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  • ¡Despertad! 1990
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¡Despertad! 1990
g90 8/6 págs. 10-11

¿Es usted un conductor peligroso?

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Japón

“SABEMOS cuáles son los tipos de conductor con mayor probabilidad de tener accidentes —dijo Hiroyasu Ohtsuka, jefe de Seguridad Vial del Instituto Nacional de Ciencia Policial de Japón—. Aunque no les negamos el permiso de conducción, queremos que la gente reconozca sus defectos de personalidad y se esfuerce por mejorarlos.”

Los conductores peligrosos por lo general no se percatan de que lo son, pero los entendidos reconocen seis tipos de defectos de personalidad que es fácil que se manifiesten cuando nos ponemos detrás de un volante. A medida que vaya analizando cada uno de esos tipos de conductor, trate de autoexaminarse y determinar si a usted se le puede calificar de buen conductor.

Los socialmente inadaptados

Entre los tipos de conductor peligroso están los socialmente inadaptados, es decir, los que tienen problemas en relacionarse con otros. Por ejemplo:

El egocéntrico Este es el tipo de persona que insiste en hacer todas las cosas a su manera. Cuando se pone detrás del volante piensa que es el “rey de la carretera”. Se siente libre de fijar sus propias pautas, pasa por alto todas las reglas que le parecen superfluas y alardea cuando le apetece. Se olvida de que tiene que compartir la carretera con todos los demás conductores. Actúa con arbitrariedad, se toma libertades, y al no reaccionar ante las circunstancias constantemente cambiantes de la carretera ni adaptarse a ellas, provoca accidentes.

El que no es cooperativo Un conductor que no es cooperativo apenas se preocupa por los demás ni tampoco comprende lo que otros piensan o sienten. Al tener dificultades para llevarse bien con la gente, tiende a evitarla. Esto se refleja en sus malos modales en la carretera y en su descortesía hacia otros conductores, dos factores que le hacen peligroso. Algunas personas tardan años en aprender a relacionarse bien con otros, y esta es una razón por la que entre los jóvenes hay un índice de accidentes tan elevado.

El agresivo Una de las cosas que caracteriza a un conductor agresivo, según una obra japonesa que contiene instrucciones sobre la conducción de acuerdo con la aptitud, es “la negativa absoluta a dar paso a otros cuando el conductor cree que él tiene la prioridad. No pasa por alto las infracciones de otros conductores o peatones, y esta actitud lleva a gritos, a interrumpir las acciones de otros [...] y a tocar el claxon [...] para tratar de proteger sus derechos hasta el final”. Incluso puede sentirse provocado debido a infracciones imaginarias. Si además es una persona irascible, su forma de conducir indicará con frecuencia falta de sensatez.

Los emocionalmente inadaptados

Luego están los que tienen problemas emocionales. Entre estos se encuentra:

El inestable La persona inestable se caracteriza por sus extremos emocionales. Tiene arranques de alegría, entusiasmo y depresión. Si conduce cuando está deprimido, no verá los peligros y sus reacciones pueden ser demasiado lentas para considerarse dignas de un buen conductor. Si conduce en un momento de hilaridad emocional, puede actuar con temeridad. En ese estado de ánimo es probable que las advertencias que se le den provoquen muestras de rebeldía. Una persona así puede que solo considere anormales sus momentos de depresión.

El excesivamente nervioso Con frecuencia este es un tipo de conductor callado, absorto en sus pensamientos y que se preocupa por todo. Mientras conduce tiene la mente “llena de información totalmente ajena a la conducción”, de modo que hay más probabilidad de que “se le escapen detalles importantes o de que los interprete mal”, comentaron los investigadores Richard E. Mayer y John R. Treat en un estudio sobre conductores peligrosos. Un conductor nervioso puede venirse abajo hasta en situaciones que no son críticas, como cuando un camión se pone a su lado. Esa persona siempre piensa lo peor.

El impulsivo Este tipo de conductor es el que actúa sin reflexionar. En lugar de invertir tiempo en asegurarse de los hechos y tomar una decisión oportuna, tiende a confiar en el instinto. El tiempo que pasa esperando en los semáforos o para que crucen los peatones se le hace mucho más largo que a la persona normal, lo cual le produce frustración y hace que pierda en seguida la paciencia. El hecho de que no tome una decisión sensata antes de actuar le convierte en un conductor peligroso.

¿Se siente identificado con alguno de estos tipos de conductor? ¿Cómo reacciona cuando algún conductor inconsiderado pone a prueba su paciencia? Recuerde que a buen entendedor, pocas palabras bastan. De modo que para su propia seguridad haga caso de la advertencia, y esfuércese por mejorar sus defectos de personalidad. Para ser un buen conductor, hay que ejercer buen control de las emociones y las actitudes.

El buen conductor

¿Cómo se puede llegar a ser un buen conductor? En las entrevistas llevadas a cabo por ¡Despertad!, reconocidos investigadores de la policía japonesa hicieron hincapié en la importancia de mostrar consideración por otros, pensar antes de obrar, saber dominar bien la situación, tener sabiduría para tomar decisiones oportunas, tener discernimiento, afabilidad y autodominio, y obrar de una forma que proteja a los demás usuarios de las vías públicas.

Un informe de la universidad de la prefectura de Osaka dice que los buenos conductores son personas que “tienen un alto grado de estabilidad emocional; el proceso mental de su facultad de percepción funciona más deprisa que sus reacciones corporales; toman decisiones oportunas, y pueden controlar sus emociones”. ¿Encaja usted en esta descripción?

Durante miles de años la Biblia ha enseñado a la gente la manera de cultivar sabiduría, entendimiento y discernimiento. (Proverbios 2:1-6.) Muestra cómo un humano imperfecto puede reemplazar “ira, cólera, maldad, habla injuriosa y habla obscena” por cualidades como “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, autodominio”. Sí, la Biblia puede ayudarle incluso a ser un mejor conductor. (Colosenses 3:8-10; Gálatas 5:22, 23.)

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