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¡Despertad! 1990
g90 8/7 págs. 6-9

Experimentación animal. Reacciones violentas

SI SE pudiese computar el número exacto de cuadrúpedos que se utilizan en experimentos de laboratorio y como modelos para la investigación médica, la cifra total que daría por año en todo el mundo sería asombrosa. Se calcula que todos los años se utilizan tan solo en Estados Unidos por lo menos 17 millones de animales —como perros, gatos, primates, cobayas y conejos—. Las ratas y ratones componen el 85% de esta cifra. Como no hay registros exactos de cuántos de esos animales se utilizan ni dónde, algunos expertos consideran estas cifras como, a lo más, cálculos deficientes. Algunas fuentes dicen que el total para Estados Unidos se aproxima más a los cien millones. ¿Le resultan sorprendentes estas cifras?

Aunque el sacrificio de estos mamíferos no se ha llevado a cabo sin un propósito definido, ¿le produce aversión solo pensarlo? ¿Considera inmoral esta matanza? Millones de personas aborrecen el uso de animales en la investigación. Hay quienes afirman que el maltrato de animales es exclusivismo de especie. Ese tipo de exclusivista es la persona “partidaria de defender los intereses de su propia especie en contra de los de otras especies”. (Point/Counterpoint Responses to Typical pro-Vivisection Arguments [Reacciones contrarias a los argumentos típicos en pro de la vivisección].) Según los liberacionistas, los exclusivistas de especie “creen que el fin justifica los medios, y que hay que hacer mal [a los animales] para lograr bien [para los humanos]”.

Por otro lado, el punto de vista científico se resume en las siguientes preguntas: ¿Se siente usted agraviado por un sistema que aboga por la matanza de animales a fin de que los médicos puedan aprender nuevas técnicas para practicar operaciones en seres humanos o impedir la propagación de enfermedades mortíferas? ¿Está preparado para renunciar a nuevos fármacos y procedimientos médicos salvavidas porque sabe que primero se experimentaron con animales? ¿Estaría dipuesto o preferiría que para la experimentación quirúrgica, en lugar de a un animal se utilizase a su padre, a su madre o a un hijo suyo al que se le hubiese diagnosticado la muerte cerebral pero que su organismo aún estuviese vivo? Y, por último, queda la siguiente pregunta: si la investigación con un animal pudiera salvarle a usted o a un ser querido de una enfermedad atroz o de la muerte, ¿la rechazaría por opinar que es inmoral sacrificar a un animal para salvar a un ser humano? Hay quienes dirían que este dilema no es tan fácil de resolver.

Movimiento de liberación animal

No obstante, durante la década de los ochenta se produjo una creciente sensibilidad contra el uso de animales en el campo de la investigación. Hoy día esa sensibilidad se ha traducido en una red mundial de organizaciones activas que continúan aumentando en fuerza y número de miembros. Dichas organizaciones manifiestan abiertamente sus demandas de que se elimine por completo el uso de todos los animales para la experimentación médica o de laboratorio.

Los activistas en pro de los derechos de los animales se hacen oír mediante manifestaciones callejeras, presiones políticas, revistas y periódicos, radio y televisión, y, de forma más notable, mediante tácticas agresivas y violentas. Un prominente activista canadiense dijo lo siguiente respecto a este movimiento de liberación: “Se extiende con rapidez por Europa, Australia y Nueva Zelanda. En Estados Unidos cada vez es más poderoso, y en Canadá ha experimentado un crecimiento extraordinario. Hay un grupo de redes diseminadas por todo el mundo y la tendencia mundial es la de apoyar a los movimientos que defienden los derechos de los animales de una forma más agresiva”.

Algunas de estas ‘redes agresivas’ están dispuestas a utilizar la violencia para defender su causa. Durante los últimos años, por lo menos veinticinco laboratorios de investigación en Estados Unidos han sido objeto de actos de vandalismo por parte de grupos que defienden los derechos de los animales. En los laboratorios de algunas universidades han estallado bombas. Estos ataques han causado daños por valor de millones de dólares (E.U.A.). Se han destruido importantes registros, así como datos valiosos. Algunos animales de laboratorio han sido robados y puestos en libertad. En uno de tales actos se destruyó investigación valiosa sobre la ceguera infantil. También se ha destruido equipo costoso valorado en centenares de miles de dólares.

