El corcho. Pequeñas células que le son muy útiles
LA CIENCIA dio un gran paso adelante en Inglaterra en la década de 1660 cuando Robert Hooke tomó un pedazo de corcho y lo miró a través del microscopio que él mismo había fabricado con ese propósito. Hook descubrió que esa materia no era homogénea, sino que consistía en una gran cantidad de pequeñas unidades llenas de aire a las que llamó células, de la palabra latina cella, que significa “habitación pequeña”.
Las células del corcho son realmente pequeñas. Ningún material compuesto de células, ni natural ni sintético, tiene tantas por unidad de volumen como el corcho. Se calcula que, como promedio, hay 20.000 células en un milímetro cúbico de corcho. Esas células son tan pequeñas que ni siquiera con un microscopio común se puede ver su detallada estructura. Con la ayuda de microscopios electrónicos, ciertos investigadores de las universidades de Cambridge (Inglaterra) y Luleå (Suecia) han dado a conocer la intrincada estructura de la célula del corcho. Y es esta estructura —un prisma de seis caras con paredes onduladas como el fuelle de un acordeón— lo que confiere al corcho sus singulares y útiles cualidades.
El corcho es ligero, flotante, fuerte, duradero y estable. Posee resiliencia y compresibilidad. Resiste la penetración del aire, el aceite y el agua. Absorbe las vibraciones, tiene buenas cualidades de fricción y baja conductividad térmica. Los materiales sintéticos no han conseguido sustituirlo como el mejor material para fabricar tapones de botellas que se introducen y se extraen con facilidad y que cierran bien. Debido a su estabilidad química y su elasticidad, los tapones de corcho pueden conservar vinos durante años sin que se contaminen. El corcho también ha sido ampliamente utilizado como material de aislamiento y de insonorización, para revestimientos de suelos, tablones de anuncios, juntas herméticas, suelas de calzado, flotadores de caña de pescar y boyas, por mencionar tan solo algunos ejemplos.
El alcornoque
Aunque todos los árboles tienen en su corteza una delgada capa de corcho, la mayor parte del corcho comercial del mundo se obtiene del alcornoque, que crece en el área mediterránea, sobre todo en Portugal, España y Argelia. El alcornoque es un árbol de hoja perenne, cuya corteza puede retirarse sin problemas y vuelve a formarse corcho nuevo.
La corteza del alcornoque consta básicamente de dos capas. La espesa capa exterior, compuesta de células muertas, actúa como cubierta protectora que aísla el árbol del calor, de ser dañado mecánicamente o de la pérdida de agua. Es esta capa la que se recolecta mediante un proceso llamado descorche. Sin embargo, hay que ejercer cuidado para no dañar la capa interior, ya que en ese caso no se formaría corcho nuevo.
El descorche puede llevarse a cabo cuando el árbol ha madurado y la corteza exterior se ha hecho gruesa, lo que por lo general toma entre veinte y veinticinco años. Una vez quitado el corcho del árbol, lo primero que se hace es dejarlo secar unos días. Luego se hierve para eliminar el ácido tánico y la savia, proceso que también aumenta su elasticidad y lo ablanda para que pueda ser enderezado y dispuesto en pilas para transportarlo. Además, al hervirlo también se reblandece la capa exterior y áspera facilitando así su eliminación mediante raspado. Los alcornoques se dejan descansar entre ocho y diez años para que regeneren su corteza exterior, tras lo cual pueden descorcharse de nuevo. El mejor corcho se consigue después del segundo descorche, y el árbol puede producirlo durante más de cien años.
En la actualidad, la producción de corcho supera el medio millón de toneladas al año, un volumen equivalente al de 28 millones de toneladas de acero. Cada año se fabrican, tan solo para botellas de vino, unos veinte mil millones de tapones. Muchas de las aplicaciones que recibe el corcho se han conocido por más de dos mil años. “Pocos materiales tienen una historia tan larga o han sobrevivido tan bien a la competencia por parte de sustitutos artificiales”, manifiesta un estudio llevado a cabo en la universidad de Cambridge. ¿Cuál es su secreto? El secreto radica en la singular estructura de la pequeña célula del corcho, una verdadera maravilla de la creación.