Washi: secular artesanía papelera de Japón
Por el corresponsal de ¡Despertad! en Japón
LA ENTRADA a una casa típica japonesa se realiza a través de una hermosa puerta de corredera enrejada. Una vez dentro, es fácil hallar en la habitación un biombo ornamentado, acompañado de otros elementos decorativos, como muñecas, rollos colgados con pinturas o caligrafía, lámparas de pantalla y recipientes o cajas de fantasía, elementos todos ellos con un denominador común: estar hechos de washi, el papel de artesanía nipona de múltiples aplicaciones.
Una larga historia
Japón importó de China el arte papelero en el siglo VII de nuestra era. Durante más de un milenio, el washi no tuvo rival en Japón. Había zonas en las que pueblos enteros vivían del papel, algunos de los cuales adquirieron renombre por la calidad del producto.
En la segunda mitad del siglo XIX, la artesanía del papel se hallaba en sus años dorados, con un millar de talleres en el país. No obstante, el advenimiento de la Revolución Industrial trajo consigo el declive de varias industrias artesanas, entre ellas la del washi. Pese a todo, su elaboración tradicional ha pervivido en ciertas zonas debido a sus virtudes artísticas.
La elaboración del washi
Los chinos elaboraban el papel con seda, lino, trapos de algodón, redes y cortezas de morera. Los papeleros nipones utilizaron los mismos ingredientes en un principio, pero luego experimentaron con otros que tenían a su alcance: la parte interior de la corteza de la mitsumata (morera de papel o japonesa), el gampi (una planta de las montañas de Japón) e incluso el bambú.
El material en bruto tiene que convertirse en una pasta fibrosa mediante un método arduo y laborioso, en el que, entre otros procesos, se golpea el material, se cuece al vapor, se raspa, se pone en remojo y se quitan los desechos. La pasta resultante se mezcla con agua a fin de que las fibras floten sueltas.
En un taller donde se trabaja el gampi, las mujeres se sientan en cuclillas en torno a grandes cubas llenas de agua, en las que limpian y separan a mano las fibras del gampi hasta formar una suspensión uniforme.
Otro artesano sumerge en esta mezcla acuosa un gran cedazo con marco de madera rígido. Cuando el cedazo se alza, deja escurrir el agua mientras las fibras se traban entre sí sobre él para formar una hoja de washi. El maestro artesano siempre dirá que la hoja de calidad se prepara sumergiendo el cedazo varias veces en una mezcla rala en vez de hacerlo de una pasada en un líquido espeso.
A continuación, el artesano invierte el cedazo sobre una mesa grande y lo alza con cuidado por el extremo más próximo, dejando la hoja húmeda sobre la mesa. Este proceso se repite hoja tras hoja hasta formar una pila de papeles que gotean.
A fin de que no se peguen unas hojas con otras, se añade al agua una sustancia viscosa llamada tororo, que se obtiene de las raíces de cierto tipo de hibisco. Esta sustancia también aumenta la viscosidad del agua, y de este modo ralentiza el escurrido del agua por el cedazo, lo que favorece la trabazón de las fibras. El artesano perito sabe determinar por el tacto si la consistencia es la precisa.
Antaño las hojas se ponían una a una a secar al sol sobre un tablero. Este método perdura en la actualidad, aunque en la mayoría de los talleres se secan sobre láminas de acero inoxidable calentadas.
Una tradición que pervive
Aunque el washi ya no es el principal material de escritura nipón, todavía conserva su lugar en los dominios del arte, y de hecho se le suele llamar papel de arte, en vista de todos los productos artísticos y tradicionales que se elaboran con él.
Cuadros delicados de flores, árboles, pájaros, paisajes y otros diseños se realizan pegando juntas tiras de washi de distintos colores. Las xilografías sobre washi hechas por grabadores nipones de la talla de Hiroshige y Hokusai gozan de renombre mundial. El washi también se emplea en otra técnica pictórica, denominada nihonga. Se prepara una pasta de piedra y vidrio de color machacados, con la que se pinta sobre unas láminas de washi fabricadas para esta modalidad que miden como poco unos dos metros en cuadro. Con este singular papel también se fabrican bolsos, monederos, abanicos, sombrillas, cometas, farolillos, muñecas de papel y otros objetos de mayor envergadura, como mamparas y biombos. A fin de fomentar el interés en este arte, se celebran exposiciones populares, y los artesanos modernos del washi dan clases sobre esta técnica.
Aunque la edad de oro del washi japonés ya es historia, esta tradición pervive para enriquecer la vida de un pueblo inmerso en la ocupada sociedad moderna.
[Fotografías en las páginas 23-25]
Objetos típicos de “washi”:
página 23, dibujo de una montaña en el papel de un sobre;
página 24, muñecas de papel, palillos decorados con “washi” y marcadores de libros;
página 25, pájaro de “origami” (papiroflexia), abanico y quimonos decorativos