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  • ¿Estoy preparado para conducir?
  • ¡Despertad! 1989
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¡Despertad! 1989
g89 8/3 págs. 11-13

Los jóvenes preguntan...

¿Estoy preparado para conducir?

“UN JOVEN que no tenga permiso [de conducir] no está completo.” Seguro que muchos jóvenes comparten los sentimientos expresados por este adolescente. En muchos países apenas pueden esperar a sentarse al volante de un automóvil, por no decir más.

En el caso de muchos jóvenes, el permiso de conducir es un símbolo de categoría y madurez. Para ellos, poder conducir significa libertad, una menor supervisión por parte de sus padres. Significa movilidad, no tener que depender de los padres o hermanos mayores para ir a los sitios. Pero hay que admitir que no todos los jóvenes tienen buenos motivos para querer conducir. Por ejemplo: algunos desean conducir porque eso les abre posibilidades para tener aventuras románticas con el sexo opuesto. Y como observó el doctor Haim G. Ginott en su libro Between Parent & Teenager (Entre un padre y un adolescente), para algunos jóvenes, el disponer de un automóvil “representa [...] poder, velocidad y emoción”.

Sin embargo, si se conduce de una manera sensata y responsable, un automóvil puede ser una verdadera ventaja. Por ejemplo: muchos testigos de Jehová jóvenes dan buen uso a sus automóviles en su ministerio público. El disponer de un automóvil también permite a un joven hacer recados útiles para otros y ayudar a los que necesitan transporte a asistir a las reuniones cristianas.

Supongamos que tienes la edad legal para conducir. Has recibido instrucción en la conducción y estudiado cuidadosamente las normas de circulación. Bajo la dirección de tus padres (o de una autoescuela), has hecho algunas prácticas. Quizás hasta hayas aprobado el examen y te hayan concedido el permiso de conducir. ¿Significa todo esto que ya estás preparado para ello? No necesariamente.

Adolescentes al volante: las cifras hablan

El doctor Ginott hizo la siguiente observación: “Hay jóvenes que a los dieciséis años llevan el automóvil con habilidad y confianza; conducen mejor que sus padres. En contraste, hay otros que a los dieciocho años son tan inmaturos, que sería una irresponsabilidad dejarles el volante”.

Los hechos confirman la veracidad de esta alegación. El Statistical Abstract of the United States 1988 indica que de todos los conductores, tan solo el 10% tiene veintiún años de edad o menos. Sin embargo, este colectivo constituye un alarmante 20% de los conductores que han tenido accidentes automovilísticos mortales. Además, según el libro Driving High: The Hazards of Driving, Drinking, and Drugs (Conducir “colocado”: Los peligros de la conducción, la bebida y las drogas), en Estados Unidos los accidentes automovilísticos son la principal causa de muerte entre los jóvenes de dieciséis a diecinueve años de edad. Otros miles de jóvenes han quedado marcados o lisiados de por vida en accidentes automovilísticos.

Muchas de esas lesiones se podrían haber evitado si los conductores jóvenes hubiesen tomado la sencilla precaución de llevar puesto el cinturón de seguridad. Sin embargo, el doctor David Hochberg lamenta el hecho de que muchos jóvenes insisten en su “derecho” a conducir sin las trabas de las limitaciones impuestas para la protección de la vida. Hablando directamente a los jóvenes, Hochberg dice: “Estoy de pie junto a la camilla de los que sobreviven, determino las lesiones que tienen y planeo lo que hay que hacer. Formulo la pregunta que he formulado un centenar de veces: ‘¿Cómo es que no llevabas puesto el cinturón de seguridad?...’. Por un momento resurge su actitud bravucona y chula: ‘Tengo mis derechos, doctor’, contestan”.

Pero, con demasiada frecuencia, los “derechos” de los jóvenes chocan con los derechos que tienen otros a gozar de salud y felicidad. Un artículo publicado en la revista Car and Driver (Automóvil y conductor) informó sobre un estudio que indicaba que “hay más ocasiones en las que los conductores adolescentes matan a otros que en las que se matan a sí mismos. Más de la mitad de todas las personas muertas en accidentes de tráfico provocados por adolescentes eran, o bien los pasajeros del adolescente o bien los ocupantes del vehículo ‘no responsable’”. El artículo sacó en conclusión que, “en términos sencillos, los conductores adolescentes pueden ser vistos, razonablemente, como nada menos que una amenaza”.

