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¡Despertad! 1987
g87 22/11 págs. 10-13

¡Cuidado! ¡Por aquí hay espías!

ELLA sabía que su esposo era un espía. Por años él había estado pasando información a una potencia extranjera, y hasta se jactaba de ello ante su esposa. ¿Debería ella denunciarlo a la policía, o debería callarse? ¿Qué haría usted en esas circunstancias? ¿Prevalecería su lealtad a los principios éticos, o a su familia? ¿Temería usted el escándalo? Finalmente, la esposa lo denunció a las autoridades. Pero le esperaba una gran sorpresa.

Lo susodicho corresponde a uno de los muchos casos de espionaje que últimamente se han comentado en la prensa. Tal vez usted recuerde los siguientes:

Noruega, enero de 1984: Un destacado diplomático noruego es arrestado y acusado de pasar a una potencia extranjera documentos de contenido sumamente delicado.

India, enero de 1985: Funcionarios del gobierno y empresarios fueron detenidos bajo la acusación de violar la ley de Secretos Oficiales.

República Federal de Alemania, verano de 1985: Varios agentes sospechosos de espionaje, entre quienes se encontraba un jefe del contraespionaje, desertan a la República Democrática Alemana.

Rusia y Gran Bretaña, septiembre de 1985: Ambos países expulsan, respectivamente, a 31 diplomáticos, periodistas y agentes comerciales, muchos de los cuales estaban acusados de espionaje.

Suiza, diciembre de 1986: Matrimonio acusado de espionaje.

Francia, marzo de 1987: Arrestan a los miembros de una red de espionaje bajo sospecha de haber pasado a una potencia extranjera información técnica secreta procedente de un centro espacial.

Estados Unidos, abril de 1987: Miembros de la infantería de marina americana son requeridos por su gobierno desde Rusia, Austria y Brasil para una investigación por cargos de espionaje.

Ante una avalancha de informes como estos, puede que usted se quede intrigado pensando en términos tales como “topos” y “contraespionaje”. ¿Acaso hay ahora más espías que antes?, ¿o es que sencillamente se les captura con más frecuencia? ¿Pueden afectarle a usted personalmente estos casos? Le sorprenderá saber cuánto puede afectar su vida el mundo del espionaje.

La telaraña del espionaje

Al mirar al pasado, se hace evidente la existencia de una relación añeja: la política y lo militar. Según la Nueva Enciclopedia Larousse, el espionaje es la acción realizada por un “conjunto de personas que se dedican a espiar [...] y [...] revelar secretos militares, políticos o económicos a una potencia extranjera”.

Los egipcios estuvieron entre los primeros que organizaron un servicio secreto. El rey Tutmosis III se valió de espías para introducir en la ciudad de Jaffa a unos doscientos soldados escondidos en sacos de harina. Hacia el año 400 a. E.C., el chino Sun Tzu escribió un libro titulado Ping Fa (El arte de la guerra), en el que destacaba la importancia de tener un cuerpo de espías bien organizado. En el siglo XV de nuestra era, los países europeos comenzaron a usar sus embajadas en las capitales extranjeras con fines de espionaje. La diplomacia y el espionaje cruzaron las fronteras europeas agarrados de la mano y de puntillas. Si en un tiempo fueron compañeros de viaje, ahora, bajo la capa del nacionalismo, llegaron a ser parientes.

El nacionalismo invadió Europa, y con él vino la necesidad de configurar ejércitos, cuerpos diplomáticos y agentes. Se desarrollaron técnicas para idear y descifrar códigos. El espionaje (la obtención y análisis de la información) y el contraespionaje (la acción de impedir que otros obtuviesen información secreta) llegaron a ser partes separadas de una misma red. El cardenal francés Richelieu y Federico el Grande de Prusia pusieron en marcha impresionantes redes de espionaje. La trama del servicio secreto británico en un tiempo fue impulsada por Daniel Defoe, el autor de la obra Robinson Crusoe.

