Los jóvenes preguntan...
¿Cómo puedo enfrentarme al prejuicio racial?
El museo estaba a unos pocos kilómetros de su casa, y como los dos niños, de tan solo once años, solo disponían del dinero justo para pagarse la entrada, habían optado por ir caminando.
Para llegar a su destino, tenían que cruzar una calle grande que servía de frontera entre los negros y los blancos de la ciudad. Cuando vieron que habían atravesado esa línea divisoria sin ningún contratiempo, empezaron a sentirse más tranquilos y a disfrutar del sol estival. Pero sin saber de dónde, apareció un gran grupo de jóvenes blancos que empezó a perseguirlos. Los jóvenes blandían palos, proferían insultos raciales y gritaban: “¡A ellos! ¡A ellos!”.
PREJUICIO racial. Las noticias indican que este es un problema mundial. Es común oír quejas de discriminación racial tocante a vivienda, empleo y tratamiento médico.
Por eso, es posible que más tarde o más temprano tengas que enfrentarte al prejuicio racial. Por ejemplo: algunos jóvenes son víctimas de prejuicios en la escuela: se ven sometidos a un sinfín de insultos raciales y son tratados con menosprecio por los maestros. “Mi maestro me pone en ridículo delante de la clase —dice un joven judío—. Saca a colación viejos prejuicios y creencias. Además, en clase no me hace ningún caso.” Una adolescente llamada Pamela dice: “En nuestra escuela el prejuicio es una epidemia; cada vez que tenemos una asamblea, los negros se sientan en un lado del auditorio y los blancos, en el otro”.
Trena, joven de quince años de edad nacida de un matrimonio interracial, muchas veces se siente presionada por todos lados debido al prejuicio. Ella dice: “Si me asocio con los negros, los estudiantes blancos piensan que no quiero estar con ellos. Pero si me asocio con los blancos, entonces los negros creen que me considero mejor que ellos”.
Cómo se sienten las víctimas del prejuicio
Quizás tú también hayas pasado por la experiencia de que no te acepten para un trabajo, no se te permita matricularte en la escuela que deseas, te traten con falta de educación en una tienda o un restaurante o te hostiguen tus compañeros. En ese caso, sabrás que el prejuicio duele. Lucy, una joven de diecisiete años, dice: “El prejuicio me encoleriza”. Como es de ascendencia hispana, conoce bien la frustración que ocasiona el prejuicio. “Estudio y saco buenas notas en la escuela, pero nunca me lo toman en cuenta. Si un blanco hace un buen trabajo, mi profesor lo alaba. Pero no importa cuán arduamente trabajes, si no eres blanco, lo que has hecho nunca está bien del todo.”
Otros jóvenes reaccionan al prejuicio con resignación. Una adolescente negra dice: “La mayoría de los estudiantes de mi escuela son blancos, pero me llevo bastante bien con ellos. Es cierto que me insultan, aunque no me importa mucho, porque ahora ya estoy acostumbrada”.
Sin embargo, hay quienes permiten que los comentarios cortantes y las actitudes de menosprecio de otros aplasten su amor propio. Un joven dice: “Mi padre y mi madre eran de razas diferentes. Durante mi niñez y mi juventud, me he visto menospreciado tanto por unos como por otros. Como consecuencia, he sufrido mucho daño mental y emocional. Puedo recordar ocasiones en que me avergoncé de mi color”.
Cómo hacer frente al prejuicio
Es comprensible que el prejuicio racial haga brotar sentimientos de ira, un deseo de venganza, de desquitarse, de rebelarse. “La mera opresión puede hacer que un sabio se porte como loco”, dice Eclesiastés 7:7. Pero aunque los movimientos revolucionarios violentos pueden sacar a la luz las injusticias y en algunos casos hasta proporcionar cierta medida de alivio, la historia indica que, como mucho, lo que tales movimientos consiguen solo es temporal. Además, “el odio es lo que suscita contiendas”. (Proverbios 10:12.)
De modo que responder al odio con más odio inevitablemente empeorará la situación.
La Biblia dice: “Lo que se hace torcido no se puede enderezar”. (Eclesiastés 1:15.) Para la gobernación humana ya no hay esperanza de enderezarse. (Jeremías 10:23.) Ni siquiera la reforma gubernamental más radical puede borrar las causas básicas del prejuicio: el egoísmo, la avidez y un deseo de autovanagloriarse. (Compárese con Santiago 3:13-16; 4:1-3.) Es tal como lo expresa un proverbio: “Aunque machaques al tonto [...], su tontedad no se apartará de él”. (Proverbios 27:22.) Así que aunque te levantes en contra de las instituciones, no conseguirás cambiar muchas cosas.
Entonces, ¿cómo debería reaccionar un joven cuando es tratado con prejuicio? A continuación se presentan algunas sugerencias:
Evita ser demasiado susceptible. Sensibilizado por experiencias pasadas, quizás tu tendencia natural sea la de ofenderte ante todo lo que huela a prejuicio. Sin embargo, la Biblia advierte: “No te des prisa en tu espíritu a sentirte ofendido, porque el ofenderse es lo que descansa en el seno de los estúpidos”. (Eclesiastés 7:9.) De modo que concede a los demás el beneficio de la duda. Tal vez la cuestión racial no tenga nada que ver con el asunto.