En una carta abierta dirigida a las autoridades universitarias y a los medios de comunicación, un grupo militante de la liberación animal se jactó de que destruir en unos doce segundos un microscopio valorado en diez mil dólares con una barra de acero que les había costado solo cinco dólares había sido “una operación muy rentable”. En otros centros de investigación, médicos y científicos encontraron sangre vertida sobre los archivos y los materiales de investigación, así como consignas liberacionistas pintadas con espráis en las paredes. En un informe se menciona “hostigamiento, incluso amenazas de muerte contra científicos y sus familias”. En Estados Unidos, los que abogan por la liberación animal han amenazado de muerte o con violencia a más de una docena de científicos. En 1986, un locutor dijo durante un programa de la BBC de Londres: “Lo que une a los activistas es la convicción de que en la guerra para libertar a los animales, la acción directa —la destrucción de la propiedad y hasta de la vida— está moralmente justificada”.

La dirigente de un movimiento de liberación animal dijo: “Nadie ha resultado herido, pero eso es una amenaza peligrosa [...]. Más tarde o más temprano alguien devolverá los golpes y alguna persona puede resultar herida”. En esa entrevista, que tuvo lugar en 1986, la misma dirigente liberacionista predijo que habría violencia en Gran Bretaña y Alemania occidental. Los casos de bombas incendiarias y actos de violencia que han tenido lugar hasta ahora han confirmado su predicción. En Estados Unidos ya se ha atentado contra la vida de un hombre cuya compañía experimenta con animales. La rápida acción por parte de la policía le salvó de una bomba. No obstante, no todos los que abogan por la liberación animal concuerdan con estas tácticas violentas e ilegales.

¿Por qué se oponen?

Según The Journal of the American Medical Association, “la mayoría de los que se preocupan por el uso que se hace de los animales en la investigación biomédica pueden dividirse en dos categorías generales: primero, los que se preocupan del bienestar de los animales y que no se oponen a la investigación biomédica, sino que quieren estar seguros de que a los animales se les trata de la forma más humana posible, que la cantidad de animales utilizados es estrictamente la mínima requerida y que tan solo se utilizan animales cuando es necesario”. Según encuestas recientes, este colectivo lo compone la mayoría que menos se hace oír.

Segundo, “los que se preocupan por los derechos de los animales y que adoptan una posición más radical y opuesta por completo al uso de animales en la investigación biomédica”. “Los animales tienen derechos fundamentalmente inalienables —dijo el codirector de uno de tales grupos—. Si un animal es capaz de notar dolor o sentir temor, entonces tiene derecho a que no se le trate así.” Otro portavoz dijo: “No existe ningún fundamento racional para decir que un ser humano tiene derechos especiales. Tanto da que sea una rata, un cerdo, un perro o un niño. Todos son mamíferos”.

Muchos de los que están profundamente convencidos de que hay que luchar por la liberación animal se oponen a que se utilicen animales para comer, para vestir, en los deportes y hasta como animales de compañía. Los que se oponen a que se pesque y coma pescado han arrojado al agua a pescadores. Hay quienes han sido víctimas de maltrato verbal en las calles por llevar prendas y complementos de piel. Personas con un punto de vista más radical respecto al uso y abuso de los animales han entrado por la fuerza en algunas tiendas y han destruido costosas prendas de piel. Uno de ellos dijo: “No tomaré huevos para desayunar ni llevaré artículos de cuero”. “Detrás de casi cada loncha de tocino magro y de cada huevo de apariencia inocua —advertía un boletín de la Humane Society, de Estados Unidos— se esconde una larga y oculta historia de sufrimiento intolerable.” Acompañado de fotografías de cerdas y gallinas confinadas a pequeñas pocilgas y jaulas, el boletín afirmaba que estas condiciones tan extendidas en la industria del cerdo y las aves de corral convierten un “plato de huevos con tocino en nada menos que ‘el desayuno de la crueldad’”. Es obvio que en la cuestión de la defensa de los derechos de los animales existen sentimientos muy intensos y sinceros.

