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  • Por qué compra menos el dólar de EE. UU.

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  • Por qué compra menos el dólar de EE. UU.
  • ¡Despertad! 1973
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¡Despertad! 1973
g73 8/8 págs. 21-23

Por qué compra menos el dólar de EE. UU.

EN FEBRERO el dólar norteamericano volvió a descender bruscamente cuando fue devaluado en un 10 por ciento. Esta fue su segunda devaluación en unos catorce meses. ¿Por qué sucedió?

Para entender las razones básicas del reciente cambio en el valor del dólar, debemos mirar al pasado, al papel internacional que éste ha desempeñado desde el fin de la II Guerra Mundial.

El papel del dólar después de la II Guerra Mundial

Los Estados Unidos emergieron de la II Guerra Mundial como la nación más rica de la Tierra. Debido a sus grandes reservas de oro el dólar llegó a ser la base para el tipo de cambio fijo internacional. En otras palabras, el valor exacto de las otras monedas se expresaba en términos de su valor con relación al dólar norteamericano, el cual estaba respaldado con oro.

Esto tuvo, en ese tiempo, ciertas ventajas. Las fábricas norteamericanas no habían sido destruidas durante la guerra como lo habían sido las de Europa. Europa necesitaba los productos norteamericanos. Los Estados Unidos necesitaban mantener empleada a la enorme fuerza laboral que habían usado durante la guerra. Un tipo de cambio fijo entre varias monedas, basado en el dólar, aceleró la reconstrucción del mundo desgarrado por la guerra. Las grandes compañías norteamericanas podían comprar y vender internacionalmente, pues sabían que el valor de las monedas extranjeras permanecerían bastante constante durante un período de tiempo.

Por unos pocos años después de la guerra los Estados Unidos prosperaron. Las ricas compañías vendieron en el extranjero a los anteriores aliados y enemigos. A medida que los negocios norteamericanos prosperaban, éstos, a su vez, producían para el gobierno de los Estados Unidos un aumento en la recaudación de impuestos.

Entonces, ¿qué pasó que invirtió este proceso? ¿Por qué ha bajado el valor del dólar?

La baja del dólar

En breve, se ha desarrollado lo que se llama un déficit en el ‘equilibrio de pagos.’ Es decir, los norteamericanos están gastando más dinero fuera del país del que están introduciendo en el país. Como hemos visto, la industria norteamericana ha gastado enormes sumas en el extranjero. También, los turistas norteamericanos llevan dólares al extranjero. La manutención de las operaciones militares norteamericanas y la ayuda exterior envían aun más dólares fuera de las fronteras de los Estados Unidos.

Pero al mismo tiempo Europa ha estado haciéndose cada vez más fuerte industrial y económicamente. Las naciones europeas están haciendo más de sus propios productos en vez de comprarlos de los Estados Unidos. Además, más y más artículos se venden a los Estados Unidos. De hecho, los Estados Unidos ahora importan más de lo que exportan. El país compra más de lo que vende.

Por veinte años los problemas del dólar han ido en aumento. La revista norteamericana Time lo ha resumido así:

“La causa fundamental de la debilidad del dólar es que desde principios de los años 1950 los Estados Unidos han estado viviendo más allá de sus rentas mundiales. Los consumidores, los negociantes, los turistas y el Gobierno han estado gastando decenas de miles de millones cada año para construir fábricas en Europa, para comprar automóviles y cámaras japoneses, para tomar el sol en la Riviera, para dispensar ayuda al extranjero, para estacionar tropas por todas partes del globo terráqueo y guerrear la costosa guerra en Vietnam.”

Es comprensible que los extranjeros hayan perdido lentamente la confianza en el valor del dólar. No obstante, los bancos centrales extranjeros siempre compraron el excedente de los dólares norteamericanos en sus países. ¿Por qué?

Para mantener reducida la cantidad de dólares en circulación. Demasiados dólares bajarían su precio. Si caía el valor del dólar, la moneda local, que estaba basada en el dólar, aumentaría su valor. Entonces, cualquier artículo que el país extranjero estuviera exportando, costaría más en los principales mercados de los Estados Unidos. Los norteamericanos dejarían de comprar. Las ventas disminuirían. El comercio y el gobierno se perjudicarían. No se podía permitir que eso sucediera.

Por lo tanto, los dólares siguieron acumulándose fuera de los Estados Unidos. Se calcula que para febrero de 1973 se había formado un fondo común de 80 mil millones de dólares.

Los ‘especuladores’ de dinero que poseen grandes sumas de dólares norteamericanos en el exterior han añadido al problema del dólar. Las compañías y hasta individuos venden sus dólares por otra moneda fuerte, por lo general por marcos alemanes o yens japoneses. Cuando sube el valor de esas monedas, los especuladores vuelven a vender. Pero en esta transacción compran más dólares que los que vendieron.

Cuando muchos especuladores venden a un mismo tiempo una gran cantidad de dólares, se crea una crisis. Los gobiernos extranjeros no tienen los recursos para mantenerse a la par con las ventas. ¿Qué es lo mejor que se puede hacer en esas circunstancias? ¡Devaluar el dólar!

El dólar devaluado

La devaluación significa bajar el valor del dólar norteamericano mientras se permite que permanezcan estables las fuertes monedas extranjeras. Esto es lo que pasó por primera vez allá en diciembre de 1971. ¡Pero fueron necesarias más medidas! Una devaluación no era suficiente. ¿Por qué no?

Porque subsistían las razones básicas para la devaluación. Los Estados Unidos continuaron importando más de lo que exportaban. Además, dentro del país, persistía la inflación; necesidades básicas como el alimento eran costosas y subían de precio.

Así es que se hizo necesaria una segunda devaluación en febrero de 1973. ¿Aquietó esto los temores fuera de los Estados Unidos? ¡No! De hecho, inmediatamente después de la segunda devaluación ocurrió una de las mayores ventas en la historia de dólares norteamericanos. Obviamente se necesitaban más ajustes. ¿Qué se hizo?

El dólar fluctuante

Los Estados Unidos acordaron con trece países principales no comunistas a abandonar el tipo de cambio de moneda fijo. En vez de eso, de ahí en adelante el tipo de cambio del dólar fluctuaría, es decir, hallaría su propio valor en cada nación según fuera determinado por la oferta y la demanda.

Por lo menos seis naciones europeas acordaron una “fluctuación unida.” Establecieron un tipo de cambio fijo entre ellas pero fluctuarían como un bloque en contra del dólar norteamericano. El sistema del dólar fluctuante desanima a los especuladores. Anteriormente sabían que ciertos tipos de cambio prevalecerían; pero ya no existe esa garantía.

Lo susodicho no significa que el dólar ya no ocupa una posición central en el mundo financiero. La ocupa. Una fuerte razón por la que se mantiene en ese lugar la menciona francamente el número del 19 de marzo de 1973 de la revista norteamericana Newsweek:

“Los Estados Unidos también todavía poseen la reserva ‘financiera’ final de todas: el freno nuclear y el poder militar que son los únicos que aseguran, como lo dijo un encumbrado funcionario alemán, ‘nuestra libertad, todo nuestro modo de vivir.’”

Pero por ahora, el resultado neto de lo que ha ocurrido desde fines de 1971 es un dólar que compra menos en el país y en el exterior. ¿Cómo se reflejarán estas alteraciones en las compras cotidianas de término medio?

Los efectos en los que usan el dólar

Para los norteamericanos todavía no se saben los efectos de largo alcance de las recientes medidas económicas. Pero los resultados inmediatos son un aumento de precios para los artículos y servicios extranjeros.

El costo de un popular automóvil de fabricación alemana aumentó de 2.059 a más de 2.200 dólares después de la devaluación del dólar en febrero. Los automóviles japoneses aumentarán aun más en los Estados Unidos.

Las vacaciones y los viajes serán más costosos a medida que el dólar compre menos hospedaje, alimento y transporte en Europa, Rusia y el Japón.

Sin embargo, el golpe más duro para muchas familias norteamericanas es el alza de precio de los artículos de primera necesidad. Por ejemplo, se puede esperar que los precios de los alimentos, que ya eran altos, continúen subiendo debido a la devaluación. ¿Por qué? Porque ahora el énfasis está en exportar mercaderías; vender, no comprar, para tratar de edificar el equilibrio comercial en pro de los Estados Unidos. A medida que el alimento se vende en el extranjero, queda menos para el uso de los norteamericanos, lo cual aumenta aun más el precio de los más pequeños suministros.

El petróleo —otro artículo de primera necesidad en el mundo actual— se obtiene cada vez más del Oriente Medio y de la América del Sur. Costará aun más dólares norteamericanos. En consecuencia, el combustible para la calefacción, la gasolina y con el tiempo la electricidad sin duda serán más costosos.

Además, los artículos de primera necesidad son afectados de otra manera. La industria estadounidense usa materia prima de fuentes extranjeras. La bauxita para el aluminio viene de Jamaica y de Surinam; la lana para los abrigos, los suéteres y los trajes es de Australia. Puesto que el dólar norteamericano compra menos en cada uno de estos países extranjeros, el producto norteamericano terminado seguramente mostrará un correspondiente aumento de precio.

¿Resolverá el dólar fluctuante sus problemas para siempre? Muchos economistas dan la bienvenida a la pérdida de los tipos de cambio fijos. Pero la mayoría también confiesa que el futuro es incierto. Los actuales tipos de cambio ‘fluctuantes’ parecen, cuando mucho, una medida de transición. Dice el profesor de economía de Harvard H. S. Houthhakker: “No debería abandonarse la busca de un sistema monetario internacional más estable.” Los expertos no están seguros de los cambios que pueden estar por delante del dólar y otras monedas.

Prescindiendo de qué cambios futuros puedan hacer los economistas, tendrán que haber cambios más grandes antes que la humanidad pueda disfrutar de verdadera seguridad. Los cambios que se necesitan son mucho más extensos que los que pueden hacer los hombres. Pero Dios ha prometido que él los efectuará, no por medio de remendar el actual arreglo egoísta, sino por medio de destruirlo e implantar un sistema de cosas completamente nuevo, uno en el que imperará la justicia.—2 Ped. 3:11-13.

No puede haber ninguna duda de que Dios tiene el poder para efectuar eso. Lo que es más, en la Biblia él ha declarado específicamente que es su propósito hacer eso, y hacerlo en esta generación. ¿Anhela su corazón el vivir en semejante justo nuevo orden? Si es así, pida más información a los testigos de Jehová. Ellos se complacerán en ayudarlo a aprender de él, gratis.

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