BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • g90 22/10 págs. 24-27
  • Parte 6: Camisas negras y esvásticas

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Parte 6: Camisas negras y esvásticas
  • ¡Despertad! 1990
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Adoración del Estado
  • El fascismo glorifica la guerra
  • Fascismo de corte alemán
  • Qué lo hizo surgir
  • ¿Se ha aprendido la lección?
  • ¿Han traído paz los mesías políticos?
    ¡Despertad! 1985
  • Nazis y fascistas atacan a los Testigos
    ¡Despertad! 1984
  • Los gobiernos... ¿por qué son necesarios?
    ¡Despertad! 1985
  • Tercera parte: 1935-1940 — La Sociedad de Naciones camina tambaleante hacia su muerte
    ¡Despertad! 1987
Ver más
¡Despertad! 1990
g90 22/10 págs. 24-27

Gobernación humana en la balanza

Parte 6: Camisas negras y esvásticas

Fascismo: Gobierno dictatorial caracterizado por el intervencionismo de la economía, la regimentación social y una ideología de nacionalismo agresivo. Nazismo: Fascismo como el practicado por el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes bajo Hitler.

LA PALABRA “fascismo” generalmente evoca imágenes de las escuadras militares italianas de camisas negras y de la sección de asalto alemana, con sus uniformes marrones y la esvástica. Pero otros países también han experimentado el fascismo.

En la década de los treinta adquirió importancia en Hungría, Rumania y Japón. Durante la guerra civil española, Francisco Franco recibió apoyo fascista que le ayudó a hacerse con el control de España, aunque la mayoría de los historiadores opinan que la dictadura de Franco (1939-75) no era verdaderamente fascista. En cambio, la dictadura argentina de Juan D. Perón (1943-55) sí lo fue.

Adoración del Estado

El término “fascismo” viene de la palabra italiana fascio y hace referencia a un antiguo símbolo romano de autoridad, llamado fasces en latín. Las fasces consistían en un haz de varas de madera del que emergía la cabeza de un hacha, símbolo apto de la unidad del pueblo bajo la suprema autoridad del Estado.

Aunque algunas raíces del fascismo se remontan al tiempo de Nicolás Maquiavelo, no fue sino hasta 1919, es decir, cuatrocientos cincuenta años después de su nacimiento, que Benito Mussolini utilizó por primera vez la palabra. Maquiavelo afirmaba que la corrupción política de su día solo podía vencerse mediante un gobernante autoritario, que ejerciese el poder de forma implacable, pero con prudencia.

Para que un gobierno fascista sea efectivo necesita un líder fuerte, oportunista y carismático. En consonancia con eso, tanto a Mussolini como a Hitler se les distinguía simplemente como “el líder”: il Duce y der Führer respectivamente.

El fascismo eleva al Estado por encima de toda autoridad, sea civil o religiosa. El jurista francés del siglo XVI Jean Bodin, el filósofo inglés del siglo XVII Thomas Hobbes y los filósofos alemanes de los siglos XVIII y XIX Johann Gottlieb Fichte, Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Heinrich von Treitschke, todos glorificaron al Estado. Hegel enseñaba que el Estado ocupa una posición de supremacía y que el deber supremo del individuo es convertirse en su leal apoyador.

Todo gobierno, por naturaleza, tiene que ejercer autoridad. Pero los estados fascistas están organizados para ejercerla a grado máximo, exigiendo obediencia ciega. Treitschke, que consideraba que las personas eran poco más que esclavos del Estado, dijo: “No importa lo que uno piense, siempre y cuando obedezca”. En consonancia, el fascismo reemplazó el grito “libertad, igualdad, fraternidad” que se oía durante la Revolución francesa, con la consigna italiana “creer, obedecer, luchar”.

El fascismo glorifica la guerra

¿Luchar? Sí. “La guerra es lo único que activa al máximo todas las energías humanas y pone el sello de nobleza en las gentes que tienen el valor de arrostrarla”, dijo Mussolini en cierta ocasión, y añadió: “La guerra es al hombre lo que la maternidad a la mujer”. Además, afirmó que la paz perpetua es “deprimente y una negación de todas las virtudes fundamentales del hombre”. Con estas palabras Mussolini solo reflejaba los puntos de vista de Treitschke, quien sostenía que la guerra es una necesidad y que desterrarla del mundo, además de ser profundamente inmoral, “implicaría la atrofia de gran parte de las fuerzas esenciales y sublimes del alma humana”.