Trata de comprender la naturaleza del prejuicio. Proverbios 19:11 dice: “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera”. Intenta comprender que algunas personas llevan arraigada desde su infancia esa actitud de intolerancia. (Véase el artículo “¿Cómo puedo vencer mi prejuicio racial?”, que apareció en el número del 8 de noviembre de 1988 de la revista ¡Despertad!) Algo que también puede ayudarte es que hables del problema con un adulto comprensivo, quizás tus propios padres.
Recuerda por otra parte que “el mundo entero yace en el poder del inicuo” y que Satanás “ha cegado las mentes de los incrédulos” a fin de dividir a la humanidad. (1 Juan 5:19; 2 Corintios 4:4.) Si reconoces que las mentes de las personas yacen en el poder del inicuo, hasta quizás sientas compasión hacia los que actúan movidos por su crasa ignorancia.
No ‘devuelvas mal por mal’. El ser víctima de un insulto racial o tener que soportar “humor” racial de mal gusto puede producirte resentimiento. Una joven de dieciséis años llamada Tara recuerda: “Iba a una escuela donde la mayoría de los estudiantes eran blancos. Los chicos se susurraban el uno al otro, pero lo suficientemente alto como para que yo lo oyese, todo tipo de comentarios insultantes sobre mi raza”. A veces puede que la tentación de devolverles los insultos sea muy fuerte. Pero recuerda: los que hacen esos comentarios que duelen suelen querer que te enfades y te vengues, pues eso les daría una excusa para hacerte daño físico o causarte más daño verbal. ¡Qué apropiadas son las palabras de Proverbios 14:17: “El que es presto para la cólera comete tontedad”!
De modo que trata de mantenerte calmado. No olvides el consejo de un sabio de la antigüedad: “No hagas caso de todo lo que se dice”. (Eclesiastés 7:21, Versión Popular.) “Si les hubiese prestado atención —recuerda Tara—, me habrían vuelto loca. Pero no dejé que me afectase.” Así que ahoga el impulso de ‘devolver mal por mal’. (Romanos 12:17.) “No respondas a nadie estúpido conforme a su tontedad, para que no llegues a ser tú mismo también igual a él”, aconseja la Biblia. (Proverbios 26:4.) El ‘volver la otra mejilla’ por medio de no hacer caso de los abusos no significa cobardía, sino que, a la larga, resulta ser el proceder más práctico. (Mateo 5:39.) Con el tiempo, es posible que los que te atormentan se cansen de sus chiquilladas. Y “donde no hay leña, se apaga el fuego”. (Proverbios 26:20.)
Aprende cuándo es el momento de hablar. No todas las injusticias se pueden aguantar en silencio. Hay “tiempo de callar y tiempo de hablar”. (Eclesiastés 3:7.) Y tal vez sea sabio por tu parte el que tomes medidas para protegerte. Tara explicó a sus padres lo que le estaban haciendo pasar. Con el tiempo, pudo ir a otra escuela. Otra situación puede ser la de que haya alguien que constantemente te irrite con sus bromas raciales de mal gusto. Quizás esa persona no se dé verdadera cuenta de lo hiriente que puede ser su habla. El que de una manera amable y calmada se lo comentes al ofensor es posible que le haga cambiar.
No pierdas tu amor propio. Si otros no te estiman mucho, nunca olvides que Dios tiene ‘contados los mismísimos cabellos de tu cabeza’ y que para Él sí tienes valor. (Mateo 10:30.) No fundes tu amor propio en las opiniones de jóvenes impíos, sino en una amistad sólida con Dios. (Compárese con 1 Corintios 1:31.) Tus rasgos raciales, que pueden ser el blanco de las burlas de tus compañeros, manifiestan la enorme creatividad del Dios que “hizo de un solo hombre toda nación de hombres”. (Hechos 17:26.)
Por supuesto, solo Jehová es capaz de producir una sociedad que no haga distinción de razas, y eso es lo que pronto conseguirá mediante su gobierno celestial. (Daniel 2:44.) Mientras tanto, aplica los principios bíblicos lo mejor que puedas y trata de hacer frente a la situación. Disfruta de la asociación que se te brinda en las congregaciones de los testigos de Jehová, donde puedes estar con personas que se esfuerzan arduamente por librarse de los prejuicios raciales. No dudes en implorar a tu Padre celestial que te ayude cuando las cosas se pongan difíciles. Lucy dice al respecto: “Tengo que orar, y orar intensamente, para enfrentarme al prejuicio racial. Pero cuando tengo que aguantarlo, oro, y sé que Jehová está conmigo”.
[Fotografía en la página 14]
Algunos jóvenes piensan que en la escuela se les pasa por alto por causa del prejuicio racial