La visita del Papa vuelve a abrir viejas heridas
DURANTE su visita a Alemania el pasado mes de mayo, el Papa hizo referencia a “las dificultades a que se encaró la Iglesia en la época nazi”. Después de citar estas palabras del Papa, el periódico Kölner Stadt-Anzeiger añadió: “No mencionó que a algunos clérigos católicos prominentes les faltó el valor; estuvieron predicando sermones en apoyo de escuelas religiosas, pero no en contra de la persecución de los judíos”.
Los ritos de beatificación de Edith Stein —una mujer judía convertida al catolicismo— también se convirtieron en un foco de controversia. Los judíos desaprobaron que se la representase como una mártir católica. El periódico Nürnberger Nachrichten dijo: “Edith Stein fue beatificada como mártir de la fe cristiana, lo cual no es estrictamente verdad. En 1942 fue enviada a Auschwitz para morir en la cámara de gas como judía, no como monja católica”. Un grupo católico afirmó que la beatificación fue un intento de encubrir el “vergonzoso silencio de la iglesia católica después que los nazis asumieron el poder”. Otro grupo católico dijo que la beatificación “no debería cegarnos al hecho de que los obispos católicos casi no opusieron resistencia, sino que, más bien, cooperaron abiertamente con el sistema nacionalsocialista”.
Algunos críticos pidieron un reconocimiento de culpabilidad por el silencio de la iglesia católica durante el Holocausto, pero no hubo tal reconocimiento. “Durante la reunión que celebró con los obispos la noche anterior —decía el informe publicado en el Süddeutsche Zeitung—, el Papa ejerció la máxima cautela al tocar esta espina clavada en la conciencia de la Iglesia. Durante la dictadura nazi, la sede apostólica intentó por medio del concordato ‘evitar lo peor’, pero ‘no pudo detener el calamitoso desenlace’. El Papa dijo que no veía ninguna razón para culpar a los obispos alemanes debido a su silencio.”