Sin embargo, el desarrollo del espionaje se vería restringido por un gran obstáculo: la comunicación. Para transmitir sus mensajes, los agentes tenían que valerse del transporte por mar, de caballos o de palomas mensajeras. Al no existir medios de comunicación rápidos, los ejércitos enemigos podían reunir sus tropas a poca distancia el uno del otro sin ni siquiera saberlo. En 1815 Napoleón llegó a conclusiones erróneas sobre el movimiento de las tropas enemigas que se hallaban a pocos kilómetros de distancia. Perdió la batalla de Waterloo y, con ella, un imperio. Más tarde, la tecnología moderna habría de revolucionar los servicios de espionaje.

El espionaje en el mundo moderno

Este conflictivo siglo ha planteado nuevos desafíos a los servicios de inteligencia. En un clima en el que impera la desconfianza, brotan y florecen nuevas ramas del servicio secreto. Según la revista alemana Der Spiegel, “el miedo es el alma misma del espionaje. Mientras más insegura sea la situación mundial, este se convierte en una profesión más segura”. ¿Con qué resultado? “No hay ningún país en la Tierra que crea que se puede prescindir de los servicios secretos.” El espionaje se alimenta de la sospecha y la engendra. De ahí que exista una multitud de servicios de inteligencia: estratégicos (necesarios para los planificadores de las más altas esferas), militares (tierra, mar y aire), económicos, científicos, geográficos y varios más. Cada uno añade su pieza al rompecabezas.

Es evidente que el espionaje ha ampliado sus horizontes. Anteriormente, la información secreta había que buscarla en círculos militares o de influencia política. Hoy, sin embargo, las fuentes de los secretos nacionales están más diversificadas. ¿Por qué?

El enorme incremento de armamentos desde la II Guerra Mundial implica que hay varias naciones que están produciendo armamento sutilizado. Pero el país que además tenga la tecnología capaz de procesar decisiones con un mínimo de tiempo o de dirigir su potencial destructivo hacia determinados objetivos con mayor precisión claramente tiene en su mano la carta ganadora. Esta clase de conocimiento técnico está hoy al alcance de los fabricantes, desde el que fabrica rodamientos hasta el que hace videojuegos.

En consecuencia, centenares de compañías y millones de empleados se han convertido en el objetivo del espionaje industrial. Tan solo en Estados Unidos, más de cuatro millones de personas tienen acceso a unos veinte millones de documentos secretos. ¿Trabaja usted, o algún miembro de su familia, con esa clase de información delicada? Esta puede ser muy valiosa para alguien que esté a la caza de información secreta.

Este es el botín de la guerra secreta. La red de espionaje que pueda sacar de un país información técnica especializada, desarrollada a unos costes altísimos, tiene en sus manos un valioso trofeo. No hay duda: una red de espionaje puede ahorrar grandes sumas de dinero. Pero también puede tener enormes gastos presupuestarios. En una sección de The Sunday Times dedicada a los libros, se cita un cálculo aproximado según el cual el costo del espionaje mundial se eleva a la impresionante cifra de veintinueve mil millones de dólares al año. Se dice que además emplea a más de un millón de personas. Hasta el presupuesto de las Naciones Unidas palidece ante estas cifras. El Weltalmanach (Almanaque mundial) de Fischer cifra estos datos en menos de mil millones de dólares y en una plantilla de unos cuarenta mil empleados. Los gastos colosales que supone el espionaje se cargan al gasto público, los impuestos que usted paga.

Ávidos de dinero

Los agentes solían ejercer su profesión basándose en principios de apego a la patria o a una ideología. Por ejemplo: Oleg Penkovsky, un famoso espía de la década de los sesenta, fue acusado de pasar información a Occidente sobre la situación militar rusa durante el tiempo de la crisis cubana de los misiles. La revista Der Spiegel dijo por entonces que lo había hecho debido a sus ideales políticos, y añadió: “Solo se le entregó dinero en una ocasión. Le dieron 3.000 rublos [que entonces tenían un valor de 3.330 dólares] para sus gastos, de los cuales devolvió 2.000”.

Hoy en día los espías tienen motivos menos nobles. La revista Time escribió: “A los conversos al espionaje más recientes les importa poco la política, y rara vez caen en la trampa del chantaje. Por lo general, o bien están sin blanca o ávidos de dinero”.

Según The Sunday Times, “la gente ha dejado de preocuparse por guardar un secreto, presuponiendo que se trata de algo que ya ha sido revelado”. ¿A qué se debe esta erosión en el respeto de la gente por lo que es confidencial? En parte es debido a que políticos destacados han filtrado información secreta a los medios informativos con el fin de obtener alguna ventaja personal. En consecuencia, hay muchos que siguen su ejemplo. En una reciente disputa entre dos ministros del gobierno británico, uno de ellos publicó extractos de una carta confidencial con el fin de humillar al otro.

En el caso referido al comienzo de este artículo, el marido no solo traicionó a su empresa, sino también a su familia. Sin que su esposa lo supiera, él había introducido a su hijo en la red de espionaje. Ambos fueron a la cárcel.

La literatura y el cine encarnan el mundo del espionaje con héroes bronceados al sol, provistos de minicámaras y en el marco de un encuentro clandestino. Los periódicos revelan el descubrimiento del último topo, es decir, un agente que se infiltra en los servicios de inteligencia del enemigo y se abre camino hasta situarse en un puesto clave. Esta imagen idealizada que ofrecen los medios de difusión está completamente alejada de la realidad. Es cierto que hay agentes topo y que se emplean minicámaras, pero esto ocurre a un grado muy pequeño. Recoger información secreta para los servicios de inteligencia es un trabajo mayormente tedioso. Implica pasar horas examinando semanarios comerciales y financieros, o revistas científicas, con el fin de atisbar algún detalle aparentemente trivial que, junto a otros, proporcione un cuadro completo e inteligible. Y, sin embargo, hay personas a quienes aún les atrae el mundo del espionaje por ir en busca de alguna emoción.

No más mentiras, no más espías

La amplia red de espionaje puede ensombrecer hasta las vidas de personas ajenas a ella. Son ellas quienes la sufragan, y tienen que vivir en el ambiente de recelo que esta engendra y del que se alimenta. El espionaje ofrece una imagen deslumbrante ante la gente. Pero el proceder sabio que han de seguir los cristianos es el de oponerse totalmente al mundo codicioso, fraudulento e inmoral del espionaje. (Véase 1 Timoteo 6:7-10; Colosenses 3:5-10.)

¡Qué diferentes serían las cosas si tuviésemos un gobierno mundial que prescindiera del nacionalismo y uniese a sus ciudadanos en lugar de dividirlos! Sería magnífico si sus funcionarios ofreciesen un ejemplo intachable de honradez y dignidad, y si, en lugar de prevalecer el temor, prevaleciese el amor. Todas estas cosas son, precisamente, las que implantará el Reino de Dios. (Revelación 7:9, 10, 16, 17; 2 Pedro 3:13.)

[Ilustración en la página 11]

Napoleón llegó a conclusiones erróneas. Perdió la batalla de Waterloo y, con ella, un imperio

[Recuadro en la página 12]

¿No habla también la Biblia de espías?

Los términos “espiar, espías” ya eran conocidos en Egipto y Canaán, como muy tarde, hacia el siglo XVIII a. E.C. José, por entonces el administrador principal de alimentos de Egipto, se valió de una estratagema con el fin de poner al descubierto los motivos de sus diez medio hermanos, e insistió en que ellos eran espías. (Génesis, capítulo 42.)

Unos doscientos años más tarde, Moisés accedió a la petición de los israelitas y envió doce hombres a espiar la tierra de Canaán. (Números, capítulo 13; Deuteronomio 1:22-25.)

Josué también envió hombres a las ciudades de Jericó y Hai para espiarlas antes de entrar en batalla con ellas. (Josué 2:1; 7:2.)

Lo que se esperaba de un espía era que examinara la tierra a la que se le enviaba, con el fin de recoger información sobre aquel lugar. El término hebreo que se traduce espía alude a alguien que recorre a pie el lugar y se fija atentamente en lo que ve.

Nótese que cuando la tribu de José quiso obtener detalles sobre la ciudad de Betel antes de intentar su captura, emplearon espías. (Jueces 1:22, 23.) Algunas traducciones de la Biblia dicen: “enviaron exploradores” (La Biblia al Día), “hizo una exploración” (Biblia de Jerusalén) o “hicieron un reconocimiento” (Nueva Biblia Española).

Por consiguiente, las referencias que la Biblia hace a la acción de espiar en nada coinciden con el mundillo notoriamente inmoral del espionaje moderno.

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