Crecimiento espectacular
LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ nunca han constituido una amenaza para las autoridades políticas de los países donde han vivido, un hecho que ahora se reconoce. Al comentar sobre una de las asambleas de este verano celebradas en la Unión Soviética, el periódico Krasnoyarskiy Komsomolets observó: “Los ideólogos de nuestro país al fin reconocieron que los testigos de Jehová de ningún modo constituyen una amenaza para la ley y el orden público”.
En la misma línea, el periódico soviético Vostochno-Sibirskaya Pravda informó: “Como la organización de los testigos de Jehová es estrictamente religiosa, no participan en los conflictos políticos y no animan a sus miembros a apoyar ningún bloque político, sino que defienden la autoridad de la Biblia y a su Autor, Jehová Dios”.
Crecimiento en los primeros años
Los testigos de Jehová han estado activos en la Europa Oriental por muchas décadas. A finales de los años treinta, Rumania tenía más de dos mil Testigos; Polonia, mil; Checoslovaquia y Hungría, cientos, y había varias decenas en Yugoslavia. Aunque en la extensa Unión Soviética había muy pocos, la situación cambió de la noche a la mañana.
Walter Kolarz, especialista en asuntos soviéticos, escribió en su libro Religion in the Soviet Union que otros Testigos entraron en Rusia “a través de los territorios que se anexionó la Unión Soviética en 1939-1940; en ellos había grupos de testigos de Jehová pequeños, pero muy activos”. De este modo, los Testigos que vivían en el este de Polonia, Checoslovaquia y Rumania de repente se encontraron trasplantados en la Unión Soviética.
Otro modo notable como se introdujeron en la Unión Soviética los testigos de Jehová fue mediante los campos de concentración alemanes. ¿Cómo fue posible? Pues bien, durante la II Guerra Mundial, los prisioneros rusos se encontraron en estos campos con miles de Testigos alemanes, que estaban recluidos allí debido a su estricta neutralidad cristiana. (Juan 17:16; 18:36.) Preferían sufrir y morir antes que quebrantar las leyes de Dios por enrolarse en los ejércitos de Hitler y hacerse así culpables de matar a sus compañeros cristianos de otros países o a cualquier otra persona. (1 Juan 3:10-12.)
De modo que, “increíble como pueda parecer, los campos de concentración alemanes fueron uno de los conductos mediante los cuales llegó a Rusia el mensaje de los testigos de Jehová —escribió el señor Kolarz—. Lo llevaron los rusos que estuvieron presos en Alemania y que quedaron admirados por el valor y la firmeza de los Testigos, probablemente la razón por la que su teología les pareció tan atractiva”. Hay informes de que en el campo de concentración de mujeres de Ravensbrück, muchas jóvenes rusas aceptaron el mensaje de la Biblia proclamado por los testigos de Jehová.
Muchos prisioneros de los países del Este que se habían hecho testigos de Jehová volvieron a su tierra natal después de la guerra. Allí enseñaron con celo que el gobierno del Reino de Dios es la única esperanza para la paz duradera. De modo que la cantidad de Testigos de la Europa Oriental aumentó espectacularmente. En abril de 1946 había más de cuatro mil predicando en la Unión Soviética, y esa cantidad en seguida se duplicó. En septiembre de 1946 los Testigos de Rumania celebraron una asamblea, a la que asistieron unas quince mil personas.
Poco después comenzó la guerra fría, que impidió los viajes y la comunicación de Europa Oriental con el mundo occidental. Además, los nuevos gobiernos de la Europa Oriental empezaron a oponerse a los testigos de Jehová. Tristemente, los vieron como una amenaza, y muchos fueron encarcelados. A pesar de esto, en 1951 Checoslovaquia tenía 3.705 Testigos activos; Hungría, 2.583; Yugoslavia, 617, y Polonia, más de 15.000.
El crecimiento continúa a pesar de la oposición
En 1967, Maurice Hindus trató el tema de los testigos de Jehová en su libro The Kremlin’s Human Dilemma. Lo que dijo aplicaba tanto a los Testigos de la Unión Soviética como a los de otros países de Europa Oriental. “Aunque trabajan clandestinamente, se les aprehende y se les imponen fuertes condenas de cárcel. No obstante, su obra no se detiene. Se les elimina de un lugar y aparecen en otro [...]. Parecen tan indestructibles como la policía soviética.”
Los testigos de Jehová de la Unión Soviética recibieron un severo golpe durante la primavera de 1951. Se detuvo a más de siete mil en las repúblicas soviéticas europeas y se les llevó a campos de concentración en lugares remotos del país, como Siberia y Vorkuta, en el norte lejano. ¿Con qué resultado?
“Este no fue el final de los ‘Testigos’ en Rusia —observó el señor Kolarz—, sino solo el principio de un nuevo capítulo de sus actividades proselitistas. Incluso intentaban propagar su fe cuando se detenían en las estaciones camino del exilio. El gobierno soviético no pudo hacer nada mejor para la diseminación de su fe que deportarlos. Se les sacó del aislamiento de sus pueblos y se les introdujo en un mundo mucho más amplio, aunque este no fuera más que el mundo terrible de los campos de concentración y trabajos forzados.”
