Hasta el día de hoy no puedo recordar con claridad qué sucedió esa primera semana en el hospital, salvo una cosa... ¡que oré a Dios que no me dejara morir! Nunca antes había pensado seriamente en Dios, pero lo hice en este momento de gran necesidad.

¿Era el motociclismo todo en la vida?

Mi suegra pensó que este era un buen momento para que los testigos de Jehová nos visitaran nuevamente, pues ahora estaba recluido en casa; así que escribió una carta al superintendente presidente de la congregación de nuestra vecindad pidiéndole que enviara a alguien a visitarnos.

Una pareja de Testigos nos visitó y concordé en estudiar la Biblia, con la condición de que pudiera descontinuar el estudio en cualquier momento que yo quisiera. Una razón por la que acepté estudiar fue porque me sentía aburrido. Y también quería probar que los Testigos eran como las demás religiones... cuyo interés es el dinero. Sin embargo, después de un par de estudios, comencé a darme cuenta de que esto era distinto. La Biblia comenzó a tener significado para mí, y pude notar que lo que ellos me decían era la verdad. Y no mencionaron nada sobre el que tuviéramos que dar dinero.

Con el transcurso de los meses recobré la salud y me impacienté por volver al motociclismo. Este dominaba mi vida, y quería volver a competir tan pronto como pudiera. Tenía dos razones principales por las cuales volver: En primer lugar, los noticiarios y algunos amigos decían que mi profesión de motociclista había terminado; y en segundo lugar, sentía el deseo de convencerme a mí mismo, y probar a los demás, que seguía siendo tan buen motociclista como lo había sido antes del accidente, que casi me costó la vida.

De hecho, me recuperé tan rápidamente que pude prepararme para la temporada de 1969-1970. Para el asombro de todos, logré regresar al motociclismo.

Tuve que escoger

Luego nos mudamos a otro lugar, y otra pareja de Testigos continuó el estudio bíblico con nosotros. Así, el motociclismo y la Biblia llegaron a ser mis mayores intereses, pero el motociclismo era el que predominaba. Entonces poco a poco comencé a ver la diferencia entre los Testigos y las personas con quienes me asociaba. Ahora comenzaba a marcarse esa diferencia. Siempre estuve al tanto de la inmoralidad y permisividad que existía entre las personas casadas que iban a la pista de carreras, pero eso nunca me había inquietado. Pensaba que ese era asunto de ellas, pero no llevaba a mi esposa a ninguna de sus fiestas y actividades.

Después de aprender acerca del punto de vista de Jehová sobre la inmoralidad y el dolor que esta causa a otros, comencé a odiar aquellas prácticas, aunque yo personalmente no participaba en ellas. La inmoralidad, el maldecir, el hablar obsceno y el blasfemar comenzaron a irritarme. La falta de respeto para con la autoridad y otras personas se hacía más notable a medida que aprendía principios bíblicos.

Como para ese tiempo, me hicieron una excelente oferta para competir en América y regresar a Inglaterra. Sabía que podía alcanzar mi sueño de ser uno de los diez mejores motociclistas del mundo. Pero las cosas seguían empeorando. Ya no quería asociarme con los motociclistas como antes. Me perturbaba una frase que continuamente me venía a la mente: ‘¡Algún día voy a tener que escoger!’.

Recuerdo la última vez que fui a una carrera, pues las circunstancias allí hicieron que tomara una decisión importante. Las cosas comenzaron mal desde el momento que entré en el puesto de carreras aquella noche. El habla obscena y el maldecir que oía, por extraño que parezca, me tenían los nervios de punta. El favoritismo obvio que desplegó el juez de salida aquella noche para con su yerno, quien participaba en la carrera, enfureció a todos los competidores. El colmo fue cuando el juez me descalificó al mismo comienzo de la carrera, acusándome de romper las cintas de partida cuando era obvio que otro motociclista lo había hecho.

Regresé a casa esa noche completamente disgustado y me di cuenta de que no podía seguir tratando de servir a dos amos: al motociclismo y a Jehová. Suzette no lo podía creer cuando le dije que iba a retirarme del motociclismo. ¡Y lo hice inmediatamente! A pesar de mucha oposición de parte de mi familia, vendí mis motocicletas y todo mi equipo. Algunos de mis amigos pensaron que me había convertido en un fanático religioso.

El gozo de servir a un solo amo

Entonces, por primera vez, fuimos al Salón del Reino. Mis compromisos relacionados con las competiciones me habían impedido hacerlo antes. Nunca olvidaremos el afectuoso recibimiento que nos dieron aquel domingo en nuestra primera reunión. Fue una sensación muy grata, la cual hizo que me diera cuenta de que ya no era esclavo del motociclismo. Ya no estaba tratando de servir a dos amos. Ahora podía aceptar la invitación que se me extendía para asistir a todas las reuniones cristianas. Y estaba deseoso de compartir con otros lo que había aprendido, especialmente la maravillosa esperanza que se nos ofrece en versículos bíblicos como el de Revelación 21:4, que dice: “Y él [Dios] limpiará toda lágrima de los ojos de ellos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”.

Mi esposa y yo nos bautizamos juntos en Brisbane en 1970. Después de eso, servimos por un tiempo en Papuasia Nueva Guinea, ayudando a esparcir las buenas nuevas en lugares donde hay mayor necesidad. Ahora estamos de regreso en Australia y contamos con la bendición de tener tres hijos muy buenos. Con la ayuda de la Palabra de Dios, la Biblia, estamos criándolos, no para que sean fanáticos del motociclismo como lo fui yo, sino para que sean seguidores de Cristo, amadores de la verdad y adoradores de Jehová.—Según lo relató Les Bentzen.

[Comentario en la página 15]

En mi desesperación, ¡me salí de la pista y llegué hasta el centro del campo en una sola rueda!

[Comentario en la página 16]

En el estadio se percibía un fuerte sentido de nacionalismo

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