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  • ¡Despertad! 1987
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¡Despertad! 1987
g87 8/8 págs. 11-12

Comentarios que no siempre consuelan

SI ALGUNA vez se ha visto embargado por un profundo pesar, ¿ha habido ocasiones en que los comentarios de otros le han herido? Aunque parece que la mayoría de las personas saben qué decir para consolar a otros, muchos dolientes pueden recordar comentarios que no les ayudaron. Ursula Mommsen-Henneberger dijo al periódico alemán Kieler Nachrichten que algunos padres “se sienten muy dolidos cuando alguien les dice: ‘Pero, ¿no es cierto que aún tienen a sus otros hijos?’”. Luego, añadió: “Los otros hijos pueden servir de consuelo, pero no lo sustituyen”.

Kathleen Capitulo, consejera sobre este tema, dijo a ¡Despertad!: “Otro comentario que hay que evitar es: ‘Sé lo que sientes’. La verdad es que nadie sabe realmente lo que otra persona está pasando. Sin embargo, usted sí puede validar lo que sienten. Puede asegurarles que sus sentimientos son naturales”.

Abe Malawski, según el libro Recovering From the Loss of a Child (Cómo superar la muerte de un hijo), dice que “cree firmemente que uno tiene que haber perdido un hijo para saber lo que eso significa”. Añadió: “Aunque se tengan otros quince, no importa. Nunca se puede reemplazar a un hijo”.

Cuando se produce un aborto o nace una criatura muerta, otros comentarios que, aunque sinceros, tampoco animan son: “Pronto volverá a quedarse embarazada y olvidará todo esto”. “Es mejor así. De todos modos, la criatura habría sido deforme.” “No hay mal que por bien no venga.” En el momento cruel de la pérdida, esas frases estereotipadas, sin importar con cuánta buena intención se digan, no pueden mitigar el dolor.

Los tópicos religiosos de algunos clérigos también pueden irritar a los dolientes. El decir que “Dios quería otro ángel” hace que nos lo imaginemos como un Dios cruel y egoísta, lo que equivale a una blasfemia. Además, ni la lógica ni la Biblia apoyan esa idea.

¿Es correcto que un cristiano se aflija?

¿Qué deben hacer los cristianos a quienes se les ha muerto un hijo? A veces, se citan las palabras de Pablo a los tesalonicenses: “No se entristezcan como los otros, los que no tienen esperanza”. (1 Tesalonicenses 4:13, Versión Popular.) ¿Prohibió Pablo que nos entristeciésemos y nos afligiésemos? No; simplemente dijo que el cristiano que tiene esperanza no se entristece de la misma manera que los que no la tienen. (Juan 5:28, 29.)

Vamos a ilustrarlo: ¿Cómo reaccionó Jesús cuando María le dijo que Lázaro había muerto? El registro bíblico dice: “Jesús, pues, cuando la vio [a María] llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando, gimió en el espíritu y se perturbó”. Luego, cuando lo llevaron a donde yacía el difunto, “Jesús cedió a las lágrimas”. De modo que, ¿está mal contristarse? ¿Acaso indica falta de fe en la promesa de Dios de que habrá una resurrección? No; más bien, lo que indica es un profundo amor por la persona que ha fallecido. (Juan 11:30-35; compárese con Juan 20:11-18.)

También puede molestar al doliente el afirmar con actitud condescendiente: “El tiempo todo lo cura”. Asimismo, evite preguntarle: “¿Lo ha superado ya?”. Una madre británica dijo: “Los que preguntan: ‘¿Lo ha superado ya?’ en realidad no comprenden lo que significa perder a alguien tan allegado como un hijo. No lo superaremos hasta que resucite y volvamos a tenerlo con nosotros”. Quizás aquí aplique la frase de Shakespeare: “Todo el mundo puede superar un pesar, excepto el que lo tiene”.

A veces, el propio padre es víctima de una actitud desconsiderada. Un padre doliente se enfadaba cuando la gente le preguntaba: “¿Cómo está tu esposa?”. Él dijo: “Nunca preguntan cómo está el esposo. [...] No hay derecho, es injusto. Al esposo le afecta tanto como a la esposa. Él también siente pesar”.

¿No hay que exteriorizar los sentimientos?

Muchas culturas defienden la idea de que el hombre no debe manifestar sus emociones o su pesar, sino que ha de aguantar impávido las contrariedades, sin inmutarse en absoluto. El autor inglés del siglo XVIII Oliver Goldsmith habló de “la silenciosa hombría del pesar”. Pero, ¿es necesariamente esa silenciosa hombría la mejor manera de superar dicho pesar?

En su libro titulado The Bereaved Parent (El padre doliente), Harriet Sarnoff Schiff cita el caso de su propio esposo: “Ahí estaba un hombre, un padre, que miraba cómo enterraban a su hijo y al que, según el convencionalismo, la sociedad exigía que no exteriorizase sus sentimientos”. Luego, añadió: “Pagó un precio muy alto por no exteriorizar sus sentimientos. Al ir pasando el tiempo, en lugar de superar su pesar, se sumió más y más en la tristeza”.

Ese hombre describió sus sentimientos, y es posible que otros puedan identificarse con ellos: “Me siento como si estuviese andando por la nieve en el polo Norte. Estoy muy fatigado. Sé que si me echo a descansar, me dormiré. Sé que si me duermo, moriré congelado. No me importa. Ya no puedo luchar más contra mi fatiga”.

¿Qué aconseja Harriet Schiff? “Olvidarse por completo de la vieja ética anglosajona estoicista y llorar. Deje fluir las lágrimas. [...] Estas ayudan a eliminar la tristeza.” Los escritores de la obra Surviving Pregnancy Loss (Cómo superar un aborto espontáneo) dan un consejo que aplica tanto a las mujeres como a los hombres: “Es posible que algunos admiren mucho el estoicismo, pero uno sólo puede liberarse del pesar si se esfuerza por superarlo”. (Cursivas nuestras.) De otra manera, existe el peligro de recaer en lo que se llama “pesar impropio”, que puede resultar en consecuencias desastrosas en los años venideros.

El pesar impropio es incompleto, uno que la persona refrena en lugar de dejar que siga su curso hasta lograr aceptar la realidad de la pérdida. Ese tipo de pesar se puede manifestar por lo menos de tres maneras: un pesar reprimido, uno prolongado o uno crónico. ¿Qué puede hacerse para ayudar?

Quizás se necesite consejo profesional. Un médico de cabecera o un consejero espiritual puede suministrar ayuda. Hasta algunos familiares perspicaces también pueden hacerlo. La persona necesita ayuda para seguir abriéndose paso a través del proceso del sentimiento de pesar.

Jess Romero admite que lloró abiertamente cuando perdió a su esposa y a su hija en un accidente de aviación. Dijo a ¡Despertad!: “Después de algunas semanas, mis hermanas me llevaron del hospital a casa, y tan pronto como entré, vi la fotografía de mi hija en la pared. Mi cuñado vio que estaba conmovido y me dijo: ‘Adelante, llora’. Eso es lo que hice. Pude aliviar algo mi pesar reprimido”.

Aunque el proceso del sentimiento de pesar puede mitigar algo el dolor, solo hay una solución duradera para la mayoría de las personas dolientes: volver a ver a sus seres queridos. De modo que, ¿hay alguna esperanza para los muertos? ¿Habrá una resurrección? Sírvase leer el último artículo de esta serie.

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