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  • ¿Por qué debería obedecer a mis padres?

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  • ¿Por qué debería obedecer a mis padres?
  • ¡Despertad! 1988
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¡Despertad! 1988
g88 8/1 págs. 19-21

Los jóvenes preguntan...

¿Por qué debería obedecer a mis padres?

JOHN y dos compañeras de clase estaban delante de una gran abertura en una valla que había sido construida para evitar el acceso a una transitada autopista de seis carriles. Mientras los automóviles pasaban a gran velocidad, las dos chicas se prepararon para cruzar rápidamente la carretera y así llegar a casa más temprano.

“Vamos, John —dijeron las chicas—. Vienes con nosotras, ¿no?” John empezó a seguirlas. “Entonces recordé que mis padres me habían dicho que nunca cruzara la carretera, sino que siempre utilizara el puente peatonal.”

Dándose cuenta de las dudas de John, una de las chicas dijo en son de burla: “¡Eres un gallina!”. Aquellas palabras le calaron hondo. John, que no tenía miedo, detestaba que fuesen dos chicas quienes le pusieran en evidencia.

Pregúntate: “Si yo hubiera sido John, ¿qué habría hecho?”. Él se encaraba a la humillación delante de sus compañeras si no aceptaba su reto. El único obstáculo era el mandato de sus padres, que no estaban presentes.

Sin duda, de igual manera, tus padres han puesto algunas reglas que esperan que obedezcas. Puede que estas reglas no solo abarquen aspectos como la limpieza, los deberes domésticos, la hora de estar en casa y tipos de entretenimiento, sino que también tengan que ver con la conducta y la moralidad. Sin embargo, los jóvenes a veces se sienten tentados a pasar por alto estas reglas. Pero piensa...

¿Por qué fijan reglas los padres?

“Hijo mío [o hija mía] —escribió un padre sabio—, [...] guarda mis mandamientos y continúa viviendo.” (Proverbios 7:1, 2.) Sí, el objeto de las reglas o “mandamientos” de un padre es tu bien. Son una expresión de la preocupación y el amor genuinos de tus padres. En realidad, la falta de reglas y guía firme produce inseguridad.

Por ejemplo: un joven escribió: “Mis padres [...] me dejan hacer todo lo que quiero. Apuesto a que a un montón de chicos les encantaría que sus padres les permitieran hacer cualquier cosa que quisieran. Pues bien, no es divertido. Hace que me sienta culpable y mal. Temo que uno de estos días haré algo terrible. Pensar en ello me asusta”. Este joven tiene buena razón para sentir temor. En algunos casos, el fracaso de un padre en establecer las reglas necesarias ha sido desastroso.

Citemos como ejemplo el caso de un joven que destrozó el automóvil de su padre tres veces. “Es evidente que tu hijo no sabe conducir —dijo el encargado del trabajo de su padre cuando se enteró de los accidentes—. ¿Por qué sigues dejando que use tu automóvil?” El padre replicó que no quería herir los sentimientos de su hijo prohibiéndole conducir. Así que de nuevo le dio las llaves del vehículo... por última vez.

Veinte minutos después de que el hijo se fuera, el padre recibió una llamada de la policía. Querían que fuera a identificar el cuerpo mutilado de su hijo. Según la policía, el muchacho había chocado contra un poste de teléfonos a una velocidad de unos 160 kilómetros por hora. “No se lo debí haber permitido —se lamentaba el padre—. Si le hubiera frenado, hoy estaría vivo.”

Pero las reglas hacen más que protegerte del daño. Al ordenarte que hagas tareas domésticas y los deberes de la escuela, tus padres te están enseñando a trabajar duro. ¿Cuán importante es esto? Bueno, un estudio de 456 adolescentes comparó la vida de los que desarrollaron la capacidad de trabajar durante su juventud con la de los que no lo hicieron. Los investigadores consideraron cosas como si los chicos hacían tareas en casa regularmente y si tenían una buena participación en la escuela. Unos treinta años después, se contactó de nuevo con la mayoría de estos jóvenes.

Resultó que los muchachos que habían recibido una puntuación alta en capacidad de trabajo tenían dos veces más probabilidades de mantener buenas relaciones con una amplia variedad de personas que aquellos cuya puntuación había sido baja. También disponían de cinco veces más posibilidades de obtener empleos seglares bien pagados. Por otra parte, los que tuvieron menos éxito en el trabajo durante su niñez contaban con diez veces más posibilidades de padecer trastornos emocionales, y ¡seis veces más posibilidades de haber muerto para la edad de cuarenta y siete años! Así, el obedecer las reglas de tus padres en lo que se refiere a las tareas de la casa y el trabajo en la escuela puede afectar beneficiosamente el resto de tu vida.

Cuando es difícil obedecer

En algunos casos puede ser que se pase por alto una regla solo por descuido. Quizás necesites recordarlas periódicamente. También, cuando ves a otros padres que son permisivos, es posible que pienses: “¿Por qué no puedo hacerlo yo también?”. Recuerda: tus padres tienen que considerar lo que es mejor para ti. Si otros padres son demasiado indolentes, tanto ellos como sus hijos con el tiempo segarán una cosecha de problemas serios, porque “cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”. (Gálatas 6:7, 8.) ¿Por qué quieres segar tú lo mismo?

A veces, un padre pudiera imponer arbitrariamente una regla que a ti te parece injusta. La tendencia es desobedecer. Pero, ¿por qué no consideras al debido tiempo tus sentimientos con tus padres, explicándoles por qué piensas que la regla es injusta? Te será de mucha ayuda haber pensado en una nueva regla que tus padres pudieran aceptar en vez de la anterior. Sin embargo, en otras ocasiones la causa de la desobediencia es el rencor.

Una chica de diecisiete años de edad se sentía emocionalmente desatendida debido a la indiferencia de sus padres, que ya estaban demasiado preocupados por causa de sus propias disputas. Airada con ellos, decidió violar los principios bíblicos que le habían recalcado. Cometió fornicación con un hombre que encontró mientras viajaba en un tren. “Me parecía que eso era lo que mis padres se merecían”, dijo más tarde. Pero al actuar movida por el rencor, en realidad fue ella quien salió perdiendo, porque su ira la llevó a tener una mala conciencia. Más tarde, empezó a faltar a clase y se envolvió en el consumo y tráfico de drogas.

El justo Job recibió la siguiente advertencia: “Cuida que la furia no te atraiga a [actuar] con rencor. [...] Mantente alerta para que no te dirijas a lo que es perjudicial”. (Job 36:18-21.) Cuando sientas rencor, párate y piensa: “¿Qué conseguiré desobedeciendo? Aun si quebranto las reglas para desquitarme de mis padres, ¿tendré que vivir con los resultados tal vez por toda la vida, mucho después de que mis emociones se hayan calmado?”. En vez de actuar movido por el rencor, es tiempo de mantenerse calmado y no actuar apresuradamente.

Por último, la adolescencia es un tiempo cuando los jóvenes a menudo afirman su propia independencia. “Me tratan como a un niño. ¿Por qué no me dejan responsabilizarme de mis propios deberes, habitación, apariencia, amigos, hora de llegar a casa y hora de irme a la cama?” Muchos jóvenes se sienten plenamente capacitados para establecer sus propias reglas. Pero John, mencionado al comienzo, aprendió...

El valor de la obediencia

“No me importa que me llaméis ‘gallina’ —dijo John a las dos chicas—. Simplemente tengo que obedecer a mi madre.” Mientras las chicas se lanzaban a través de la autopista, John obedientemente utilizó el puente. Mientras cruzaba, oyó el chirriar de unos neumáticos. Miró hacia abajo y vio como las dos muchachas eran atropelladas y lanzadas al aire. Una fue a caer en un carril del otro lado de la autopista, donde de nuevo fue atropellada, y murió. La pierna de su hermana fue aplastada, y más tarde se le tuvo que amputar.

Esta tragedia hizo que John se diera cuenta de lo limitada que era su propia experiencia. Él había visto a muchos otros jóvenes, incluyendo a aquellas dos chicas, cruzar corriendo la autopista sin sufrir ningún daño. Sin embargo, su madre recordaba vívidamente que, unos cinco años atrás, el hijo de una de sus amigas había muerto tratando de atravesar corriendo aquella misma autopista. Debido a su experiencia más amplia, estableció reglas para proteger a su hijo.

Más tarde, la madre de John, Thelma, visitó a la madre de las dos chicas para consolarla. Esta abatida madre explicó: “Constantemente les decía a mis hijas que siempre utilizaran el puente peatonal, pero ellas no me hacían caso. Decidían pasar de todas maneras. ¡Cuánto hubiera querido que hubiesen sido tan obedientes como tu hijo!”. Sí, la obediencia de John posiblemente le salvó la vida.

Por supuesto, no siempre que se pasan por alto las reglas de los padres es un asunto de vida o muerte. Si eres un poco listo, a veces podrás saltarte prácticamente toda regla que tus padres te pongan. Pero la desobediencia en asuntos pequeños puede forjar un patrón de conducta que es difícil de cambiar. El corazón de uno llega a estar endurecido en hacer el mal. (Eclesiastés 8:11.)

La obediencia de John no dependía de si sus padres lo estaban viendo, puesto que sabía que Dios ordena esta obediencia y quería agradarle para así tener una buena conciencia. (Efesios 6:1.) Tal obediencia debe proceder del corazón. Un padre sabio aconsejó a su hijo: “Que tu corazón tenga firmemente asidas mis palabras. Guarda mis mandamientos y continúa viviendo”. (Proverbios 4:4.)

[Fotografía en la página 20]

¿Cómo deberías considerar las reglas que imponen tus padres?

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