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  • ¡Despertad! 1991
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¡Despertad! 1991
g91 22/8 pág. 31

“No te rindas nunca”

CUANDO Wilma Rudolph nació, era menuda y enfermiza. No empezó a andar hasta los cuatro años y entonces enfermó gravemente de escarlatina y neumonía. Aunque sobrevivió, quedó paralítica de la pierna izquierda. Su madre, resuelta a conseguir que Wilma caminase, le daba masajes en su delgada pierna, y enseñó a tres de sus hijos mayores a hacer lo mismo. De ese modo había cuatro turnos diarios de “frotar a Wilma”.

A los ocho años de edad, Wilma consiguió caminar con la ayuda de un aparato ortopédico. Al poco tiempo ya corría y jugaba. Estaba decidida a superar su impedimento físico. El ejercicio la ayudó, pero también le resultó útil el consejo de su madre: “No te rindas nunca”.

Wilma no se rindió, y en 1960 ganó tres medallas de oro en las olimpiadas de Roma (Italia). Venció en las pruebas de 100 y 200 metros lisos, y llegó la primera en el último relevo de la carrera de relevos 4 × 100 metros.

Durante la I Guerra Mundial, Glenn Cunningham, de siete años de edad, sufrió quemaduras en ambas piernas que pusieron en peligro su vida. Se pasó meses postrado en cama y le dijeron que quizás nunca volvería a caminar. Su madre le daba masajes en sus músculos afectados todos los días y le instaba a caminar y después a correr. Glenn no se rindió. De hecho, con el tiempo ganó veintiuna de las treinta y una carreras de una milla (1.609 metros) que corrió en la pista cubierta del Madison Square Garden. Y en 1934 estableció un récord mundial en la distancia de la milla.

Todos nos enfrentamos alguna vez a contratiempos de una clase u otra. A menudo se trata de algún problema de salud. ¡Qué acertado es que, en lugar de darnos por vencidos, tomemos la determinación de no rendirnos! “No nos rendimos —escribió el apóstol Pablo refiriéndose a esfuerzos espirituales—; [...] aunque el hombre que somos exteriormente [nuestro cuerpo físico] se vaya desgastando, ciertamente el hombre que somos interiormente va renovándose [o recibiendo nuevas fuerzas] de día en día.” (2 Corintios 4:16.)

[Reconocimiento en la página 31]

UPI/Bettmann Newsphotos

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