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¡Despertad! 1989
g89 8/12 págs. 7-12

¿De qué depende la buena salud?

“DEBIDO, en parte, a algunos logros espectaculares de la medicina moderna, en muchas zonas del mundo se cree que la salud es algo que los médicos pueden facilitar a la gente, en vez de algo que la comunidad y las personas deben conseguir por sí mismas.” Así se expresó el doctor Halfdan Mahler en World Health, la revista oficial de la Organización Mundial para la Salud.

Por supuesto, los médicos y los hospitales contribuyen en buena medida a nuestra salud y bienestar. No obstante, desempeñan un papel esencialmente curativo. Buscamos sus servicios cuando algo va mal, pero raramente pensamos en ellos cuando nos sentimos bien. ¿Qué podemos, pues, hacer por nuestra salud?

Directrices para una vida saludable

En general, los expertos concuerdan en que la buena salud depende de tres factores principales: una dieta equilibrada, ejercicio regular y una vida responsable. No puede decirse que escasee la información sobre estos temas, y además mucho de lo que se ha escrito es práctico y provechoso. En los recuadros “La dieta y la salud” y “Ejercicio, forma física y salud” se presentan algunas ideas actuales y pertinentes sobre el efecto de la dieta y el ejercicio en nuestra salud.

Aunque se dispone de mucha información provechosa, los hechos muestran que, lamentablemente, la buena salud no es uno de los objetivos prioritarios de la mayor parte de la gente. Por ejemplo, entre otras cosas, “todo el mundo sabe lo que hay que hacer para perder peso —observó la doctora Marion Nestle, de la Oficina de Prevención de Enfermedad y Promoción de la Salud de Washington—, pero aun así el problema del exceso de peso no parece remitir”. Según esta oficina, aproximadamente uno de cada cuatro estadounidenses pesa un 20% más de lo que debiera.

De igual manera, un estudio del Centro Nacional para la Estadística Sanitaria de los Estados Unidos dice: “Entre 1977 y 1983 parece que hubo un aumento general de prácticas perjudiciales para la salud”. ¿Cuáles son estas prácticas? No son problemas ajenos a la voluntad de la persona, como la desnutrición, las epidemias o la contaminación. Más bien, son factores que dependen exclusivamente de la persona, como el fumar, el comer y beber en exceso, y el consumo de drogas.

Por lo tanto, se precisa algo más que información médica o científica sobre lo que hay que hacer para tener buena salud. Lo que necesitamos es un mayor incentivo para vivir con sentido de responsabilidad. Debemos sentirnos impulsados, no solo a hacer las cosas que beneficien nuestra salud, sino a evitar aquellas que la deterioren. ¿Dónde podemos encontrar tal incentivo y motivación que nos ayude a vivir vidas saludables?

Aunque la mayoría de las personas no sean conscientes de ello, un autor médico, S. I. McMillen, comentó en el prefacio de su libro None of These Diseases (Ninguna de estas enfermedades): “Estoy seguro de que al lector le sorprenderá descubrir que las directrices de la Biblia pueden evitarle ciertas enfermedades infecciosas, muchos cánceres mortales y una gran variedad de enfermedades psicosomáticas que van en aumento a pesar de todos los esfuerzos de la medicina moderna. [...] La paz no viene en cápsulas”.

De estos comentarios se desprende que, aunque la Biblia no es un libro de texto médico o un manual de salud, contiene principios y directrices que pueden resultar en hábitos sanos y buena salud. ¿Cuáles son algunos de esos principios?

Emociones y concepto de la vida

Por ejemplo, “la ciencia médica reconoce que las emociones como el temor, la angustia, la envidia, el resentimiento y el odio son responsables de la mayoría de nuestras enfermedades”, dijo el doctor McMillen, anteriormente citado. “Los cálculos varían de un 60% a casi un 100%.”

¿Qué puede hacerse a este respecto? Es de interés señalar que hace unos tres mil años la Biblia ya decía: “Un corazón calmado es la vida del organismo de carne, pero los celos son podredumbre a los huesos”. (Proverbios 14:30.) Pero, ¿cómo se consigue “un corazón calmado”? El consejo bíblico es: “Que se quiten toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa, junto con toda maldad”. (Efesios 4:31.) En otras palabras, para disfrutar de buena salud física, debemos aprender a controlar nuestras emociones.

