Joyas de los cielos meridionales... vistas desde Chile
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Chile
LA LARGA y angosta tierra de Chile es una de muchos extremos. Al sur, donde nubes cargadas de agua dejan caer anualmente 2.500 milímetros de lluvia, transcurren innumerables semanas sin ver el Sol. Lejos al norte hay vastas extensiones áridas y desérticas donde solo han caído unos doce milímetros de lluvia en los últimos cinco años. Aquí, en esta zona intermedia, a unos 400 kilómetros al norte de Santiago, se encuentra el “Norte Chico” y la ciudad de La Serena, un centro internacional para la astronomía.
¿Por qué esta región escasamente habitada, parecida a un desierto, bordeada por el océano Pacífico y las elevadas montañas de los Andes ha despertado tanto interés astronómico en los últimos diez años? Es porque tres nuevos observatorios han sido construidos en esta zona, con telescopios que van de veinticinco a ciento cincuenta y dos centímetros. El deseo es tener mayores instrumentos astronómicos en el hemisferio meridional para estudiar los objetos celestiales que no se pueden observar fácilmente desde el hemisferio septentrional.
Por ejemplo, están las Nubes de Magallanes, varias galaxias del hemisferio meridional y algunas de las más brillantes nubes de estrellas. ¡Miríadas de joyas estelares brillan en los cielos meridionales!
Por eso se hizo una búsqueda a fin de hallar una ubicación apropiada en el hemisferio meridional, y la decisión final se hizo a favor del “Norte Chico.” ¿Por qué?
Según el astrónomo Dr. J. A. Graham, esta zona tiene los cielos más claros y oscuros de los que disfrutan cualquier observatorio ubicado en la Tierra. De hecho, el cercano valle Elqui es conocido como “la tierra del eterno cielo azul.”
Además, este sector está lejos de cualquier ciudad grande que podría ocasionar algún factor negativo de observación, como la niebla mezclada con humo y los destellos de las luces de neón. En esta seca región hay casi completa ausencia de la turbulencia atmosférica que normalmente causa la “titilación” de las estrellas. Estos factores contribuyen a hacer de esta región un corredor de observatorios.
Según el Dr. V. M. Blanco, director del Observatorio Inter-Americano del Cerro Tololo, “bajo estas excelentes condiciones de observación, los telescopios en el Cerro Tololo son mucho más eficaces que los instrumentos de tamaño similar ubicados en el hemisferio septentrional establecidos hasta la fecha.” Otro astrónomo dijo: “Con el reflector de 152 centímetros, podemos llevar a cabo ciertos estudios extragaláxicos que en el hemisferio septentrional requerirían un telescopio de 1.520 centímetros.”
Una visita a los observatorios
Recientemente se hicieron arreglos para visitar dos de los observatorios, el Observatorio Inter-Americano del Cerro Tololo, patrocinado por un grupo de universidades norteamericanas, y el Observatorio Europeo Meridional, patrocinado por seis naciones. Los primeros objetos que atrajeron nuestra vista fueron las cúpulas de los telescopios ubicados en la cima de un pico de 2.100 metros de alto. Al llegar a la cúspide, nos encontramos rodeados por profundos barrancos con un descenso casi vertical de unos 580 metros.
En nuestras giras se nos preguntó si alguna vez hemos tratado de contar las refulgentes estrellas que brillan en el cielo. Se nos dijo que el ojo humano puede ver unas 5.000 estrellas, pero solamente unas 2.000 a la vez.
Así se hizo evidente el papel que desempeña el telescopio, porque hay millones y millones de estrellas en el universo. Pues, tan solo en nuestra galaxia, la Vía Láctea, se cree que hay unas 100.000 millones de estrellas, ¡y nuestra galaxia es solo una entre miles de millones de galaxias! El pensamiento de tan asombrosa cantidad de joyas en los cielos nos hizo recordar el texto que nos invita a pensar acerca del Creador de ellas, Jehová Dios: “Levanten sus ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que está sacando el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre.”—Isa. 40:26.
Entramos dentro del edificio del telescopio y dentro de un ascensor que nos llevó arriba a los telescopios. Un guía nos mostró un gran espejo de ciento cincuenta y dos centímetros que sirve de “ojo” para el astrónomo. Este telescopio puede compararse a una enorme cámara, y con sus placas fotográficas y sus detectores fotoeléctricos puede “ver” mucho más lejos que el ojo humano. Para ilustrar, el telescopio Schmidt de ciento cuatro centímetros ubicado en el Observatorio Europeo meridional puede observar objetos que están un millón de veces más allá de lo que el ojo humano puede ver.
