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¡Despertad! 1987
g87 8/2 págs. 23-25

Piedras mudas que hablan

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en México

EL 21 de febrero de 1978, algunos trabajadores de la compañía de electricidad de la ciudad estaban excavando una zanja en el centro de la ciudad de México cuando encontraron un pedazo de una escultura de piedra. Esto condujo a lo que sería uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes en la historia de México.

La escultura de piedra fue hallada en una zona donde antes había estado el templo mayor de la ciudad azteca de Tenochtitlán. Hoy las ruinas del templo han sido excavadas y los visitantes pueden verlas. Algunos de estos simplemente sienten curiosidad. Pero a otros les interesa saber lo que estas ruinas pueden decirnos acerca de los aztecas, los fundadores de un antiguo imperio mexicano. Pues estas piedras mudas tienen una fascinante historia que contarnos.

El templo mayor

Cerca de las excavaciones se halla la estación de Zócalo del metro o tren subterráneo. Allí usted puede ver una maqueta que muestra la manera como se supone que era el templo mayor. Tenía la forma de una pirámide con dos edificios parecidos a torres en la parte superior. Puesto que era el centro principal de la adoración azteca, estaba rodeado de otros templos en la plaza central de Tenochtitlán. Aquí se hallaban los ídolos principales que adoraban los aztecas, Huitzilopochtli, el dios de la guerra, y Tláloc, el dios de la lluvia.

Cuando llegaron los españoles, Tenochtitlán era una isla en un valle que abundaba de lagos. Paralelos a las calles había canales por los cuales las chalupas, o pequeñas embarcaciones, transportaban las mercancías. En su libro titulado Cuauhtémoc, Salvador Toscano lo describe así: “El centro de la isla lo constituía la gran plaza del templo mayor, ‘que no hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y particularidad de ella’, tan grande, añade Cortés, que bien se podía hacer una villa de quinientos vecinos dentro de ella, y en la que se encontraban diversas pirámides adoratorias, juegos de pelota, casas de sacerdocio, andamios cráneos (tzompantlis), templos de cantería y de olorosa madera de cedro, sin contar la pirámide del templo mayor de Huitzilopochtli, el dios solar de la guerra, que con sus treinta metros [100 pies] de altura —116 gradas— dominaba la vista de la isla”.

Una visita a las excavaciones

Con esta información presente, dirijámonos hacia el barandal que nos conduce a las excavaciones para obtener una vista de toda la zona. ¿Qué ve usted? Al principio, ¡solo una colección de ruinas! Se ha dejado el lugar exactamente como lo encontraron, con excepción de unas cuantas restauraciones menores. Pero una mirada más de cerca nos revela algunos hechos interesantes.

Por ejemplo, en el centro de la excavación, usted puede ver los lugares donde se adoraba a Huitzilopochtli y a Tláloc. Un hecho interesante es que la estructura que Cortés describió era mucho más grande que esta. Los españoles querían extirpar la cultura de los aztecas y principalmente lo que ellos consideraban como una religión sanguinaria. Por lo tanto, después de conquistar la ciudad en 1521, destruyeron sistemáticamente el templo hasta que solo quedaron escombros. Luego, ellos erigieron sus propios edificios en el sitio.

Sin embargo, lo que los españoles no sabían era que el templo que destruyeron era solo el último de una serie de construcciones. El edificio original había sido ampliado siete veces, y cada vez que se hacía esto el anterior quedaba enterrado. Por consiguiente, porciones de los templos anteriores sobrevivieron la destrucción de los españoles. Los dos lugares de adoración que vemos aquí son parte de la segunda ampliación.

Una religión sanguinaria

Era en estos lugares de adoración donde se ejecutaban sacrificios humanos, y estos sacrificios han marcado a la religión de los aztecas como una religión sanguinaria. No obstante, al comparar esa religión con la de hoy día, el comentario de Dominique Verut es digno de notar: “La civilización azteca arrastra consigo el horror de institucionalización del sacrificio humano, fenómeno cultural que ha tenido muchos defensores, pero sigue causando repulsión a sus enemigos, olvidadizos de la Santa Inquisición, [y] del nazismo”.

Sin embargo, uno no puede evitar sentir escalofríos al mirar la piedra sacrificatoria frente al oratorio de Huitzilopochtli. Era en la superficie plana de esta piedra donde se acostaba a la víctima, mirando hacia arriba, lista para arrancarle el corazón y ofrecerlo a los dioses.

Otra piedra, la estatua de la diosa Coyolxauhqui, revela otro aspecto de la adoración azteca. Se dice que Coyolxauhqui era la hermana de Huitzilopochtli a quien él mató y dividió en pedazos. Por consiguiente, la escultura plana la representa como desmembrada, con la cabeza separada del tórax. Es evidente que a los aztecas no les molestaba en lo mínimo adorar a una diosa desmembrada.

Comparaciones: antiguas y modernas

Los lectores de la Biblia son conscientes de que los sacrificios humanos con frecuencia han sido parte de la adoración falsa. Los cananeos, y a veces hasta los israelitas apóstatas, sacrificaban sus hijos a dioses demonios. (2 Reyes 23:10; Jeremías 32:35.) Los aztecas también practicaban el sacrificio de niños. El libro El Templo Mayor dice que se hallaron “restos de niños sacrificados, junto a representaciones del dios de la lluvia. ¿Se trata de una ofrenda especial con motivo de la hambruna?”.

En la página 219, el mismo libro añade: “En el libro Monarquía Indiana, fray Juan de Torquemada dice: ‘Llevaban estos niños al lugar del sacrificio muy compuestos de ricos atavíos, puestos en unas andas o literas, ricamente aderezados de plumas y flores, las cuales llevaban sobre sus hombros los sacerdotes y ministros, e iban cantando, tañendo y bailando delante de ellos, y de esta manera procedían hasta el lugar donde habían de ser sacrificados y ofrecidos al demonio’”.

Señalando a aún más similitudes entre la religión de los aztecas y las religiones del Viejo Mundo, se informa que el dios Tláloc también era el dios de la fertilidad. Uno de los altares principales está dedicado a él. También están representadas en el templo dos enormes serpientes, la serpiente siendo símbolo de la fertilidad. De manera similar, muchas de las antiguas religiones paganas del Viejo Mundo tenían un dios de la fertilidad, y la serpiente era un símbolo religioso muy difundido. También es interesante que, según dicen, Huitzilopochtli nació de Coatlicue, y esta diosa madre fue conocida más tarde como la “madre de todos los dioses”.

Los aztecas se adaptan a la nueva religión

Los españoles se empeñaron, a menudo mediante la violencia, en desarraigar la religión azteca de México. En muchos casos edificaron sus propias iglesias encima de los templos aztecas, utilizando las piedras de los edificios anteriores en su obra de construcción. Hasta porciones de los ídolos aztecas llegaron a ser parte del material de construcción.

Sin embargo, para los aztecas no fue difícil acostumbrarse a la nueva religión. Los ídolos de madera y cerámica tomaron el lugar de sus ídolos de piedra. Estos nuevos ídolos eran más parecidos a los humanos; no obstante, eran ídolos. Además, muchas de las ideas religiosas anteriores permanecieron como parte de la cultura mexicana. Por ejemplo, todavía se hacía culto a los muertos cada año a principios de noviembre. Y los seguidores de la nueva religión creían en la inmortalidad del alma al igual que los antiguos habitantes de México. De manera que en realidad había muchas similitudes entre la religión que Cortés introdujo y la que él estaba tratando de destruir.

Estas ruinas mudas del templo mayor, que ahora están abiertas al público, evocan enérgicamente un imperio y una cultura que han desaparecido para siempre. Nos traen recuerdos de costumbres religiosas crueles relacionadas con dioses que ya no se adoran y de prácticas que todavía se conservan, aunque bajo un nombre diferente y en una religión diferente. Además, estas ruinas nos recuerdan las extraordinarias similitudes que existieron entre las religiones falsas del Viejo Mundo y las del Nuevo Mundo.

[Fotografía en la página 23]

La diosa Coatlicue

[Reconocimiento]

Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

[Fotografía en la página 24]

La diosa Coyolxauhqui

[Reconocimiento]

Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

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