Esto, por supuesto, es contrario a lo que aconsejan algunos psiquiatras y psicólogos modernos. A menudo recomiendan no intentar controlar los sentimientos, sino exteriorizarlos. El desahogarse y descargar la ira puede ocasionar un alivio temporal al que se siente encerrado y perturbado. Pero, ¿cómo afecta esto a las relaciones con quienes le rodean, y qué clase de reacción puede provocar en ellos? No es difícil imaginar la tensión y nerviosismo, por no mencionar el posible daño físico, que se ocasionaría si todo el mundo exteriorizara sus sentimientos en vez de intentar controlarlos. Simplemente se crearía un círculo vicioso sin fin.

Por supuesto, no es fácil dominar estas emociones dañinas, sobre todo si uno tiende a ceder al enojo y la ira. Por eso la Biblia sigue diciendo: “Más bien háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y perdónense liberalmente unos a otros”. (Efesios 4:32.) En otras palabras, dice que deberíamos reemplazar los sentimientos dañinos negativos por sentimientos positivos.

¿Qué efecto tienen en nosotros los sentimientos positivos hacia otras personas? “El preocuparse por otros es biológico”, escribe el doctor James Lynch en su libro The Broken Heart (El corazón roto). “El mandato de ‘amar al prójimo como a uno mismo’ no es solo un mandato moral, lo es también fisiológico.” Con respecto a los beneficios que pueden reportar tales relaciones positivas, el psiquiatra Robert Taylor añade: “Saber que hay personas a las que uno puede recurrir en tiempos de necesidad reporta sentimientos de seguridad, optimismo y esperanza muy importantes, los cuales pueden ser grandes antídotos del estrés”. Aunque la medicina moderna está en posición de tratar algunas de las llamadas enfermedades psicosomáticas, las sencillas directrices de la Biblia pueden tener un efecto preventivo de modo que nunca lleguemos a contraerlas. Cualquiera que desee aplicar las directrices bíblicas se beneficiará tanto en sentido emocional como físico.

Hábitos y adicciones

Algo más que afecta nuestro bienestar emocional y físico es la manera como tratamos a nuestro cuerpo. Con un esfuerzo razonable de nuestra parte (comer de manera adecuada, hacer el debido ejercicio y descansar lo necesario, una buena higiene, etcétera) el cuerpo se cuidará a sí mismo. No obstante, si habitualmente abusamos de él, más tarde o más temprano se deteriorará y sufriremos las consecuencias.

El consejo bíblico es: “Limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu”. (2 Corintios 7:1.) ¿Cómo podemos aplicar este consejo, y con qué beneficios? Considere el siguiente informe del Instituto Worldwatch con sede en Washington: “Fumar es una epidemia que crece un 2,1% cada año, más rápidamente que la población mundial. [...] El aumento del consumo de tabaco disminuyó algo a principios de los años ochenta, sobre todo por razones económicas, pero está volviendo a crecer con rapidez. En la actualidad hay más de mil millones de fumadores, los cuales consumen casi cinco billones de cigarrillos al año, una media que supera la mitad de un paquete diario”.

¿Cuál ha sido el efecto de esta ‘creciente epidemia’? El recuadro adjunto aporta algunos datos que inducen a la reflexión. La lista no es exhaustiva en absoluto, pero el mensaje es claro: la adicción al tabaco es poderosa y costosa. Es un hábito contaminante que perjudica la salud tanto del fumador como de los que le rodean.

¿Qué han logrado los programas para acabar con este hábito? A pesar de todas las campañas antitabaco, se ha conseguido muy poco a escala internacional, pues vencer el hábito de fumar es como nadar contra corriente. La investigación muestra que solo uno de cada cuatro fumadores ha logrado dejar de fumar. Al parecer, todas las advertencias de que el tabaco es peligroso para la salud no suministran el suficiente incentivo para dejarlo.

Sin embargo, el consejo bíblico supracitado, además del mandato cristiano de que debe amarse al prójimo como a uno mismo, ha motivado a miles de personas que ahora son testigos de Jehová a dejar de fumar. Ya sea en sus Salones del Reino, donde se reúnen varias horas cada semana, o en sus asambleas, a las que asisten miles de ellos durante varios días, no se les ve con un cigarrillo en la mano. Su voluntad de aceptar y aplicar las directrices bíblicas les ha dado la determinación necesaria para conseguir lo que otros no pueden lograr.

Entre otras prácticas dañinas están el abuso del alcohol, la drogadicción, la promiscuidad sexual —con las enfermedades mortíferas que de ella se derivan— y otros muchos problemas sanitarios y sociales. Mientras que las autoridades sanitarias difícilmente pueden resolver estos problemas, la Biblia provee consejo que es tanto razonable como práctico.a (Proverbios 20:1; Hechos 15:20, 29; 1 Corintios 6:13, 18.)

Cuando todas las enfermedades terminen

A pesar de lo mucho que hagamos por nuestra salud, la dura realidad es que, al tiempo presente, todos enfermamos y morimos. Sin embargo, el Creador del hombre, Jehová Dios, no solo nos dice por qué enferma y muere el hombre, sino que también nos informa sobre el tiempo cercano en el que desaparecerán todas las enfermedades y hasta la misma muerte. (Romanos 5:12.)

La profecía bíblica de Isaías 33:24 promete: “Y ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’”. Revelación 21:4 también promete: “Y [Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor”. Sí, la promesa del Creador es la de un nuevo mundo aquí en la Tierra, en el que la humanidad será elevada a la perfección humana y recibirá como herencia una salud radiante y vida eterna. (Isaías 65:17-25.)

[Nota a pie de página]

a Para más información, sírvase leer el capítulo 10 del libro La felicidad, ¿cómo hallarla?, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.

[Recuadro en las páginas 7, 8]

La dieta y la salud

“Si usted [...] no fuma ni bebe en exceso, su dieta influirá en sus expectativas de salud a largo plazo más que cualquier otra cosa que usted haga.” (Doctor C. Everett Koop, anterior inspector general de sanidad de Estados Unidos.)

En años recientes, los expertos en temas sanitarios han hablado sobre los efectos dañinos que ciertos aspectos de la dieta tienen sobre la salud en los países industrializados. Además de señalar factores como el tabaco, el alcohol, la sal y el azúcar, se ha dado especial énfasis al hecho de que la dieta de mucha gente es demasiado alta en grasas y colesterol y demasiado baja en fibra.

“La mayor preocupación —continúa el doctor Koop— es la ingesta excesiva de grasa animal y su relación con el riesgo de enfermedades crónicas como las afecciones coronarias, algunos tipos de cáncer, diabetes, hipertensión, apoplejías y obesidad.” De igual manera, el cirujano británico doctor Denis Burkitt y otros facultativos han subrayado la relación que hay entre la deficiencia de fibra en la dieta y las enfermedades coronarias, cáncer de intestinos, desórdenes gastrointestinales, diabetes y otras dolencias.

No se entienden todos los detalles sobre la manera en que la dieta afecta nuestra salud, ni hay consenso entre los profesionales. De todos modos, vale la pena considerar algunos hechos médicos.

Reduzca la ingestión de grasa

Un alto nivel de colesterol —un alcohol graso— en la sangre está directamente relacionado con un elevado riesgo de enfermedad cardiaca. Los que tengan problemas de corazón o hayan tenido antecedentes en su familia y los que quieran minimizar el riesgo, harían bien en controlar el nivel de colesterol en la sangre. ¿Cómo lograrlo?

Normalmente, lo primero que se recomienda es seguir una dieta baja en colesterol, que se encuentra en todos los alimentos de origen animal, como las carnes, huevos y productos lácteos, pero no en los alimentos vegetales. No obstante, estudios recientes han mostrado que si solo se ingieren alimentos ricos en este lípido, el efecto en el nivel del colesterol en la sangre es moderado. Ahora bien, si la dieta es también rica en grasas saturadas (como las grasas animales y vegetales y los aceites de coco y de palma), en la mayoría de las personas se produce un aumento considerable de colesterol. Por eso, hoy se pone el énfasis en ‘reducir la ingestión de grasas’. Disminuya la cantidad de carne en su dieta, y la que coma, que sea más magra, elimine la grasa visible, quite la piel del pollo y limite el consumo de yemas de huevo, leche entera, quesos fuertes y alimentos procesados que contengan aceites de coco y de palma.

