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  • Los regalos de Navidad, ¿producen gozo o depresión?

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  • Los regalos de Navidad, ¿producen gozo o depresión?
  • ¡Despertad! 1987
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¡Despertad! 1987
g87 22/11 págs. 5-7

Los regalos de Navidad, ¿producen gozo o depresión?

LA SIGUIENTE carta dirigida a Santa Claus es típica de muchas cartas escritas por niños y dadas a los padres y profesores con la promesa de que serán debidamente enviadas al polo Norte:

“Querido Santa Claus:

”¿Cómo estás? Yo estoy bien. Espero que pases unas buenas Navidades. Espero que tengas muchos juguetes bonitos, porque hay muchas cosas bonitas que quiero. Primero, me gustaría tener un hermanito. Mi papá dice que tú no tienes niños en el polo Norte, de modo que puedes traerme un perrito en su lugar. Quiero una escopeta, una ametralladora, una bicicleta de diez velocidades y un magnetófono. ¡Oh!, a propósito, Santa, esta es la última carta que te escribo, ya que no creeré en Santa Claus el año que viene. Pero creo en Santa Claus este año.”

¿Reconoce usted esta carta? ¿Le suena familiar? ¿Se parece quizás a alguna de las que usted escribió cuando era niño? Cada año se reciben en las oficinas de correos de muchos países millones de estas cartas de niños esperanzados dirigidas a este mítico proveedor de regalos, a quien conocen cariñosamente como “Santa Claus”.

Pocos escriben las palabras “por favor”, y aún menos dicen “gracias”. Algunas tocan la fibra sensible de uno, otras reflejan cierta avaricia. Cuanto más joven es el niño, menos pide. Cuanto mayor es, más son los regalos que necesita para satisfacerse, aumentando de este modo sus expectativas de mayores y más lujosos regalos para el año siguiente.

Hay juguetes diseñados para cada período de la vida del niño. Algunos son didácticos, los hay que ponen a prueba ciertas habilidades y también los que dirigen la mente del niño hacia la violencia. Hay juguetes que aguantan el maltrato y otros que se deshacen después de unos pocos días de usarlos. Hay juguetes seguros y otros tan peligrosos que las autoridades quieren eliminarlos del mercado. Los hay cuyo diseño parece inspirado por demonios: pelotas con caras grotescas, tan horrendas que pueden causar pesadillas, aunque estos fueron los juguetes más vendidos el año pasado, a pesar de las objeciones de los padres. Con más de dos meses de antelación se prepara a los niños para las Navidades. El gozo de dar y recibir supuestamente impregna el ambiente.

La caída en la depresión

Pero ¡ay!, en unos pocos días la excitación ha terminado. El niño ha agotado el gozo y la diversión que puede derivar de sus regalos, ya sean muchos o pocos. La realidad no ha estado a la altura de las expectativas. Cunde el aburrimiento. El oropel de la Navidad y todos los regalos recibidos no fueron el curalotodo que esperaba. Comentando sobre este asunto, la psicóloga infantil Nancy Hayes dice que las Navidades “son el período de más alto índice de depresión y suicidio entre los niños”. Explica que muchos jóvenes se deprimen cuando las Navidades no suministran la “solución mágica a los problemas”. Imagine también el devastador efecto que tiene el saber que Santa Claus es solamente un mito y lo que sus padres han llegado a hacer para perpetuar una mentira.

De modo que, desde la infancia, a los niños se les enseña a pedir, solicitar por escrito y esperar regalos en Navidad. Pero no está limitado solo a los niños. A veces se mide la amistad entre los adultos por el valor de los regalos que se intercambian. A menudo los lazos de amistad pueden llegar a romperse cuando el regalo recibido no alcanza el valor del que se ha dado. Posiblemente en ningún otro período del año la expresión “es la intención lo que cuenta” significa tan poco.

Las tarjetas de crédito llegan al límite de su poder adquisitivo. La cantidad de cheques que se extienden dejan las cuentas bancarias al descubierto. Entrar en tiendas abarrotadas de compradores pone los nervios de punta. Las escenas de compradores que literalmente luchan por los artículos rebajados que van desapareciendo pueden hacer que hasta el más valiente se retire. Los pies doloridos y el dilema de qué comprar hacen de este rito del invierno una dura prueba para los nervios. Esa es la factura que han de pagar los que compran regalos de Navidad.

