Epidemia de cólera. Un diario de África occidental
Por el corresponsal de ¡Despertad! en África occidental
DICIEMBRE: La primera víctima fue una mujer de edad avanzada. El primer síntoma fue diarrea acuosa y frecuente. Luego vinieron los vómitos. Tuvo calambres en los muslos y el vientre. La respiración se hizo rápida y poco profunda, se le quedó la piel seca y arrugada y los ojos hundidos. Cuarenta y ocho horas después, estaba muerta.
Al día siguiente, otra persona de la misma casa fue atacada por la enfermedad, luego otra. Después enfermaron algunos vecinos. La enfermedad empezó a brotar en aldeas y pueblos cercanos. El proceso era el mismo: diarrea, vómitos y, en la tercera parte de los casos, la muerte.
El Instituto Pasteur examinó muestras de deposiciones y confirmó los temores de los expertos sanitarios. Se trataba de la enfermedad que ha azotado a 93 naciones en los pasados veinticinco años, una enfermedad tan letal que su mismo nombre causa miedo: ¡el cólera!
En la capital de un país de África occidental, presencié parte del drama que acompañó al brote de esta mortífera enfermedad. Este es el diario de lo que sucedió aquel año.
“No hay por qué temer”
13 de febrero: En medio de los crecientes rumores, un periódico publica en primera página: “Diarrea: 70 muertos, pero la crisis remite”. El artículo asegura a los lectores que “no hay por qué temer una epidemia de cólera”.
25 de abril: Pregunto al doctor L. Bakka,a pediatra y jefe del programa nacional de Control de Enfermedades Diarreicas, si los continuos rumores de que hay cólera son ciertos. “Lo son —responde—. Hay cólera y está extendido. De trece distritos, diez tienen cólera.”
Pregunto si se hará una campaña de inoculación en masa. “No vacunaremos a la gente —dijo—. Las vacunas no son muy efectivas ni para prevenir ni para controlar una epidemia. Las que tenemos actualmente solo son efectivas de tres a seis meses.”
“¿Quiere usted decir que las vacunas no sirven para combatir una epidemia?”, le pregunto.
“No soy yo quien lo dice, es la Organización Mundial de la Salud.”
“¿Se ha vacunado usted?”
“No. Y he estado en muchas zonas donde hay cólera, y he tratado a muchos pacientes con esta enfermedad.”
El doctor Bakka explica que el cólera lo provoca cierto tipo de vibrión, o bacteria, que se introduce en el organismo a través de alimento o agua contaminados. Estos se acumulan en los intestinos, donde se multiplican y producen una sustancia venenosa que provoca diarrea y vómitos. Los vibriones pueden pasar al agua potable o alimentos que se hayan contaminado por tocarlos con las manos sin lavar, y así se propaga la enfermedad.
El doctor se señala la boca. “Lo importante es lo que entra por aquí”, dice. Se considera que: “Se puede comer cólera y beber cólera, pero no coger cólera”.
¿Habría probabilidades de que la enfermedad azotase la capital? “Ya la ha azotado —expresó el señor Bakka—. Hoy mismo hemos ingresado cinco casos en el hospital.”
7 de mayo: El hospital está abarrotado y carece del equipo necesario para hacer frente a la epidemia. Los pacientes están aislados en una gran sala con suelo de cemento y un solo ventilador en el techo. Los retretes quedan demasiado lejos, de modo que las deposiciones se recogen en cuñas y cubos de plástico, y antes de vaciarlos se les echa desinfectante. Ahora hay doce pacientes —varios hombres, mujeres y dos niños—. Todos están agotados y con un aspecto lastimoso.
Los enfermos están echados sobre bancos de madera. No hay camas, el hospital no sirve comidas ni dispone de habitaciones privadas. Pero nadie se queja. A estas víctimas demacradas y consumidas se les ofrece la vida en la forma de unas bolsas de plástico de un litro con una etiqueta que dice “Lactato de Ringer”. Se trata de una solución que se administra por vía intravenosa.
El cólera mata por deshidratación. A medida que se pierden los vitales fluidos corporales y las sales esenciales a través de los vómitos y la diarrea, la persona se debilita y muere. Los goteos de lactato sirven para rehidratar al organismo, es decir, reemplazar los fluidos perdidos y mantener el cuerpo hidratado hasta que la diarrea y los vómitos cesen, lo que suele suceder en unos pocos días. La tetraciclina —un antibiótico— mata los vibriones y reduce la duración de la enfermedad.
Se divulga la noticia
29 de mayo: Una emisora de radio británica divulga la noticia de que el cólera se ha cobrado entre 300 y 600 vidas por todo el país. Yo conozco personalmente a una de las víctimas. Cuando su padre se marchó al trabajo, el niñito jugaba tranquilamente. Cuando regresó a casa por la noche, su hijito estaba muerto.
Esta tarde la sucursal de los testigos de Jehová en este país decide enviar información a todas las congregaciones del país, explicando la manera de protegerse contra la enfermedad.
2 de junio: Unas camas cubiertas de plástico se han trasladado a la sala de enfermos de cólera. Cada día llegan unos doce pacientes nuevos. Los que llegan en estado de choque y no pueden beber la solución de sales para la rehidratación oral reciben goteos de lactato, que suelen ser unos 3 ó 4 litros durante la primera hora.b Al cabo de un día o dos, se les da de alta. A los casos más benignos se les trata con la solución de sales para la rehidratación oral y a las pocas horas pueden marcharse a casa.
