El precio del engaño
A CASEY LUNSFORD le estaban fallando los riñones. Los médicos calcularon que a menos que se le practicase un trasplante de riñón, a Casey, de tres años y medio de edad, solo le quedaban tres o cuatro meses de vida. Sus padres, ambos testigos de Jehová, decidieron que se le hiciese el trasplante y su propio padre donaría uno de sus riñones para salvar al niño.a La única condición que pusieron fue que no se utilizase sangre, ya que los testigos de Jehová rehúsan aceptar transfusiones sanguíneas por razones bíblicas. (Véase Hechos 15:20.)
Para las operaciones, el matrimonio Lunsford pensaba acudir a un hospital de Texas (E.U.A.), famoso por realizar con éxito trasplantes de riñón sin administrar sangre. Pero en vista de que en California, a pocos kilómetros del domicilio de la familia Lunsford, había un hospital dispuesto a realizar el trasplante sin administrar sangre, optaron por acudir al más próximo.
Durante la semana previa a las operaciones, tanto el personal del hospital como el cirujano garantizaron repetidas veces a los padres que no se necesitaría transfundir sangre ni se conseguiría una orden judicial para autorizar una transfusión en contra de la voluntad de los padres. Sin embargo, tan pronto como el matrimonio concordó en que se realizasen las operaciones, el cirujano inició los trámites para conseguir una orden judicial que le autorizase a transfundir sangre a Casey por la fuerza. Hasta consiguió que reemplazaran a una asistenta social que insistió en que los padres tenían el derecho de saber que se había solicitado una orden judicial. La mañana de la operación, el hospital presentó un certificado en el que solicitaba una orden judicial para administrar sangre a Casey. Estaba redactado de tal forma que daba la impresión de que Casey estaba desangrándose sobre la mesa de operaciones, cuando en realidad ni siquiera habían empezado a operarle. Una hora después de haber concluido el trasplante, que se había llevado a cabo con éxito sin sangre, le administraron al niño una transfusión sanguínea.
El matrimonio Lunsford demandó al cirujano y al hospital por violar sus derechos civiles, causarles angustia emocional deliberadamente y por fraude, agresión y violación de los deberes fiduciarios. Tras un juicio de cuatro semanas, el jurado deliberó durante dos días y medio, y pronunció su veredicto contra el cirujano y el hospital. Se les sentenció a pagar al matrimonio Lunsford la suma de 500.000 dólares (E.U.A.).
Aunque el juez ha desestimado el fallo por la violación de derechos civiles y ha ordenado que se celebre un nuevo juicio por fraude y otras acusaciones, los doce miembros del jurado estaban convencidos de que el engaño perpetrado por el hospital y el médico justificaba la adjudicación de 500.000 dólares (E.U.A.). Los abogados de la familia han indicado que apelarán para que se respete la decisión del jurado.
[Nota a pie de página]
a Los Testigos consideran que los trasplantes son una cuestión de conciencia sobre la que cada uno debe decidir.