En este contexto de guerra y dictadura no debería sorprendernos que muchos historiadores digan que el comienzo del fascismo moderno se remonta a Napoleón I de Francia, dictador durante los primeros años del siglo XIX, aunque no era fascista. Sin embargo, buen número de sus tácticas, como el establecimiento de un sistema de policía secreta y el hábil uso de la propaganda y la censura para controlar la prensa, fueron más tarde adoptadas por los fascistas. Y desde luego, su determinación de restablecer la gloria de Francia es típica de la obsesión de grandeza nacional por la que se ha conocido a los líderes fascistas.

Para 1922 los fascistas de Italia tenían suficiente poder como para colocar a Mussolini en el puesto de primer ministro, posición que rápidamente utilizó como trampolín para convertirse en dictador. En lo que respecta a salarios, horas y metas de producción, la industria privada fue sometida a un rígido control gubernamental. De hecho, solo se fomentaba la empresa privada si servía a los intereses del gobierno. Se declararon ilegales los partidos políticos no fascistas y se proscribieron los sindicatos de trabajadores. El gobierno controlaba hábilmente los medios informativos, acallando a los opositores con la censura. Se dio atención especial al adoctrinamiento de la juventud, y la libertad personal quedó muy reducida.

Fascismo de corte alemán

“A pesar de que sus trayectorias hacia el poder coincidieron —dice el libro Fascism, de A. Cassels—, entre el fascismo italiano y el nazismo alemán había una pronunciada diferencia en temperamento y visión de futuro.”

Además de los filósofos alemanes anteriormente citados, que fueron precursores de la ideología fascista, hubo otros, como el filósofo alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche, que ayudaron a crear un tipo de fascismo netamente alemán. No es que Nietzsche fuese fascista, pero defendía la idea de una elite dirigente, una raza de superhombres. Sin embargo, no pensaba en ninguna raza o nación específica, y mucho menos en los alemanes, a los que no les tenía particular simpatía. Sin embargo, los ideólogos nacionalsocialistas adoptaron algunas de sus ideas, que se acercaban a lo que ellos consideraban idealmente alemanas, y descartaron las que no concordaban con la doctrina nazi.

El compositor alemán Richard Wagner también influyó mucho en Hitler. Wagner era extremadamente nacionalista y patriótico, y consideraba que Alemania estaba destinada a realizar una gran misión en el mundo. “Para Hitler y los ideólogos nazis Wagner era el héroe perfecto”, dice la Encyclopedia of the Third Reich. La misma enciclopedia explica: “El compositor personificó la grandeza de Alemania. A los ojos de Hitler, la música de Wagner justificaba el nacionalismo alemán”.

El autor William L. Shirer añade: “Pero lo que inspiró los mitos de la Alemania moderna y le confirieron una Weltanschauung [ideología] germánica que Hitler y los nazis —con cierta justificación— adoptaron como suya propia, no fueron sus [de Wagner] escritos políticos sino sus imponentes óperas, que recuerdan de manera tan vívida el mundo de la Alemania antigua con sus heroicos mitos, sus dioses guerreros y héroes paganos, sus demonios y dragones, sus sangrientas enemistades familiares y sus códigos tribales primitivos, su sentido del destino, del esplendor del amor y la vida, y de la nobleza de la muerte”.

Quien dio forma a la opinión de Nietzsche y de Wagner fue Joseph Arthur, conde de Gobineau, diplomático y etnólogo francés que entre 1853 y 1855 escribió Essai sur l’inégalité des races humaines (Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas). Sostenía que la composición racial es lo que determina el destino de las civilizaciones y advirtió que diluir el carácter racial de las sociedades arias conduciría finalmente a su ruina.

El racismo y el antisemitismo que se desarrolló a partir de estas ideas eran característicos del fascismo alemán mientras que en Italia no tenían tanta relevancia. De hecho, muchos italianos veían el antisemitismo en Italia como una señal de que Hitler comenzaba a ocupar el lugar de Mussolini como fuerza dominante tras el fascismo. Y, lo cierto es que, con el transcurso del tiempo la influencia de Hitler en la política fascista italiana aumentó.

Aunque tanto el fascismo italiano como el alemán luchaban por alcanzar la grandeza de su nación, lo hacían en direcciones opuestas. El autor A. Cassels explica que “así como Mussolini exhortaba a sus compatriotas a emular las hazañas de los antiguos romanos, la revolución nazi del espíritu iba dirigida a incitar a los alemanes, no solo a emular a los legendarios héroes teutones sino también a ser esos mismos héroes tribales reencarnados en el siglo XX”. En otras palabras, el fascismo italiano trató de recuperar su gloria pasada conduciendo a una Italia industrialmente subdesarrollada hacia el siglo XX. Por otra parte, Alemania trataba de recuperar su gloria anterior retrocediendo a un pasado mítico.

