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  • ¿De quién es la culpa?

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  • ¿De quién es la culpa?
  • ¡Despertad! 1991
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¡Despertad! 1991
g91 8/2 págs. 8-10

¿De quién es la culpa?

PARA muchas personas de la sociedad actual “emborracharse es aceptable”, afirma Jim Vanderwood, miembro del Mohawk Valley Council on Alcoholism del estado de Nueva York. Lamentablemente, muy pocos pueden negar en conciencia que el beber, incluso en exceso, forma parte de la estructura de su sociedad.

Por años, la mayoría de las sociedades ha tolerado el consumo regular y hasta excesivo de bebidas, lo que ha incitado a que otros imiten esa actitud permisiva. Como dice el señor Vanderwood: “Fíjense en las películas. Siempre hemos aplaudido a los que aguantan mucho bebiendo y cuando después salen son grandes vaqueros. Se considera como algo que fomenta el amor propio. ¿Cómo puede combatirse?”.

Por lo tanto, las sociedades permisivas e indulgentes llevan parte de culpa por su actitud desequilibrada hacia el alcohol, si bien la responsabilidad principal recae sobre quienes por conducir embriagados se hacen culpables de mutilación criminal.

“El consumo de bebidas alcohólicas no solo es aceptable sino que se promueve mucho”, dice Jim Thompson, especialista en la prevención de delitos. También comentó a ¡Despertad!: “Muchos encuentros deportivos giran en torno a la industria del alcohol, como la industria cervecera”. Indicó que en estas ocasiones “los mejores anuncios emitidos por televisión son los de cerveza, donde las radiantes estrellas de la sociedad patrocinan su cerveza favorita”.

Por otra parte, un seminario federal celebrado bajo la dirección de C. Everett Koop, el anterior director general de Sanidad de Estados Unidos, fue boicoteado por la National Association of Broadcasters y la Association of National Advertisers, asociaciones nacionales de radiodifusión y publicidad respectivamente. ¿Por qué? Porque abordaba la cuestión de conducir bajo la influencia del alcohol y la culpabilidad. La doctora Patricia Waller, que presidió el Education Panel (grupo de educadores) del seminario, declaró: “Lo cierto es que nosotros [la sociedad] hemos creado el problema y la gente es lo bastante insensata como para sucumbir a toda la presión a la que la hemos sometido desde que tenían la edad suficiente para darse cuenta de lo que aparecía en la televisión. ‘Pero [dice la sociedad], nosotros no somos los responsables. No es problema nuestro’”.

El joven infractor de hoy será el bebedor problemático de mañana

A través de diversos medios, como la televisión, las películas y los anuncios publicitarios, se idealiza el consumo de bebidas alcohólicas. Las mentes jóvenes e impresionables reciben el siguiente mensaje: ‘Bebe y vivirás feliz’.

“Un niño de término medio verá consumir bebidas alcohólicas en la televisión unas 75.000 veces antes de alcanzar la edad autorizada por la ley para beber”, indica el doctor T. Radecki de la National Coalition on Television Violence de Estados Unidos. El investigador británico Anders Hansen examinó los programas de televisión emitidos en el Reino Unido durante las horas de mayor audiencia y descubrió que en el 71% de los programas de ficción aparecen escenas donde se toman bebidas alcohólicas. Hubo un promedio de 3,4 escenas por hora donde se consumía alcohol, y según se lamentó el señor Hansen “muy pocas ponían de manifiesto resultados más específicos de su consumo”, como accidentes automovilísticos y homicidios.

Como lo expresó el columnista Colman McCarthy, en The Washington Post, “detrás de las escenas de diversión [...] donde ex deportistas promueven el consumo de bebidas alcohólicas en la barra de un bar están las campañas de publicidad y promoción destinadas a cautivar a los niños y a fomentar entre los universitarios la idea de que para conseguir bienestar social es esencial consumir grandes cantidades de alcohol. Crean a esos muchachos que dicen ‘sabe de maravilla y llena menos’, y si uno no tiene un vaso en la mano, se le considera desfasado”.

En la Unión Soviética el binomio alcohol y carretera constituye uno de los principales problemas nacionales. Algunos funcionarios de esa nación dudan que se puedan cambiar los hábitos relacionados con la bebida. “Está en nuestras raíces rusas”, dijo uno. Aunque eso pueda ser cierto, muchos ven el alcohol como una forma de esparcimiento. De modo que los jóvenes impresionables crecen en un ambiente de bebidas.