Un vendedor dijo: “Ves a la gente corriendo, consiguiendo un regalo para este y aquel, y en realidad están de mal humor. La gente no da regalos con gozo”. No es de extrañar, entonces, que un clérigo llamara a las Navidades “la estación anual de la depresión y la neurosis”.

Lo que agrava la frustración es el hecho de que muchos regalos se compran y se dan por obligación, frecuentemente con motivos egoístas. Un profesor de Sociología dijo: “El dador no solo tiene la ansiedad de intentar adivinar lo que a la otra persona le gustaría, sino también la ansiedad adicional de proyectar una imagen apropiada de sí mismo”.

¿Cuál es el día más ocupado de esta temporada? A menudo el que sigue a la Navidad. Entonces las tiendas están abarrotadas de personas que devuelven los regalos recibidos, muchos para conseguir su valor en dinero. Pero si se les hubiera dado el dinero en efectivo como regalo, se habrían resentido por la vulgaridad. De modo que la frustración final, los nervios, los huesos cansados, las muchedumbres malhumoradas, el escoger entre cientos de artículos, el hacer los paquetes, envolverlos, hacer los lazos, todo frecuentemente es en vano. ¡Tantos regalos se reciben con tan poco aprecio!

Para muchos, la Navidad no es un tiempo de alegría.

El dar no requiere un tiempo especial

Pero ¡qué gozo cuando las familias se reúnen juntas y disfrutan de compañerismo y amor! El dar regalos también puede ser una expresión de amor sincero. Jesús mismo animó a los cristianos a ‘practicar el dar’. Y ¿qué cristiano, o no cristiano, no ha repetido a menudo las palabras de Jesús: “Hay más felicidad en dar que en recibir”? (Lucas 6:38; Hechos 20:35.) Ciertamente el dar no requiere un tiempo especial. Pero hay otra razón por la cual objetar a los regalos de Navidad.

El problema real de la Navidad es que está fundada en la falsedad. Se dice que representa el día en que nació Jesús. Pero, ¿cómo puede esto ser así cuando la Biblia no da la fecha de su nacimiento? En realidad, la Navidad se estableció para que coincidiera con el “nacimiento” del Sol, un ritual de la adoración solar.

En su libro The Story of Christmas, Michael Harrison escribe: “Ante todo, tiene que observarse que, a pesar de los esfuerzos de innumerables eruditos, no se ha podido comprobar todavía el día [...] en que Cristo nació”. La Biblia solamente establece la fecha de su muerte, y es esa fecha la única que Jesús mandó que celebraran sus seguidores, los cristianos verdaderos. ¿Debe sorprender, entonces, que The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge diga: “No hay ninguna evidencia histórica de que durante los tiempos apostólicos o los primeros tiempos postapostólicos se celebrara el cumpleaños de nuestro Señor”?

Ahora, objetivamente, considere las siguientes preguntas: ¿Aprobaría Jesús una celebración que profesara darle honra a él si tuviera sus raíces en los ritos y costumbres paganos? ¿Toleraría unas festividades si esos días estuvieran marcados por más asesinatos que cualquier otro tiempo del año, y se aceptaran como normales prácticas no cristianas como la borrachera y la lascivia? ¿Daría su aprobación a unas fiestas que se caracterizaran por la depresión, la neurosis y los suicidios? Para los verdaderos cristianos la respuesta debe ser obvia.

En lugar de apartar un período especial del año para dar con gozo a otros, el alma generosa se da cuenta de que el dar que trae verdadera felicidad al dador y gozo al que recibe es oportuno en cualquier tiempo. El dar de nuestro tiempo, de nuestras energías, de nuestra comprensión; los dones de bondad y las palabras consideradas; y, por supuesto, también los regalos materiales que son necesarios... todas estas formas de dar traen gozo y felicidad tanto al que da como al que recibe la dádiva.

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