Qué lo hizo surgir

En la mayoría de los países, los fascistas han llegado al poder tras un desastre nacional, un colapso económico o una derrota militar, algo que fue cierto tanto en el caso de Italia como en el de Alemania. Aunque se encontraban en lados opuestos durante la I Guerra Mundial, ambas naciones salieron de la guerra muy debilitadas. Las dos se vieron abrumadas por el descontento nacionalista, la desarticulación económica y una intensificación de la lucha de clases. Alemania experimentó una inflación galopante y el desempleo se disparó. El principio democrático tampoco tenía mucho arraigo y aún estaba entorpecido por la tradición militar y autoritaria de Prusia. Y por todas partes aparecía el espectro del temido bolchevismo soviético.

Otro factor significativo en el auge del fascismo fueron las ideas de Charles Darwin sobre la evolución y la selección natural. El libro The Columbia History of the World habla del “despertar del darvinismo social en las ideologías de los fascistas, expresadas tanto por Mussolini como por Hitler”.

La Encyclopedia of the Third Reich concuerda con esta apreciación cuando explica que el darvinismo social fue “la ideología tras la política de genocidio de Hitler”. En armonía con las enseñanzas de la evolución darviniana “los ideólogos alemanes decían que el estado moderno, en lugar de dedicar su energía a proteger a los débiles debería rechazar a su población inferior en favor de los elementos fuertes y saludables”. Afirmaban que en la lucha por la supervivencia del más apto la guerra es normal, que “la victoria es de los fuertes, y los débiles deben ser eliminados”.

¿Se ha aprendido la lección?

Los días de las escuadras militares italianas de camisas negras y de la sección de asalto alemana, con sus uniformes marrones y la esvástica, han terminado. Sin embargo, en 1990 todavía quedan vestigios del fascismo. Hace dos años, la revista Newsweek advirtió que casi en cada nación de Europa occidental, “las fuerzas de extrema derecha están demostrando una vez más que un racismo poco disimulado y un llamamiento en favor de los valores nacionalistas y autoritarios todavía son capaces de conseguir un apoyo sorprendente”. No hay duda de que uno de los movimientos más dinámicos de este tipo es el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen en Francia, con un mensaje básicamente “igual al del nacionalsocialismo”.

¿Es sensato cifrar nuestra confianza en los movimientos neofascistas? ¿Constituyen las raíces del fascismo —evolución darviniana, racismo, militarismo y nacionalismo— un fundamento firme sobre el que basar un buen gobierno? O, ¿no concuerda usted más bien en que al igual que todas las demás clases de gobernación humana, el fascismo ha sido pesado en la balanza y hallado deficiente?

[Fotografías en la página 25]

Antiguos símbolos religiosos como la esvástica y el lema “Dios con nosotros” no salvaron al régimen de Hitler

En algunas monedas estadounidenses de diez centavos aparecen unas fasces, el símbolo fascista de Mussolini

[Recuadro en la página 26]

Fascismo: ¿Es firme su fundamento?

Evolución darviniana: “Cada vez más científicos, y en especial un número cada vez mayor de evolucionistas [...] presentan el argumento de que la teoría evolucionista darviniana no es de modo alguno una teoría genuinamente científica.” (New Scientist, 25 de junio de 1981, Michael Ruse.)

Racismo: “La gran laguna entre las razas humanas y los pueblos, cuando existe, es psicológica y sociológica, no genética.” (Genes and the Man, profesor Bentley Glass.)

“Los seres humanos de todas las razas [...] [han] descendido del mismo primer hombre.” (Heredity and Humans, Amram Scheinfeld, escritor científico.)

Militarismo: “El ingenio, el trabajo y el tesoro que se han dedicado a esta [...] demencia son realmente pasmosos. Si las naciones no aprendieran más la guerra, no habría nada imposible para la humanidad.” (Herman Wouk, autor americano y ganador de un premio Pulitzer.)

Nacionalismo: “El nacionalismo divide a la humanidad en unidades mutuamente intolerantes. En consecuencia, el hombre piensa primero como norteamericano, ruso, chino, egipcio o peruano, y en segundo lugar, si acaso, como ser humano.” (Conflict and Cooperation Among Nations, Ivo Duchacek.)

“Muchísimos de los problemas que arrostramos hoy día son resultado de posturas falsas, algunas de las cuales han sido adoptadas casi inconscientemente. Entre estas está el concepto del nacionalismo intolerante: ‘Mi país, tenga razón o no’.” (U Thant, anterior Secretario General de la ONU.)

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir