Los jóvenes preguntan...
¿Qué hay de malo en ser sarcástico?
“¡Eres bastante listo... para ser un tonto!”
“Es un vestido muy bonito. ¡Lástima que no tuvieran tu talla!”
“La última vez que vi a alguien maquillado así fue en el circo.”
LAS palabras mordaces, prescindiendo de la intención con que se digan, pueden herir mucho el amor propio de una persona. Aunque se digan en broma, las expresiones sarcásticas pueden crear enemigos, herir sentimientos y romper amistades.
Quizás tengas un “don” para el sarcasmo. Tus amigos se ríen a carcajadas con tus agudezas y réplicas humillantes, y te instan y animan a elaborar más de esos dichos ingeniosos. O puede ser que el sarcasmo se haya convertido en tu principal medio de autodefensa. Armado con palabras punzantes, hieres y maltratas a cualquiera que amenace tu bienestar... o tu ego. Hasta puede que de vez en cuando te des cuenta de que estás hablando con aspereza a tus padres o a tus hermanos.
Hay que reconocer que el sarcasmo tiene su lugar. Utilizado con suavidad, puede ser divertido y es posible que a veces exprese sentimientos profundos. La propia Biblia dice que el apóstol Pablo, Job y hasta Dios mismo se valieron del sarcasmo para expresar su justa indignación. (Job 12:2; Zacarías 11:13; 2 Corintios 12:13.) Sin embargo, el sarcasmo duro o cruel no es más que comportamiento violento y agresivo. Como indica Mary Susan Miller en su libro Childstress! (Estrés infantil), es una forma de “apuñalar y atacar”, solo que con “armas más aceptables socialmente” que las pistolas o las navajas.
Aun así, muchas personas creen que el hacer un hiriente comentario sarcástico no es más que otra forma de ser gracioso. “¿Qué hay de malo en ello?”, preguntan.
¿Es tan solo diversión inocente?
“En mi trabajo, todo el mundo habla con sarcasmo —dice Eric—. La mayor parte de las veces se considera una broma.” Cabe señalar, no obstante, el siguiente comentario publicado en el periódico The New York Times: “Los psicólogos dicen muchas veces [...] que los hombres reaccionan al humor ‘agresivo’ con más entusiasmo que las mujeres”. No es de extrañar, entonces, que los muchachos adolescentes encuentren particularmente divertido el burlarse, importunar y hostigar a otros verbalmente.
Nadie niega que un comentario ligeramente sarcástico puede ser gracioso. Pero cuando el sarcasmo tiene un fondo malintencionado, es posible que el dolor continúe una vez que las risas se desvanezcan. (Compárese con Proverbios 14:13.) Suele suceder que una batalla de agudezas que comienza en broma acaba en una discusión acalorada. Un joven se expresó así al respecto: “Cuando uno se siente profundamente herido por lo que alguien ha dicho, puede reaccionar replicando con la expresión más hiriente que se le ocurra. Entonces ya deja de ser una broma; realmente se procura herir a la otra persona. Y el sarcasmo puede ser un arma muy eficaz”.
De hecho, la palabra española “sarcasmo” se deriva de un verbo griego que significa literalmente “desollar, sacar la piel”. (Compárese con Gálatas 5:15.) La persona sarcástica puede, como se dice vulgarmente, “desollar viva a otra”, es decir, despojarla de su dignidad. La publicación Journal of Contemporary Ethnography dice: “La esencia del sarcasmo [...] es hostilidad o desprecio manifiestos”. Poco importa que se trate de un ataque directo, una sutil humillación o que uno se vaya de la lengua. Una observación cruel y sarcástica convierte en una víctima a la persona objeto de mofa.
¿Con qué efectos? Josh, un joven de diecinueve años, explica: “El sarcasmo puede hacer que te sientas realmente tonto”. Pero el daño puede ser mucho más duradero. La doctora Susan Forward muestra en su libro Toxic Parents (Padres tóxicos) los efectos de que los padres maltraten verbalmente a los hijos: “He visto a miles de pacientes [que] han llegado a pensar que no sirven para nada porque uno de sus padres había [...] ‘bromeado’ sobre lo tontos, feos o no deseados que eran”. Imagínate, pues, lo que podría suceder si diriges crueles comentarios sarcásticos a un amigo, a un conocido o a un hermano. La doctora Forward concluye con las palabras: “El humor que rebaja a otros puede hacer mucho daño”. (Compárese con Proverbios 26:18, 19.)
No es de extrañar, por tanto, que un libro sobre el desarrollo infantil llegase a la siguiente conclusión: “El sarcasmo [...] debería eliminarse para siempre de la conversación humana. Normalmente ofende, suele resultar muy hiriente y casi nunca conduce a un diálogo productivo”.
Evita el habla irreflexiva
Ahora bien, ¿qué hay si se ha arraigado en ti el hábito de hablar con sarcasmo? En ese caso, ya es hora de que aprendas a pensar antes de hablar. El sabio rey Salomón dijo: “¿Has contemplado a un hombre que es apresurado con sus palabras? Hay más esperanza para alguien estúpido que para él”. (Proverbios 29:20.)
El habla apresurada e irreflexiva puede ser especialmente destructiva cuando se utiliza entre los miembros de la familia. ¿Por qué? “Porque sus opiniones son las que más importan”, contesta Penny, de dieciséis años. Sin embargo, el libro Raising Good Children (Cómo criar buenos hijos) cita las siguientes palabras del educador John Holt: “Ocurre con demasiada frecuencia que los miembros de la familia descargan unos sobre otros todo el dolor y la frustración de sus vidas que no se atreven a descargar sobre nadie más”. Los miembros de la familia se conocen tan bien, que tienden a ser intolerantes con los defectos de los demás familiares; la cólera estalla con facilidad y comienzan a salir de la boca comentarios sarcásticos.
Con buena razón la Biblia advierte: “En la abundancia de palabras no deja de haber transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando discretamente”. (Proverbios 10:19.) Joanne, una joven de dieciocho años, ha aprendido bien el consejo. Dice: “Antes de hablar, hay que pensar qué se va a decir y a quién se dirá”. Si estás disgustado, no expreses en seguida tus sentimientos. Pausa por un momento y pregúntate: “¿Son bondadosas las palabras que me apetece decir? ¿Son necesarias? ¿Me lamentaré después de lo que he dicho?”.
Si escoges bien las palabras, puedes evitar herir los sentimientos de otros y te libras de sufrir vergüenza innecesaria.
Cuando tú eres la víctima
¿Qué puedes hacer si tú eres el objeto del habla sarcástica de, quizás, los amigos o compañeros de escuela? Antes de sucumbir al impulso de desquitarte, piensa que vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar”. (2 Timoteo 3:1-5.) La juventud se enfrenta a grandes presiones. El libro The Loneliness of Children (La soledad de los niños) comenta: “Los niños [...] llevan a la escuela todos los prejuicios, resentimientos, agresividad y hostilidades reprimidas que han aprendido en casa”. Tales hostilidades suelen liberarse en la forma de habla cruel.
Conocer este hecho puede ayudarte a evitar la tendencia a desquitarte cuando te hablen con sarcasmo. (Compárese con Proverbios 19:11.) Otra ayuda también puede ser recordar las palabras de Pablo: “No devuelvan mal por mal a nadie”. (Romanos 12:17.) Requiere verdadero autodominio ‘volver la otra mejilla’ a alguien que te ha abofeteado verbalmente. (Mateo 5:39.) Pero eso no significa que no debas decir absolutamente nada cuando los comentarios sarcásticos equivalgan a un insulto... o a una amenaza. Irwin Kutash, coautor del libro Violence, comenta: “Los insultos a los que no se responde acertadamente pueden tener efectos duraderos en las víctimas [...]. Estas se convierten en un blanco fácil de más insultos”.
De modo que las circunstancias a veces pueden justificar que respondas a un ataque verbal, no devolviendo palabras rencorosas, sino hablando calmada y pacíficamente, en privado, con la persona que te ha insultado.a (Proverbios 15:1) Joanne puso en práctica este consejo, y dijo a un condiscípulo: “No me gustó el comentario que hiciste delante de toda la clase. Fue muy hiriente”. ¿Qué ocurrió después? Joanne añade: “Desde entonces me ha respetado y no ha dicho nada más”.
David, de veinte años, menciona otra fuente de habla hiriente: “Se supone que tus padres son quienes más te quieren; pero a veces son los que hacen los comentarios más mordaces”. Por supuesto, no suelen hacerlo con mala intención; a veces sucede que te hieren en lo más profundo de tu ser sin darse cuenta cuando tratan de corregirte. ¿Por qué no te esfuerzas por hablar de este asunto con ellos, diciéndoles cómo te sientes? Puede que la próxima vez tengan más cuidado de no herir tus sentimientos.
Finalmente, te ayudará el que no te tomes demasiado en serio. El autor Donald W. Ball hace la siguiente observación: “La eficacia del sarcasmo [...] radica en las consecuencias que uno mismo se imagina”. En efecto, no exageres un incidente imaginándote que has sufrido un daño irreparable debido a un comentario poco amable. ¡No pierdas el sentido del humor!
De todas formas, la mejor manera de evitar que nos hablen con sarcasmo es no ser sarcásticos nosotros. La regla áurea dice: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”. (Mateo 7:12) Si aplicas esta regla, no solo podrás evitar el habla hiriente y sarcástica, sino que quizás hasta evites ser la víctima de comentarios sarcásticos.
[Nota a pie de página]
a Véase el artículo “Los jóvenes preguntan... ¿Me debo enfrentar a los abusones de la escuela?”, publicado en el número del 8 de agosto de 1989 de esta misma revista.
[Fotografía en la página 18]
El sarcasmo puede herir