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  • La era del vapor no ha desaparecido

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  • ¡Despertad! 1988
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¡Despertad! 1988
g88 8/3 págs. 14-17

La era del vapor no ha desaparecido

¡T-U-U-T! Un silbato rompe el silencio de la campiña de Sussex (Inglaterra). ¡Jiss-sss! ¡Chug-chug-chug! Entonces, de un depósito cercano emerge un gigante mecánico bañado en una nube de vapor.

No, no estoy soñando. Estamos en la década de los ochenta. Voy a viajar en tren desde Sheffield Park hasta Horsted Keynes, a unos siete kilómetros hacia el norte. En mi viaje, una locomotora de vapor va a tirar de los vagones.

La fascinación del vapor

Las locomotoras de vapor estuvieron en auge hace unos cincuenta años. Desde entonces, en la mayoría de los países se han impuesto las locomotoras de motor diésel y eléctricas. Pero en la actualidad, los trenes de vapor aún atraen a la gente común, y según el libro Railways for Pleasure, Gran Bretaña tiene el mayor porcentaje de entusiastas del ferrocarril de cualquier país del mundo. Hay unos cuatro millones de hombres, mujeres y niños que “se interesan por el ferrocarril, particularmente por los trenes de vapor, de un modo más que pasajero”. ¿Por qué?

Desde que un inglés de Cornualles, Richard Trevithick (1771-1833), se valió de la energía del vapor para transportar mercancías, los partidarios de la tracción por vapor han considerado la locomotora como “una de las máquinas más bonitas y románticas que jamás se han construido”, “la más evocadora de las creaciones del hombre”. Es una “fuente de emoción tanto para los entusiastas como para el profano”. Desde los primeros días del tren en Gran Bretaña, cuando en 1825 se abrió la línea de Stockton a Darlington con la Locomotion, de George Stephenson, los entusiastas han viajado “sencillamente por el placer de viajar”. Pero, ¿qué hace tan atractivo lo que para otros es un medio de transporte anticuado?

En el caso de los que tienen suficiente edad como para recordar los trenes de vapor, la nostalgia es un factor importante. En el de los que son demasiado jóvenes como para haber viajado en estos trenes, es la novedad de montarse tras esos ruidosos gigantes del ferrocarril de tiempos pasados. En el prólogo del libro Symphony in Steam, O. S. Nock atribuye este interés “al sentimentalismo que todos tenemos”. La revista Railway World concuerda, y describe al entusiasta del ferrocarril como “un romántico incurable”. Pero, ¿dónde radica la atracción? “Uno puede ver y sentir la fuerza y la energía de una locomotora de vapor —explica un entusiasta del vapor—. Se parece más a una cosa viva.” Otro declaró: “En lo que a mí respecta, es el olor”.

Conservación de los trenes de vapor

En agosto de 1968 se puso fin a las locomotoras de vapor de la red nacional de ferrocarriles británicos. Como el rendimiento térmico raras veces excedía del 6%, las locomotoras de vapor dieron paso a otras de tracción más efectiva. Los depósitos que albergaban estas famosas locomotoras se hicieron obsoletos. Cientos de estas se vendieron para el desguace. La edad del vapor llegaba a su término. Sin embargo, los planificadores del ferrocarril no contaron con el apasionado interés de los entusiastas. Según el escritor Brian Hollingsworth, estas eran personas “cuyo sentido de privación por la desaparición de los trenes que tanto les emocionaban les inspiró la idea de intentar conservar algo del ambiente de los viejos tiempos”. ¿Qué hicieron al respecto?

Algunos compraron depósitos en desuso. Uno de estos, en Carnforth, al norte de Inglaterra, ahora alberga un museo del vapor de 15 hectáreas. Para deleite de los visitantes, varias locomotoras de vapor arrastran por turno vagones en un trayecto corto. Pero el objetivo de muchas sociedades británicas para la conservación del ferrocarril es conseguir viajes de placer en trenes de vapor por las mismas vías que estos usaron en el pasado.

La atención de los entusiastas se dirigió a un cementerio de locomotoras del sur de Gales que se convirtió en lo que el periódico The Sunday Telegraph llamó “una meca para los entusiastas del vapor”. Para 1983, de las cuatrocientas máquinas que originalmente se habían vendido para el desguace, se habían rescatado una cuarta parte para su conservación. La revista Steam Railway informa: “Puede que la novedad de rescatar locomotoras del cementerio de Barry haya disminuido en años recientes, pero aún sigue”. Confirman este hecho las noticias según las cuales, para septiembre de 1985, solo quedaban treinta máquinas sin vender, y “todas, menos una, tienen un comprador en perspectiva”.