Historias de terror

Muchas personas creen que la oposición a la investigación animal está plenamente justificada. Uno de los casos más infames tuvo que ver con el Head Injury Laboratory de una prestigiosa universidad americana. En unas videocintas robadas durante una incursión por parte de un movimiento de liberación animal se vio a “monos a los que se les golpeaba la cabeza en el interior de una máquina mientras los investigadores se reían por el comportamiento irregular de criaturas con el cerebro dañado”, informó la revista Kiwanis de septiembre de 1988. Esto hizo que el gobierno dejase de suministrar fondos a dicho laboratorio.

También se lleva a cabo la infame prueba de Draize, demasiado común en las industrias de cosméticos, champús, detergentes y lejías. Esta prueba se utiliza para medir el grado de irritación que pueden causar en los ojos de una persona aquellos productos que podrían introducirse en ellos por accidente. Suele realizarse colocando de seis a nueve conejos albinos en unos cepos de los que solo pueden sacar la cabeza y el cuello, lo que impide que se rasquen los ojos con las patas cuando les vierten en ellos la sustancia química. Se dice que los conejos chillan de dolor. Hasta muchos investigadores se oponen enconadamente a este tipo de prueba y tratan de que deje de utilizarse. Los movimientos en pro de los derechos de los animales han demostrado con documentos la veracidad de muchas historias de horror relacionadas con laboratorios de investigación animal.

Los que abogan por la liberación animal no tienen una opinión muy elevada del doctor Robert White, a quien citamos antes. La American Anti-Vivisection Society escribió que él “es el infame vivisector de Cleveland que ha trasplantado cabezas de monos y ha mantenido cerebros de monos vivos en un fluido fuera del cuerpo”.

Como sucede en el caso de muchas controversias, existen los dos extremos, pero también un término medio que trata de aprovechar los mejores efectos y eliminar los peores. Por ejemplo, ¿existen algunas alternativas prácticas a la experimentación animal? ¿Es el rechazo total a la investigación animal la única respuesta viable y equilibrada? En nuestro próximo artículo se tratarán estas preguntas.

[Fotografía en la página 6]

Conejos en cepos para hacerles la prueba de Draize en los ojos

[Reconocimiento]

PETA

[Reconocimiento en la página 8]

UPI/Bettmann Newsphotos

[Recuadro en la página 9]

Distintas opiniones

“CREO que los animales tienen derechos que, aunque diferentes a los nuestros, son igual de inalienables. Creo que los animales tienen derecho a que no les inflijamos dolor, temor o privación física. [...] Tienen derecho a que no se les trate brutalmente en ningún aspecto a fin de utilizarlos para alimento, entretenimiento o cualquier otro propósito.”—Roger Caras, naturalista, telediario de la cadena ABC (E.U.A.). (Newsweek, 26 de diciembre de 1988.)

“En líneas generales, no puedo pasar por alto el mucho bien que ha resultado de tal investigación. Vacunas, terapias, técnicas quirúrgicas y procedimientos desarrollados en laboratorios han incrementado sobremanera la esperanza de vida en el siglo pasado [...]. Por eso, no usar animales en el campo de la investigación podría verse como una opción inhumana: teníamos la manera de aprender cómo aliviar la enfermedad, pero no la utilizamos.”—Marcia Kelly, Health Sciences, otoño de 1989, universidad de Minnesota.

“Yo digo ‘no’ a la experimentación animal. No solo por razones éticas, sino sobre todo por razones científicas. Se ha demostrado que los resultados de los experimentos con animales no son de ningún modo aplicables a los seres humanos. Existe una ley natural conectada al metabolismo [...], según la que una reacción bioquímica, que ha sido establecida para una especie, solo es válida para esa especie en particular y no para otra. [...] La experimentación animal es falaz, inútil, cara y además cruel.”—Gianni Tamino, investigador de la universidad de Padua, la principal facultad de Medicina de Italia.

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