¿Desaparecerá la pesca con redes de deriva?
LA Asamblea General de las Naciones Unidas de Nueva York la llama “muy indiscriminada y derrochadora”. El Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo (IIED), con sede en Londres, la describe como “una amenaza importante a la vida marina”. Dieciséis naciones del Pacífico la denuncian como un “saqueo injustificado”. La pesca con redes de deriva está claramente bajo ataque mundial. ¿Por qué?
Las redes de deriva —redes suspendidas verticalmente que barren el mar a modo de cortinas— se han empleado en aguas costeras por miles de años. Sin embargo, en la década de los setenta la pesca pelágica, o de alta mar, con redes de deriva aumentó de manera tan espectacular que hoy una armada de más de mil barcos de Japón, Taiwan y la República de Corea peinan los océanos Pacífico, Atlántico e Índico en busca del calamar, la albacora, el pez vela y el salmón. Como todos los barcos utilizan redes gigantescas que, según algunos cálculos, llegan hasta 11 metros de profundidad y cubren unos 50 kilómetros de mar, la longitud total de las redes de toda la flota asciende a unos 50.000 kilómetros, una distancia que supera la circunferencia terrestre.
“Cortinas de la muerte”
Estas redes de deriva o enmalle casi invisibles de nailon son tan eficaces que, según el boletín IIED Perspectives, “al ritmo actual, las redes pueden acabar en dos años con la pesca de la albacora en el sur del Pacífico”. El biólogo marino Sam LaBudde dice que este tipo de pesca es tan indiscriminada como “talar un bosque para conseguir una sola especie de árbol o derribar un roble solo para recoger las bellotas”. De hecho, cuando esta gran flota pesquera faena, barre también toneladas de especies no buscadas como el atún, el bonito de altura, el marlín, el pez espada y la trucha migratoria arco iris.
Según James M. Coe, investigador del Servicio Nacional de Criaderos Marinos de Estados Unidos, se sabe que la flota asiática está atrapando ilegalmente grandes cantidades de salmón que nunca llegará a los ríos norteamericanos para desovar.
Para empeorar las cosas, las redes de enmalle también enredan, mutilan y ahogan a miles de nutrias, focas, delfines, marsopas, ballenas, tortugas y aves marinas. Se entiende, pues, que un número cada vez mayor de investigadores llamen a la pesca con redes de deriva “una explotación marina de minas a cielo abierto”, y a las redes de deriva, “cortinas de la muerte”.
Los calificativos parecen apropiados. Un reciente informe del secretario de comercio estadounidense dijo que en tan solo tres expediciones, tres barcos atraparon accidentalmente ‘un delfín rayado, ocho marsopas de Dall, 18 osos marinos, 19 delfines listados y 65 delfines lisos’.
El año pasado un informe presentado a las Naciones Unidas dijo que para pescar 106 millones de calamares, las redes de deriva de la industria pesquera japonesa mataron 39 millones de peces no deseados. Además, se aniquiló a 700.000 tiburones, 270.000 aves marinas, 26.000 animales marinos y 406 tortugas marinas, especie en peligro de extinción.
Los biólogos marinos están convencidos de que si no se controla este tipo de pesca, “acabará inevitablemente con unos recursos naturales que antes se creían inagotables”. De hecho, pueden haberse causado ya muchos estragos. En 1988, el capitán de un barco pesquero le dijo al biólogo LaBudde: “Ya no matamos tantos delfines como antes”. LaBudde matiza: “Probablemente es porque ya no quedan tantos para matar”.
Emergen acuerdos mundiales
Sin embargo, recientemente se han oído llamadas de alerta contra la pesca con redes de enmalle desde Londres hasta Washington, D.C., y desde Alaska hasta Nueva Zelanda, y se han tomado algunas medidas para presionar a los pescadores a reducir sus flotas y retirar algunas de sus redes permanentemente. Para nombrar unas cuantas: Un grupo de estados del sur del Pacífico adoptaron la llamada Convención de Wellington (Nueva Zelanda), por la que impedían la pesca con redes de deriva en sus zonas pesqueras de 200 millas y prohibían a sus propios pescadores el empleo de estas redes en cualquier parte del sur del Pacífico.
Una resolución de las Naciones Unidas de diciembre de 1989 recomendó una moratoria en la pesca con redes de deriva a gran escala en alta mar para el 30 de junio de 1992. El Instituto World Watch dijo que si no se reduce, “la humanidad tendrá pocas esperanzas de proteger sus mares para generaciones futuras”, y añadió: “Tenemos que llegar a acuerdos mundiales exhaustivos”. Los estados del sur del Pacífico, agrupados en la agencia Forum Fisheries, propusieron, por tanto, la creación de una comisión internacional para regular la pesca e instó a los pescadores a adoptar sistemas juiciosos de pesca.
Pero, ¿está teniendo algún efecto esta presión internacional? Sí, y muy notable.
El 26 de noviembre de 1991, Japón concordó en “cumplir con una moratoria de las Naciones Unidas sobre el uso de grandes redes de pesca en el norte del océano Pacífico, que según los científicos están depredando la vida marina”. La decisión “apaciguó una controversia que podría haber perjudicado aún más la reputación de Japón en cuestiones medioambientales”. Japón accedió a reducir a la mitad su pesca con redes de deriva para junio de 1992 y la otra mitad para finales de año.
Al día siguiente, un editorial del periódico The New York Times dijo: “Un exultante biólogo marino llamó al anuncio que hizo Japón de acabar para fin de año [1992] con la pesca con redes de deriva ‘una agradable victoria para el medio ambiente mundial’”.
Un informe de la revista Time del 9 de diciembre de 1991 dijo que Taiwan y la República de Corea también concordaron en abandonar el uso de redes de deriva.
“En cuanto a este mar, tan grande y ancho, allí hay cosas movientes sin número, criaturas vivientes, pequeñas así como grandes.” (Salmo 104:25.)
[Fotografías en la página 15]
Barco faenando con redes de deriva
Esqueleto de nutria enredado en una red de deriva perdida
[Reconocimientos]
Foto: Steve Ignell, ABL
Foto: T. Merrell
[Fotografías en la página 16]
Aves marinas muertas por redes de deriva
Marsopa de Dall atrapada
[Reconocimientos]
Foto: A. Degànge
Foto: N. Stone