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¡Despertad! 1991
g91 8/12 págs. 25-27

Una mirada de cerca al universo

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Hawai

SI USTED quisiera mirar al pasado, ¿podría hacerlo? ¡La respuesta es sí!

De hecho, cada vez que miramos al cielo estrellado, estamos mirando al pasado. No obstante, ¿adónde podríamos dirigirnos para disfrutar mejor de tal fascinante visión del pasado? Pues bien, como los antiguos polinesios que siguieron las estrellas para descubrir Hawai, hoy también acuden a este estado isleño muchas personas que quieren seguir u observar las estrellas. Sin embargo, descubren el último adelanto de la tecnología astronómica, una tecnología que le permite al hombre mirar mucho más atrás en el tiempo.

Viajemos a la isla de Hawai, a la Isla Grande. Allí subiremos a la cima de un volcán extinto llamado Mauna Kea y visitaremos, a una altura de 4.205 metros, algunos de los mejores observatorios del mundo, dedicados a ahondar en el universo.

Subimos al Mauna Kea

Por la mañana temprano emprendemos el viaje, largo y serpenteante, hasta la cima del Mauna Kea. Dejamos el clima tropical de las tierras bajas, donde las precipitaciones superan los 500 centímetros al año, y ascendemos por las laderas yermas de este volcán extinto, cubiertas de nieve varios meses al año. Una vez que pasamos el límite de la vegetación arbórea, la carretera se reduce a un camino de tierra empinado y precario. Ahora entendemos por qué se necesita un vehículo de tracción a las cuatro ruedas.

Llegamos por fin a la cima, y nos damos cuenta de que está salpicada de observatorios. La atmósfera aquí es muy clara, casi transparente. Aparcamos el vehículo y salimos. Sentimos el viento frío de estas altitudes, y nos embarga una profunda emoción cuando miramos a nuestro alrededor. Estamos sobre un volcán extinto, muy por encima de las nubes circundantes, como si se nos hubiese desarraigado de todas las demás vistas de la tierra y del océano.

¿Por qué aquí?

A principios de la década de los sesenta, los astrónomos empezaron a construir su primer observatorio en la Isla Grande para mirar al espacio exterior y asomarse al pasado. Pero, ¿por qué aquí, en la cima de un volcán, en medio del océano Pacífico?

Hay cuatro razones básicas por las que esta ubicación especial es tan útil para observar los cielos estrellados: 1) el alto porcentaje de noches claras al año; 2) la claridad y estabilidad del aire, lo que permite una visión menos distorsionada; 3) el nivel lumínico extremadamente bajo por la noche, protegido por las ordenanzas municipales sobre iluminación de la Isla Grande, y 4) el bajo nivel de humedad. ¿Por qué es tan importante este último factor? Porque la humedad perjudica ciertos tipos de instrumentos.

Incluso a simple vista pueden apreciarse con facilidad las condiciones atmosféricas excepcionales que hacen de este un lugar ideal para observar el universo. No extraña que se considere al Mauna Kea la ubicación casi perfecta para la observación de las estrellas.

Dentro de los observatorios

Nos encontramos con nuestra guía, quien nos lleva al observatorio W. M. Keck, donde se halla el telescopio más grande del mundo y, con gran diferencia, el más potente construido hasta la fecha.

Cuando entramos nos percatamos de que los astrónomos no miran directamente a través de los telescopios. Esos tiempos ya pasaron. En la actualidad los científicos trabajan con los telescopios mediante potentes ordenadores y otros sofisticados aparatos. Con este equipo informatizado se puede ver miles de millones de veces más que a simple vista.

Asombroso, ¿verdad? Gracias a esta tecnología, los astrónomos pueden recoger en solo unos cuantos días de observación suficiente información para mantenerse ocupados después durante meses evaluando los datos obtenidos.

