La guerra comercial... ¿cómo le afecta a usted?
EL MES de noviembre de 1985, un misionero americano que vive en Japón recibió de su madre 2.000 dólares para que al verano siguiente volviese a casa a pasar las vacaciones. Si hubiera cambiado ese dinero inmediatamente, habría recibido 400.000 yenes, al cambio de 200 yenes por dólar. Pero decidió esperar hasta julio de 1986, poco antes de comprar los pasajes de avión. Para entonces, el cambio había bajado a 160 yenes el dólar, de modo que su dinero valía solo 320.000 yenes. Perdió 80.000 yenes (cerca de 500 dólares E.U.A.) sólo por retener el dinero siete meses. Había recibido suficiente para sus billetes y los de su esposa, y ahora le faltaba bastante.
Los que viajan al extranjero no son los únicos que se han visto afectados por la desvalorización del dólar estadounidense. Si usted ha comprado últimamente artículos importados de Japón o de Europa occidental, también lo habrá notado. Los informes muestran que durante el último año, los precios de productos importados, como automóviles, cámaras, relojes e incluso los vinos y los quesos, han aumentado entre un 10% y un 20%. Por ejemplo: una cámara japonesa de calidad que en octubre de 1985 costaba unos 400 dólares, en junio de 1986 se vendía a 450 dólares, un aumento de un 12,5%. “Más fluctuaciones en el cambio de la moneda resultarán, probablemente, en más aumentos de precios de los que hemos visto hasta ahora”, dice un analista financiero de Estados Unidos.
El aumento de precios al consumidor solamente refleja un aspecto del problema. Las industrias de Japón y Alemania occidental están recibiendo fuertes presiones debido a este giro económico. Aunque el precio de la misma cámara mencionada antes aumentó de 400 a 450 dólares E.U.A. en unos pocos meses, en realidad bajó de 98.000 a 78.000 yenes, en moneda japonesa. De modo que se informó que uno de los mayores fabricantes de productos eléctricos de Japón pierde 30 millones de dólares cada vez que el valor del dólar baja un yen. El efecto es similar en las industrias siderúrgicas, textiles, del automóvil y en otros productos para la exportación.
A fin de mantener la competitividad, los gigantes industriales recurrieron a reducciones drásticas de precios y de márgenes gananciales. Las compañías más pequeñas no pudieron soportar las pérdidas y fueron a la quiebra. El periódico Mainichi Shimbun, el más importante de Tokio, informó que entre octubre de 1985 y agosto de 1986 quebraron 292 firmas. Como resultado, el año pasado los trabajadores japoneses recibieron el menor aumento salarial de los últimos treinta y un años: un promedio de un 4,5%. El desempleo alcanzó el 2,9% de la fuerza laboral, el más alto desde 1953. Se teme que la proporción “empeore hasta llegar al 7%-8%”, según lo expresó el presidente de la Federación Japonesa de Asociaciones Patronales.
Resultado del desequilibrio comercial
Pero ¿por qué se desvalorizó el dólar? Explicado sencillamente, fue debido a la guerra comercial en el competitivo mundo del comercio internacional. Algunas naciones exportan más productos de los que importan, lo que resulta en un superávit comercial. Canadá, por ejemplo, tiene un superávit comercial anual de 18.600 millones de dólares, y Japón exportó mercancías por un valor que excedía en 82.700 millones de dólares a las que importó en 1986.
Por otra parte, también hay países que, como Estados Unidos, importan muchas más mercancías de las que exportan. Es fácil ver lo que una situación como esta provoca en la economía nacional. El déficit comercial resultante crea graves problemas de desempleo y asesta un golpe a la estabilidad económica.
Dándose cuenta de que la economía mundial depende, en su mayor parte, del vigor de la de Estados Unidos, los ministros de Economía y los banqueros de las cinco naciones más industrializadas se reunieron en septiembre de 1985 y concordaron en devaluar el dólar estadounidense con respecto a las monedas más importantes del mundo. La idea fue que, al bajar el dólar, las mercancías de Estados Unidos serían más baratas y competitivas en otros países. Esto fomentaría la exportación en Estados Unidos. Por otra parte, la demanda de mercancías importadas menguaría, pues ahora estas serían más caras. Teóricamente, el resultado final sería la reducción del déficit comercial de Estados Unidos.
Desde que se puso en marcha este plan, el valor del dólar ha caído cerca de un 20% con respecto al marco, al yen, al franco y a otras monedas importantes. Pero, ¿han mejorado estas medidas el desequilibrio comercial? “A pesar de los ajustes realizados en la paridad de las monedas, el déficit comercial bilateral no se reducirá este año”, dijo el año pasado Malcolm Baldridge, secretario de Comercio de Estados Unidos, en un discurso a hombres de negocios y a miembros del gobierno de Japón.
En realidad, las mercancías importadas continúan siendo tan atractivas para los consumidores de Estados Unidos como lo han sido siempre. Según algunos informes publicados, Estados Unidos ha importado en 1986 aproximadamente tantos automóviles japoneses como en 1985. Puesto que el precio por automóvil subió, pero el número total de automóviles importados fue el mismo, el efecto final fue que el valor de las importaciones en dólares continuó subiendo en vez de bajar. El déficit comercial de Estados Unidos se disparó de un total de 118.000 millones de dólares en 1985 a la cifra récord de 175.000 millones en 1986, y aproximadamente una tercera parte de esta gigantesca cantidad corresponde al déficit con Japón. Lo que está pasando en Japón y Estados Unidos está sucediendo también en otros lugares. La guerra comercial nos afecta a todos. ¿Cuál es su causa? ¿Qué se puede hacer? ¿Hay alguna solución duradera?
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¿Por qué subieron los precios de las cámaras de calidad japonesas en Estados Unidos de 400 a 450 dólares en unos pocos meses?