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¡Despertad! 1989
g89 8/11 págs. 8-11

Las drogas son “el SIDA del deporte”

“Los esteroides constituyen una creciente amenaza para la salud y seguridad de nuestros ciudadanos.”—(Funcionario de la U.S. Drug Enforcement Administration)

LA NOTICIA sacudió a millones de espectadores que seguían las Olimpiadas de Seúl. Su héroe, el atleta más rápido del mundo en los 100 metros lisos, fue desposeído de su medalla de oro y descalificado por haber usado sustancias prohibidas.

Así que otra plaga ha infectado los deportes: el doping, tan difícil de desarraigar que ha sido denominado “el SIDA del deporte”.

“Las Olimpiadas de los medicamentos”

Parece que fue principalmente después de la segunda guerra mundial cuando algunos deportistas comenzaron a utilizar drogas en la competición. Pero ahora, según los entendidos, esta práctica se ha extendido tanto, que se requieren “organizaciones complicadas y costosas, a menudo fundadas por las propias federaciones deportivas, con la clara intención de obtener resultados prestigiosos, atraer patrocinadores, ganar dinero, conseguir poder”. El fenómeno está tan extendido, que el Corriere Medico, un periódico italiano, calificó los juegos de Los Ángeles de 1984 como “las Olimpiadas de los medicamentos”.

De hecho, el uso de drogas y otras terapias ilegales para, injustamente, ganar ventaja competitiva, es una plaga que está afectando a muchos deportes en todos los países. Como cada país quiere superar a los demás, ninguno quiere dejar de administrar drogas a los deportistas. De manera oportuna, el Parlamento Europeo señaló que “las ambiciosas expectativas y la frecuencia de los espectáculos deportivos mantienen al deportista bajo tal presión, que aumenta la tentación de utilizar medios más o menos legales para mantenerse en buena forma física y psicológica. Otro factor que contribuye a esto es la falta de escrúpulos de los entrenadores deportivos”. Pues, incluso dopan a jovencitos.

Diversas formas de “doping”

Existen diversas formas de doping. Por ejemplo:

Esteroides, las drogas implicadas en lo que se ha definido como “el suceso más grave de la historia olímpica”: la descalificación en Seúl de Ben Johnson, plusmarquista mundial en los 100 metros lisos. Son sustancias que, al influir en la producción de aminoácidos, contribuyen al aumento de la masa muscular y de la fuerza, así como de la agresividad. Se dice, por ejemplo, que todos los récords de levantamiento de pesas alcanzados en los últimos diez años deben atribuirse al uso de estas sustancias.

Estimulantes, como la cafeína y la estricnina, que se utilizan para estar más despierto y demorar la fatiga.

Analgésicos narcóticos, para mitigar el dolor y conseguir un efecto tranquilizante.

Betabloqueantes, sustancias que disminuyen los latidos del corazón y estabilizan el organismo, por lo que particularmente los usan los arqueros y los tiradores.

Diuréticos, para perder peso en poco tiempo y para que, cuando se lleven a cabo las pruebas, no se detecten otras sustancias prohibidas.

Estas son solo algunas de las sustancias más conocidas que se utilizan en el doping, pero el Comité Olímpico Internacional ha confeccionado una lista de unas cien drogas prohibidas. El problema es que, tan pronto como se prohíbe una de ellas o se desarrollan métodos para detectar su presencia, equipos enteros de médicos y químicos comienzan a trabajar para producir otras.

No obstante, todavía existen otros recursos mediante los que los deportistas tratan de mejorar su rendimiento de manera fraudulenta. A fin de aumentar su flotabilidad, algunos nadadores se han hecho llenar los intestinos de gas helio.

Muchos deportistas han admitido haber recibido transfusiones de sangre para mejorar su rendimiento. Según algunos, la transfusión de sus propios glóbulos rojos mejora el aporte de oxígeno a todas las partes del cuerpo, incluidos los músculos.

La prensa ha revelado recientemente que algunas atletas han utilizado el embarazo como una forma de doping. Las embarazadas experimentan un aumento de volumen sanguíneo, lo cual, a su vez, incrementa el aporte de oxígeno a los músculos. Algunas atletas, en especial las que participan en deportes que requieren una gran fuerza física, se han aprovechado de las etapas iniciales del embarazo para mejorar su rendimiento, y, después de la competición, han abortado.

