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  • g91 8/8 págs. 15-17
  • ¿De veras es tan malo fumar?

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  • ¿De veras es tan malo fumar?
  • ¡Despertad! 1991
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¡Despertad! 1991
g91 8/8 págs. 15-17

Los jóvenes preguntan...

¿De veras es tan malo fumar?

DESDE que era pequeño, a Oren le había fascinado fumar. Cuando su tía encendía un cigarrillo, le dejaba soplar y apagar la cerilla. A los dieciséis años, decidió probar el tabaco. En una fiesta, pidió un cigarrillo a una chica, pero sintió náuseas antes de poder terminarlo.

Herido en su masculinidad, Oren decidió “practicar” en privado. Una noche, después de una cena abundante, encendió con nerviosismo un cigarrillo e inhaló el humo. Para su sorpresa, esta vez no sintió mareos ni náuseas. Complacido consigo mismo, inhaló una y otra vez. Cuando terminó aquel cigarrillo, quería otro, y después, otro más. Durante los próximos seis años, Oren fue un fumador empedernido.

¿Han cambiado las cosas con relación al tabaco?

Hoy día es posible que muchos jóvenes desdeñen lo que Oren hacía. Según una encuesta llevada a cabo en Estados Unidos, el 66% de los adolescentes encuestados creía que fumar uno o más paquetes de cigarrillos al día suponía un “gran riesgo” para la persona. No obstante, resulta paradójico que algunas de las condenas más firmes procedan de los propios fumadores. “Es un hábito repugnante”, dice un fumador de dieciséis años. En un estudio, casi el 85% de los adolescentes que fumaban admitió que era perjudicial, y casi la mitad dijo que tenía la intención de dejarlo, es decir, dentro del plazo de cinco años.

Por lo que parece, una oleada de desaprobación amenaza con eliminar la popularidad que por tanto tiempo ha caracterizado al tabaco. El informe para 1989 del director general de Sanidad (de Estados Unidos), titulado Reducing the Health Consequences of Smoking—25 Years of Progress (Cómo reducir las consecuencias del tabaco en la salud: 25 años de progreso) afirmó: “En los años cuarenta y cincuenta, fumar era ‘chic’, pero ahora se evita cada vez más. En los anuncios de cigarrillos solían aparecer estrellas de cine, héroes del deporte y otras celebridades. Hoy día, raras veces se ve fumar a actores, deportistas, figuras públicas y candidatos políticos. [...] El número de personas que dejan el hábito es cada vez mayor”.

En 1965, el 40% de los adultos de Estados Unidos fumaba; más de veinte años después, solo fumaba el 29%. El mencionado informe del director general de Sanidad también dice que “casi la mitad de todos los adultos que viven en la actualidad y que han fumado alguna vez, han dejado el tabaco”. En 1976, alrededor del 29% de los estudiantes de diecisiete años fumaba cada día; más de una década después, solo fumaba el 19%.

Pudiera parecer que no hay mucho más que decir sobre el tema del tabaco. Pero a pesar de las enérgicas campañas antitabaco y de las advertencias urgentes pronunciadas por los médicos, el consumo total de tabaco en todo el mundo ha aumentado mucho. En Estados Unidos hay unos 50 millones de adultos que continúan fumando. Y lo que le sucedió a Oren les está sucediendo a otros muchos jóvenes. Tan solo en Estados Unidos, cada día fuman por primera vez unos 3.000 adolescentes, lo que equivale a la pasmosa cifra de un millón de nuevos fumadores al año. También sorprende que la mayoría de los nuevos adictos a la nicotina sean muchachas adolescentes.

Las campañas antitabaco no son nuevas

No es que la gente no conozca los peligros. Lo cierto es que mucho antes de que los investigadores descubrieran razones científicas para no fumar, el sentido común ya decía a la gente que era un hábito sucio e indeseable. Hace menos de noventa años, los cigarrillos eran ilegales en muchas partes de Estados Unidos y su mera posesión era motivo de arresto en algunas zonas. Asimismo, en épocas pasadas se tomaron medidas aún más rigurosas contra el tabaco.

La revista Smithsonian señala algunas de las medidas contra el tabaco que se adoptaron en el siglo XVII: “En China se promulgó un edicto en el año 1638 que tildaba el uso [...] de tabaco de delito condenable a la decapitación. [...] En Rusia, a los fumadores les daban latigazos, a los infractores reincidentes les rajaban las ventanas de la nariz y a los fumadores contumaces los exiliaban a Siberia. En Persia, se les torturaba, empalaba y decapitaba”.

Hay que reconocer que tales sanciones eran excesivas y crueles. Pero, a su manera, los fumadores también son crueles con su propio cuerpo.

Lo que el tabaco hace al organismo

La nicotina es el ingrediente que confiere al tabaco su siniestro atractivo. Sin embargo, como dice The World Book Encyclopedia: “Un dedal de nicotina —unos 60 miligramos— tomado de golpe, podría matar a un adulto. Un cigarrillo corriente contiene alrededor de 1 miligramo de nicotina”.

