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  • El pont du Gard resiste el paso del tiempo
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g91 22/11 pág. 31

El pont du Gard resiste el paso del tiempo

“MUCHO después de la caída del Imperio romano, sus acueductos siguieron en pie para ser utilizados y admirados, así como para servir de inspiración a constructores de épocas posteriores”, dice The New Encyclopædia Britannica. El pont du Gard no es una excepción a la regla. Se trata probablemente del vestigio romano más famoso que queda en Francia.

Los acueductos romanos no solían construirse para regar campos, sino para transportar agua a las ciudades. En ellas había fuentes públicas, baños termales, piscinas y depósitos de agua, y algunas de las más grandes hasta tenían sistemas de alcantarillado. Sí, las ciudades y las colonias romanas necesitaban agua, y en abundancia.

El pont du Gard es un puente-acueducto de casi 49 metros de altura que está sobre el río Gard, y se piensa que es el más elevado de los que los romanos construyeron con esas características. Aunque su longitud es de unos 275 metros, el puente no es más que una pequeña parte de todo el acueducto, cuya longitud total es de unos 49 kilómetros. Se utilizaba para suministrar agua a la ciudad romana de Nimes. Al igual que algunas otras estructuras romanas del mismo período, el acueducto ha resistido muy bien el paso de los siglos y testifica de la elevada calidad del trabajo de los romanos, así como de la experiencia de sus ingenieros. Enormes bloques de piedra caliza, algunos de hasta 5,5 toneladas métricas, se extrajeron y labraron en una cantera cercana que se encuentra en Vers. Un dato curioso es que no se utilizó mortero para unir los bloques.

Varias razones aconsejaron construir más de un piso de arcadas. En parte fue porque la estructura tiene que ser más ligera en cuanto alcanza cierta altura, y la forma de los arcos está diseñada para lograr ese fin. Pero el pont du Gard también tenía que servir de puente para un río. Así que los constructores lo diseñaron con una ligera curvatura a fin de que resistiera las fuertes corrientes de las aguas.

Aunque no todos los que admiran este puente-acueducto se dan cuenta, con el tiempo hubo que hacer algunos cambios en la estructura. Se redujeron los gruesos pilares para permitir que cruzaran el puente carros tirados por caballos, y en el siglo XVIII se ensanchó la estructura del primer piso. Un siglo más tarde, el emperador Napoleón III, que se adelantó a su época en su deseo de conservar monumentos antiguos, se interesó en la conservación de este puente-acueducto, por lo que emprendió la necesaria tarea de restaurarlo.

Como todos los años visitan el pont du Gard más de dos millones de personas y eso pone en peligro su conservación, se han ideado una serie de proyectos para conservarlo. No obstante, prescindiendo de lo que le sobrevenga, este puente demuestra que un trabajo bien hecho puede resistir el paso del tiempo.

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