Dentro y fuera de las prisiones
Tal como los cristianos del primer siglo siguieron predicando sin tregua a pesar de la persecución, así lo hicieron también los testigos de Jehová en la Unión Soviética. (Hechos 5:42.) Helene Celmina, una letona encarcelada por supuestos delitos, informa que en la sección del campo de concentración de Potma donde se la recluyó de 1962 a 1966, había unos trescientos cincuenta reclusos. “Más o menos la mitad eran testigos de Jehová”, dijo. En su libro Women in Soviet Prisons, la señora Celmina escribió sobre sus experiencias en el campo:
“Las publicaciones de Brooklyn llegan con regularidad, en buen estado y en grandes cantidades, a través de conductos no oficiales y bien organizados [...]. Nadie alcanzaba a entender cómo era posible que penetrara literatura prohibida en este reducto de alambres con pinchos, donde el contacto humano estaba muy limitado, ¡y además procedente de Estados Unidos! A algunos testigos de Jehová se les condenó a diez años de trabajos forzados solo por tener números de la revista La Atalaya en su casa. Como se detiene a la gente por poseer tales publicaciones, puede comprenderse la ansiedad y exasperación de la administración por la presencia de esta literatura en el campo.”
Con la ayuda de Jehová, nada pudo detener la distribución del alimento espiritual. La señora Celmina contó: “Nadie ha descubierto cómo entra [La Atalaya] en el campo, ya que después de la declaración de culpabilidad, se quita la ropa a todos los prisioneros y se les registra por completo. Una vez que llegan al campo, se vuelve a registrar completamente a todos los prisioneros hasta la última costura. Se comprueba si las maletas tienen fondos falsos. No se permite que ningún extraño entre en el campo sin causa justificada. Cuando se deja salir a los reclusos de la zona vallada para trabajar en los campos, están rodeados de guardas armados que no permiten que nadie se acerque a ellos. De regreso en el campo por la noche, se registra de nuevo a cada uno de los prisioneros. No obstante, a pesar de esa vigilancia, las publicaciones de Brooklyn hallan a sus lectores”.
Al mismo tiempo, fuera de los campos de concentración soviéticos, muchos cristianos resueltos siguieron con su predicación y enseñanza públicas. Las publicaciones y películas que se produjeron con la intención de contrarrestar su ministerio demuestran que así fue. Por ejemplo, en 1978 se publicó el libro Las verdades sobre los testigos de Jehová con el propósito, según explicaba la introducción, de “educar en el ateísmo a los seguidores de este movimiento religioso”.
El autor, V. V. Konik, señaló entre otras cosas que los testigos de Jehová presentaban discursos públicos especialmente en sus funerales y bodas. “Por ejemplo —escribió—, en el pueblo de Krasnaya Polyana, en la región de Krasnodar, se celebró en agosto de 1973 una boda de dos miembros de la organización, a la que asistieron unas quinientas personas. Seis predicadores presentaron discursos, que fueron transmitidos por dos altavoces. Después se representó cómo los testigos de Jehová mantienen conversaciones con personas de otras religiones y con los ateos.”
Sí, a pesar de la proscripción de la obra, los testigos de Jehová continuaron predicando con celo las buenas nuevas del Reino de Dios por toda Europa Oriental en obediencia al mandato profético de Cristo. (Mateo 24:14.) Finalmente, en mayo de 1989 se legalizó a los testigos de Jehová en Polonia y Hungría; en abril de 1990, en Rumania; en marzo de 1991, en la Unión Soviética, y en Bulgaria, en julio de 1991. La obra también se está llevando a cabo sin estorbos en Checoslovaquia.
Asambleístas felices
Estos antecedentes quizás le permitan entender mejor por qué se regocijaron las decenas de miles de asistentes a las asambleas de Europa Oriental, y por qué lloraron, se abrazaron, aplaudieron y se saludaron de una parte a otra de los estadios.
Se designó “asambleas internacionales” a Budapest, Praga y Zagreb, y se preparó el acomodo de decenas de miles de asistentes de otros países. En la Unión Soviética se celebraron asambleas en siete ciudades, con una asistencia de 74.252; Polonia tuvo 131.554 asistentes en sus doce asambleas, y 34.808 asistieron a las ocho asambleas de Rumania. Aunque los Testigos no pudieron celebrar una asamblea en Bulgaria, unos trescientos búlgaros cruzaron la frontera hasta Tesalónica (Grecia), donde disfrutaron del programa en su idioma.
No les resultó fácil a los Testigos de la Europa Oriental hacer los preparativos para acomodar a tantos miles de asistentes. Piénselo: nunca antes se habían celebrado asambleas como esas en la Unión Soviética. Y atender a decenas de miles de invitados, como hicieron los Testigos de Budapest y Praga, era una empresa de increíble envergadura. Además, imagínese celebrar una asamblea en Zagreb cuando se cernía la amenaza de una guerra civil y se oían explosiones en la lejanía.
No hay duda de que le encantará leer el siguiente reportaje sobre estas asambleas.
[Mapas en la página 7]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
LOS TRES LUGARES DONDE SE CELEBRARON LAS ASAMBLEAS INTERNACIONALES Y LAS SIETE CIUDADES DE ASAMBLEA EN LA UNIÓN SOVIÉTICA
UNIÓN SOVIÉTICA
Lvov
Kiev
Chernovtsy
Odessa
Tallin
POLONIA
CHECOSLOVAQUIA
Praga
ALEMANIA
AUSTRIA
HUNGRÍA
Budapest
RUMANIA
ITALIA
YUGOSLAVIA
Zagreb
BULGARIA
GRECIA
ALBANIA
TURQUÍA
[Mapa]
UNIÓN SOVIÉTICA
Alma-ata
Usolje-sibirskoje