Aunque las grasas saturadas tienden a elevar el nivel de colesterol en la sangre, los aceites líquidos no saturados (oliva, soja, sasafrás, maíz y otros aceites vegetales), el pescado graso y los moluscos logran justo lo contrario. Algunos de estos alimentos pueden incluso elevar la cantidad relativa del llamado colesterol benigno (lipoproteína de alta densidad) en la sangre o reducir el nivel del colesterol de tipo perjudicial (lipoproteína de baja densidad).

Coma más fibra

Reducir la ingestión de grasa es solo parte de la cuestión. Los alimentos muy refinados y procesados —con alto contenido de harina blanca, azúcar, aditivos químicos, etcétera— carecen por completo de fibra. El resultado son las enfermedades llamadas civilizadas: estreñimiento, hemorroides, hernia, diverticulosis, cáncer colorectal, diabetes, enfermedades cardiacas y otras. “Los hombres que toman poca fibra tienen un riesgo de muerte por cualquier causa tres veces mayor que los que toman mucha”, dice un informe de Lancet.

La fibra dietética es beneficiosa en dos sentidos. Absorbe el agua al pasar rápidamente por nuestro sistema digestivo, lo que, según los expertos en salud, contribuye a arrastrar muchos de los agentes perjudiciales y a acelerar su eliminación del cuerpo. Y además, algunas fibras solubles mantienen bajos los niveles de azúcar y colesterol benigno en la sangre, lo que constituye un beneficio para los diabéticos y enfermos del corazón.

¿Cómo puede usted beneficiarse de este conocimiento sobre la fibra? Si le es posible, aumente la proporción de frutas, verduras y productos de grano entero en su dieta. Cambie el pan blanco por el pan integral y añada cereales completos a la mesa del desayuno. Las legumbres son también una excelente fuente de fibra. Y la fécula —patatas y arroz— puede tener propiedades anticancerígenas.

Por supuesto, hay muchos otros aspectos de su dieta que pueden afectar la salud, pero, hay dos que, en la mayoría de los casos, necesitan atención urgente: reducir la ingestión de grasas y aumentar la de fibra.

[Recuadro en las páginas 10, 11]

Ejercicio, forma física y salud

Un estudio realizado durante cuarenta años, en el que se tomó como muestra a unos diecisiete mil hombres, reveló que los que hacían ejercicio una o dos horas a la semana (quemando unas quinientas calorías) tenían índices de mortalidad de un 15% a un 20% más bajos que aquellos que no hacían ejercicio. Los que practicaban ejercicios vigorosos (quemando dos mil calorías a la semana) tenían un índice de mortalidad un 30% más bajo. Otros estudios han llegado a la misma conclusión: el ejercicio regular reduce el riesgo de la hipertensión, de las enfermedades coronarias y, posiblemente, incluso del cáncer. También ayuda a combatir el exceso de peso, la falta de amor propio, el estrés, la ansiedad y la depresión.

La razón de que el ejercicio regular aporte tantos beneficios es que eleva la capacidad y resistencia física de la persona, o lo que es lo mismo, mantiene a uno en buena forma física. Aunque estar en forma no garantiza una buena salud, reduce el riesgo de enfermedad y, en caso de haber contraído alguna, contribuye a una recuperación más rápida. La buena forma física contribuye al bienestar mental y emocional de la persona y a un retraso de los efectos del envejecimiento.

¿Qué y cuánto?

Las típicas preguntas sobre el ejercicio son: ¿Qué clase de ejercicio? ¿Cuánto? Eso en realidad depende de lo que uno quiera lograr. Un atleta olímpico tiene que entrenar muchas horas y con mucho esfuerzo para mantenerse en forma, pero el interés principal de la mayoría pudiera ser perder peso, ponerse en forma, mejorar su salud o, sencillamente, sentirse bien. En el caso de estas personas, los expertos suelen concordar en que se necesitan de 20 a 30 minutos de ejercicio tres veces a la semana para mantenerse en forma. Pero ¿qué clase de ejercicio?