Este funesto registro de conducción existe a pesar del hecho de que los jóvenes tienen reflejos más rápidos que los mayores, mejor vista, mejor oído, mayor agilidad manual y, a menudo, mejor comprensión de la mecánica de los automóviles. Obviamente, la destreza por sí sola no le convierte a uno en un conductor competente, ni tampoco el hecho de tener la edad legal para conducir y el conocimiento necesario para aprobar un examen de conducción.a

Por qué muchos jóvenes son malos conductores

El libro The Family Handbook of Adolescence (Manual familiar sobre la adolescencia) dice: “La aptitud física es una cuestión de relativamente poca importancia en la conducción. [...] Las facultades físicas casi siempre se desarrollan antes que la capacidad emocional”. Sí, parte del problema de los conductores jóvenes es la propia naturaleza de la juventud. Salomón dijo que “la hermosura de los jóvenes es su poder”, es decir, los jóvenes pueden tener mucha fuerza y habilidad. (Proverbios 20:29.) Pero, lamentablemente, muchas veces carecen de buen juicio. De hecho, por su modo temerario de conducir, algunos jóvenes han mostrado que la tontedad todavía está muy ‘atada a su corazón’. (Proverbios 22:15.)

Por eso, algunos tienden a ser negligentes, a conducir su automóvil por la emoción que les depara, a desafiar a otros y a aceptar desafíos. En las manos de esta clase de jóvenes, un automóvil es un arma asesina en potencia, y un permiso de conducir, una licencia para matar. Considera, por ejemplo, un accidente que tuvo un joven de diecisiete años de edad llamado Harvey que jugaba en el equipo de fútbol americano de su instituto. La primera noche que condujo solo, Harvey arrancó a toda velocidad en un paso de peatones... y atropelló a una mujer y a su hijo.

Su entrenador señaló cuál había sido la causa de esta tragedia: “Si me hubiesen preguntado a mí, les podría haber dicho que Harvey no estaba emocionalmente preparado para conducir. Tiene mal carácter en los vestuarios, y siempre está pinchando a los otros jugadores. Es un jugador con ansia de protagonismo y un provocador. Su actitud mental quedó expuesta en su manera de conducir tan pronto como dejaron de supervisarlo. El muchacho tenía que ser el primero en salir cuando el semáforo se pusiera en verde”.

Lamentablemente, muchos jóvenes con permiso de conducir tampoco están ‘emocionalmente preparados para ello’. En su libro Licensed to Kill (Con licencia para matar), Ronald M. Weiers citó de un estudio efectuado por una importante compañía de seguros de Estados Unidos entre conductores adolescentes. El estudio recalcó que “la actitud negligente, el desenfreno y la tendencia a ‘hacerse notar’ propia de la adolescencia” componen uno de los principales factores envueltos en muchos de los accidentes automovilísticos de conductores adolescentes.

Un hecho especialmente preocupante es el que haya tantos jóvenes que salgan a la carretera bajo los efectos del alcohol. Los datos más recientes recopilados en Estados Unidos indican que casi la cuarta parte de los conductores que tuvieron accidentes mortales por conducir bajo la influencia del alcohol eran menores de veintiún años. Los autores de la publicación How to Survive Your Adolescent’s Adolescence (Cómo sobrevivir a la adolescencia de su adolescente) explican: “El conducir en estado de embriaguez es particularmente común entre los adolescentes por tres razones: 1) no tienen experiencia con la bebida ni con la conducción, por lo que tienen menos base para tomar decisiones en uno u otro campo; 2) tratan de impresionar a sus amigos mediante mostrarles lo ‘maduros’ que son; 3) no creen que ellos puedan ser detenidos por conducir borrachos o que puedan tener un accidente; eso es algo que únicamente les sucede a otros. Pero los datos recopilados durante la última década muestran de modo muy concluyente que hasta el 60% de los que mueren en accidentes de tráfico por causa del alcohol son adolescentes”.

“¡No! ¡No puedes conducir!”

En vista de todos estos hechos, no es de extrañar que algunas personas hayan pedido a los gobiernos que eleven la edad mínima para sacar el permiso de conducir, y que hasta pidan que se prohíba a los jóvenes conducir a determinadas horas. Pero quizás lo que más importa es la decisión de tus padres al respecto.

Como conocen bien los peligros envueltos en que los adolescentes conduzcan, algunos padres rehúsan permitir a sus hijos que lo hagan, aunque tengan la edad legal para ello. Un padre dijo: “Nosotros no dejamos que nuestro hijo de dieciséis años conduzca. Leemos los periódicos y sabemos lo que sucede. No voy a morirme de preocupación cada vez que salga con el automóvil”.

Esta postura te puede parecer injusta e irrazonable. Al fin y al cabo, quizás tú seas un joven serio y cuidadoso, y no vayas por ahí arriesgando tu vida o la de los demás. El problema es cómo puedes convencer a tus padres de ello. En nuestro próximo número se considerará esta cuestión.

[Nota a pie de página]

a Aunque algunos países, como es el caso de Japón, tienen unas normas muy rigurosas, en Estados Unidos los permisos de conducir se conceden de una forma bastante rutinaria. El tipo de exámenes que llevan a cabo han sido considerados totalmente inadecuados.

[Fotografía en la página 12]

Un automóvil es un símbolo de prestigio, poder y emoción

[Fotografía en la página 13]

Conducido de forma inadecuada o negligente, un automóvil se convierte en un arma asesina en potencia

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