¡Se puede ganar la batalla!
Cuando uno ve por primera vez a Lee, una joven con facilidad de palabra, extrovertida y un poco llenita, cuesta creer que hace cinco años estuvo a punto de morir de anorexia. Pero cuando se habla con ella, causa una profunda impresión oírle explicar los cambios mentales que tuvo que hacer —algunos muy difíciles— para superar la anorexia que puso en peligro su vida. “No se trataba tan solo de una batalla contra la comida”, explicó.
En vista de que los trastornos del apetito son el resultado de problemas emocionales ocultos, la batalla para vencerlos tiene lugar en la propia mente. Uno de los primeros pasos para recuperarse es tratar de desarrollar un conjunto de valores diferente. Todos tenemos ciertos valores establecidos, asuntos que consideramos importantes, que moldean la opinión que tenemos de nosotros mismos y gobiernan nuestra forma de reaccionar ante problemas que causan estrés. Por consiguiente, los que padecen de trastornos del apetito tienen que alterar sus valores, es decir, cambiar su mentalidad.
La Biblia nos insta a ‘transformarnos con la nueva mentalidad’ para que seamos ‘capaces de distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo bueno, conveniente y acabado’. (Romanos 12:2, Nueva Biblia Española.) En efecto, hemos de amoldar nuestra mentalidad al punto de vista de Dios sobre lo que es conveniente. Nuestro Hacedor nos conoce muy bien y sabe con certeza lo que nos traerá felicidad duradera. ¿Qué es lo que Él considera importante?
Céntrese en la verdadera belleza
Dios valora lo que somos en nuestro interior. “La persona secreta del corazón”, cuando está adornada con un espíritu tranquilo y apacible, “es de gran valor a los ojos de Dios”. (1 Pedro 3:4.) Sin embargo, vivimos en un mundo donde se suele valorar a la mujer por su apariencia. Pero sería muy imprudente adoptar esa norma, pues ¿qué sucedería si cambiara la mentalidad actual de que estar delgada es elegante? Hace cien años, en Estados Unidos la moda era estar rellenita. En 1890 un anuncio decía: “Digan respetuosamente a las damas que se pongan rellenitas con [...] alimentos ‘Fat-Ten-U’ que CON TODA GARANTÍA consiguen que las delgadas se vuelvan rellenitas y atractivas”.
“Siempre juzgaba a la gente por su apariencia —admitió Lee—, pero ahora he aprendido a valorar las cualidades cristianas, tanto en otros como en mí misma. Ahora trato de cultivar cualidades agradables y veo lo superficial que es juzgarme a mí misma o a otros por la apariencia.”
Mantener una actitud correcta sobre la apariencia no es fácil, pues puede que necesitemos evitar la compañía constante de quienes están obsesionados con su peso o que no paran de insistir en la apariencia. “Hay que hacer un esfuerzo constante para luchar contra las presiones de la sociedad y mantener la debida actitud —admite Lynn, que consiguió recuperarse por completo de la bulimia—. No se desarrolla esa actitud de forma automática, tuve que obligarme a pensar apropiadamente.” Este cambio de mentalidad también afecta el tipo de asuntos sobre los que edificamos nuestro amor propio.
Rechace la “gloria vacía”
Muchas personas que tienen trastornos del apetito incrementan su amor propio buscando la perfección o tratando de dominar el hambre por completo. Sin embargo, la alabanza egocéntrica que les proporciona es en realidad vana, vacía. La Palabra de Dios nos dice que no hagamos nada ‘movidos por egotismo, sino que con humildad mental consideremos que los demás son superiores’. (Filipenses 2:3.) El término griego original que se traduce “egotismo” significa literalmente “gloria vacía” o alabanza hueca. De modo que los que actúan movidos por egotismo tratan de llamar la atención por razones que carecen de valor auténtico o duradero. Se glorían en cosas vacías.
Por ejemplo, Lee dijo: “Me sentía superior porque nadie podía hacerme comer”. También admitió: “Creía que si tan solo conseguía adelgazar más aumentaría mi autoestima, pero adelgacé más y seguía insatisfecha”.
No obstante, hubo un punto de viraje en su recuperación. “Me di cuenta —dijo— de que para Dios era como una gotita en un cubo, así que ¿por qué tenía que ser la más importante? No es necesario ser la mejor. Si otros son mejores en algunos aspectos, no importa.”
Lee aprendió a ‘considerar a los demás superiores’. En realidad, en los demás hay haberes y aptitudes superiores a los nuestros, al igual que nosotros posiblemente sobresalgamos en otros aspectos. Sin embargo, eso no significa que otros valgan más que nosotros o nosotros más que ellos.
Como los que padecen trastornos del apetito desean con todas sus fuerzas sentirse satisfechos consigo mismos, deben centrarse en asuntos que producen verdadera autoestima. “En lugar de confiar en mi apariencia para que me alabaran —confesó Melissa, una bulímica recuperada—, descubrí que el aceptar los valores de Dios y respetar Su punto de vista aumentaba mi amor propio.” Tal como lo expresa la Biblia, “el encanto puede ser falso, y la belleza puede ser vana; pero la mujer que teme a Jehová es la que se procura alabanza [auténtica, no vacía]”. (Proverbios 31:30.)
Amistad con Dios
Cuando la Biblia habla de ‘temer a Jehová’, no se refiere a estar aterrorizados ante la posibilidad de que nos castigue, sino a manifestar un temor apropiado a desagradarle porque ha llegado a ser nuestro Amigo. “Feliz es el hombre que teme a Jehová, en cuyos mandamientos se ha deleitado muchísimo”, dice el Salmo 112:1. Como amigos de Dios podemos complacernos en obedecer Sus leyes, y eso nos proporciona una motivación poderosa. Sin embargo, ¿qué opina Dios de los trastornos del apetito?
La Palabra de Dios nos dice que debemos respetar nuestro cuerpo como una dádiva preciosa. (Romanos 12:1.) El apóstol Pablo dijo que ‘la inmundicia de toda clase y la avidez’ desagradan a Dios, e indicó que hay ‘cosas que los incrédulos hacen en secreto que resultan demasiado vergonzoso contarlas’. Es probable que entre estas cosas estuviera la costumbre que tenían algunos romanos en los banquetes de provocarse el vómito cuando estaban demasiado llenos y luego continuar comiendo con avidez. (Efesios 5:3, 5, 12.) El apóstol escribió: “No me dejaré poner bajo autoridad por cosa alguna”. (1 Corintios 6:12.) Por consiguiente, si deseamos gozar del favor de Dios no podemos permitir que la comida y las dietas dominen nuestra vida.
Como hay varios tipos de trastornos del apetito que pueden afectar en mayor o menor grado, la gravedad de nuestra conducta puede variar a los ojos de Dios. Sin embargo, el deseo de tener Su amistad nos servirá de incentivo para vencerlo. “Lo que más influyó en mi recuperación —dijo Ann— fue darme cuenta de que no podía tener ese hábito y agradar a Dios.” Pero, ¿y si durante nuestra lucha reincidimos?
“El sentido de culpabilidad que me producía la bulimia es indescriptible —admitió Melissa—. Día y noche, cuando nadie me veía, lloraba sin cesar rogando a Dios que me ayudase y me perdonase.” Consuela saber que Dios “perdonará en gran manera” y mostrará “misericordia a los que le temen”. (Isaías 55:7; Salmo 103:13.) Y aunque nuestro corazón nos condene, “Dios es mayor que nuestro corazón y conoce todas las cosas”. (1 Juan 3:20.) Él ve más allá de nuestras debilidades, sabe lo que nos cuesta romper con el hábito y el progreso que hacemos.
No se canse nunca de acudir sinceramente a Dios, buscando su perdón sin importar las veces que tenga que hacerlo por la misma debilidad. Si obra con sinceridad, por Su bondad inmerecida, Dios le dará una conciencia limpia. (Romanos 7:21-25.) “En todo momento Dios fue un Amigo verdadero y confiable que escuchó mis oraciones”, afirmó Melissa. Para ganar la batalla es imprescindible no darse por vencido.
Cómo controlar los sentimientos angustiosos
Para ganar la batalla hay que aprender a controlar los sentimientos negativos y no tratar de tranquilizarse comiendo. Con frecuencia, para obtener alivio se necesita confiar esos sentimientos a alguien. Por ejemplo, lo que llevó a Mary a la bulimia fueron las burlas de su padre acerca de su peso. “En realidad fue culpa mía porque no dije a nadie lo mal que me sentía por sus burlas —explicó Mary—. Solo me encerraba en mi cuarto y lloraba.”
Pero expresar esos sentimientos no es fácil para una persona obsesionada con agradar a otros. Sin embargo, el libro Bulimia: A Systems Approach to Treatment afirma: “Reconocer los sentimientos de ira y aprender a expresarlos con prudencia y corrección son factores importantes para recuperarse”. Qué adecuado es el consejo bíblico: “Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado”. (Efesios 4:26.) Cuando se sienta airada o presionada a decir que sí cuando en realidad quisiera decir que no, pregúntese: “¿Cómo puedo ser honrada y franca sin ser mordaz?”.
Recuerde también que la Biblia no dice que el cometido de la mujer sea tan solo agradar a otros. Hubo mujeres fieles a Dios, que expresaron con franqueza sus sentimientos como es debido; sin dejar de ser sumisas a su marido, tuvieron iniciativa y escogieron ocupaciones que no siempre fueron fáciles. (Proverbios 31:16-18, 29.) Por supuesto, cuando se intenta una actividad nueva existe el peligro de fracasar, y a las personas con trastornos del apetito les suele aterrorizar la idea de cometer errores y parecer tontas. Sin embargo, todo el mundo comete errores. “Puede que el justo caiga hasta siete veces, y ciertamente se levantará”, dice Proverbios 24:16. Para recuperarse de los trastornos del apetito, así como para prevenirlos, es esencial acostumbrarse a aprender de nuestros errores y fracasos.
A veces, las emociones angustiosas se relacionan con un suceso del pasado. Aunque el recuerdo de tales experiencias aún le resulte doloroso, luche por ‘mostrarse atenta para con los actos de bondad amorosa de Jehová’. (Salmo 107:43.) Seguramente hubo épocas en las que la bondad y el amor de Dios se manifestaron en su vida. Trate de centrarse en ellas, y aunque le hayan hecho sufrir mucho, eso no significa que mereciese el maltrato que recibió, ni tampoco determina su valía como persona.
Busque ayuda
La persona que trata de vencer un trastorno del apetito necesita hablar con alguien que merezca su confianza. No trate de superar su problema sola. Lynn señala un factor importante en su recuperación: “Una noche llevé a mi madre a mi cuarto. Después de llorar por diez minutos por fin le confesé que era bulímica”, y añade: “Mis padres fueron muy comprensivos. Mamá me ayudó a ser paciente y a no esperar recuperarme de la noche a la mañana. Papá me dio sugerencias prácticas y oró conmigo. Si no me hubiese abierto a ellos habría perdido toda esa ayuda”.a
Para una recuperación completa muchas veces es necesario tener el apoyo de otros. No se aísle, en especial cuando se sienta vulnerable. (Proverbios 18:1.) Cuando Lynn se disgusta ya no se encierra en sí misma. Respecto a su recuperación, explica: “Mamá y yo dábamos un paseo y hablábamos del problema que me disgustaba. En lugar de recaer en mi comportamiento bulímico, hacía algo, como llamar a una amiga, y no me aislaba”.
En las congregaciones de los testigos de Jehová hay quienes han podido ayudar a algunas personas a librarse de un trastorno del apetito. “Yo ya no podía hacerlo sola —admitió Ann, que estaba sumamente desanimada en su lucha contra la bulimia—, así que desahogué mi corazón y confesé el problema que por diez años había mantenido en secreto.” Sus amigos cristianos la apoyaron mucho. “Mi orgullo me había impedido buscar ayuda y casi me costó la vida. El alivio que sentí no se puede expresar con palabras. Con la ayuda de mis amigos me recuperé por completo.”
En algunos casos se necesita la ayuda de especialistas. Por lo general, el primer paso que se da es una revisión médica. Algunas de las ayudas que se ofrecen son: diversos tipos de psicoterapia, asesoramiento sobre nutrición, quizás el uso de medicamentos y, en casos extremos, puede ser necesaria la hospitalización. Es probable que un médico o un hospital puedan informarle si hay algún especialista en su comunidad.
Ser razonables y no perder la esperanza
“El médico me aseguró que si tan solo tomaba comidas equilibradas mi metabolismo volvería a la normalidad y no engordaría —explicó Lynn—, y eso es justo lo que ha sucedido.” Por consiguiente, qué sabia es la recomendación bíblica: “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes”. (Filipenses 4:5.)
Se puede perder el exceso de peso si, de manera consecuente, se reduce la cantidad de grasas y alimentos refinados, como el azúcar y la harina blanca, y se aumenta la ingestión de frutas, verduras y cereales integrales. También es importante el ejercicio moderado.b No obstante, debido a factores como la genética, y la edad, entre otros, algunas personas son más gruesas de lo que quizás esté de moda.
Lisa, que salió victoriosa de una larga batalla contra las dietas y la bulimia, llegó a una conclusión sensata: “No creo que la victoria radique en perder peso, sino en ser moderado en todo, aunque eso signifique pesar más de lo que este mundo dice que está de moda”. De todas formas, a medida que la persona cultiva un punto de vista equilibrado, es posible que procure perder peso, no solo para mejorar su apariencia, sino para evitar los peligros de la obesidad en la salud.
En lugar de constantemente tratar de adelgazar para ponerse tallas menores, puede vestirse con prendas que le favorezcan y utilizar una talla que le resulte cómoda. Trate de mantenerse ocupada en actividades sanas en lugar de pesarse y medirse todos los días. Si está luchando contra la bulimia, asegúrese de deshacerse de toda la comida adicional que haya escondido, y cuando vaya a la compra, pida que alguien la acompañe. Procure comer en compañía de otros, esfuércese por mantener un horario razonable y tómese el tiempo necesario para distraerse un poco.
Sobre todo, busque un propósito en la vida y céntrese en todo momento en la esperanza bíblica de un futuro nuevo mundo de justicia. Dios pronto librará a la Tierra de las muchas frustraciones que conducen a los trastornos del apetito y pondrá fin para siempre a esta plaga del siglo XX. (2 Pedro 3:13.)
Pero, ¿qué pueden hacer los padres o el cónyuge para ayudar a un familiar que padezca un trastorno del apetito? En un próximo número de esta revista se tratará este tema.
[Notas a pie de página]
a En algunos casos la raíz del problema puede estar en los propios padres, es posible que ellos también necesiten ayuda. Si se les aconseja en privado, a la hija le será más fácil seguir respetándolos. De esa forma los padres podrán continuar ayudándola a recuperarse.
b Véase el artículo “¿Es el perder peso una batalla perdida?” en nuestro número del 22 de mayo de 1989.
[Fotografía en la página 10]
Aprenda a rechazar la propaganda del mundo de que la valía de una persona depende de su apariencia