BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g86 22/7 pág. 24
  • Carta de una madre cuyo niño no nació

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Carta de una madre cuyo niño no nació
  • ¡Despertad! 1986
  • Información relacionada
  • De nuestros lectores
    ¡Despertad! 1986
  • ¿Qué dice la Biblia sobre el aborto?
    Preguntas sobre la Biblia
  • ¿Es el aborto la solución?
    ¡Despertad! 1995
  • El aborto
    ¡Despertad! 2017
Ver más
¡Despertad! 1986
g86 22/7 pág. 24

Carta de una madre cuyo niño no nació

TENGO 37 años de edad, soy casada y tengo tres hermosos hijos. Hace dieciséis años estuve acostada sobre una mesa de cocina mientras le quitaban la vida a una persona que nadie jamás llegará a conocer.

Esa persona solo vivió tres meses y medio. Creo que Jehová Dios era el único amigo que ella tenía. (Salmo 139:13-16.) Parecía que nadie más la quería.

En aquel tiempo —16 años atrás—, yo era estudiante universitaria que trabajaba media jornada y vivía por mi propia cuenta en una ciudad grande de la costa oeste de los Estados Unidos. Mi ilusión era llegar a ser “alguien importante” entre las personas de la “alta sociedad”.

Yo tenía grandes planes para el futuro. El tener un hijo realmente no cuadraba con mi estilo de vida. El padre del niño sugirió un aborto, y ninguno de los dos habló acerca de otra alternativa. No quise pensar en lo que realmente estábamos haciendo... quitándole la vida a un ser viviente. Ni siquiera consideré lo que Dios pensaba del asunto. (Éxodo 21:22, 23; Romanos 14:12.)

Por supuesto, el aborto en aquel tiempo no estaba “legalizado”. El padre del niño se enteró de cierto médico que los practicaba clandestinamente.

De modo que ahí estaba yo, en el apartamento de mi novio, permitiendo que este médico removiera la “inconveniencia” que había entrado en mi vida. Rehusé tratar con la realidad de la situación y, por eso, pude enfrentarme bastante bien a ella mentalmente. Físicamente, no me fue muy bien. Llegué a tener una infección interna que en tres días me dejó delirante con fiebre. Después de recibir verdadera atención médica, me recuperé completamente.

Al menos eso era lo que yo pensaba. ¿Quién sabe lo que le causó a mi personalidad el endurecer mi corazón hasta el extremo de cometer ese horrible crimen?

No he compartido con mi esposo esta parte mórbida de mi pasado. (Nosotros nos conocimos muchos años después de lo ocurrido.) No sé si serviría de algún propósito decírselo. Cuando aprendí la verdad (hace más de diez años), le rogué a Jehová que me perdonara todos los pecados que yo había practicado, incluso el quitarle la vida a mi hijo no nacido. Confío en que Él ha extendido su misericordia mediante el sacrificio de Jesús para cubrir mis pecados. He dejado de practicar pecados flagrantes desde que limpié mi vida al aplicar lo que he aprendido de Su Palabra la Biblia. Pero quizás nunca pueda perdonarme a mi misma. (1 Juan 1:7.)

Si hubiera matado a mi hijo cuando este hubiera tenido algunos meses de nacido, o tal vez 6 ó 20 años de edad, por lo menos tendría la esperanza de una resurrección en el nuevo sistema de Dios. (Lucas 23:43; Revelación 20:12, 13.) Pero este bebé nunca nació, nunca respiró el primer aliento de vida. Le robé esa vida y cualquier perspectiva de volver a vivir. No hay manera de deshacer lo que se ha hecho.

Mientras más años vivo, más a menudo me atormenta este recuerdo. Durante todos estos años, evité pensar sobre ello. Cada vez que me venía a la memoria, sencillamente despedía tal pensamiento. Enseguida “cambiaba de tema” mentalmente. Ya no puedo lograr hacer eso. El vivir con esta constante culpabilidad es verdaderamente un dolor atormentador. Ese bebé nunca tuvo la oportunidad de ser amado. Tal vez por ahí haya un bebé que sí tendrá esa oportunidad.

Es por eso que estoy escribiendo todas estas cosas que he mantenido ocultas en mí durante muchos años. Si alguien que esté contemplando un aborto lee esta carta, tal vez cambie de parecer y permita que esa vida continúe viviendo. Deje que ese niño tenga la oportunidad de vivir y de ser amado. Hay miles de personas a quienes les encantaría adoptar a un niño. Además, usted no tendrá que enfrentarse a la acusación de su corazón y de su conciencia por haber asesinado a su propio hijo. Puede que no sienta la culpabilidad ahora; pero algún día sí la sentirá. ¡Y nunca se irá de su mente! (Isaías 1:18; 55:6, 7.)

Con profundo pesar,

La madre del niño que no nació

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir