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  • Cómo me hice dibujante de historietas
  • Alcanzo la popularidad
  • ¿Cómo era mi vida?
  • ¿Una fuente de verdadera felicidad?
  • Obstáculos
  • Un punto de viraje
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¡Despertad! 1988
g88 22/2 págs. 23-27

Una dibujante de historietas busca la felicidad

A PRINCIPIOS de la década de los setenta me hallaba entre los dibujantes de historietas más importantes de la prestigiosa editorial japonesa Kodansha. Solo tenía veintitrés años de edad, pero mis ingresos mensuales oscilaban entre 300.000 y 400.000 yenes, un sueldo de tres a cuatro veces superior al que ganaba un graduado universitario con varios años de experiencia en una de las empresas más importantes del país. Además, después de dos años de noviazgo, estaba a punto de casarme con un joven de buen porvenir.

Lo que me dio a conocer en el ámbito nacional fue una serie de historietas titulada Felicidad, cuya publicación dio comienzo en febrero de 1972. El tema de la serie era: “Shima, una niña desvalida en busca de la felicidad”. Era una dramática apología sobre la belleza del amor. Sin embargo, con ello no me proponía mejorar el bienestar espiritual de los lectores jóvenes; más bien, pretendía crear una serie que alcanzara el éxito.

Por entonces no me imaginaba en lo más mínimo que aún tendría que aprender el significado de la verdadera felicidad y que, cuarenta y seis semanas más tarde, cuando concluyese la serie, empezaría una nueva vida. ¿Cómo empecé una nueva vida? En primer lugar les explicaré cómo llegué a ser dibujante de historietas cómicas.

Cómo me hice dibujante de historietas

Aunque mis padres eran pobres, valoraban la educación y no escatimaban dinero para comprar libros. Además de esos libros, también leía revistas mensuales para jovencitas. Me cautivaban las historietas que contenían. No satisfecha con solo leerlas, empecé a dibujar mis propios personajes.

Cuando era joven, solo se publicaban cada mes tres cuadernos de historietas para jovencitas. Sin embargo, los tiempos cambiaron. Hasta los estudiantes universitarios y los adultos empezaron a leer abiertamente cuadernos de historietas. Hace poco el periódico Asahi Evening News dijo: “¿Qué tipo de publicación puede tener tanta influencia en el lector, de tal manera que hasta le sea difícil a la televisión competir con ella? En Japón, la respuesta es: el cuaderno de historietas. Aquí existe un tipo de manga o cuaderno de historietas para cada persona”.

En 1986 el periódico Mainichi Daily News informó: “Casi una tercera parte de todos los libros y revistas que se publican en Japón son manga... una industria que mueve 300 mil millones de yenes, con una circulación anual que se aproxima a los 1.500 millones de ejemplares”. A principios del año pasado el periódico dijo: “Para agosto de 1986 se hallaban a la venta 21 cuadernos de historietas diferentes para el público femenino adulto, cuya tirada mensual combinada era de 58 millones de ejemplares”.

Durante la época de mi formación escolar hubo demanda de nuevos dibujantes de historietas. Cuando cursaba el último año de escuela superior, una de las editoriales más grandes de Japón patrocinó el primer concurso en su género en busca de nuevos dibujantes de historietas. Entusiasmada con la idea, participé en el concurso, pero no conseguí nada. Al año siguiente envié de nuevo mis trabajos, y quedé finalista. Al tercer año recibí una notificación de la empresa editora que decía: “Usted ha ganado la tercera edición del Premio Kodansha 1969 para dibujantes noveles de historietas para niños”. Esas palabras tuvieron un impacto mágico en mí e hicieron que me dedicara por completo a ese trabajo.

Alcanzo la popularidad

Para lograr que una revista comercial publique el trabajo de un dibujante, se requiere una rigurosa preparación. Cada semana tenía que lograr que la historieta llegara a un clímax emocionante y concluyera de tal modo que los lectores se sintiesen impulsados a comprar el siguiente número. Eso no es fácil. Los editores repasan el trabajo con espíritu crítico. En un tono puramente comercial y carente de comprensión, dicen: “Esto y esto otro... no tiene suficiente calidad como para publicarlo”.

Al ser una principiante, no podía rebatir sus criterios. “Lo arreglaré inmediatamente”, les decía, algo desanimada. Luego regresaba a casa corriendo y trabajaba durante toda la noche. Aun después de obedientemente corregir el trabajo hasta cuatro o cinco veces, los editores seguían sin estar satisfechos. A menudo lloraba a solas y me sentía perdida al no saber dónde y cómo debería hacer los cambios.

No obstante, me gustaba este trabajo. De modo que hice cuanto pude por acomodarme a los deseos de los editores. El procurar complacerles, sabiendo que ellos conocían muy bien cómo reaccionaba el público lector, contribuyó a mi éxito. Muy pronto llegué a ocupar una alta posición en las encuestas de popularidad, algo infrecuente para una principiante. En poco tiempo ya disputaba el primer puesto en popularidad a los dibujantes de historietas que yo misma había admirado. La serie Felicidad, que dio comienzo en el tercer año de mi debut como dibujante, se convirtió desde el mismo principio en la más popular de todas las historietas.

Los personajes que yo creé figuraban en la portada de una de las dos revistas de historietas para jovencitas más importantes de Japón: Girls’ Friend. Esto quería decir que la revista se vendía gracias a mi nombre. Pero, tristemente, yo no había alcanzado la felicidad sobre la que trataban mis dibujos.

¿Cómo era mi vida?

A medida que fui alcanzando popularidad, mi estilo de vida cambió, sobre todo después que me mudé a Tokio y empecé a vivir en un apartamento. Me comportaba exactamente igual a los otros dibujantes ya consagrados, quienes, después de trabajar, se iban de clubes y bares hasta las primeras horas de la mañana, para luego dormir durante el día.

Con el fin de mantener mi popularidad, tenía que hacer dibujos cada vez más sensacionalistas y, al mismo tiempo, producir cada vez más. Nunca tenía tiempo suficiente debido a que no era una trabajadora rápida y nunca hubiera comprometido la calidad de mi trabajo. No era infrecuente que pasara varios días sin darme un baño y hasta un mes sin limpiar mi habitación. Hubo ocasiones en las que, para entregar un trabajo a tiempo, trabajé treinta o cuarenta horas seguidas. Lo sacrificaba todo en aras de mi trabajo.

Esto desembocó en la frustración de tener dinero, pero no disponer de tiempo para gastarlo. Por consiguiente, empecé a malgastarlo, comprándome un vestido nuevo cada mes, para después apenas usarlo. Siempre iba en taxi a todas partes, y empecé a gastar decenas de miles de yenes cada vez que compraba discos. Esto solo contribuyó a aumentar la sensación de vacío que tenía.

En un mundo como este, en el que cuenta la popularidad, la rivalidad cruel se intensifica a medida que la popularidad aumenta. Si alguien comienza a subir los peldaños del éxito, es señal de que algún otro los está bajando. Una vez que uno se sitúa a la cabeza, los demás dibujantes se convierten en tus enemigos y buscan la manera de hacerte caer. ¿Y si decrece tu popularidad? Cuando uno consigue una alta cotización por su trabajo, esta rara vez baja. Pero cuando la popularidad decrece y la cotización sigue siendo elevada, no recibes encargos de nuevos trabajos. Entonces el dibujante gradualmente es olvidado.

Aunque mi sentimiento de logro era grande, en el mundo de los dibujantes de historietas que triunfan encontré un vacío y un desasosiego que se abatía sobre mí con el furor de una tempestad. Sin embargo, no quería reconocerlo.

¿Una fuente de verdadera felicidad?

En octubre de 1971 llamó a mi puerta un joven de buena presencia. Era un testigo de Jehová. Después de varias visitas, trajo consigo a su madre y, cuando me la presentó, dijo: “A partir de ahora mi madre se encargará de visitarla”.

Aunque yo tenía la fama y el dinero que podía desear, no me veía a mí misma tan feliz y económicamente desenvuelta como la señora Satogami, quien me estaba ayudando a estudiar la Biblia. Ni siquiera mis sentimientos afectivos por mi novio parecían tan vivos como el gozo que ella manifestaba cuando hablaba sobre su Dios, Jehová. ¿En qué radicaba la diferencia? Yo quería determinar si la Biblia era la clave.

Pero me resultaba difícil hallar tiempo para estudiar, especialmente debido a mi costumbre de acostarme al mediodía y levantarme a las seis de la tarde, para entonces trabajar hasta el mediodía del día siguiente. Era frecuente que me levantara al oír el timbre de la puerta, me lavara deprisa y entonces comenzara a estudiar.

Obstáculos

Con el transcurso del tiempo empecé a comentar con mis ayudantes y con mi novio las cosas que estaba aprendiendo. Pensé: “Ellos también deberían aprenderlas”. Sobre todo, quería que mi novio estudiara. Sin embargo, él no manifestaba ningún interés, y cada vez que el tema salía a colación, se malhumoraba. Yo me desconcertaba y me sentía incómoda. ¿Me estarán engañando, como él dice? ¿Terminaré algún día por perderlo si continúo? No podía soportar esa idea. Estábamos profundamente enamorados, al menos eso creíamos, y si no me llamaba, ni siquiera tenía ganas de trabajar. Llegar a ser su esposa era mi acariciado sueño.

A medida que progresé en mi estudio, otras cosas comenzaron a perturbarme. Mi vida y mi punto de vista sobre la vida distaban mucho de conformarse a las normas bíblicas. Al considerar que las historietas reflejaban el punto de vista de su autor y que por medio de estas uno podía influir en la sensibilidad de decenas de miles de niños, temblaba de solo pensar en la seriedad de mi responsabilidad. Perdí confianza en mí misma al darme cuenta de que a través de los diálogos de los personajes que había creado, podía estar abogando por puntos de vista equivocados. Mediante las cartas que semanalmente recibía de mis admiradores, podía darme exacta cuenta de cómo reaccionaba la mentalidad juvenil a esos breves diálogos.

Sin embargo, como profesional tenía que escribir diálogos que fuesen vendibles. Es evidente, por el auge actual, que lo que tiene salida son las historietas de contenido inmoral y violento. Al ser una dibujante de prestigio, se esperaba que contribuyese a alimentar la demanda de esos lectores. Yo tenía el don de cautivar los sentimientos de las jovencitas soñadoras debido a que representaba en un entorno agradable a adolescentes que se enamoraban y tenían relaciones. De hecho, esa fue la razón principal por la que alcancé el éxito tan pronto.

Me enfrenté a un problema. Lo que había aprendido de la Biblia me impulsaba a desear cambiar, pero necesitaba una motivación poderosa. Yo creía en la evolución y no reconocía la existencia de un Creador. Por otra parte, no podía negar que lo que estaba estudiando me parecía lógico y razonable.

¡Cómo deseaba que mi novio analizara estas cosas conmigo! Pero él nunca accedió a hacerlo. Finalmente, un día me dijo: “Tengo miedo de hacerlo”. ¡Qué cobarde! Comencé a dudar de que realmente me amase. ¿Y yo? ¿No podía ser que estuviese enamorada solo del amor mismo?

Un punto de viraje

En mayo de 1972, cuando asistí por segunda vez a una reunión pública de los testigos de Jehová, la señora Satogami me presentó a otra joven que estudiaba la Biblia con ella. Simpatizamos y le prometí que ese mismo día, más tarde, iría a visitarla. Camino de su casa me caí y me torcí el tobillo. Esto me obligó a pasar la noche en su casa.

