El glaucoma: disminución gradual e inadvertida de la vista
ELLA es una mujer de poco más de sesenta años, inteligente y activa. Ha trabajado felizmente en su cocina por más de veinte años y conoce a la perfección cada palmo de ella.
Pero hoy, después de dejar algo sobre la encimera de la cocina, fue a darse la vuelta y se golpeó en la cabeza contra la puerta abierta de un armario. Murmuró entre dientes acerca del riesgo de distraerse, pero solo unos minutos más tarde tropezó con un par de zapatos que estaban junto a la puerta trasera.
No se trata de una distracción ni de una repentina falta de coordinación. Es el glaucoma, que gradualmente está mermando su campo visual. Si no se somete a un tratamiento, es posible que pierda la vista por completo. Pero el glaucoma puede detenerse e incluso prevenirse. ¿Cómo?
El maravilloso ojo humano
Para empezar, necesitamos entender algo acerca de las características del ojo. El ojo es una esfera de tejido fibroso llena de un líquido transparente. La membrana opaca de color blanco que la cubre es la esclerótica. A través de la córnea, una membrana transparente, se puede ver el iris, un tejido de apariencia delicada que da a los ojos su color. La luz entra en el ojo a través de la pupila, la abertura oscura que se halla en el centro del iris.
Detrás de esta se encuentra el cristalino, de forma lenticular y con una estructura fibrosa, pero transparente. Mediante pequeños músculos, el cristalino puede cambiar de forma para enfocar la imagen sobre la retina, túnica de células sensibles a la luz situada en la parte más interna del ojo. Para que el globo ocular funcione apropiadamente, debe conservar su transparencia interna y mantener su esfericidad.
El ojo no está vacío. El Creador lo ha dotado de sustancias que se autorregeneran continuamente. La mayor parte de la cavidad ocular, entre el cristalino y la retina, está ocupada por un líquido transparente y gelatinoso llamado humor vítreo. La parte anterior del ojo, entre el humor vítreo y la córnea, contiene el llamado humor acuoso. El iris divide esta parte acuosa en dos compartimentos: la cámara anterior y la posterior.
Ubicado detrás del iris, el cuerpo ciliar produce continuamente este fluido. El líquido permanece bajo una ligera presión, que puede sufrir alguna variación con los cambios normales del cuerpo. Este líquido fluye gradualmente a través de la pupila hasta la cámara anterior, y de ahí al borde del iris. Entonces pasa por un filtro de tejidos y sale por un conducto de drenaje.
Pero, ¿qué ocurriría si por alguna razón se obstruyera la pupila, el filtro de tejidos o el conducto de drenaje? Cuando la cantidad de líquido que entra en el ojo excede a la que sale, la presión comienza a aumentar. El humor acuoso presiona contra el humor vítreo. A su vez, este presiona con fuerza cada vez mayor sobre los vasos sanguíneos y las células fotorreceptoras de la retina.
Las fibras nerviosas de estas células concurren en la parte posterior del globo ocular, donde forman el nervio óptico o papila. Al no haber células ópticas en esta zona, constituye un pequeño punto ciego. A medida que aumenta la presión, disminuye la cantidad de sangre que llega al ojo. La suave papila óptica de color rosado se vuelve pálida e irregular, y su centro acopado se agranda. Como no reciben suficiente sangre, las células ópticas pierden su sensibilidad y mueren. El punto ciego aumenta, mientras que el campo visual disminuye. Este daño irreversible continúa progresando lentamente por años.
Un mal muy común que pasa inadvertido
El glaucoma crónico, ocasionado por el deterioro del drenaje del humor acuoso, representa entre el setenta y el noventa y cinco por ciento de todos los casos de glaucoma. Quienes lo sufren pueden ver y leer bien por algún tiempo, pues las células del centro del ojo son las últimas en ser atacadas. Normalmente no se experimenta ningún síntoma en las primeras etapas.
A medida que el glaucoma crónico aumenta inadvertidamente, quizás la persona se queje, con cierta imprecisión, de ojos cansados o llorosos, o tal vez piense que necesita gafas nuevas. Más tarde, tal vez observe un halo alrededor de las fuentes de luz y sienta algún dolor alrededor de los ojos. Pero en muchos casos no hay advertencia alguna hasta que la pérdida de visión periférica ocasiona tropiezos inexplicables. Por último, incluso la visión central empeora notablemente. Para entonces, el glaucoma habrá mermado de forma considerable el campo visual del enfermo.
El glaucoma agudo representa aproximadamente el diez por ciento de los casos que se informan en Estados Unidos. Principalmente son las personas mayores las que sufren de esta enfermedad, pues el cristalino aumenta con la edad, en especial si se sufre de cataratas. Cuando el ojo tiene una cámara anterior pequeña y un ángulo estrecho entre la córnea y el iris, el cristalino se agranda y se mueve paulatinamente hacia adelante, obstruyendo el fluido del humor acuoso a través de la pupila. La presión en la parte posterior del iris aumenta, haciéndolo protuberar, con lo que se obstruye por completo el sistema de drenaje situado entre el ángulo y el conducto.
La sintomatología del glaucoma agudo casi nunca coincide con la del crónico. En lugar de un aumento paulatino de la presión, se manifiesta por un ataque repentino de dolor intenso, acompañado a veces de vista nublada, náuseas y vómitos. ¡Esta es una situación de verdadera emergencia médica! Si no se alivia la presión en el plazo de 48 a 72 horas, pudiera producirse un daño permanente en la red (de drenaje) trabecular y, a su vez, un daño irreparable al nervio óptico.
En otros tipos de glaucoma, la red trabecular puede obstruirse debido a inflamación, enfermedad o desprendimiento de pigmento del iris. Un traumatismo, como un golpe en el ojo, también puede provocar glaucoma. En algunos niños, el glaucoma es congénito, y deben recibir tratamiento durante su infancia. Debido a que no pueden ver ni leer tan bien como los demás niños, a veces se piensa erróneamente que tienen problemas de aprendizaje.
Lo más importante: el diagnóstico precoz
Un aspecto positivo acerca del glaucoma es que casi todos los casos pueden tratarse si se diagnostican con suficiente antelación. Por lo tanto, es imprescindible hacerse exámenes periódicos de la vista, especialmente después de los cuarenta años de edad.
Uno de los métodos para comprobar la presión interna del ojo es el siguiente: en primer lugar, el médico anestesia el ojo con unas gotas apropiadas; entonces, apoya suavemente un instrumento llamado tonómetro sobre la córnea. Al presionar suavemente dicho instrumento sobre la córnea, se puede medir la presión interna del ojo. Este es el test básico para detectar el glaucoma. Pero no siempre es suficiente para asegurar que no se padece la enfermedad.
“Pensé que tenía algo en el ojo —cuenta una mujer de mediana edad—. Me arrancaba las pestañas porque creía que me causaban irritación. Entonces comencé a sentir una sensación de hormigueo en la cabeza, y me empezaron a doler los ojos.” Esta mujer fue examinada por el médico de la familia, por un oftalmólogo, que comprobó la presión ocular, y por un neurólogo. Todos ellos atribuyeron los síntomas a algún trastorno nervioso.
Ella y su marido buscaron la opinión de otro oftalmólogo, quien la sometió a una serie de pruebas. Una prueba inductora —beber un litro de agua de una sola vez— elevó la presión ocular lo suficiente como para reproducir los síntomas. Se le diagnosticó un glaucoma agudo avanzado y se pudo salvar la vista.
¿Por qué no pudo diagnosticar el glaucoma el primer oftalmólogo? En primer lugar, porque la presión ocular puede sufrir alteración durante el mismo día o en el mismo mes. Y en segundo lugar, porque aun a presiones normales, algunas personas pueden sufrir los efectos del glaucoma. La única manera de determinar que no se padece la enfermedad es mediante una serie de pruebas.
“Existen tres factores de máxima importancia para diagnosticar el glaucoma —explica un oftalmólogo—. Estos son: la presión ocular, el aspecto del nervio óptico y el campo visual. Si los tres presentan anomalías, entonces nos preguntamos: ‘¿De qué tipo de glaucoma se trata?’.”
Si se diagnostica el glaucoma, el oftalmólogo tal vez examine el borde del iris y mida el espesor de ambas cámaras acuosas. También le preguntará al enfermo acerca de su estado general de salud, ya que este afecta considerablemente a los ojos. Un ejemplo de esto es la hipertensión. “Toda persona con antecedentes de glaucoma en la familia debería examinarse los ojos antes de someterse a tratamiento para disminuir la presión sanguínea”, dice un médico. ¿La razón? La presión sanguínea elevada aumenta la presión ocular. El enfermo sufre de irritación ocular, pero esto se debe a que los cambios de presión sanguínea y ocular están interrelacionados.
“Conozco a una mujer que tuvo que ser hospitalizada debido a una crisis de hipertensión —continúa diciendo el médico—. Le dolían los ojos, de manera que se llamó a un oftalmólogo. Él trató rápidamente el glaucoma mediante cirugía láser. La presión ocular descendió inmediatamente, y lo mismo ocurrió con la presión sanguínea.” Si los médicos hubieran reducido primero la presión sanguínea, esta mujer podría haberse quedado ciega. La elevada presión ocular pudiera haber impedido que llegara la sangre necesaria hasta el nervio óptico.
Avances en el tratamiento del glaucoma
Siempre que se trata el glaucoma, lo que se intenta es reducir la presión dentro del ojo para impedir que se dañe el nervio óptico. En los últimos años se han hecho grandes avances en esta clase de tratamiento. A menudo, se puede tratar el glaucoma crónico mediante el uso diario de colirios especiales. Puede que también se receten algunos medicamentos orales que disminuyan la producción de humor acuoso o que aumenten su drenaje. En otras ocasiones hace falta someterse a tratamiento quirúrgico. Hay un tipo de tratamiento mediante rayo láser, sin necesidad de hospitalización, que mejora sensiblemente el drenaje, llegando a reducir la presión hasta en un veinticinco por ciento en la mayoría de los casos.
Para el glaucoma agudo, los medicamentos solo proveen alivio temporal. Pero se puede aliviar la presión de manera permanente mediante iridotomías, incisiones en el iris. Hoy en día, esto se puede hacer en solo unos minutos. El oftalmólogo anestesia los ojos con unas gotas; entonces, mediante un láser, hace unas pequeñas, aunque visibles, perforaciones en el iris. A menudo puede ver brotar el líquido a través del primer orificio que se hace.
Se han desarrollado técnicas quirúrgicas especiales para tratar las formas más raras de glaucoma. Cuando se sufre de glaucoma neovascular, un exceso de vasos sanguíneos obstruye el sistema de drenaje. El oftalmólogo tal vez utilice un láser para destruir parte del tejido que produce el humor acuoso, o quizás implante unos pequeños tubos que permitan que el líquido rodee el sistema de drenaje. También podría utilizar ultrasonido, criocirugía (por congelación) o láser para alterar el borde de la retina de manera que aumente el flujo de sangre en esa zona y los vasos sanguíneos que causan la obstrucción se contraigan. El número de casos de glaucoma que no puede tratarse constituye un porcentaje muy pequeño.
Cómo proteger su vista
El cuidado preventivo es indispensable. Examínese los ojos cada dos años. Si usted tiene más de cuarenta años y entre sus antecedentes figura algún factor de alto riesgo —como diabetes, cataratas, inflamaciones en los ojos, miopía extrema, trastornos en las arterias coronarias—, o existe algún precedente de glaucoma en su familia, examínese los ojos por lo menos una vez al año.
No trate los síntomas a la ligera. Vaya a ver a un oftalmólogo inmediatamente.
Busque una segunda opinión si tiene dudas. Pregunte a sus amigos por oftalmólogos que conozcan y entérese de si están provistos de instrumental moderno. También pregunte si son concienzudos en sus exámenes.
¿Se le ha diagnosticado a usted un glaucoma? Siga cuidadosamente las instrucciones del médico. Una publicación médica informa que el principal obstáculo para contrarrestar el glaucoma es la falta de colaboración por parte del paciente.
Nunca falte a su cita con el médico. Casi todos los médicos programan reconocimientos para sus pacientes de glaucoma entre cada tres y seis meses, porque en ese tiempo los ojos pueden sufrir alteraciones considerables. Además, la mayor parte de los enfermos desarrollan tolerancia hacia los colirios después de más o menos un año, y, por lo general, necesitan que se les recete un nuevo medicamento.
Sea consecuente al tomar sus medicamentos. No los use si están pasados de fecha. Asegúrese de que cualquier otro médico que le trate sepa qué medicamentos está tomando por causa del glaucoma, especialmente si tiene problemas cardiacos. Lleve una tarjeta que indique que tiene glaucoma y en la que también figure el nombre de su oftalmólogo, así como información en cuanto a los medicamentos y las dosis que está tomando.
Recuerde: el glaucoma casi siempre puede ser vencido, mientras sepamos qué hacer y tomemos las medidas necesarias para protegernos.
[Diagrama en la página 15]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Humor vítreo
Humor acuoso
Pupila
Córnea
Iris
Cristalino
Cuerpo ciliar
Papila óptica
Retina
Esclerótica
[Fotografía en la página 17]
Optómetra haciendo una prueba para diagnosticar el glaucoma