Lotería. ¿Quién gana? ¿Quién pierde?
EL ARGUMENTO principal en favor de las loterías nacionales es que proporcionan millones de dólares al gobierno, dinero que de otra forma probablemente solo se habría conseguido con el aumento de los impuestos. “¡Resulta muy fácil!”, dicen sus defensores. Es como un impuesto que a nadie se obliga a pagar: es voluntario. De hecho, la gente ansía pagarlo y hasta hace cola para ello.
Pero, ¿cuáles son algunas de las acusaciones que se presentan contra las loterías?
Una es que, con frecuencia, la propaganda empleada no es informativa o es francamente engañosa: promueve la idea de que se va a ganar. Un ejemplo típico es un anuncio de la lotería de Canadá que dice: “Hacemos que resulte fácil [...] ¡GANAR!”.
Sin embargo, ¿hasta qué grado es fácil que le toque a alguien la lotería? Alie juega a una lotería de Alemania. La propaganda alardea: “Sus posibilidades de ganar son increíbles”. Sin embargo, Alie se lamenta: “He jugado diez años a la lotería y nunca me ha tocado nada. Tampoco conozco a nadie que le haya tocado algo alguna vez”.
Por cada persona que gana un buen premio, hay millones de perdedores como Alie que invierten su dinero semana tras semana, año tras año, pero que no reciben nada a cambio. En Estados Unidos, los que ganan 1 millón de dólares constituyen el 0,000008% de los 97 millones de jugadores de lotería que hay en ese país.
La probabilidad de ganar un premio gordo no es solo de una en un millón (aproximadamente las mismas de que le caiga un rayo), sino que puede ser de una en muchos millones. Por ejemplo, cuando se vio con claridad que cuanto mayor era el “bote” más boletos se vendían, las probabilidades de ganar la loto de Nueva York pasaron de 11 en 6 millones a ¡1 en 12,9 millones!
No es extraño que la gente acuse a las loterías de estafar a compradores incautos que no son conscientes de las enormes probabilidades que tienen de perder. La doctora Valerie Lorenz, directora del Centro Nacional Estadounidense para el Juego Patológico, lo resume con estas palabras: “¿Loterías? Es la apuesta más incauta que existe. Las probabilidades de no ganar son enormes”.
Sin embargo, ¿y si usted sí gana un millón de dólares? No recibirá toda esa suma. En Estados Unidos, una vez que Hacienda se ha llevado su parte, los ganadores reciben 35.000 dólares al año durante dos decenios. Es decir, un total de 700.000 dólares que la inflación aún reduce más en el transcurso de los veinte años.
Las consecuencias para los pobres
También se la critica de que los que más gastan en ella son los pobres, quienes menos pueden costeárselo. Los promotores de la lotería dicen que esa idea es errónea, pues las encuestas indican que la lotería es más popular entre la gente de ingresos medios. Afirman que las loterías son voluntarias y que a nadie se le obliga a jugar. No obstante, la propaganda aviva de forma deliberada los deseos de los jugadores, y muchos de ellos son pobres. La cajera de un pequeño supermercado de Florida dijo: “Tenemos un grupo fijo de personas que vemos cada semana. Algunas compran 10 boletos cada día. Algunas compran 100 cada semana. No tienen dinero para comida, pero juegan a la loto”.
En algunos países menos desarrollados, la situación suele ser aún peor. Recientemente el gobierno de Indonesia ha reexaminado sus quinielas Porkas en vista de que los medios informativos comunicaron que aldeas enteras se habían vuelto “locas con las Porkas”. La revista Asiaweek informó: “Los periódicos [de Indonesia] estaban llenos de relatos espantosos: hombres que pegaban a sus esposas o hijos; hijos que robaban dinero a sus padres; hijos que se gastaban el dinero destinado a pagar el colegio y ganado con muchos sudores, todo por las Porkas”.
La proliferación de loterías por todo el mundo ha hecho que cada vez más personas se introduzcan en el juego. No solo los pobres, sino también otras personas se hacen adictas a la lotería y se convierten en jugadores compulsivos, en ludópatas. Arnie Wexler, director del Consejo sobre Juego Compulsivo en Nueva Jersey (E.U.A.), señala: “Los legisladores piensan que han encontrado una manera cómoda y fácil de ganar dinero, cuando en realidad están destruyendo muchas familias, negocios, seres humanos y vidas”.
