El terrorismo... ¿está alguien a salvo?
LOS bombardeos, los asesinatos, los secuestros [...] casi han llegado a ser parte de la vida cotidiana. Muchos lugares del mundo parecen muy poco seguros. “El terrorismo —dice William J. Casey, director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de los Estados Unidos— ha llegado a ser una guerra despiadada sin fronteras.”
Tan recientemente como en 1971 morían menos de dos docenas de personas al año en ataques terroristas. ¡Para 1983 el número de personas muertas al año aumentó a más de diez mil! “El terrorismo está proliferando casi tan rápidamente como el SIDA”, escribió una ex representante ante las Naciones Unidas, Jeane Kirkpatrick.
Esta forma de violencia ha dado un giro salvaje a la historia. La revista The Wall Street Journal comenta que “a los historiadores les gusta dar nombres a diferentes eras: la Era de la Fe, la Era de la Razón”. Pero llega a la conclusión: “La nuestra solo puede llamarse la Era del Terrorismo, porque ya no estamos tratando con casos aislados de bandidaje o asesinos trastornados; a estos siempre los hemos tenido. Lo que estamos experimentando es una revolución contra toda la sociedad organizada, una guerra contra la mismísima civilización”.
Muchos se sienten especialmente vulnerables al viajar, y con buena razón. El pasado día 23 de junio, una explosión a bordo del vuelo 182 de Air-India hizo que el aparato cayera al mar cerca de Irlanda. Murieron los 329 pasajeros, entre ellos 83 niños. Se cree que los terroristas colocaron una bomba en el avión en Toronto, Canadá, de donde procedía el vuelo.
Solo unos cuantos días antes, el vuelo 847 de TWA fue secuestrado cuando volaba de Atenas a Roma. Fue el tercer secuestro en aquella zona en tres días, y el más espectacular. Los rehenes americanos aparecieron en lo que la revista Time denominó “el primer espectáculo de suspenso terrorista televisado del mundo”.
Horrorizado por la muerte cruel de uno de los rehenes del vuelo 847 y la posibilidad de que otros fueran muertos, el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, dijo: “Estoy tan frustrado como cualquiera. En mi soledad, me he dado contra las paredes debido a este suceso”.
Finalmente se llegó a un acuerdo y los rehenes fueron liberados. Pero el señor Casey, director de la CIA, dijo: “El secuestro de la TWA fue solo el principio”.
Y así fue. Incluso antes de ser liberados los rehenes americanos explotó una bomba en el aeropuerto internacional de Frankfurt, Alemania. Murieron tres personas y varias decenas resultaron heridas.
En octubre de 1985, durante un crucero de placer por el Mediterráneo, varios terroristas secuestraron el transatlántico italiano Achille Lauro. Siguieron cuatro días de frustración y horror. Antes que todo terminara, los terroristas habían asesinado a un rehén americano.
En noviembre, el secuestro del vuelo 648 de EgyptAir terminó en un desastre sin precedentes. Los secuestradores mataron a sangre fría un pasajero tras otro y amenazaron con seguir las ejecuciones a menos que se accediera a sus peticiones de repostar combustible. Cuando los comandos egipcios asaltaron el avión, la mayoría de los pasajeros resultaron muertos. El balance fue de 60 muertos y 27 heridos. Comenzando en la próxima página, puede leer la experiencia personal de uno de los sobrevivientes.
Luego, poco tiempo después de la Navidad, en un cruel ataque a los aeropuertos de Roma y Viena, los terroristas masacraron a 19 personas dejando a más de 110 heridos. Y la lucha continúa. Cuando empieza a olvidarse un incidente, se produce otro. Los terroristas azotan algún lugar casi diariamente.
Después de informar sobre una bomba colocada en Francia, The New York Times del 6 de febrero observó: “Es el tercero de estos incidentes en una zona concurrida de París en unos cuantos días, y ha evidenciado que esta ciudad ha sido sometida a una campaña de terrorismo caótico dirigida contra las zonas comerciales más conocidas y frecuentadas”.
Temor difundido
El temor que ha generado el terrorismo puede ilustrarse con lo que ocurrió cuando el Achille Lauro recibió la amenaza de bomba en un crucero reciente. ¡La tripulación, presa del pánico, arrojó por la borda cajas que contenían máquinas de juego nuevas por valor de un millón de dólares, temiendo que en alguna de ellas pudiera estar la bomba! Había sido una falsa alarma.
Muchos aeropuertos se han convertido prácticamente en campamentos armados. En algunos, como en el aeropuerto Ben Gurion de Israel, se revisa el equipaje pieza por pieza. Cuando un inspector sospechó de un tubo de pasta dentífrica y empezó a apretarlo, un viajero medio en broma le dijo: “Si usted saca la pasta le va a costar mucho volver a meterla”. Ningún tipo de medidas puede garantizar la seguridad completamente.
“Por el momento no parece que ningún aeropuerto sea realmente seguro”, dice Michael Barron, gerente adjunto de una agencia de viajes americana. “Uno paga el dinero y asume los riesgos.”
Miles han cambiado sus viajes proyectados debido al temor al terrorismo. Se ha dicho que unos 850.000 americanos cancelaron sus viajes transoceánicos el pasado verano después de un secuestro importante. Un agente de viajes neoyorquino observó recientemente: “Ni siquiera los trabajadores de agencias de viajes quieren ir a Europa en este momento —y añadió—, y podemos ir gratis”.
La situación es seria. Informando a un comité del Senado de los Estados Unidos, el señor Casey, director de la CIA, dijo: “Estamos en medio de una guerra no declarada”. Pero el problema es identificar al enemigo. Podría ser el pasajero que está sentado a nuestro lado en el avión.
¿Quisiera usted saber cómo se siente un rehén en manos de secuestradores desesperados? Entonces lea el siguiente relato de Elias Rousseas, que sobrevivió el secuestro del vuelo 648 de EgyptAir.
[Fotografía en la página 4]
La matanza en el aeropuerto de Roma
[Reconocimiento]
Foto AGI, Roma, Italia
[Reconocimiento en la página 3]
Reuters/Bettmann Newsphotos