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  • La casa que edificó la codicia

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  • La casa que edificó la codicia
  • ¡Despertad! 1989
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¡Despertad! 1989
g89 8/8 págs. 9-10

La casa que edificó la codicia

“LA CODICIA es saludable. Se puede ser codicioso y aún así estar satisfecho consigo mismo.” Estas palabras formaron parte de un discurso presentado a los alumnos de una escuela comercial el día de su graduación, y se dice que fueron recibidas con carcajadas y aplausos. (The Roaring ’80s [Los felices años ochenta], de Adam Smith.) El orador había tenido mucho éxito en Wall Street, pues había ganado centenares de millones de dólares. Pero poco después, la revista Fortune llamó al mismo hombre “el estafador del año”. En cuestión de meses, se encontró en la cárcel.

Parece que la codicia no es tan saludable después de todo. Pero sus palabras suelen citarse para tipificar la actitud que reina en Wall Street. ¿Qué demuestran los hechos?

Tomemos en consideración las tendencias ya examinadas que existen en Wall Street. Las operaciones comerciales por ordenador llevadas a cabo a gran velocidad, la absorción febril de compañías para conseguir enormes ganancias, las montañas de dinero prestado, todo parece tener un denominador común: la ganancia a corto plazo.

Todos los ojos están puestos en la ganancia instantánea. Un editorial de la revista canadiense Maclean’s lo expresó muy bien: “Los nuevos ricos de los años ochenta quieren algo a cambio de nada: la máxima cantidad de dinero con la mínima cantidad de esfuerzo”. ¿Es de extrañar que semejante sociedad impulsada por el deseo de lucro haya producido su propia marca de delito? Se llama...

Uso de información privilegiada

“¿Qué es esto exactamente?”, preguntó ¡Despertad! a un banquero de inversiones retirado. Su respuesta fue: “En su sentido más amplio, el uso de información privilegiada implica utilizar algo que uno, como profesional, conoce, pero no los inversores. Si uno se aprovecha de ello, adquiere ventaja”.

Aunque esta práctica es ilegal, durante la década de los ochenta llegó a generalizarse tanto en la bolsa de valores, que en poco más de un año se detuvo a unos setenta hombres de negocios de Wall Street. Como muchos de los problemas del mercado estadounidense, este también se ha extendido por todo el globo. En Japón, un hombre al que se estaba investigando por uso de información privilegiada se arrodilló ante uno de los investigadores con un maletín repleto de dinero —40.000 dólares (E.U.A.) en metálico— en un intento por sobornarlo. Pero no sabía que se estaba filmando toda la escena y que más tarde saldría por la televisión nacional.

Otras bolsas de valores —como la Bay Street de Canadá, la Bourse de Francia y la Borsa de Italia—, han sido sacudidas por escándalos de uso indebido de información privilegiada. Se descubrió un círculo de traficantes de información privilegiada que se extendía desde Inglaterra hasta Israel. Los mercados de todo el mundo han promulgado normativas para impedir este tipo de engaño, pero como dijo a ¡Despertad! el banquero antes mencionado, el uso de información privilegiada es “difícil de definir y aún más difícil de controlar. Teníamos sistemas de seguridad muy elaborados, pero la información es más fácil de robar que el dinero”.

El síndrome del “yuppie”

La codicia que reina en Wall Street condujo a algunos al delito, pero a muchos más los llevó al materialismo. La revista Newsweek informó que Wall Street era el mismo epicentro de la codiciosa “cultura [americana] del dinero”. El mercado bull de los años ochenta atrajo a multitud de jóvenes graduados empeñados en ganar una fortuna. Se les apodó yuppies, término derivado de la expresión inglesa young urban professionals (jóvenes profesionales urbanos). Conocidos por sus elevadas ambiciones e ingresos, los yuppies fueron el blanco de los anunciantes, que los consideraron los consumidores ideales, verdaderas máquinas de gastar.

Un ex yuppie habló a ¡Despertad! acerca de su vida en Wall Street durante los años del boom. Según él, la idea de su empresa era: “Su trabajo es su vida. Todo lo demás viene después”. Era normal estar levantado para las 5.00 de la mañana, pasar el día trabajando y luego salir con los clientes hasta altas horas de la noche.

Recuerda vívidamente un incidente que le resumió el modo de pensar de la gente. Un colega le enseñó una serie de fotografías en las que estaba un broker sufriendo un ataque al corazón en el patio de operaciones de la bolsa. Alrededor del hombre seguía la febril actividad comercial, nada disminuyó el paso, nada se detuvo.

The New York Times informó que el crac no solo sería un golpe para los yuppies debido a sus hábitos de pedir prestado y gastar, sino también debido a su modo de pensar. Muchos yuppies ni siquiera sabían distinguir entre patrimonio personal y valía personal.

[Comentario en la página 10]

Muchos yuppies ni siquiera sabían distinguir entre patrimonio personal y valía personal

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