La nicotina también es sumamente adictiva. El mencionado informe del director general de Sanidad de Estados Unidos concluye: “La mayoría de los fumadores empiezan a fumar de adolescentes y se hacen adictos. [...] Hoy día, el 80% de los fumadores dice que les gustaría dejarlo y dos terceras partes lo han intentado en serio por lo menos una vez”. Tales intentos son a menudo socavados por desagradables síntomas de abstinencia: el deseo de consumir tabaco, intranquilidad, ansiedad, dolores de cabeza, mareos, trastornos de estómago y falta de concentración.

Pero los cigarrillos hacen más que solo contaminar a la persona con nicotina; un cigarrillo encendido es una verdadera fábrica de venenos que arroja al aire unos cuatro mil compuestos químicos. Cuarenta y tres de tales sustancias químicas han sido identificadas como cancerígenas. Unas componen un pegajoso alquitrán que se pega a los pulmones y las vías respiratorias que conducen a estos, lo que puede resultar en cáncer de pulmón. También se piensa que el fumar es “un factor que contribuye al cáncer de vejiga, de páncreas y de riñón; y que está vinculado con el cáncer de estómago”. (Reducing the Health Consequences of Smoking.)

Quizás pasen muchos años antes de que un fumador llegue a tener cáncer. Pero un solo cigarrillo puede ser peligroso. La nicotina aumenta las palpitaciones del corazón, y con ello la demanda de oxígeno por parte del organismo. Lamentablemente, el humo del tabaco contiene monóxido de carbono: el mismo gas venenoso que emiten los tubos de escape de los automóviles. Esta sustancia tóxica va a parar a la corriente sanguínea y obstaculiza el flujo de oxígeno hacia el corazón y otros órganos vitales. Peor aún, la nicotina estrangula los vasos sanguíneos, lo que entorpece aún más el flujo de oxígeno. Por eso los fumadores tienen un índice de enfermedades cardiacas realmente alarmante.

Úlceras pépticas, abortos, hijos que nacen con problemas físicos, ataques de apoplejía son solo unos pocos de los muchos riesgos a los que se encaran los fumadores. Cada año hay en todo el mundo unos 2,5 millones de muertes relacionadas con el tabaco. De estas, tan solo en Estados Unidos tienen lugar más de 400.000. El director general de Sanidad de Estados Unidos afirma: “El tabaco es responsable de más de una de cada seis muertes ocurridas en Estados Unidos. Fumar sigue siendo la causa evitable de muerte más importante de nuestra sociedad”. Algunas autoridades sanitarias temen que, con el tiempo, el tabaco mate a 200 millones de personas que hoy son menores de veinte años.

Pero los fumadores no solo se perjudican a sí mismos. Al obligar a otros a respirar el humo tóxico de su tabaco exponen a los no fumadores a los riesgos de contraer cáncer de pulmón y otras dolencias respiratorias.

Toma tu decisión

No es de extrañar entonces que nación tras nación haya adoptado medidas para advertir al público de los peligros del tabaco o para frenar su uso. Sin embargo, parece que en muchos jóvenes el simple hecho de destacar los riesgos produce poco efecto. “Cuando enciendo un cigarrillo, me relajo —dice Holly, una jovencita de quince años—. Nunca pienso que puedo llegar a tener cáncer.”

Un sabio proverbio advierte: “El sagaz que ha visto la calamidad se ha ocultado; los inexpertos que han pasado adelante han sufrido la pena”. (Proverbios 27:12.) ¿De verdad quieres sufrir la pena de la adicción al tabaco, a saber: cáncer, enfermedades cardiacas y dolencias respiratorias? ¿Vale la pena tener mal aliento, una tos persistente y los dientes amarillentos solo por el placer momentáneo de la nicotina?

Pero hay otra razón de mucho más peso para no fumar: tu deseo de mantener tu amistad con Dios. ¿No te sentirías ofendido si le hicieses a alguien un regalo costoso y esa persona lo tirase a la basura? Pues bien, Dios nos da “vida y aliento”. (Hechos 17:25.) ¡Imagínate cómo se sentirá Él si te ve usar mal ese regalo! Por eso el apóstol Pablo escribió: “Por lo tanto, dado que tenemos estas promesas, amados, limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. (2 Corintios 7:1.) Fumar hace más que contaminar la carne ensuciando el organismo con sustancias químicas nocivas; también contamina el espíritu o fuerza mental dominante. Fumar es sin duda un hábito corrupto, egoísta y nefando.

No obstante, aunque saben todo esto, muchos jóvenes siguen sintiendo la tentación de fumar. En un artículo futuro se tratará la cuestión de por qué sucede eso y qué puede hacer un joven para resistir tales presiones.

[Fotografía en la página 16]

Antes de enviciarte, piensa en las consecuencias

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