Los cargamentos de lactato de Ringer y de paquetes de sales para la rehidratación oral entran en el país en grandes cantidades, y se envían a toda prisa a los centros sanitarios de las provincias, donde actualmente existe mayor demanda que en la ciudad. Ya se han distribuido más de seiscientos mil paquetes de sales para la rehidratación oral. El gobierno provee vehículos para transportar al personal médico y los medicamentos hasta las zonas de necesidad. A través de la radio y diversos folletos, se informa al público de cómo pueden evitar contraer la enfermedad y qué hacer si ya tienen los síntomas. Varios automóviles patrullan las calles de la capital y transmiten el mismo mensaje por altavoces.
10 de junio: En la sala de los afectados ya han ingresado hasta 71 enfermos. Ahora hay quince enfermeras para atenderlos. Los parientes de los enfermos las ayudan a atender a los pacientes. La sala está llena: hay dos enfermos por cama, y algunos tienen que acostarse en el suelo.
La gente trae a sus enfermos cargados a la espalda. Algunas personas han caminado kilómetros y están empapadas de excrementos. Sus ojos imploran: “¿Pueden salvar la vida de mi hijo... de mi hermano... de mi madre?”.
21 de junio: Un comunicado de prensa dice: “El Ministerio de Sanidad [...] desea asegurar al público en general que no hay razón para alarmarse ni para que cunda el pánico”. Pero la gente sí está alarmada. Hay informes de que se está acaparando el lactato de Ringer. Hay taxistas que cobran tarifas exorbitantes por llevar al hospital a los enfermos de cólera, si acaso están dispuestos a llevarlos. Los niños que para ir a la escuela tienen que atravesar la clínica donde están los enfermos de cólera se cubren la boca y la nariz con las manos. Algunas personas cometen la insensatez de tomar tetraciclina cada día, pensando que así se protegen de la enfermedad.
En el hospital hablo con Alafia, estudiante de Enfermería. Se la ve nerviosa. “¡Uno de los cocineros de nuestra residencia ha enfermado de cólera! —exclama—. Algunas enfermeras toman días de vacaciones para no tener que habérselas con la epidemia.”
Pero no todos se retraen de ayudar. Susan Johnson es enfermera jefe al cargo de una clínica para enfermos de cólera. Aunque suele ser jovial, hoy no puede disimular la tensión y el agotamiento. Cuando entro en la sala veo que el pariente de un enfermo toma un vaso de papel y lo mete en un recipiente de agua limpia. “¡No meta las manos ahí! ¡El agua contaminada es lo que propaga la enfermedad!”, grita Susan regañándole. Luego me mira y dice frustrada: “Simplemente no lo entienden”.
La batalla se alarga
1 de septiembre: Para estas fechas ya se han informado por todo el país 10.200 casos y 796 muertes. La mayoría de las muertes se han debido a que las víctimas no han recibido tratamiento médico o no lo han recibido a tiempo.
De los 3.341 pacientes ingresados solo 1 de cada 93 ha muerto, y la mayoría ya estaban moribundos cuando los trajeron. Algunos incluso llegaron inconscientes debido al avanzado estado de deshidratación. Cuando la persona está en esas condiciones la sangre se espesa y oscurece y las venas se revientan. Como medida de emergencia, se inyecta lactato de Ringer directamente en la vena yugular o la arteria femoral.
30 de diciembre: La epidemia ha remitido. Unas 14.000 personas han contraído la enfermedad y 1.213 han muerto. Es paradójico: los médicos saben las causas del cólera, cómo se propaga y cómo salvar la vida de las víctimas, pero aún falta mucho para vencerlo. El hecho de que el hombre sea incapaz de impedir tales epidemias refuerza la predicción que hizo Jesús respecto a las “pestes” que identificarían estos “últimos días”. (Lucas 21:11; 2 Timoteo 3:1-5.)
Mostré al doctor S. Harding —una de las figuras clave durante esta epidemia— el texto bíblico registrado en Isaías 33:24, donde se predice un tiempo en el que “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’”. El doctor miró el versículo con atención y dijo: “Si lo dice la Biblia, tiene que ser verdad”. Sin duda lo es. ¡Qué gran alivio será ver por fin el cumplimiento de esa promesa!
[Notas a pie de página]
a Los nombres han sido cambiados.
b Véase el artículo “Una bebida salada que salva vidas”, publicado en la revista ¡Despertad! del 22 de septiembre de 1985.
[Reconocimiento en la página 21]
Foto OMS, de J. Abcede
[Recuadro en la página 22]
Cuando azota el cólera
Su principal vía de propagación es el agua potable. Los gérmenes que producen el cólera, procedentes de excrementos humanos, se introducen en el agua potable debido a la falta de higiene. Beber o tocar esta agua contaminada puede resultar en infección. Uno de los principales síntomas del cólera es la diarrea, la cual produce una grave pérdida de fluidos, lo que a menudo resulta en choque y hasta en la muerte. Para prevenir el cólera:
1. Solo utilice agua hervida, limpia o tratada.
2. Lávese las manos con agua y jabón antes de manipular alimento y antes de comer.
3. Cubra los alimentos para protegerlos de las moscas.
4. Lave los alimentos crudos con agua limpia o tratada.
5. Utilice un retrete u otro lugar apropiado —no el campo abierto— alejado de pozos, ríos y corrientes de agua.
6. Si alguien contrae cólera, llévelo en seguida al médico o a un centro sanitario.
Fuente: Organización Mundial de la Salud