¿Cómo pueden los astrónomos determinar la naturaleza de las estrellas? Por medio de la radiación, la cual puede ser en forma de rayos X, ondas de radio, radiación infrarroja o sencillamente la luz visible. Así los astrónomos usan estas “cámaras” para estudiar la luz visible de los objetos celestiales. De los dieciséis telescopios en operación en los tres observatorios, la mayoría son usados para estudios de la luz por medio de la espectografía y la fotometría.
El guía de nuestra gira, el astrónomo Dr. Mart de Groot, explicó que, básicamente, la espectografía descompone los varios colores de un rayo de luz como lo hace un prisma de vidrio y los representa como líneas sobre una placa fotográfica. Un análisis de esta placa revela la composición química de la atmósfera que rodea al objeto, pues cada elemento químico produce su propio espectro singular. Por ejemplo, si una estrella tiene una atmósfera con una gran cantidad de neón, el neón absorberá toda la luz amarilla emitida por la estrella. Esto será revelado sobre la placa fotográfica, porque la posición del amarillo se mostrará oscura.
La fotometría mide la intensidad o cantidad de luz recibida por medio de diferentes filtros de color. Este sistema puede usarse para determinar la temperatura, el brillo y la distancia del objeto bajo estudio.
Es evidente, entonces, que el telescopio se encarga de ver y registrar y el astrónomo de analizar. Un astrónomo nos dijo que el tiempo que se emplea para organizar y analizar puede ser más de cuatro veces el tiempo empleado en la observación con el telescopio. El tiempo del análisis puede incluir una comparación de sus fotografías con otras de la misma región celeste tomada hace años o décadas, lo cual revela el movimiento relativo de las estrellas, los cambios en el brillo, y la aparición de nuevas estrellas.
Estos espejos que pueden “ver” tan lejos son extremadamente sensitivos a la luz. Uno de los observatorios aquí estaba esperando la entrega de un espejo de 256 centímetros, el que habrá estado dieciocho meses en el proceso de raspar y pulir. Este espejo tiene especificaciones que requieren una total configuración de superficie con una exactitud de 0,8 millonésimas de centímetro.
A medida que íbamos de una cúpula a otra pudimos apreciar la gran previsión que precisó la planificación de estas estructuras a fin de obtener la máxima eficacia telescópica. Esto es particularmente cierto en Chile, puesto que pertenece a una zona de actividades sísmicas que rodea al océano Pacífico. Los frecuentes temblores requieren un diseño que resista esos movimientos en el mayor grado posible.
Al acercarnos a la gran “casa” para el telescopio de 401 centímetros en el Cerro Tololo nos sentimos como hormigas. ¡El telescopio y sus partes móviles pesan 300 toneladas, y su “casa” mide 39,5 metros de alto, 33 metros de diámetro, y pesa unas 500 toneladas!
Estudios astronómicos
Según el Dr. Bengt Westerlund, el estudio de las Grande y Pequeña Nubes de Magallanes será una actividad principal en el Observatorio Europeo Meridional. Estas dos galaxias son las vecinas más cercanas a nuestra propia Vía Láctea y presentan un cuadro maravilloso al observador, apareciendo como dos pequeñas nubes en el cielo. Estos objetos meridionales se llegaron a conocer como las Nubes de Magallanes, nombradas en honor del explorador portugués, Fernando de Magallanes. En 1520 navegó a través del estrecho en el extremo de la América del Sur ahora conocido por su nombre. Estas galaxias, nuestras “más cercanas” vecinas, no están precisamente en nuestro patio trasero. Estas Nubes están a 50.000 parsecs de distancia (un parsec equivale a 3,26 años de luz o 30,84 billones de kilómetros). ¡Así es que las Nubes están a 1.542.000.000.000.000.000 de kilómetros de distancia!
Al astrónomo le gustaría saber de qué se componen las estrellas, cómo se forman, cuánto tiempo brillan, y cuándo llegó a existir el universo. Así es que continúa la búsqueda dentro de la vasta expansión. Con la adición de varios grandes “ojos” en “la calle de los observatorios,” el Norte Chico de Chile rápidamente se está convirtiendo en uno de los más importantes centros astronómicos del mundo.
Nuestra gira concluyó. A medida que lentamente serpenteamos nuestro camino hacia abajo desde la cima de 2.400 metros de La Silla, el Sol desapareció detrás de otras montañas que se extienden en la distancia, dejando encima de nosotros un manto de negrísimo terciopelo salpicado con refulgientes diamantes... joyas de los cielos meridionales.