J. Vanderwood explica que Estados Unidos tiene “una cultura de jóvenes que beben. El alcohol se relaciona con el softball [variedad de béisbol], los bolos, los campeonatos de fútbol [americano] y las happy hours [horas en las que ciertos establecimientos sirven los cócteles a un precio reducido]. Si hay esparcimiento hay alcohol, y si hay alcohol hay esparcimiento”. Y añade: “Uno puede dejar esa fase atrás, siempre y cuando no se haya hecho adicto psicológica, social o físicamente”. Pero luego advierte: “De nuestras investigaciones se desprende una conclusión que está bien atestiguada: si uno empieza a beber mucho a los catorce, quince o dieciséis años, puede hacerse adicto en el plazo de un año. Si empieza a los veinte, en pocos años se haría alcohólico”.

¿Es de extrañar que en Estados Unidos la causa principal de muerte entre jóvenes de dieciséis a veinticuatro años sean los accidentes de tráfico imputables al alcohol? Y esa es sin duda también una de las principales causas de muertes en otros muchos países. Por esta razón el doctor Waller llega a la conclusión de que los padres concienzudos que tratan de criar a sus hijos en un ambiente hogareño orientado hacia la moderación se enfrentan a una sociedad permisiva que “atrae en la otra” dirección.

De modo que el joven bebedor de hoy puede convertirse en el bebedor crónico y problemático de mañana. Ese tipo de persona es el que se resiste a la rehabilitación y que representa una enorme amenaza a la seguridad pública en la carretera. Cierto infractor reincidente de treinta y cuatro años, después de asistir a un programa sobre el alcohol por mandato gubernamental, se emborrachó y condujo su furgoneta en sentido contrario por una carretera de Kentucky (E.U.A.). Se estrelló contra un autobús lleno de adolescentes y por su culpa murieron abrasadas 27 personas —24 jóvenes y 3 adultos—. Se ha determinado que más de una cuarta parte de los conductores borrachos convictos habían sido infractores antes.

El alcohol: una droga lícita

Muchas autoridades afirman públicamente que el alcohol es una droga legal y lo equiparan a otras drogas adictivas.

En una sesión informativa especial celebrada en la Casa Blanca, el señor Bush, presidente de Estados Unidos, declaró que conducir en estado de embriaguez “incapacita tanto como el crack, es tan fortuito como la violencia callejera y mata a más jóvenes que ambas cosas a la vez”. Asimismo hizo hincapié en “la necesidad de enseñar a nuestros hijos que el alcohol es una droga”.

Si usted no había considerado antes que el alcohol es una droga, no piense que es el único. “Muchas personas no relacionan una cosa con la otra”, dice C. Graziano, director de seguridad vial, y añade: “Abogados, médicos, jueces. El alcohol puede afectar a cualquiera [...]. Es asequible. ¡Es tan fácil de conseguir!”. En la mayoría de los países, debido a que es legal, puede comprarse en diversos tipos de establecimientos y no suele haber mucho control.

Por su contenido calórico puede decirse que es un alimento, pero en vista de que debilita el sistema nervioso central del organismo también puede clasificarse como una droga. En grandes dosis produce un efecto narcótico igual al de un barbitúrico y debido a que por su “naturaleza altera el estado de ánimo, reduce el estrés, desata las inhibiciones y cambia el modo de pensar —dice J. Vanderwood—. La persona siente que puede llevar a cabo lo que en realidad no puede”. En eso radica el problema del que conduce embriagado. Y concluye: “Tenemos a una persona con sus reflejos mermados y una idea desfigurada de su menoscabado rendimiento”.

Cuando algunas personas se ven ante situaciones difíciles —divorcio, desempleo, problemas familiares— suelen recurrir al consumo excesivo de alcohol para tratar de hacer frente a la presión y al estrés. En esta condición se comportan de modo “irracional, irresponsable, e incluso [llegan a] conducir embriagados”, afirma la publicación Journal of Studies on Alcohol.

No es necesario estar embriagado para tener menos reflejos ya que solo un par de consumiciones pueden embotar el juicio del conductor y convertirle en una amenaza para sí mismo y para otros.

Sin duda es una plaga trágica que afecta a una sociedad que se ha envenenado a sí misma con un cóctel mortífero de codicia comercial y de una actitud permisiva hacia una sustancia lícita pero altamente peligrosa. ¿Qué consuelo hay entonces para los que lloran esta tragedia? ¿Qué esperanza verdadera puede haber de que se encuentre una solución?

[Comentarios en la página 10]

Los adolescentes que beben mucho pueden hacerse adictos en un año

No es necesario estar embriagado para tener menos reflejos al conducir

[Fotografía en la página 9]

Diversos medios idealizan el consumo de bebidas alcohólicas, como por ejemplo la televisión

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