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¡Despertad! 1980
g80 8/12 págs. 15-16

¿Promueven codicia las Navidades?

Jesús enseñó que es mejor dar que obtener. El mito de San Nicolás enseña que el obtener está en primer lugar: si uno es bueno, obtiene; si es malo, no.

HACE unos años, el director auxiliar de redacción de la revista U.S. Catholic escribió:

“Aunque la verdadera lección de la Navidad es un mensaje de misericordia y sacrificio divinos, Santa [Santa Claus o San Nicolás] es el que presta su nombre a las codiciosas corporaciones y el que enseña la codicia a millones de niños estadounidenses. Es el santo del denme y dame. . . . Se ha dado por completo al materialismo y a la codicia. Está en la nómina de pago de los grandes fabricantes de juguetes y de las tiendas por departamentos. . . . El niño codicioso nunca queda satisfecho. El niño engreído no aprecia nada. El niño demasiado consentido está convencido de que la figura central de la Navidad no es Cristo, sino él mismo.”

En la opinión de este director, se debería haber dejado a San Nicolás en el Polo Norte. En realidad, la entera celebración de las Navidades debería haberse dejado en la Roma pagana. Cristo no nació el 25 de diciembre; ése, más bien, era el día en que los romanos adoraban al dios del Sol. Su festival de diciembre, la Saturnalia, incluía el dar regalos y tener fiestas estrepitosas. Unos cuantos siglos después de Cristo, la Iglesia Católica incorporó aquel día y su fiesta en el cristianismo apóstata, y lo que resultó se llamó en español Natividad o Navidad.

En armonía con su origen, en la actualidad la fiesta de la Navidad se celebra en muchas naciones no cristianas. Por ejemplo, el Daily Yomiuri del Japón dijo el año pasado para la época de la Navidad:

“Para toda familia en la cual hay niños son indispensables los bizcochos con crema batida con las palabras ‘Felices Pascuas’ escritas sobre ellos en inglés. Los bizcochos, con una figura en miniatura de ‘Santa Ojisan’ —es decir, Santa Claus— cuestan unos 7,70 dólares cada uno. Muchos hogares tienen un arbolito de Navidad cubierto de una nieve hecha de espuma. Esta fiesta que ha sido tomada prestada se ha convertido en un gran negocio en el Japón.

“‘Nosotros los japoneses somos cristianos de Navidad,’ dijo Yukio Nomura, cuando se le entrevistó mientras compraba para su hijo de 11 años de edad un automóvil de juguete operado por control remoto que costaba 233 dólares. Nomura, quien es empleado de una gran empresa mercantil, dijo que él no es cristiano, pero que de todos modos celebra el día de fiesta... ‘porque es un pretexto para comer y beber.’

“La época de la Navidad también es un tiempo para que muchas compañías celebren sus ‘bonenkai’ —fiestas de fin del año— las cuales a menudo son seguidas por parrandas que duran toda la noche en una cadena de bares. Policías adicionales vigilan los distritos de entretenimiento para guiar a los juerguistas a casa.”

El salir de compras semana tras semana en preparación para las Navidades destroza los nervios. El preparar comidas para los familiares es agotador. El presupuesto de la familia queda arruinado. Las personas obesas comen en demasía, los alcohólicos beben en demasía y hasta las personas que son moderadas quizás aumenten unos kilos y sufran de malestares que son secuela de una borrachera. Las personas pobres sienten más agudamente su pobreza, y las que están solas sienten más profundamente su soledad. Muchos niños se sienten infelices. Algunos no reciben lo que quieren, otros no reciben tanto como hubieran deseado, y otros más reciben poco o nada.

El Dr. John Donnelly, siquiatra principal del mundialmente conocido Instituto del Vivir, dice que tiene mucha compañía el que se siente deprimido el día de la Navidad. Él opina que la Navidad era una ocasión más feliz hace unos 45 años, cuando las personas eran menos prósperas y hallaban gozo en cosas sencillas.

El dar durante las Navidades complace a la carne, llena la carne. ¿Pudiera ser que el espíritu quede hambriento, y que debido a eso sufra depresión?

Un niño de cinco años de edad explicó: “La Navidad existe porque los padres la celebran y los niños tienen que celebrarla también. Se celebra para que los niños puedan recibir unos juguetes y los adultos puedan obtener alguna ropa para sí. Nosotros no vamos a la iglesia.”

Una niña de seis años dijo: “Mi canción navideña favorita es: En una chimenea atascado, Santa Claus a los niños gritó: El niño que no me haya sacado, sus juguetes desde ahora perdió.”

Cierto muchacho de 10 años de edad ya tiene calculado el aspecto financiero: “Recibo una mesada. Tengo 25 dólares para gastarlos en las Navidades. Me parece que mis padres deberían gastar 42 dólares en mí.”

Jesús dijo: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” (Hech. 20:35) Si el dar tiene como motivación un corazón lleno de amor, es un dar verdadero. Si se hace porque uno se siente obligado, mucho del gozo se pierde. Con relación al dar durante las Navidades, la revista Science Digest dice: “Muchos de nosotros decimos (y nos parece que creemos) que ‘Es más bienaventurado dar que recibir.’ Pero cuando hablamos de ‘intercambio de regalos,’ dejamos ver que sí esperamos recibir alguna cosita a cambio.”

Este no es el tipo de dar al cual se refirió Jesús, pues él también dijo: “Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos. Quizás alguna vez ellos también te inviten a ti en cambio y esto llegue a ser tu pago correspondiente. Pero cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás feliz, porque ellos no tienen con qué pagártelo.”—Luc. 14:12-14.

Esto no quiere decir que no habrá un pago de vuelta, sino que al dar no se está pensando en recibir algo de vuelta. “Practiquen el dar,” dijo Jesús, “y se les dará.” Si uno da a un pobre, todavía segará algo de vuelta: “El que está mostrándole favor al de condición humilde le está prestando a Jehová, y Él le pagará de vuelta su trato.”—Luc. 6:38; Pro. 19:17.

La época de la Navidad se caracteriza por el dar material, el intercambio de regalos y la copiosa dádiva de juguetes a niños de muchas naciones. Hay un regalo mucho más grande que los niños necesitan, y lo necesitan no solo una ni varias veces al año, sino todos los días de su vida, y ese regalo es usted.

[Comentario en la página 16]

Cuando la gente tenía menos, era más feliz con menos.

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