Esa noche tomé por casualidad un libro de su estantería. Se titulaba ¿Llegó a existir el hombre por evolución, o por creación? Me interesé en su contenido. Aunque la cortina de la ventana estaba corrida, penetraba una tenue luz procedente de la calle. Me acomodé detrás de la cortina, procurando con sumo cuidado que la luz que entraba no diese sobre mi amiga, que ya estaba acostada, y comencé a leer el libro.

¡Qué libro tan maravilloso! En muchas ocasiones tuve que interrumpir la lectura por causa de las lágrimas. Cuando amaneció, casi lo había leído por completo. No podía retener mis lágrimas. ¡La teoría de la evolución estaba equivocada! ¡Existía un magnífico Creador del universo y de la humanidad! Esa fue la noche más enternecedora que jamás he experimentado en mi vida. ¡Dios existe! La evidencia lógica está al alcance de la mano. ¿Cómo podía retenerme por más tiempo de servir al Dios Todopoderoso?

A medida que comencé a asociarme con quienes tenían el mismo deseo de servir a Dios, lo que antes me parecía tan agradable —ir de copas y perder el tiempo en conversaciones vacías— ahora me parecía vano. Me molestaba mucho el lenguaje sucio de mis amigos y sus fanfarronadas sobre aventuras obscenas.

A nivel personal, la plantilla de editores y compañeros dibujantes eran buenas personas. Pero la oleada del espíritu permisivo satánico había arremetido contra el mundo de las historietas y lo había erosionado. La gente habla de la abundancia de su corazón. (Mateo 12:34.) Las historietas inmorales reflejan los valores morales de quienes las hacen. ¿Quién podría negar, justificadamente, que Satanás ha empleado con sutileza algunas historietas como arma poderosa para estimular el comportamiento violento e inmoral? Yo misma tenía que reconocerlo, pues semana tras semana había promovido el pensamiento inmoral a través de mis historietas.

Como me conocía a mí misma, decidí que era imposible poner a Dios en primer lugar en mi vida si continuaba siendo una dibujante de historietas popular. Me presenté ante la Dirección y les dije que dejaba el trabajo. También puse fin a las relaciones con mi novio.

El camino hacia la felicidad

La serie titulada Felicidad concluyó en diciembre de 1972 con una secuencia en la que Shima daba comienzo a una nueva vida llena de esperanza. Una semana después de haber completado la serie, yo también di comienzo a un nuevo modo de vivir. Me bauticé en símbolo de mi dedicación a Jehová Dios.

En junio de 1973, finalizado mi contrato, dejé mi trabajo de dibujante, y en septiembre de ese mismo año emprendí el ministerio de tiempo completo como testigo de Jehová. Entretanto, tuve el gozo de ayudar a dos de mis ayudantes a aprender el camino que conduce a la verdadera felicidad. Desde el año 1975 he dedicado más de 140 horas mensuales al ministerio cristiano.

¿Ha sido este el camino de la felicidad? Ya no tengo grandes ingresos, pero tengo una satisfacción que no tenía como dibujante. Trabajo ayudando a otras personas a encontrar el camino que conduce a la felicidad duradera, un trabajo mucho más creativo que el de dibujante. Además, ahora estoy rodeada de compañeros creyentes que manifiestan verdadero afecto fraternal. Sobre todo, tengo el maravilloso privilegio de conocer y servir al Gran Creador del universo y la esperanza de alabarle para siempre en una Tierra paradisíaca.—Según lo relató Yumiko Fujii.

[Fotografía en la página 24]

Al ganar un premio para dibujantes de historietas noveles, me introduje en el mundo de los artistas consagrados del género

[Fotografía en la página 26]

Ahora participo en la obra de predicación de los testigos de Jehová

[Ilustración en la página 23]

Los personajes que creé figuraban en la portada de una importante revista de historietas

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