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¡Despertad! 1987
g87 8/6 págs. 7-10

‘Sus manos están llenas de sangre’

“AUNQUE hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de derramamiento de sangre.” Eso es lo que el Dios Todopoderoso dijo a los que profesaban servirle pero que derramaban sangre inocente. (Isaías 1:15.)

¿Son culpables las religiones de este mundo de derramar sangre inocente? Sí, ciertamente lo son. En cada una de las guerras de este siglo XX las religiones del mundo y su clero han apoyado el derramamiento de sangre. Como consecuencia, hasta miembros de la misma religión se han estado matando masivamente unos a otros.

No obstante, Jesús enseñó a sus seguidores que deberían ‘volver su espada a su lugar’. (Mateo 26:52.) El apóstol Pablo declaró: “Las armas de nuestro guerrear no son carnales”. (2 Corintios 10:4.) El poderoso mensaje de la Palabra de Dios dice que los que practican la religión verdadera deben amarse unos a otros y no derramar sangre: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio, que debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del inicuo y degolló a su hermano”. (1 Juan 3:10-12.)

Si una religión no practica esa clase de amor, sus oraciones no serán oídas por Dios. La Biblia dice: “Cualquier cosa que le pedimos la recibimos de él, porque estamos observando sus mandamientos y estamos haciendo las cosas que son gratas a sus ojos”. (1 Juan 3:22.) Pero las religiones de este mundo no han observado los mandamientos de Dios. Al contrario, han demostrado su debilidad consintiendo el degüello de unos 100 millones de personas ¡tan solo en este siglo!

¿Escucharán los gobernantes y la gente?

En su discurso de conclusión en Asís, Juan Pablo II dijo: “Invitamos a los líderes mundiales a que presten atención a nuestra humilde imploración a Dios por la paz”. ¿Escucharán este llamamiento los líderes políticos y sus súbditos en general? Para saberlo, echemos un vistazo a la historia.

La historia revela que los tratados y las oraciones por la paz no son nada nuevo. En la Edad Media, a los tratados de paz se les solía llamar treguas de Dios o treguas santas. Se proclamaban en ocasiones festivas religiosas de la cristiandad y, durante esas treguas, tenían que cesar todos los conflictos. Pero ni siquiera la amenaza de excomunión para los que violaban dichas treguas era suficiente para que los hombres las respetasen.

En el año 1915 el papa Benedicto XV hizo un llamamiento a las naciones para que pusiesen fin a la “horrenda matanza” de la primera guerra mundial. Oró a Dios por “el cese del malvado azote”. Pero ni los líderes nacionales ni sus súbditos escucharon. Y, como en ambos bandos los combatientes eran miembros de la misma religión, lógicamente Dios tampoco escuchó. Fue así que católico mató a católico y protestante mató a protestante, algo que estaba claramente en contra de los mandamientos de Dios.

En la primavera de 1939, cuando se estaban formando los nubarrones de la segunda guerra mundial, Pío XII organizó “una cruzada de oraciones públicas por la paz”. En agosto de ese año, justo antes de que estallase la guerra, hizo un llamamiento a los líderes nacionales y a sus súbditos para que abandonasen “las acusaciones, las amenazas, las causas de desconfianza mutua” con el fin de evitar lo peor.

Pero todos esos llamamientos y oraciones no detuvieron la máquina de guerra de la Alemania católica y protestante, ni tampoco impulsaron a la paz a la Italia católica o al Japón sintoísta. Y no se amenazó con la excomunión a los miembros de ninguna religión por matar a otros de su misma fe. Por consiguiente, la matanza de hermano por hermano continuó durante seis años, con el respaldo del clero de cada nación.

En respuesta al llamamiento del Papa en Asís, el 27 de octubre de 1986 se detuvieron las luchas en algunos lugares. Pero en otros países continuaron. Muchos de estos fueron países cuya religión estaba representada en Asís. Por ejemplo, en Irlanda, los guerrilleros católicos del IRA hicieron explotar una bomba. Los sijs lucharon en la India. En Afganistán, Etiopía, Líbano, Irán e Irak, así como en otras zonas, también continuó el derramamiento de sangre. Incluso en los lugares donde aquel día guardaron la tregua, justo al día siguiente se volvía a sembrar la muerte y el terror. ¡Qué paz tan extraña!

¿Podría bendecir “el Dios de la paz” esas iniciativas que indirectamente aprueban los que dejan de matar hoy, solo para empezar de nuevo mañana? ¿Aprobó Dios a Caín después que mató a Abel? ¡Sin duda que no! (Hebreos 13:20.)

No son una fuerza a favor de la paz

Encuestas recientes que se han llevado a cabo en diversas naciones indican que un gran número de personas considera que las religiones del mundo fomentan la guerra en lugar de promover la paz. Esa es la opinión del 47% de los franceses y el 48% de los israelíes.

