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¡Despertad! 1991
g91 22/2 págs. 16-17

Conozca al mimético kudú

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Kenia

“¿EL mimético qué?”, puede que pregunte. El mimético kudú, un hermoso antílope que vive en los parques nacionales y reservas fáunicas de África oriental. La palabra mimético califica muy bien a este animal extremadamente tímido, pues posee un perfecto camuflaje que le permite pasar inadvertido. Acompáñenos al Parque Nacional de Tsavo y veamos si podemos vislumbrar uno.

A media mañana entramos en la sección occidental del parque y alcanzamos a ver el Kilimanjaro, la montaña más alta de África. Su majestuosa cumbre coronada de nieve es una de las numerosas vistas que nos deleitan mientras conducimos por este hermoso santuario. Ahora no veremos ningún kudú, pues se alimentan y se desplazan solo a primeras horas de la mañana, a últimas horas de la tarde o por la noche, mientras que durante el calor del día descansan entre los matorrales. De modo que para verlos tendremos que estar en un lugar conveniente tan pronto como amanezca o algunas horas antes de caer el sol.

Al anochecer, montamos nuestra tienda en un campamento situado sobre un pequeño peñasco arenoso desde el que se domina el río Tsavo. Nos levantamos con el alba y después de un sencillo desayuno nos ponemos en marcha, conduciendo lentamente por un sendero. ¡Mire allí! Es un kudú macho totalmente inmóvil.

¡Qué hermoso se ve iluminado por los primeros rayos de la mañana! Es un elegante macho de un espléndido color gris. Tiene los costados atravesados por unas trece o catorce bandas verticales estrechas de color blanco. Una llamativa mancha blanca le adorna la garganta y un poco más abajo se le ve una franja blanca. El galón blanco entre sus aterciopelados ojos y la zona blanca alrededor de la boca dan atractivo a su cara oscura. Una fresca brisa matutina mueve con suavidad las cortas y blancas crines que, desde el cuello, descienden por la espalda hasta la cola. Tiene la cabeza coronada con dos cuernos que componen tres giros completos de espiral y son ligeramente divergentes.

El kudú que contemplamos pertenece a una de las dos variedades que se encuentran en África. Se le conoce como kudú menor. Su ‘primo mayor’, el kudú mayor, frecuenta la parte norte de Kenia y raras veces se le ve en Tsavo. Aparte de su mayor tamaño, el kudú mayor puede distinguirse por la espesa barba parda y blanca que le llega al pecho formando una impresionante franja en el cuello. Su cornamenta es más voluminosa y sus orejas son proporcionalmente mayores. Además, nunca tiene más de ocho bandas verticales en los costados.

Primeros años y territorialidad

Al nacer una cría, su madre en seguida la limpia lamiéndola para que ningún olor delate su presencia a algún predador. Después, cuando la madre se aleja para comer, el pequeño se queda quieto, echado sin hacer ruido en el lugar donde su madre lo ha colocado. La madre le da con regularidad un baño “de lametazos” para eliminar los olores y así protegerlo de los predadores. Pero alrededor del décimo día, cuando la cría empieza a mordisquear plantas, comienza a despedir olor. Como así pueden detectarlo, a partir de entonces acompaña a su madre a todas partes.

Una característica notable del kudú es que establece límites territoriales. Los machos escogen y defienden un territorio en particular. Para apropiarse de cierta zona, el macho marca los límites depositando sus deyecciones sobre la hierba y los matorrales, y luego defiende el terreno persiguiendo a cualquier macho intruso que atraviese esos límites marcados por su olor particular. ¿Y si las intrusas son hembras? Bueno, entonces no son intrusas sino invitadas a las que se brinda la oportunidad de quedarse. De hecho, puede que las presione para que se queden.

Prueba de diseño inteligente

El comportamiento instintivo de marcar límites territoriales mantiene los rebaños dispersos e impide que se queden sin alimento. De esa forma, los ramoneadores kudús tienen garantizado un abastecimiento ininterrumpido de arbustos frondosos que tanto les encantan. Pero, ¿qué sucede cuando hay sequía?

La conservacionista Daphne Sheldrick explica en la revista Swara, de la East African Wildlife Society: “Cuando se presentan tiempos difíciles y escasean el alimento y el agua, la naturaleza introduce una medida drástica que es exactamente lo opuesto de la territorialidad [...], la migración. La territorialidad lleva a la separación y a la presteza para luchar y aparearse; la migración inhibe estos dos instintos básicos cuando se necesita más cohesión. La supervivencia se convierte en el interés supremo de todos, de modo que los machos y las hembras se juntan [...] entremezclándose pacíficamente. Y entonces, un día, como si fuera por mandato divino, abandonan todos la zona y comienza un éxodo general”. Se van en busca de nuevos terrenos donde abunde el follaje que necesitan para alimentarse.

¿Podría una fuerza sin inteligencia ni dirección llamada naturaleza idear y desarrollar semejantes patrones de conducta tan opuestos? Sin duda, tan solo un Magnífico Diseñador inteligente podría haber programado en el kudú este comportamiento instintivo tan complejo.

Desaparece en un momento

¿Se alegra de que su curiosidad por el kudú le impulsara a acompañarnos? Mientras lo contemplamos allí quieto, ramoneando entre los arbustos, parece que no quiera marcharse. Pero nos ha visto. De pronto, sus narices y grandes orejas se crispan. Emitiendo un áspero bramido, se adentra de un salto en los matorrales y desaparece de nuestra vista. Apenas empezamos a soltar nuestra contenida respiración cuando... ¡otra sorpresa! Sin que sepamos de dónde, una hembra de color gris rojizo sale tras él de un salto. ¡Había estado todo el tiempo allí cerca, de pie entre los matorrales! Su coloración e inmovilidad la habían camuflado por completo.

Así es como el pacífico kudú sobrevive en las regiones salvajes de África. Su protección radica en su instintiva habilidad de quedarse inmóvil, camuflado entre la vegetación, para pasar inadvertido. Y no es de extrañar, pues su vida depende de ello.

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