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  • ¡Despertad! 1988
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¡Despertad! 1988
g88 22/12 págs. 5-8

Cómo se puede resolver el problema de los pobres

ALGUNOS líderes religiosos se expresan con tanta elocuencia sobre los problemas actuales, que la gente puede llegar a creer que saben muy bien el modo de mejorar las cosas. Sin embargo, si los políticos y los economistas no han sido capaces de solucionar los problemas, ¿podrán lograr algo los líderes religiosos mediante apoyar a los elementos revolucionarios?

Los líderes religiosos defienden su espíritu agitador, pero no todo el mundo está convencido de su sinceridad. Edmund Burke escribió: “Es un error bastante extendido suponer que los que más fuerte se quejan en defensa del público en general son los que tienen más interés en su bienestar”. ¿Cabe la posibilidad de que a esos líderes los motiven intereses nada afines al celo por la justicia?

La revista brasileña Veja afirma lo siguiente: “En realidad, lo que la Iglesia desea es poder [...]. El hecho de que las riquezas del mundo estén tan concentradas en países protestantes, budistas y hasta ateos, obliga a la Iglesia a tratar de recobrar el poder a través de los pobres del Tercer Mundo”.

Pero aun admitiendo que a nivel individual los clérigos no busquen ventajas personales, ¿saldrán verdaderamente beneficiados los pobres si apoyan un movimiento de liberación que respalda el activismo social? ¿Es esa la manera de resolver el problema de los pobres?

Un patrón establecido para los cristianos verdaderos

¿Qué ejemplo puso Jesucristo, aquel a quien todos los cristianos verdaderos están obligados a imitar? Mientras estuvo en la Tierra, no se envolvió en reformas sociales ni se apartó de su comisión de hablar a otros acerca del Reino de Dios. (Lucas 4:43; Juan 6:15.) Hasta el papa Juan Pablo II, mientras trataba el tema del activismo social, dijo: “En los Evangelios se ve claramente que para Jesús, cualquier cosa que hubiese alterado su misión como el Siervo de Yahweh [Jehová] era una tentación”.

Esto no significa que Jesús no reconociera las necesidades de los pobres. Sí lo hacía. La Biblia dice que cuando vio a las muchedumbres, “se compadeció de ellas, porque estaban desolladas [u hostigadas] y desparramadas como ovejas sin pastor”. (Mateo 9:36.) Además, a los que desearan seguirle les extendió la siguiente invitación: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré”. (Mateo 11:28.)

Así es como habla del Reino de Cristo una profecía bíblica: “Él librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador. Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará. De la opresión y de la violencia les redimirá el alma, y la sangre de ellos será preciosa a sus ojos”. (Salmo 72:12-14.)

Por consiguiente, los que quieren imitar a Jesús deben sentir gran compasión por los pobres y tratar de ayudarlos. ¿Pero cómo? En vista de que Jesús reconoció que el mundo actual está bajo el control de Satanás el Diablo, no trató de reformarlo. (Lucas 4:5-8; Juan 12:31; 14:30; 18:36.) No obstante, sí ayudó a los pobres mediante darles instrucción que les ayudaría a enfrentarse a los problemas de la vida.

Jesús enseñó a sus discípulos a ser personas emprendedoras, en imitación de su propio ejemplo y el de su Padre. “Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora, y yo sigo trabajando”, dijo Jesús. (Juan 5:17.) A los seguidores de Cristo también se les instruyó a cuidar de sí mismos y de sus familias por medio de ser virtuosos, honrados e industriosos. (Filipenses 4:4-8; 1 Tesalonicenses 4:11, 12.) Pero esto solo era en preparación de algo mejor: la realización de las bendiciones del Reino de Dios.

El Reino de Dios es la única solución

Jesús presentó el Reino de Dios como la única solución realista y duradera para el problema de los pobres y de toda otra persona. ¿Qué opina usted al respecto? ¿Por qué hablan tan poco del Reino de Dios los defensores de la teología de la liberación?

La verdad es que han perdido la fe en las promesas bíblicas sobre el Reino de Dios. Sin embargo, cuando Jesús enseñó a sus seguidores que orasen para ‘que viniese el Reino de Dios y se hiciese Su voluntad en la Tierra como en el cielo’, no estaba dando una esperanza ilusoria. Esa oración recibirá una respuesta. El Reino de Dios es un gobierno real. Usted puede tener el convencimiento de que Cristo jamás hubiera engañado a sus devotos seguidores enseñándoles a orar por algo que nunca iba a acontecer. (Mateo 6:9, 10.)

El apóstol Pedro fue bendecido con una vista por anticipado de este gobierno celestial. Eso ocurrió con ocasión de la transfiguración de Jesús ante Pedro y otros dos apóstoles en una montaña elevada. Por eso, muchos años después, Pedro pudo escribir: “No, no fue siguiendo cuentos falsos artificiosamente tramados como les hicimos conocer el poder y la presencia de nuestro Señor Jesucristo, sino por haber llegado a ser testigos oculares de su magnificencia”. (2 Pedro 1:16-18.)

En una visión, Pedro pudo ver a Cristo gobernando en ese Reino de Dios. “Por consiguiente —continúa Pedro—, tenemos la palabra profética [sobre el Reino, mediante profetas como Isaías y Daniel] hecha más segura.” (2 Pedro 1:19.) Por ejemplo: el profeta Daniel registró una visión de la instalación de Cristo como Rey, cuando le “fueron dados gobernación y dignidad y reino”. Daniel pasó a decir: “Su gobernación es una gobernación de duración indefinida que no pasará, y su reino uno que no será reducido a ruinas”. (Daniel 7:13, 14.)

¿Qué dice “la palabra profética” que les sucederá a los gobiernos humanos actuales cuando venga el Reino de Dios en respuesta a las oraciones de los seguidores de Cristo? Lea lo que se predijo por inspiración en Daniel 2:44: “En los días de aquellos reyes [los gobiernos que existen actualmente] el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas [el Reino por el que Cristo enseñó a sus discípulos a orar]. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos [gobiernos humanos actuales], y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”.

Verdaderamente, el Reino de Dios es la única esperanza de la humanidad para resolver el problema de los pobres. Se ha demostrado que el hombre es incapaz de gobernar bien a su prójimo. La historia revela que “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”, sin importar el tipo de gobierno que se haya probado. Como indicó hace mucho tiempo la Palabra de Dios: sencillamente, al hombre no le pertenece gobernarse a sí mismo sin contar con Dios. (Eclesiastés 8:9; Jeremías 10:23.)

Por otro lado, puede estar seguro de que las abundantes bendiciones descritas en la “palabra profética” de Isaías se cumplirán. Allí dice: “Ciertamente edificarán casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. [...] No se afanarán para nada, ni darán a luz para disturbio; porque son la prole que está compuesta de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos. Y realmente sucederá que, antes que ellos clamen, yo mismo responderé; mientras todavía estén hablando, yo mismo oiré”. (Isaías 65:21-24.)

Para impartir estas bendiciones, Jehová Dios no utilizará ningún esfuerzo ni movimiento humano, ni siquiera la teología de la liberación. Él va a hacer que su gobierno celestial asuma el poder, reúna a toda la humanidad obediente y traiga justicia y prosperidad. De modo que tenga presente el Reino de Dios. Póngalo en primer lugar en su vida. Sí, “mejor es refugiarse en Jehová que confiar en el hombre terrestre”. (Salmo 118:8; Mateo 6:33.)

[Ilustración en la página 7]

El Reino de Dios resolverá los problemas de los pobres

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