¿Quién escucha las oraciones en favor de la paz?
¿QUÉ hacía en el mismo escenario un indio norteamericano, ataviado con su gran plumero de colores, junto a un sacerdote ortodoxo griego? ¿Por qué estaba sentado el Dalai Lama budista con el arzobispo de Canterbury? ¿Qué podrían tener en común un rabino judío y un metropolitano de la iglesia ortodoxa rusa? ¿Y por qué presidía esa reunión el papa Juan Pablo II de la iglesia católica?
Hace poco, hubiera sido inconcebible que, para orar, el Papa compartiera la misma plataforma con líderes de las otras principales religiones. Sin embargo, a finales de 1986 se reunió con todas esas otras religiones en la ciudad italiana de Asís para celebrar la “Jornada ecuménica de oración por la paz”. El Papa fue el anfitrión del encuentro, y lo convocó en vista de que las Naciones Unidas habían designado el año 1986 como el Año Internacional de la Paz.
En Asís se pronunciaron diversas oraciones por la paz. Pero, ¿quién las escuchó? ¿El Dios Trinitario de la cristiandad? ¿El Dios de los judíos? ¿Alá de los musulmanes? ¿El Gran Pulgar y el Trueno Rugiente de los animistas? ¿Hubo alguno de estos dioses que escuchase tales oraciones? Ahora que ha transcurrido algún tiempo desde el encuentro de Asís, las respuestas son evidentes.
Lo que ocurrió
Las oraciones de esos líderes religiosos fueron la culminación de la jornada internacional de oración celebrada el día 27 de octubre en Asís (Italia). En el telón de fondo de la gran plataforma que se había construido aparecía la palabra “PAZ” escrita en catorce diferentes idiomas. Dispuestos en un gran semicírculo, en cuyo centro estaba el Papa, más de sesenta líderes de las principales religiones tomaron su turno para orar desde una tribuna. Las cámaras de televisión filmaron toda la ceremonia y se dice que 500 millones de personas la siguieron por todo el mundo.
Los budistas, que oraron primero, pidieron “un océano de felicidad y gozo”. Luego los hindúes imploraron “paz para todos los seres”. Los musulmanes oraron: “Alabado sea Dios, Señor del universo”.
“Concedednos paz”, fue la súplica de los animistas africanos cuando invocaron a sus divinidades. “Ofrecemos la Pipa al Gran Espíritu, a la Madre Tierra”, dijeron los indios norteamericanos mientras fumaban la pipa de la paz. “Concede paz a la Tierra”, pidieron los judíos.
“Imploremos a nuestro Señor Dios en paz y unidad”, fue la oración de los representantes católicos, anglicanos, luteranos y ortodoxos griegos. Los sijs, zoroástricos, sintoístas y jainíes también oraron por la paz universal.
La ocasión recibe publicidad
La prensa comentó que era la primera vez que clérigos de tan alto rango de las religiones del mundo se habían reunido en el mismo lugar para orar. Por esta razón, el encuentro fue calificado de “ocasión histórica”.
Algunos creían que aquello era cumplimiento de profecía bíblica. Como Asís está ubicada en la cima de una colina, hubo quienes la consideraron el simbólico monte de Miqueas capítulo 4 y Miq 4 versículo 2. Según un artículo, el encuentro de Asís fue “una reunión predicha por el profeta Miqueas hace 2.700 años: ‘En el [tiempo del] fin el monte donde está el templo del Señor será el más alto [...]. Todos los pueblos se reunirán al pie de ese monte y dirán: Subamos a la montaña del Señor. Él nos enseñará lo que tenemos que hacer’”.— Voce delle Contrade.
El periódico Il Sabato publicó este entusiástico comentario: “Es la primera vez que ocurre algo semejante desde la Torre de Babel. En aquella ocasión, debido a su deseo de alcanzar los cielos, los hombres fueron divididos. Hoy, los hombres son unidos por sentimientos religiosos que los hacen receptivos a la dádiva de Dios: la paz”.
Surgen preguntas importantes
No hay duda de que ese suceso fue un espectáculo. Sin embargo, hizo surgir preguntas naturales. El diario La Nazione preguntó: “¿Cumplió su propósito ese mensaje? ¿Habrá llegado al corazón de los 500 millones de observadores? ¿Habrá abierto brecha en la posición intransigente de aquellos que, directa o indirectamente, determinan y dirigen los acontecimientos y el destino del mundo?”.
Las personas pensadoras se hacen otras preguntas: ¿Acepta Dios todas las oraciones sin importar el tipo de adoración que se practique? ¿Es suficiente con orar por algo sin averiguar cómo ve Dios la cuestión? ¿Ha motivado este encuentro a la gente a trabajar en pro de la paz? ¿Qué aprendemos del pasado? Y, por encima de todo, ¿qué dicen las Escrituras en cuanto a cómo se logrará la paz mundial?
También debemos preguntarnos: ¿Fue el encuentro de las religiones de este mundo en Asís realmente una Torre de Babel del día moderno?