Una cuestión de valores
Otra preocupación importante es que las loterías nacionales han cambiado la actitud de la gente hacia el juego. Las modernas loterías “Play 3” o “Lucky Numbers”, administradas por el Estado, ofrecen multiplicar por mil la cantidad invertida, pero solo devuelven en premios en metálico alrededor del 50% de lo recaudado. Antes de que el gobierno se introdujese en el negocio, el juego era “malo”, una estafa ilegal y un vicio. Ahora, el mismo juego se califica de entretenimiento, diversión y hasta un acto de responsabilidad cívica.
Por supuesto, una diferencia importante entre el juego ilegal de las cifras y las loterías administradas por el Estado es que las ganancias se utilizan para apoyar proyectos gubernamentales en lugar de ir a parar al bolsillo de delincuentes. No obstante, a muchos observadores les preocupa el impacto que pueden tener las loterías en los valores éticos de la sociedad a la que se supone que benefician.
Esto se debe a que las loterías fomentan la esperanza y la inclinación de enriquecerse sin esfuerzo. Paul Dworin, director de la revista Gaming and Wagering Business (Negocio del juego y las apuestas) dijo: “En el pasado, el Estado decía que al que trabaja duro le iría bien. Ahora lo que dice es: ‘Compre un boleto y se hará millonario’. Resulta extraño que el Estado difunda un mensaje de ese tipo”. George Will escribió en la revista Newsweek: “Cuanto más cree la gente en la suerte, la casualidad, el azar y el destino, menos cree en la importancia de virtudes que exigen autodisciplina como la laboriosidad, el ahorro, el aplazamiento de la gratificación, la diligencia y la dedicación”.
Otro concepto básico para la sociedad humana es que las personas no deberían aprovecharse de la desgracia ajena. Sin embargo, quienes promueven las loterías fomentan la opinión de que es correcto beneficiarse y complacerse en las pérdidas de otros. Pero se trata de un criterio egoísta opuesto a la amonestación bíblica: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:39.)
A pesar de que se dice mucho en su contra, las loterías continúan aumentando de forma alarmante por toda la Tierra. Una persona que visitó África occidental observó a centenares de personas congregadas alrededor de un edificio de la Lotería Nacional. “¿Por qué malgasta su dinero en la lotería toda esa gente, sobre todo teniendo en cuenta que son pobres?”, preguntó a un residente que lo observaba.
“Amigo mío, juegan a la lotería porque eso les da esperanza —respondió el residente—. Para muchos de ellos, esa es la única esperanza que tienen en la vida.”
Pero, ¿puede calificarse realmente de esperanza el deseo de que les toque la lotería? Más bien es una ilusión, una quimera, un sueño improbable. Desde luego, un cristiano concienzudo no desperdiciará su tiempo y sus recursos en el juego, a la búsqueda vana de riquezas. Mucho mejor es seguir el consejo que escribió el apóstol Pablo, de que las personas sensatas cifran “su esperanza, no en las riquezas inseguras, sino en Dios, que nos proporciona todas las cosas ricamente para que disfrutemos de ellas”. (1 Timoteo 6:17.)
[Comentario en la página 8]
“Los legisladores piensan que han encontrado una manera cómoda y fácil de ganar dinero, cuando en realidad están destruyendo muchas familias, negocios, seres humanos y vidas”
[Recuadro en la página 9]
Buenos consejos para los jugadores
“No existe sonrisa más fría que la de un corredor de apuestas cuando felicita a un cliente que ha ganado. [...] Son pocos los corredores de apuestas que no dejan apostar a un jugador porque está perdiendo demasiado. [...] Recuerde también que son tan pocos los jugadores que ganan como los corredores de apuestas empobrecidos.” (Graham Rock, The Times, Londres.)
“El asegurado premio ‘gordo’ de 45 millones de dólares [E.U.A.] en el sorteo de lotería de esta noche es el mayor de la historia del estado de Nueva York. Pero las posibilidades de ganarlo con una apuesta de 1 dólar [E.U.A.] son de 12.913.582 contra 1.” (The New York Times.)
“El dinero del tonto se escurre pronto.” Dicho popular del siglo XVI. (Familiar Quotations, de John Bartlett.)
“Jugador, no te alegres; que quien hoy gana, mañana pierde.” (Refrán español.)