John Taylor, secretario general de la Conferencia Mundial de Religiones para la Paz, comentó lo siguiente en el mensuario católico francés L’Actualité Religieuse dans le Monde: “Nos engañamos a nosotros mismos al pensar que la religión podría aportar luz y caridad a los conflictos, y que nosotros nos beneficiaríamos mucho uniendo las fuerzas contra la guerra, contra los armamentos. Pero al examinar estos problemas, gradualmente nos dimos cuenta de que no son los armamentos los que causan las guerras, sino los odios y las divisiones entre los hombres [...]. Y en esto también ha desempeñado su papel la religión”.

El historiador Ernesto Galli Della Loggia aún fue más explícito cuando dijo en el diario católico Avvenire: “Parece ser que la religión no ha construido una estructura unificadora entre los hombres y entre los pueblos, sino que ha hecho justo lo contrario. Ha sido así por siglos. Las más grandes religiones monoteístas no solo han luchado entre sí en una guerra sin cuartel, sino que algunas de ellas —principalmente la cristiandad y el islam— han dedicado todas sus fuerzas a exterminar las religiones animistas de los llamados pueblos primitivos. Esto ha ocurrido porque el poder religioso y el político son las dos caras de la misma moneda”.

Por esta y por otras razones, los gobiernos, o no hacen caso de los líderes religiosos, o simplemente los toleran como si fuesen una molestia necesaria. Y en sí, la religión mundial tan solo es un barniz superficial que resulta en poco o ningún beneficio para el hombre y las condiciones mundiales.

Al concluir la jornada de oración, el propio Papa admitió la responsabilidad que recaía sobre el catolicismo por todo este derramamiento de sangre. Dijo: “Estoy dispuesto a reconocer que los católicos no han sido siempre fieles a esta afirmación de fe”. Y luego, añadió: “No hemos sido siempre ‘pacificadores’. Por consiguiente, para nosotros, pero quizás también, en cierto sentido, para todos, este encuentro en Asís es un acto de penitencia”.

Pero ¿ha demostrado la religión del día moderno por sus acciones que su actitud para con la guerra ha cambiado? ¿Está realmente arrepentida de su deshonroso pasado? Hablando de guerras actuales, Ernesto Galli Della Loggia observó: “Nueve de cada diez de estos conflictos son también, por no decir principalmente, conflictos religiosos”.

De modo que las oraciones por la paz han sido inútiles. Ni los líderes políticos ni la gente las escuchan y actúan en conformidad con ellas; y Dios tampoco, pues ha dicho: “Aunque hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de derramamiento de sangre”. (Isaías 1:15.) Esa es la razón por la que el Año Internacional de la Paz, el año 1986, promovido por las Naciones Unidas y respaldado por las oraciones de las religiones de este mundo, ha resultado ser un verdadero fracaso.

[Fotografía en la página 8]

En todo el mundo hubo personas que recitaron oraciones

[Fotografía en las páginas 8, 9]

Muchos jóvenes están interesados en la paz del mundo

[Recuadro en la página 10]

Una encuesta realizada en Italia

La revista ¡Despertad! realizó una encuesta en diversas ciudades de Italia, entrevistando a cientos de personas, la mayoría de ellas católicas. Cuando se les preguntó si iniciativas tales como la jornada de oración en Asís en pro de la paz y de las treguas ayudarían a eliminar las guerras y los armamentos, el 70% dijo que no, el 17% dijo que eso tan solo era el primer paso y, únicamente el 10% creía que era un paso positivo.

Un sacerdote de Bérgamo, ciudad del norte de Italia, dijo: “Creo que la iniciativa será muy útil siempre y cuando su mensaje se lleve a cabo. Es un buen comienzo que no debe quedar aislado”.

Pero una joven católica de la misma zona dijo: “Una no puede por menos que verse afectada profundamente por la hipocresía de la gente que ha estado luchando por años, incluso por razones religiosas, y que un día deponen las armas y oran por la paz mundial sabiendo perfectamente que al día siguiente seguirán luchando”. Y una adolescente de Brescia dijo: “Reuniones como estas no ayudan a combatir la indiferencia religiosa. Si las iglesias quieren que Dios las escuche, deberían interesarse menos en la política”.

En respuesta a la pregunta: “¿Qué debería hacer la religión para contribuir de manera más efectiva a la paz?”, un católico de Turín dijo que “tendrían que disociarse de toda complicidad temporal y enseñar a los hombres a vivir sin armas”. Una joven católica de Cremona declaró: “La Iglesia tendría que haber puesto un buen ejemplo no involucrándose en las guerras y en la política. Pero ya es demasiado tarde”.

Cuando se le preguntó: “¿Qué opina de la iniciativa de paz del Papa?”, un abogado de la provincia de Pésaro respondió: “La Iglesia está utilizando el problema de la paz para su propia ventaja, para hacer propaganda del catolicismo en el mundo”. Una señora católica de 84 años dijo: “Es inútil. Si quieren una guerra, la van a empezar de todas formas”.

Hablando de los “designios políticos” de la religión, el periódico Il Corriere della Sera, de Milán, hizo este comentario significativo: “La Iglesia se aprovecha del pacifismo y promueve las iniciativas que le permiten controlar, en lugar de estar supeditada a, los debates de la opinión pública sobre las principales cuestiones políticas del momento”.

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