A continuación la guía dirige nuestra atención a lo que ha colocado al observatorio W. M. Keck a la vanguardia de la tecnología astronómica: el diseño único de su telescopio. Nos fijamos en los 36 espejos exagonales, cada uno de ellos de 1,8 metros de ancho. Su potencia equivaldría a la de un espejo de 10 metros de diámetro.

Un artículo de la Asociación de California para la Investigación Astronómica explica el funcionamiento de este telescopio: “Con sus posiciones controladas electrónicamente con una precisión de una millonésima de pulgada, mil veces menos que el diámetro de una cabello humano”, y con solo una cuarta parte de sus espejos en posición, “iguala ya la potencia del telescopio Hale, de 5 metros de diámetro, del Monte Palomar” (California).

Pero esto no es todo. Nuestra guía nos informa que se acaban de recibir los fondos para un segundo telescopio, que se instalará al lado de este y que aún está en fase de construcción. Estos telescopios gemelos actuarán como prismáticos espaciales gigantes, con los que se podrá ver más lejos en el espacio exterior de lo que jamás se creyó que sería posible. ¡Es emocionante estar aquí!

No obstante, no queremos emocionarnos demasiado a esta gran altitud debido al peligro de la hipoxia, es decir, la falta de oxígeno en los tejidos del cuerpo. Nos damos cuenta de que nuestra agudeza mental no es la misma, pues nos cuesta concentrarnos y articular palabras. De hecho, moverse demasiado deprisa o hacer mucho esfuerzo a esa altitud puede producir dolores de cabeza, náuseas y hasta desmayos. Este no es ciertamente un lugar para nadie que no goce de buena salud.

De modo que tras pasar cinco horas en la cima, es tiempo de descender hasta el nivel de 2.800 metros. Ha sido una mañana memorable.

¿Qué nos dicen las estrellas?

En el nivel de 2.800 metros hay alojamiento e instalaciones para 50 astrónomos y sus ayudantes. También se encuentra aquí un centro para el visitante, donde es posible escuchar conferencias sobre los observatorios del Mauna Kea.

Además, como deferencia a los que quieran quedarse, por la noche se podrán observar las estrellas con un telescopio de 28 centímetros y comentarios de uno de los científicos cualificados de la universidad de Hawai. Si usted se queda, como hicimos nosotros, no lo lamentará. Es, cuanto menos, una excelente manera de conocer el testimonio que pueden dar las estrellas y poner un broche de oro a un día singular.

Quizás se pregunte por qué dijimos al principio que podemos mirar al pasado. Un ejemplo puede ayudarle a entender este concepto. Escojamos la galaxia Andrómeda. En una noche clara su luz puede observarse a simple vista. Sabiendo lo lejos que este universo-isla está de la Tierra y que la luz viaja a 300.000 kilómetros por segundo, los científicos han determinado que la luz que vemos de la galaxia Andrómeda tiene 1,5 millones de años. Sí, ver la luz de las estrellas es en realidad asomarse al pasado.

Gracias a estos nuevos telescopios del Mauna Kea, el hombre ahora puede mirar más atrás en el tiempo y más lejos en el espacio exterior. En realidad, se calcula que con la tecnología actual, los astrónomos pueden ver luz estelar que tiene más de ocho mil millones de años. Esperan que la información que están recogiendo los ayude a entender mejor el nacimiento de las estrellas y la formación del universo.

No cabe duda de que ha sido un día muy especial para nosotros. Lo que hemos visto permanecerá grabado en nuestra memoria mucho tiempo. Lo que los astrónomos han observado y todavía observarán en el futuro aumenta aún más nuestra admiración por las maravillas de la creación. Ya no volveremos a mirar al cielo estrellado por la noche sin especial interés. De ahora en adelante recordaremos todo lo que hoy hemos visto y la belleza de esta montaña observatorio.

Que estas experiencias nos muevan a todos a apreciar a Aquel que ha hecho el universo y nos ha puesto en él de modo que podamos disfrutar de su magnificencia. (Isaías 40:26; 42:5.)

[Reconocimiento en la página 25]

California Association for Research in Astronomy

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