Restaurar una locomotora de vapor no es una tarea fácil ni barata. A un precio de 15.000 dólares (E.U.A.), pocos pueden comprar su propia locomotora, y el trabajo de restauración puede añadir otros 30.000 dólares (E.U.A.) al gasto. Sin arredrarse por ello, equipos de entusiastas compran sus máquinas y trabajan durante los fines de semana y otros ratos libres a fin de restaurarlas. Para 1983, habían restaurado unas mil locomotoras de vapor. Con el objetivo de hacer que los trenes de vapor vuelvan a funcionar, las cien sociedades para la conservación del ferrocarril de Gran Bretaña ahora disponen de 369 kilómetros de vías. De estas, la línea Bluebell es la pionera entre las líneas privadas de anchura convencional.

Un viaje en la línea Bluebell

El billete que recibo para ir de Sheffield Park a Horsted Keynes es de ida y vuelta. Desde el andén de la estación miro hacia el depósito y veo la locomotora de clase 0415, número 488, aún envuelta en una nube de vapor, salir despaciosamente. Todo lo que me rodea son recuerdos de la era victoriana. Un pequeño museo recuerda el auge de la era del vapor con grabados en vidrieras de colores de sus pioneros: James Watt, George Stephenson e I. K. Brunel. En él se pueden contemplar viejos billetes, uniformes, horarios, focos de locomotora y las banderas que usaban los jefes de estación de la época.

La número 488, ya unida a los vagones, encabeza el tren. El semáforo da paso. El jefe de estación hace sonar su silbato y ondea su bandera verde. La locomotora da su enérgica respuesta: ¡T-U-U-T! El tren se pone en marcha y aumenta de manera paulatina su velocidad. Imperceptiblemente al principio, luego de modo muy rítmico, se siente el suave movimiento de arriba abajo, familiar a los pasajeros de trenes de vapor. El traqueteo que se oye a medida que pasamos por las juntas de las vías se hace más rápido. La locomotora va subiendo la suave pendiente echando bocanadas de humo.

Dejamos la estación atrás, y nuestro tren toma una ruta a través del campo primaveral, disminuye su velocidad al remontar una pendiente más empinada y cruza verdes trigales. Sigue su marcha, ahora bajo un puente de ladrillos, luego sobre una carretera. Su silbato suena como advertencia al tomar la curva, y el tren se adentra en un bosque, con la columna de humo que indica su dirección. Ahora marchamos por entre una hermosa alfombra de campanillas y ranúnculos, lo cual explica el nombre de esa línea: Bluebell (campanilla, en inglés). Luego se produce un movimiento de vaivén a medida que la máquina sube con esfuerzo la última loma antes de llegar a la estación de Horsted Keynes. Pasamos otro semáforo y, unos veinte minutos después de nuestra partida, entramos majestuosamente entre los dos andenes principales.

Ahora hay tiempo para visitar rápidamente los edificios restaurados de la estación, parar un momento en el bar y volver a subir al tren para el viaje de regreso. La máquina ha terminado sus maniobras y ya se ha acoplado en el otro extremo del tren para el rápido descenso de regreso a Sheffield Park.

Varios escolares esperan su primer viaje en tren de vapor y se apiñan alrededor de los pasajeros que están bajando. Entre ellos hay adultos que llevan cámaras fotográficas y de vídeo, decididos a dejar constancia de que la era del vapor aún está ahí.

¿De nuevo una línea regular de ferrocarril de vapor?

El éxito de las líneas privadas ha influido en la red de ferrocarriles estatales, la British Rail. Algunos de los viejos gigantes de vapor, de brillante colorido, actualmente encabezan trenes especiales para excursiones en las líneas regulares de ferrocarril. Por ejemplo: la locomotora Mallard, de color azul oscuro, famosa por alcanzar la velocidad récord de 203 kilómetros por hora en 1938, y conservada desde 1963 en el museo National Railway, de York, recientemente se puso de nuevo en funcionamiento para uno de estos viajes.

La conservación de líneas regulares de vapor está en el corazón de todos los entusiastas. Durante los fines de semana se apiñan por centenares en los andenes de la estación a la espera del excitante rugido de un expreso de vapor. Los cuellos se estiran y giran a medida que los trenes pasan con gran estruendo, dando evidencia de que la era del vapor no ha desaparecido.—Por el corresponsal de ¡Despertad! en Gran Bretaña.

[Fotografía en la página 17]

Arriba: Réplica de la locomotora Locomotion, construida por George Stephenson & Co. en 1825 para el primer tren de vapor público

[Reconocimiento]

Beamish North of England Open-Air Museum

[Reconocimiento en la página 15]

Beamish North of England Open-Air Museum

[Reconocimiento en la página 16]

Fotos: Línea Bluebell (Inglaterra)

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