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¡Despertad! 1991
g91 22/7 págs. 25-27

Lea para ampliar sus horizontes

¿HA DESEADO alguna vez viajar a lugares distantes, conocer a personas de diferentes culturas, ver y explorar las maravillas de la naturaleza —cataratas impresionantes, montañas majestuosas y junglas impenetrables— y aprender acerca de animales y plantas prácticamente desconocidos? ¿Le gustaría bucear hasta el fondo del océano, subir al espacio exterior, asomarse al mundo de lo microscópico, estudiar las maravillas del cerebro, el ojo y el corazón, o presenciar el milagro del nacimiento? ¿Quizás le agradaría incluso hacer retroceder el tiempo y ahondar en el pasado a través de la historia y la arqueología?

Estas emocionantes aventuras están a su alcance gracias a la página impresa. Gracias a la lectura de libros y otras publicaciones que son fuente de conocimiento en todos los campos, puede experimentar todo eso sin dejar la comodidad de su hogar. Como dice la Biblia: “El hacer muchos libros no tiene fin”. (Eclesiastés 12:12.) Si lee bien, podrá extraer información de esta mina a voluntad.

Un impedimento que vale la pena superar

Lamentablemente, por todo el mundo hay más de 800 millones de personas mayores de quince años que no saben leer ni escribir. Esto limita mucho su aptitud para aprender y comunicarse, reprime su capacidad de pensar y hace que dependan de los que saben leer, exponiéndolos al peligro de que se les manipule o explote.

Para los analfabetos, hasta actividades cotidianas básicas pueden convertirse en problemas. Por ejemplo, si la persona no es capaz de leer los letreros de las calles y las indicaciones que se dan en las estaciones de autobús y de ferrocarril y en los aeropuertos, el viajar se convierte, en el mejor de los casos, en algo realmente desconcertante. También hay que tener en cuenta la incomodidad y el bochorno que supone tener que pedir a otros que les lean y escriban cartas y documentos personales o hasta que les rellenen formularios sencillos. Las madres que no saben leer las instrucciones relacionadas con alimentos o medicamentos, corren el peligro de dar a sus hijos cosas que les pueden perjudicar.

Es obvio que el analfabetismo es un enorme impedimento. Sin embargo, con un poco de ayuda, puede superarse. Un buen ejemplo es el caso de Marthe. A los setenta años ya llevaba ciega más de veinte, y solo le quedaban recuerdos de cómo era el mundo de luz y color. Entonces un cirujano la operó, y gracias a la operación se abrió ante ella el maravilloso mundo de la vista y... el placer de leer. Otro ejemplo es el de Kalu, que ahora tiene setenta años. De joven, había sido “ciego” con respecto a la página impresa, pues no sabía leer. Pero se matriculó en una clase de alfabetización y ahora lee y escribe en tres idiomas.

Quizás no haya muchos casos como el de Marthe, pero desde luego hay miles de casos como el de Kalu que han aprendido a leer y han vencido así su impedimento. Por supuesto, eso no es algo que se consiga de la noche a la mañana; se requiere tiempo y esfuerzo y, sobre todo, mucho ánimo y ayuda. ¿Puede usted ayudar a alguna persona en este sentido? En muchos países, los testigos de Jehová enseñan a leer y escribir mediante clases como la que ayudó a Kalu, y esto ha contribuido al alto nivel de alfabetización que existe entre los Testigos. Por ejemplo, en Nigeria, el índice de alfabetización entre los testigos de Jehová es más de dos veces superior al de la población en general.

Llegue a ser un buen lector

Quizás usted no sea analfabeto, pero ¿puede decirse que sea un buen lector? Quizás lee con dificultad y acostumbra a detenerse a la mitad de una línea o frase para retroceder y volver a leerla, o quizás pronuncie mal las palabras o le cueste comprenderlas. ¿Se pueden superar estos problemas?

Beatrice es una jovencita de trece años que asociaba bien las palabras con las ideas, pero le resultaba difícil pronunciarlas. En lugar de “persona”, leía “alguien”, o, en lugar de “edificio”, leía “casa”. Alguien le enseñó la fonética de las palabras —cómo se combinan los sonidos de las vocales y las consonantes para formar otros sonidos— y también a silabear. Además, la animó a leer Mi libro de historias bíblicas escuchando al mismo tiempo una grabación de la lectura.a Tanto su entendimiento de las palabras como su pronunciación mejoró y ahora deriva mucho placer de la lectura.

Cabe la posibilidad de que usted también necesite mejorar su fonética, pero dado que está leyendo este artículo, es obvio que ya sabe lo que son las sílabas. De todas formas, ponga en práctica su conocimiento mediante unos ejercicios de pronunciación. Tome una palabra, desglósela en sílabas y pronuncie cada sílaba. (Por ejemplo: al-fa-be-ti-za-ción.) Luego vuelva a juntar la palabra y pronúnciela entera. Practíquelo con otras palabras, y después trate de leerlas sin silabear. Aprenda a reconocer palabras enteras sin tener que pronunciarlas físicamente.

Los buenos lectores no leen palabra por palabra. Ven frases enteras y asimilan las palabras que forman ideas completas. De modo que en lugar de detenerse y mirar cada palabra, trate de ver varias palabras cada vez que fije la vista, y procure que ese acto de fijar la vista sea una pausa inconsciente del ojo, un breve vistazo. Con práctica, podrá hacerlo. Pero evite la tendencia a retroceder, pues si lo hace para releer partes de frases, interrumpirá la línea de pensamiento y obstaculizará la comprensión. De modo que practique leyendo todo seguido.

Aunque pueda leer con afluencia, no olvide que hay otros factores envueltos en ser un buen lector. La comprensión, la capacidad para recordar y un vocabulario rico son metas que vale la pena esforzarse por alcanzar. Los recuadros adjuntos ofrecen algunas sugerencias útiles. ¿Por qué no verifica por sí mismo si son prácticas?

Seleccione la clase de lectura correcta

Al leer mejor, se le hace accesible todo un mundo de conocimiento, la gran riqueza de información que se ofrece mediante la página impresa. Sin duda puede aprender algunas de estas cosas a través de la televisión y las videocintas, pero la lectura fomenta y mejora los procesos de pensamiento, la imaginación y la capacidad de expresión. Le proporciona palabras y cuadros mentales para recordar, hablar y escribir de forma inteligente acerca de muchos temas, lo que le convertirá en una persona más interesante con quien asociarse.

Pero con tantos temas en los que ahondar ¿dónde empieza uno? El versículo bíblico que dice: “El hacer muchos libros no tiene fin”, añade: “El aplicarse mucho a ellos es fatigoso a la carne”. (Eclesiastés 12:12.) Nadie puede leerlo todo y, además, no todo constituye una lectura sana y verídica. De modo que sea selectivo, lea información que mejore su personalidad y que le ayude en el trabajo, en la escuela o en atender sus responsabilidades familiares. Puede ampliar mucho sus horizontes si lee publicaciones internacionales como la revista ¡Despertad!, pues en unas cuantas páginas, le permitirá disfrutar de información recopilada de todas partes del mundo.

Si es selectivo conseguirá que su lectura tenga propósito y le beneficiará de forma práctica, tanto en el aspecto intelectual como en el espiritual. De modo que, seleccione bien y compre tiempo para leer en casa, durante las pausas del trabajo, mientras espera a alguien, mientras viaja y en otras ocasiones. Lea y ampliará sus horizontes.

[Nota a pie de página]

a Publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.

[Recuadro en la página 27]

Cómo mejorar la comprensión

● Piense mientras lee, formúlese preguntas y saque conclusiones.

● Tenga presente el tema y los subtemas del artículo.

● Trate de ver cómo encaja cada párrafo con el tema principal.

● Relacione la información con lo que ya sabe.

● Aplique lo que lee a su vida y experiencias.

Cómo ampliar su vocabulario

● Cuando lea, señale las palabras que no le resultan familiares.

● Observe cómo se utilizan tales palabras en el contexto.

● Consulte en un diccionario el significado de las palabras a medida que lee.

● Aprenda a pronunciar correctamente las palabras.

● Practique utilizando palabras nuevas cuando converse con otros.

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