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¡Despertad! 1991
g91 22/5 págs. 23-26

En Japón lo dijeron con flores

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Japón

DESDE la Gran Exposición de 1851 que tuvo lugar en Londres (Gran Bretaña), las ferias mundiales siempre han destacado el progreso de la industria y la tecnología. Sin embargo, en la Expo celebrada en Osaka (Japón) el verano pasado, el eje de la Exposición fue la naturaleza. En ella se cambió por completo de orientación y se destacaron las flores y la vegetación.

Los hermosos jardines que se veían en los terrenos de la llamada Expo de las Flores ponían de relieve el tema “Coexistencia entre la naturaleza y la humanidad”, y daban testimonio del potencial que tiene el hombre de vivir en armonía con la naturaleza. Al mismo tiempo, se daban advertencias sobre las crisis medioambientales del mundo.

Los terrenos abarcaban una extensión de 142 hectáreas y estaban divididos en cuatro secciones alrededor de un cuerpo de agua central denominado el Mar de la Vida. A la derecha de la entrada principal estaba la Zona de la Montaña, con sus onduladas colinas, y a la izquierda, la Zona del Campo. Más allá de esta zona unos caminos conducían a la Zona de la Ciudad, donde se encontraban diversos pabellones. La Encrucijada Mágica —un parque de atracciones— se encontraba al otro extremo de los terrenos.

Una pausada caminata por la Zona del Campo, la Zona de la Montaña y los jardines internacionales nos hicieron sentir totalmente inmersos en el aspecto floral de la Expo. Los campos de flores de color amarillo, púrpura, azul y otros más, alegraban la vista y el espíritu. Y las suaves brisas aromatizadas con el perfume de rosas rojas, blancas y amarillas, contribuían a la sensación de sosiego que reinaba en el ambiente. El pintoresco Valle de las Flores con su sabor japonés daba un toque especial. Todo indicaba que el hombre fue hecho para vivir en alrededores ajardinados.

Cuando paseábamos por los jardines internacionales, nos llamó la atención el Jardín Bíblico de Israel, que enfocaba la atención en viejos olivos y muros de piedra. Habían colocado citas de El Cantar de los Cantares y otros libros de la Biblia que ayudaban a recrear el ambiente de un jardín en tiempos bíblicos.

Otra exhibición que nos recordó el registro bíblico fue una vívida demostración de la división de las aguas del Mar de la Vida. “Se consigue bombeando 600 toneladas de agua en cuatro minutos”, explicó uno de los encargados. A medida que el mar se abría, seis fuentes de diferentes formas hacían bailar el agua al compás de la música. Si la tecnología humana puede conseguir tal logro, seguro que el Creador todopoderoso pudo dividir las aguas del mar Rojo. (Éxodo 14:21-28.)

Pabellones de alta tecnología

A pesar de la larga espera, las exhibiciones en los numerosos pabellones atraían a grandes multitudes de personas. Un pabellón tenía una “alfombra mágica” sobre la que vimos, como si fuera a través de los ojos de una mariposa, el recorrido migratorio de una mariposa Monarca. Sentados en la “alfombra mágica”, una placa transparente de vidrio compactado, veíamos aparecer debajo de nosotros hermosas escenas. Nos daba la sensación de estar volando con la mariposa Monarca. Y cuando un caimán intentó morderla, nosotros también experimentamos el terror de escapar por muy poco.

Al entrar en otro pabellón, nos dieron unas gafas para ver una película tridimensional titulada El último búfalo. Parecía que pudiésemos alargar el brazo y tocar un oso pardo que atrapaba un salmón, un puma que saltaba hacia una roca y una pareja de búfalos tratando de proteger a su cría de los enemigos.

Flores exóticas y exposiciones singulares

Los pabellones que contenían jardines y vegetación también atraían a muchos visitantes. La flor más grande del mundo, la raflesia de Arnold, era una de las atracciones. Esta planta parásita, cuyo diámetro mide alrededor de un metro y pesa unos siete kilogramos, carece de raíces y hojas. Después de medrar en su huésped por unos treinta meses, se abre una estrambótica flor que solo dura cuatro días.

En el Gran Invernadero, verdaderamente enorme, podían verse 15.000 plantas de 2.600 especies naturales de lugares tan distantes como los trópicos y las regiones polares. Una red de cañerías, que calentaban o enfriaban la tierra, combinadas con cortinas de aire que dividían los espacios, permitieron mantener ocho zonas climáticas diferentes dentro del invernadero. Con semejante tecnología, plantas tropicales y cactus del desierto, así como plantas alpinas como las escasas amapolas azules del Himalaya, pueden florecer serenas y solemnes.

Advertencias de crisis ecológicas

Como si se quisiera estropear deliberadamente toda la paz y la belleza, por toda la Expo se veían avisos de crisis ecológicas a las que la humanidad se encara hoy día. Por ejemplo, mensajes y fotografías con títulos como “Destrucción de la capa de ozono”, “Calentamiento de la Tierra”, “Lluvia ácida/niebla ácida”, “Desaparición de las selvas tropicales” y “Aumenta la desertización de la Tierra” se exponían en lugares destacados de los pabellones y jardines del Jardín Gubernamental Japonés.

Pero, ¿cuál es la causa de semejante catástrofe? Un letrero colocado a la salida del Gran Invernadero señalaba al culpable: “El hombre: Víctima de su propia destrucción”. “El hombre ha sacrificado muchos recursos naturales de la Tierra para su propio beneficio. [...] Como resultado, ahora se encara a las consecuencias de sus acciones.”

Incluso tras las crisis ecológicas que parecen obra de la naturaleza, vemos la sombra de la mano humana. En el Jardín de la ONU para la Paz había una placa que nos alertaba sobre el hecho de que la desertización amenaza a una tercera parte del suelo, y que afecta a casi un centenar de países. “La sequía puede acelerar la desertización, pero raras veces la provoca —explicaba—. Las causas principales son debidas a la acción del hombre y es él quien puede controlarlas y remediarlas.”

Un hogar-jardín mundial, ¿cómo?

El terreno donde se instalaron los jardines y lechos de flores de la Expo había sido un vertedero de basuras de Osaka, un testimonio de que el hombre puede transformar un yermo en un paraíso. Sin embargo, aunque un gran número de grandes corporaciones montaron estas hermosas exposiciones, se las “critica por su historial medioambiental en otras partes de Japón y del resto del mundo”, comentó la revista Japan Quarterly. De hecho, en lugar de utilizar su talento y habilidades para transformar la Tierra en un paraíso, el hombre —por su avaricia y egoísmo— está destruyendo el equilibrio ecológico terrestre.

¿Existe alguna esperanza de transformar esta Tierra arruinada en un paraíso? La Biblia aporta esa esperanza al decir: “El desierto y la región árida se alborozarán, y la llanura desértica estará gozosa, y florecerá como el azafrán”. Pero, ¿cómo se conseguirá? Isaías da la respuesta: “Habrá los que verán la gloria de Jehová, el esplendor de nuestro Dios”. (Isaías 35:1, 2.) Bajo la gobernación del Reino de Cristo, los esfuerzos humanos por armonizar el progreso del hombre con la naturaleza tendrán éxito. La Tierra será transformada en un paraíso, para la bendición eterna del hombre y para la gloria y alabanza de Dios.

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