Regocijo en Europa Oriental
DECENAS de miles de personas afluyeron a las ciudades más importantes de la Europa Oriental el verano pasado. La calles de hermosas ciudades, como Budapest, Praga, Zagreb y una veintena más, se llenaron de gente que llevaba distintivos azules y blancos. Estos identificaban a sus portadores como amantes de la libertad piadosa que asistían a las asambleas de los testigos de Jehová.
Por primera vez se celebraron asambleas libremente en las repúblicas europeas de la Unión Soviética, así como en la lejana Siberia y en la república asiática soviética de Kazajstán. En total, más de trescientos setenta mil asambleístas disfrutaron de afectuoso compañerismo en Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Polonia, Rumania y la Unión Soviética.
A los que no estuvieron presentes puede resultarles difícil imaginarse la alegría de las 74.252 personas que se reunieron en la Unión Soviética para adorar a Jehová Dios en libertad y sin temor. No obstante, su gran alegría no sería mucho mayor que la de los 74.587 que se reunieron en Praga y la de los 40.601 reunidos en Budapest, en los mayores estadios de Checoslovaquia y Hungría, respectivamente, o la de los 14.684 que se congregaron en Zagreb (Yugoslavia).
Estas asambleas son tan sobresalientes porque hace solo un par de años los testigos de Jehová estaban proscritos en la mayor parte de la Europa Oriental. Estuvieron aislados del mundo occidental durante toda la guerra fría. Era ilegal hasta reunirse en pequeños grupos para adorar a Dios. No es extraño que hubiera tal regocijo al poder reunirse libremente en grandes asambleas.
Un Testigo checo de cincuenta y nueve años que había pasado ocho meses incomunicado en prisión unas cuatro décadas antes debido a su fe en Dios dijo: “Muchos de los que vivíamos en Praga soñábamos con tener una gran asamblea en este estadio, pero nunca pensamos que este sueño se haría realidad de un modo tan maravilloso”.
Dos semanas antes de la asamblea de Praga (9 a 11 de agosto), un periódico de la ciudad, Vec̆erník Praha, observó: “Acusados de alta traición y de trastornar el socialismo, a los testigos de Jehová se les encarceló en prisiones comunistas durante muchos años”. Después de explicar que la ciudad recibiría a decenas de miles de Testigos, el artículo concluyó: “No es probable que se encuentre nunca en Praga a tantas personas amables y sonrientes como durante el segundo fin de semana de agosto”.
Sin embargo, puede que usted se pregunte: “¿Se persiguió en su tiempo a los testigos de Jehová por una causa justa? ¿Constituyeron alguna vez una amenaza para las autoridades políticas de los países donde vivían? ¿De dónde procedían los cientos de miles de asambleístas que se reunieron en Europa Oriental? Reprimidos y aislados durante cuarenta años o más del libre contacto con el mundo occidental, ¿cómo pudieron crecer tanto?”.