Un problema grave

Pero, ¿hasta qué grado está extendido el problema? A juzgar por las pocas veces que los deportistas son descalificados por el uso de drogas, algunos aficionados pudieran pensar que solo un pequeño porcentaje recurre al doping, y que, desde luego, sus ídolos jamás harían nada semejante. Pero, los que están familiarizados con el mundo de los deportes ven las cosas de modo diferente.

“El uso de anabolizantes está mucho más extendido de lo que comúnmente se piensa”, dijo un ex lanzador de disco de Italia. Y, según el profesor Silvio Garattini, experto en farmacología, el problema del doping es, con toda probabilidad, mucho más serio de lo que se pensaba. Según algunas fuentes, el 50% de los deportistas mejor dotados físicamente utilizan sustancias prohibidas.

El riesgo para los atletas

Pero el problema del doping no solo radica en conseguir un mejor rendimiento por medios ilegales. El deportista de hoy, y en concreto el que toma drogas, forma parte de un equipo mucho mayor, aunque oculto, que incluye médicos que prescriben sustancias prohibidas en caso necesario. No obstante, es el deportista quien paga las consecuencias: la vergüenza de ser descubierto o descalificado y, más importante, los graves peligros para su salud.

Se cree que los esteroides anabolizantes, además de ser perjudiciales para el hígado, el sistema cardiovascular y el aparato urogenital, provocan diversos efectos físicos secundarios y, en el caso de algunos deportistas, una personalidad violenta.

El abuso de otras drogas, como por ejemplo los estimulantes, produce un “estado de confusión, toxicodependencia y alucinaciones visuales”. En cuanto a las transfusiones de sangre, el periódico médico Doctor indica que la transfusión de los propios glóbulos rojos del deportista no carece de riesgos. Uno de ellos es la “sobrecarga y reducción del flujo sanguíneo en ciertas zonas, debido al aumento de la viscosidad de la sangre” y a la acumulación de hierro, “con consecuencias negativas para el parénquima (hígado, riñones, corazón, glándulas endocrinas, etc.)”.

Las víctimas del doping, incluso sin contar las que no se conocen, son muchas. Algunos de los casos más oídos son el del ciclista danés Jensen, que murió durante las Olimpiadas de 1960 celebradas en Roma; el del ciclista británico Tom Simpson, que murió durante el Tour de Francia de 1967; el del corredor de medio fondo holandés Augustinus Jaspers, que murió justo después de una carrera en las Olimpiadas de 1984 celebradas en los Ángeles; el de Birgit Dressel, de Alemania occidental, que practicaba la especialidad de héptalon y que murió envenenada por las drogas que un médico deportivo le había ido prescribiendo durante años.

“El deporte no tiene piedad —dijo Carl Lewis, varias veces campeón olímpico—. El doping ya se ha cobrado sus víctimas, pero los organizadores, aunque lo saben, no dicen nada.”

Y sin embargo, aun conociendo estos preocupantes hechos, ante la pregunta: “Si yo pudiera darle una píldora que le convirtiera en campeón olímpico, pero que le provocara la muerte en el plazo de un año, ¿se la tomaría?”, el 50% de los deportistas estadounidenses entrevistados dijo que sí. Y así es como probablemente responderían muchos deportistas en otras partes del mundo.

¿Puede esperarse que las medidas antidroga tengan éxito en combatir esta plaga? Pues bien, según los expertos, además de que hay muy pocos centros equipados para llevar a cabo las pruebas necesarias, estas son muy caras y muchas veces se han falsificado los resultados. También, a pesar de lo que se ha logrado en las recientes Olimpiadas de Corea, los nuevos métodos de doping siempre van un paso más adelante que los medios para detectarlos. Sin embargo, hay buena razón para esperar que el doping y la violencia en los deportes termine.

[Comentario en la página 9]

“Si yo pudiera darle una píldora que le convirtiera en campeón olímpico, pero que le provocara la muerte en el plazo de un año, ¿se la tomaría?”, el 50% de los deportistas estadounidenses entrevistados dijo que sí

[Comentario en la página 10]

En la Unión Soviética, entre 1986 y 1988, se penalizó a 290 deportistas y entrenadores por uso de drogas. (Leninskoye Znamya, una revista soviética)

[Comentario en la página 11]

“Los atletas que toman esteroides se vuelven de mal genio y agresivos.” (Doctor Robert Voy, médico jefe del Comité Olímpico de Estados Unidos)

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