La buena forma está en función de la capacidad física de la persona, su edad y su resistencia. En cualquier caso, el ejercicio debería elevar el ritmo cardiaco y la respiración durante su ejecución. Eso es lo que se llama comúnmente ejercicio aeróbico. Correr, andar deprisa, baile aeróbico, saltar a la cuerda, nadar e ir en bicicleta son algunos de los ejercicios de esta índole, cada uno con sus ventajas y desventajas en términos de conveniencia, coste de instalaciones y equipo, riesgo de lesiones, etcétera.

Otros tipos de ejercicio fortalecen los músculos y dan forma al cuerpo, entre ellos los que se realizan con la ayuda de aparatos y pesas. Estos ejercicios aumentan la fuerza y la resistencia física de la persona y pueden mejorar su porte y apariencia, por lo que son indicados para conseguir un cuerpo en forma.

¿Y qué se puede decir de la gimnasia sueca que la mayoría de nosotros recordamos de cuando íbamos a la escuela? Nos hizo mucho bien, sea que lo reconociéramos en aquel tiempo o no. Estirarse, doblarse y otros movimientos similares sirven para el precalentamiento del cuerpo, saltar y dar patadas aceleran el ritmo cardiaco y las flexiones de brazos y tronco fortalecen los músculos. Una gran ventaja de estos ejercicios a medida que uno se hace mayor es que puede mantenerse ágil y seguir activo por más tiempo.

Por último, están los deportes recreativos: tenis, frontón, patinaje y muchos otros. La ventaja de estas actividades es que son más divertidas que los ejercicios monótonos y, por lo tanto, pueden ser un incentivo para hacer ejercicio regularmente. En función del vigor e interés con que uno se dedique a ellos, estos deportes aportarán o no el grado de ejercicio requerido. Sin embargo, contribuyen a tonificar el cuerpo y mejorar su coordinación, flexibilidad y agilidad.

Con tantas formas de ejercicio para escoger, la clave del éxito radica en seleccionar uno, o una combinación de ellos, con el que usted pueda disfrutar. Esto le ayudará a apegarse a sus intenciones, ya que los estudios muestran que del 60% al 70% de los adultos que empiezan a hacer ejercicios lo dejan al cabo de aproximadamente un mes. Recuerde, es la regularidad y no la cantidad del ejercicio lo que importa. Si participa en distintos tipos de ejercicio en diferentes momentos, le dará a su cuerpo un desarrollo completo y equilibrado.

La selección de la actividad también debe depender de su edad y su estado general de salud al empezar. Por supuesto, los que tienen problemas de salud deben consultar a su médico antes de emprender un programa de ejercicios. En cualquier caso, empiece despacio y vaya aumentando poco a poco. Aprenda a practicar bien el ejercicio que haya escogido —no hay escasez de libros e instrucciones sobre este tema— y de ese modo disfrutará y también se beneficiará de sus esfuerzos.

[Recuadro en la página 12]

El costo de fumar

◻ El tabaco causa más sufrimiento y muerte en el mundo adulto que cualquier otra sustancia tóxica del ambiente.

◻ El costo mundial en vidas se acerca ahora a 2.500.000 al año, lo que equivale a casi el 5% de todas las muertes.

◻ Los gastos en salud más las pérdidas económicas en [Estados Unidos] van de 38 mil millones a 95 mil millones de dólares, o de 1,25 a 3,15 dólares por paquete. Estos totales no incluyen el coste del mismo tabaco: aproximadamente 30 mil millones de dólares al año.

◻ Los fumadores pasivos posiblemente tienen el triple de probabilidades de morir de cáncer de pulmón que las que tendrían si no se vieran expuestos al humo del tabaco.

◻ Las madres que fuman disminuyen las capacidades físicas y mentales de sus hijos, y en muchos países son más de una quinta parte los niños que están expuestos al humo de este modo.

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